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Más que fútbol (2): En la oscuridad de la noche

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Apenas se colocó su short y bóxer, Héctor salió apresurado de la habitación, confundido, cabreado con su amigo por haber intentado sobrepasarse. Bajó rápidamente las escaleras dirigiéndose a la sala, buscó entre el desastre de la borrachera alguna cerveza sin abrir pero no la hallo, de modo que se acercó a la cocina, abrió sin hacer ruido el refrigerador, tomó una lata y se dispuso a tomársela. Recargó su cuerpo contra la barra que divide la cocina del comedor, mientras bebía con mucha insistencia, se cuestionaba lo ocurrido, no aprobaba haberse comportado como un puberto con su mejor amigo, y mucho menos que este se haya atrevido a más, sin duda sabía que no era culpa solo de Moisés, sino de ambos por haber llegado a tanto. En un ‘flashback’ volvió a su mente lo de aquel momento, sintió de nuevo la boca de su amigo en su pene, e incluso el tenerlo detrás de el con su pene rozando sus nalgas, por ello, su miembro comenzó a despertar de nuevo, Héctor sintió la sangre calentarse de nuevo, pero detuvo todo pensamiento, abrió sus ojos, de un trago se terminó la cerveza y abrió el refri sacando una nueva, esta vez cuando estuvo a punto de abrirla pensó en Moisés, sabía que él también lo estaba pasando mal en esos momentos, e incluso el ver salir enfurecido de la habitación a su amigo y tardar en volver podría hacerle sentir miserable.

El afecto que siente por él pudo más, así que no tomo una cerveza sino dos, y se aproximó de nuevo a la habitación; al entrar, lo primero que vió fue a su gran amigo Moisés recostado en la cama en forma circular, era evidente lo mal que se sentía, Héctor se acercó sentándose al borde de la cama, colocó una mano en la cintura de su amigo y le habló por su nombre. Inmediatamente Moisés arrepentido le pidió perdón, pero antes de que pudiera decir algo más, Héctor le dio una lata de cerveza, agregando que no era culpa suya sino de ambos porque así lo habían querido. Se dieron un afectuoso abrazo de amistad, que siempre acostumbran, y comenzaron a beber su cerveza. No decían más nada, solo bebían, haciendo ciertamente de ese, un momento incómodo; una vez que ambos terminaron su cerveza, decidieron que era buena idea dormirse, y así evitar ponerse mal con lo ocurrido.

La madrugada avanzó, ambos cayeron en sueño profundo, hasta que inconscientes sus movimientos hicieron que sus cuerpos quedarán totalmente cerca. Héctor movió su cadera y sin querer quedó justo en la pelvis de su amigo, quién de inmediato despertó abrumado, alzó su cabeza suavemente y notó que su amigo se encontraba profundamente dormido, así que no le preocupó. Transcurrieron unos segundos y la circulación de Moisés comenzó a agitarse, de nuevo tenía a su disposición las nalgas de su amigo, algo le decía que se animara a tocarlas, pero eso desencadenaría un nuevo conflicto; luego de pensarlos por pequeños instantes movió su mano acercándola ligeramente a la cadera de su amigo y la posó en ella.

Se quedó quieto expectante a la reacción de su amigo, quien no se inmutó, ni mucho menos; Moisés detuvo su mano por unos instantes, pero enseguida, cuando estuvo a punto de apartarla, Héctor giró una de sus manos colocándola en la nalga de su amigo y presionó, para que la pelvis de Moisés quedará aún más repegada a sus nalgas.

Moisés se sorprendió, pero al mismo tiempo su morbo se puso al cien, su verga erecto al instante y comenzó a refregarse a su amigo, oprimió bastante sus cuerpos para después comenzar a moverse de adelante hacia atrás. Héctor lanzó un pequeño gemido que asustó a Moisés, por un instante creyó que se había molestado, pero por el contrario, Héctor gimió por gusto ante aquella situación.

Instantes después, Héctor movió un poco su cuerpo, quedando ligeramente volteado, de modo que su cara quedará frente a la de su amigo, ambos se miraron fijamente, nuevamente estaban cayendo en el mismo juego; suavemente fueron acercando sus caras sin decir nada, de pronto quedaron prácticamente pegados, sintieron la respiración del otro, y se prendieron más, enseguida y sin pensarlo acercaron sus labios dándose un tímido beso, solo un par de segundos y se separaron rápidamente. Fue un choque tremendo, jamás lo habían hecho.

Antes de que Moisés se pensará de nuevo en que había hecho mal, Héctor deslizó su mano entre las sábanas hasta tocar el bulto de su amigo, le dio un ligero apretón y después metió su mano entre las prendas para poder sentirlo a flor de piel, sujetó un instante y enseguida comenzó a masturbarlo por varios segundos, hasta que sintió la necesidad de volver a probarlo, de modo que inclinó su cuerpo hasta llegar a la pelvis de su amigo, Moisés bajó sus prendas y apartó las sábanas, Héctor miro de nuevo el erecto miembro de su amigo, y luego lo llevo a su boca una vez más, esta ocasión ya no le disgustaba tanto el sabor, al contrario, parecía disfrutarlo, tanto, que sin querer utilizó uno de sus dientes provocando dolor en Moisés; pasaron los minutos y ambos gozaban de la ocasión que incluso Héctor fue realizándolo cada vez mejor, hasta que Moisés colocó la mano en su hombro, detendiendolo, si continuaba así, Moisés estaría a punto de eyacular y no se lo permitiría sin antes el también haber disfrutado, así que cambiaron posiciones, ahora Héctor se sentó sobre la cama recargándose en la cabecera de la misma, Moisés por su parte se hincó a la altura de las piernas abiertas de su amigo, luego bajo su cuerpo hasta que su cara quedará de frente al pene de su amigo, y lo ingresó en su boca, comenzó a lamerlo dejándose llevar por aquel momento.

Héctor alzó la mirada y notó las nalgas de su amigo quedar expuestas, lo que le excitó aún más que el sexo oral que estaba recibiendo; flexionó su espalda un poco, tratando de que sus manos pudieran alcanzar las nalgas, y cuando lo logró comenzó a sobarlas y de vez en cuando pasó un dedo por el ano de su amigo, quién al sentirlo, gimió suavemente. Después de algunos minutos, Héctor tomó por el mentón a Moisés, alzándole la cara, nuevamente sus miradas hicieron conexión, los dos movieron sus cuerpos hasta que Moisés quedó encima de Héctor y volvieron a besarse, esta vez no se apartaron al sentir sus labios, por el contrario, disfrutaron la situación; sus manos se balancearon por el cuerpo del otro, y siguieron así por unos minutos más.

En la habitación se percibía mucha adrenalina sexual, ambos habían perdido toda compostura, solo se dejaron llevar por lo que su instinto necesitó en aquella noche.

-“¡Quiero metértela!”- Repuso Héctor un tanto expectante a la reacción y respuesta de Moisés, quién evidentemente dudó de aceptarlo, le argumentó el miedo que sentía a no disfrutarlo o a que le lastimara, a lo que Héctor contestó que no tendría de qué preocuparse y que trataría de hacerlo con todo el cuidado y precaución necesarios, es así que Moisés aprobó nervioso, pero solo con la condición de que Héctor después también se dejará penetrar, este último dudo un segundo pero después aceptó a probarlo por una vez.

Héctor se apartó de la cama, y busco entre sus cosas, por suerte, siempre cargaba unos cuantos condones en su mochila por precaución. Tomó uno, tirando los demás sobre el colchón, le abrió y comenzó a ponerlo en su pene, enseguida miro a Moisés, este lo entendió perfecto, había llegado la hora, así que se dio la vuelta hincándose sobre colchón, bajo sus codos hasta reposarlos sobre la cama quedando prácticamente en posición de “perrito”; Héctor por su parte sintió una fuerte sensación de cosquillas en su cuerpo al ver a su mejor amigo frente a él, casi empinado ofreciéndole el culo esperando el momento en que le metiera su verga, así que no pasaron varios segundos y Héctor comenzó a masturbarse, sin dejar de tocar las nalgas de su amigo, las fue separando de a poco y también acercándose él. Una vez que estuvo muy cerca apunto su verga a la entrada.

-“¡Despacio!”- suplicó Moisés, Héctor palmeó sus nalgas haciéndole sentir calma y que todo estaría bien, luego empujó un poco, Moisés lanzó un grito ahogado y se retorció, Héctor entendía dicha situación por lo que no intentó hacerlo de nuevo, al contrario, escupió saliva en su pene, otro poco en sus dedos y los llevó hasta el ano de Moisés, hizo movimientos circulares, tratando de dilatar el culo y a su vez estimularlo para aminorar el dolor. Segundos más tarde volvió a intentar introducir su verga, ahora recorrió toda su raya con su miembro por algunos segundos, hasta centrarla en aquel rosado ano, y así, poco a poco fue metiéndola, despacio, suave, tratando de no lastimar a su amigo, quién, con cada segundo que entraba en su ano, no paró de gemir e incluso gritar, olvidando que no estaban solos, pero sin importarle más nada. Movimientos más adelante, Héctor ya tenía toda su verga dentro de Moisés, esperó un par de segundos y después comenzó a moverse, le gustó, evidentemente su amigo tenía un culo muy estrecho, apretado y eso le otorgaba mayor estimulación, cerró sus ojos, se dejó llevar. Moisés en cambio, parecía no disfrutar tanto de aquella situación, pero se aguantó sus ganas de quitarse, solo colocó sus manos sobre la pelvis de su amigo, empujándolo, tratando de no dejarlo entrar al fondo, pero Héctor, quería, y sin más remedio tomo las mandos de su amigo y las apretó contra la espalda baja de su amigo, ahí las detuvo y continuó penetrándolo, Moisés instantáneamente agachó su cuerpo, recargando su cuello sobre el colchón, y Héctor está vez comenzó a moverse con mayor rudeza, prácticamente olvidando que a quién penetraba era a su mejor amigo. Continuó por varios minutos más, hasta que la fricción del culo sobre su pene comezabron a arrojarle espasmos, el momento de eyacular se acercaba, pero sabia que al hacerlo, le sería imposible que Moisés introdujera si quiera un dedo en su culo, y había acordado previamente también dejarse penetrar, así que sacó el pene del culo de su amigo, palmeó ligeramente y lo invitó a ponerse de pie, Moisés se quedó un instante recostado, intentando regenerarse, tratando de aliviar el dolor, llevó una mano a su cadera, la detuvo ahí y dio un pequeño grito. Respiro profundamente y después se puso de pie, Héctor que notó las expresiones en su amigo, se acercó, frente a frente solo intercambiaron miradas, ahora no hubo beso, solo un abrazo de aliento de parte de Héctor.

No dijeron más nada, pero Héctor sabía que llegaba la hora de cumplir, se giró hacia la cama colocándose boca arriba sobre el borde del colchón, al haber visto la reacción de su amigo, creyó que tal vez así no sentiría tanto dolor e iba a poder mirarle a la cara. Tomó sus piernas y las acercó a su estómago, Moisés se paralizó apreciando aquella escena, su mejor amigo, abierto de piernas, ofreciéndole su culo peludo como toda una puta, <<como una puta>> esa sensación electrizó todo su ser, la sangre le subió a su cerebro y fue así que se acercó hasta él, se agachó un poco flexionando sus rodillas, tomo las caderas de Héctor con sus manos y jalo su cuerpo lo más que pudo hacia el, ahora volvió a mirar el culo de su amigo, lanzó un par de escupitajos que esparció por todo ese culo con sus dedos, recordando lo doloroso que era decidió estimular primero, luego se puso un condón y así, la dirigió hasta la muy velluda cavidad de su amigo, fue introduciendo poco a poco cada centímetro, Héctor inició una serie de gemidos y gritos que fueron necesarios apagar con la mano de Moisés que le colocó encima para así, evitar mayores ruidos y ser descubiertos. A Héctor le dolía, pero no quería parar, por supuesto Moisés no pararía, solo sintió toda su verga dentro de su amigo y comenzó a moverse incrementando su intensidad, de igual forma, olvidando que es la primera vez de su amigo. Colocó sus manos en los hombros de su amigo, empujando su cuerpo contra el suyo, está ocasión acercó sus labios a los suyos, evitando así, que Héctor pudiese quejarse en absoluto. Continuó penetrándolo por varios minutos. El sudor se hizo presente en ambos, su cuerpo ya desprendía el calor, pero el deseo fue creciendo. Moisés retiro la verga del culo de su amigo, ambos se acomodaron de tal forma que sus nalgas se cruzaron, las piernas de Moisés quedaron a un costado de las costillas de Héctor y de igual forma las piernas de Héctor en el cuerpo de Moisés. Sus vergas y testículos chocaron entre sí, y ambos comenzaron a masturbarse. En ocasiones, era Héctor quién tomaba ambas vergas y las sacudía de arriba a abajo. Moisés, por su parte, tomo las piernas de su amigo, las acarició y luego llevo los dedos de los pies de su amigo a su boca, y comenzó a chuparlos, situación completamente placentera para Héctor, quien no dudó en imitarle y de igual forma chuparle los dedos de los pies a Moisés.

Minutos más tarde, volvieron a enfocar su atención en sus vergas demasiado erectas y a punto de estallar. Esta ocasión bastaron solo unos segundos, para después ambos arrojar chorros de semen sobre sus cuerpos, ambos se unieron entre sí en un fuerte gemido, la situación era un clímax total, el orgasmo de los dos fue tremendo, que al término se quedaron estáticos por varios minutos, hasta intentar reponerse de aquel momento.

Luego de limpiar los restos de semen sobre su cuerpo, ambos se colocaron sus bóxer y volvieron a recostarse, esta ocasión metiéndose bajo las sábanas. En un principio cada uno en un extremo del colchón, ninguno se dirigió palabra alguna, se encontraron inmersos en un silencio un tanto incómodo, hasta que después, Héctor acercó su mano a la de Moisés, y una vez que estas se conectaron las apretaron fuertemente, de inmediato se miraron de nuevo, luego de una sonrisa de parte de cada uno, como por inercia se acercaron de nuevo, rodeándose con sus manos y volviendo a besarse apasionadamente, con deseo.

Esta vez, ninguno de los dos estuvo lo suficientemente preparados para ser penetrados por segunda vez en la misma noche, solo se limitaron a continuar los besos, abrazándose e instantes después ambos cayeron en un profundo sueño del cual no despertaron hasta la mañana siguiente.

Alrededor de las ocho de la mañana, el primero en abrir los ojos fue Héctor, colocó sus manos en su cabeza, la cruda era evidente, se levantó y miró a su amigo quién aún dormía, mientras lo hacían recordó lo que había hecho en la madrugada, lejos de disgustarse o cuestionarse por ello, sonrió, se puso de pie, colocándose sus prendas y salió de la habitación, rumbo al baño, al salir de ahí decidió buscar a su amigo Mauro, llamó a la puerta pero no contestaron, tomó la manija y abrió suavemente, pero dentro de ella solo dormía Joaquín plácidamente, completamente desnudo, se sorprendió pero no le dio mayor importancia.

Bajo las escaleras y fue que Mauro le saludó, platicaron brevemente hasta que decidieron salir y buscar que desayunar para bajar la cruda.

Al poco rato Moisés despertó, dando un pequeño salto cuando encontró a Joaquín al lado de la cama mirándole fijamente. Este último se disculpó y alegó que le había sorprendido encontrarle desnudo, que solo había ingresado por ropa la cual no tenía en la mano, se dio la vuelta, la sacó de su clóset y salió de la habitación. Moisés se quedó pensativo ante la presencia de Joaquín, esa mirada daba mucho qué pensar y ciertamente en algún momento ya se había cuestionado las preferencias de este pero al igual que otras veces no le dio importancia, por el contrario se puso a recordar lo vivido la noche anterior y un vuelco en su estómago le hizo casi ponerse erecto de nuevo, hasta que se preguntó porque Héctor no estaba ahí, así que se puso su ropa y salió a buscarlo.

Joaquín estaba en la cocina tomando agua, al mirar a Moisés se puso rojo pidiendo de nuevo perdón, Moisés estuvo a punto de contestarle, cuando aparecieron Héctor y Mauro con el desayuno.

Durante el desayuno, los cuatro platicaban las hazañas del día anterior, de nueva cuenta como todo hombre, Héctor y Moisés ponían atención a sus amigos como averiguando si no fuesen descubiertos por alguno de ellos la madrugada anterior, de manera especial, Moisés ponía mayor énfasis en Joaquín y en sus posibles ademanes, este al percatarse de la mirada de Moisés miraba rápidamente hacia otro lado evitándole.

Cerca de las doce del mediodía, Héctor y Moisés salieron de casa rumbo a las suyas. Esa tarde Héctor y Moisés lo pasaron cada uno con sus esposas, no intercambiaron mensajes ni recordaron lo hecho esa noche, incluso, tampoco lo mencionaron en días posteriores en el trabajo, y mucho menos hubo acto de insinuación alguno. Su amistad continuó tan grande como siempre e intacta como si nunca hubiesen roto cualquier barrera.

Aunque, bien dicen, el que lo hace una vez, lo hace dos veces, pero, ¿Será que eso aplicará en ellos y estarían dispuestos a llevar su amistad a otros límites?

Eso, es otra historia...

 

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