Nuevos relatos publicados: 16

Me rompen el culo dos buseros

  • 8
  • 26.872
  • 9,50 (2 Val.)
  • 1

Lo pienso y no lo acabo de creer. Pensé que esas cosas sólo sucedían en películas porno, pero me pasó a mí.

Ayer venía de Santa Ana rumbo a San Salvador y había una tormenta espantosa, de esas tormentas épicas, eran las 6 pm y la lluvia era intensa, apenas podía ver la autopista y las luces de los otros carros que por ella circulaban.

Decidí detenerme en una gasolinera con tienda de conveniencia, por esa zona estos establecimientos suelen ser amplios pues suelen ser lugar para que buses y camiones se detengan para cargar combustible o alguna otra cosa. Ayer era esa la situación, había un precioso bus Marcopolo que estaba estacionado a un lado y yo me estacioné en una parte techada frente a la tienda de conveniencia.

Al entrar a dicha tienda noté que no había mucha gente, una pareja de ancianos que estaban en mi mismo predicamento, 2 hombres uniformados de más o menos mi edad y 2 personas que atendían la tienda.

Pedí un café americano y una porción de pastel y me senté en la mesa contigua a los uniformados. La lluvia se puso más fuerte, sorprendiéndome que semejante tormenta pudiera empeorar aún más. Comenzaba a oscurecer y la temperatura bajó un poco. Pasó una hora más o menos y finalmente escampó.

Durante esa hora me había interesado en los 2 hombres uniformados que estaban en el local, ambos tomaban sendas bebidas gaseosas y prestaban mucha atención a las pantallas de sus celulares. Cuarentones, ambos más altos que yo, pero uno era de complexión gruesa, mandíbula cuadrada, cuerpo fuerte, piel morena, ojos negros, barba negra, brazos fuertes que al estar flexionados amenazaban a romper las mangas de la camisa, sus piernas eran igual de gruesas y su pantalón azul oscuro amenazaba con romperse y dejar ver sus piernas velludas, de acuerdo a mi lasciva imaginación. Su compañero era de piel más clara, lampiño, delgado, labios rojos, ojos grandes color café claro.

A ambos los miraba de perfil desde el lugar en el que estaba sentado tratando de no parecer muy indiscreto.

La pareja de ancianos decidió que había escampado lo suficiente y se marcharon. 5 minutos después los uniformados hicieron lo mismo. Yo estaba con grandes ganas de masturbarme luego de ver a esos hombres que fui al baño de la tienda pero ambos estaban fuera de servicio,

“por falta de agua” me dijo uno de los empleados que parecía ser la persona más aburrida del mundo. Volví a ver hacia afuera de modo irónico, pues en 1 hora había caído más agua que la que cae en Qatar en 2 años.

“puede usar el que está detrás de la sala, si quiere”.

La verdad necesitaba orinar y salí y rodeé el edificio de la tienda y en efecto, estaba un cuarto de baño descuidado y con un fuerte olor nauseabundo, vi alrededor por si había algún otro lugar, ya oscurecía y vi unos árboles en el perímetro de la gasolinería, a los que me dirigí a orinar.

Estaba tan caliente que luego me empecé a masturbar, estaba con mi pene duro cuando de repente entre unos árboles que estaban al fondo del terreno vi 2 siluetas. Con el pene en la mano me acerqué lo más silencioso que pude. Llovía ahora muy poco, lo suficiente para que la lluvia cubriera el sonido de mis pasos.

Vi a los 2 uniformados que se masturbaban mutuamente, apenas se habían bajado ambos los pantalones, lo suficiente para sacar sus penes.

El delgado me vio primero, soltó el pene de su compañero y le hizo una seña. El otro también se asustó pero se recobró inmediatamente, con un asentimiento de su cabeza me invitó a acercarme.

No necesito decir que obedecí.

Me acerqué a ellos. Vi sus penes, el del delgado era largo, grueso en la base pero con glande pequeño, blanco. El de su compañero era de unos 16 cm pero grueso, moreno, cabeza grande, casi púrpura. Ese me metí primero en la boca. En ese momento le bajé el pantalón un poco más, andaba un bóxer negro, que también bajé y dejó descubiertas sus piernas cubiertas de vello negro, grueso y ensortijado, su pubis era espeso también, abundante y amplio, sus huevos cubiertos de pelo, grandes y olorosos.

Sentí ese sabor de precum tan delicioso al no más meteme su verga, apenas cabía en mi boca, imaginé el dolor en mi ano si dejaba entrar esa paloma.

En eso su compañero agarró mi cabeza y la acercó a su pene, que olía a hombre también, su brief blanco y mojado con su precum apenas dejaba descubierto su escaso vello púbico y cubría sus pequeños huevos pero su pene era un portento, de unos 21cm. Sus piernas eran delgadas y lampiñas pero fuertes y hermosas.

Pasé un buen rato masturbando a uno y mamando al otro y cambiando, en eso me levanté, el delgado me empujó hacia un árbol, me agarré de él imaginando lo que iba a pasar.

“Qué culo más duro tenés” me dijo el delgado con su voz clara y varonil mientras acariciaba mi glúteo derecho.

Sentí sus dedos ensalivados en mi ano, que sacó casi inmediatamente para luego sentir que un trozo de carne se abría paso, aflojé lo más que pude y me resigné lascivamente a lo inevitable.

Pensé que lo iba a meter de un sólo, pero alzó mi pierna derecha sobre una roca cercana y la metió poco a poco, hasta que esos 21 cm estaban dentro de mi.

Mientras tanto acerqué a su compañero y le desabotoné y le quité la camisa, vi su pequeña panza, sus pectorales firmes y sus pezones morados y aturrados y mientras me taladraban suavemente el ano le levanté el su brazo grueso y vi sus axilas pobladas de vello negro, grueso, abundante y ensortijado. Empecé a pasar mi lengua con fruición sobre ese pequeño colchón de pelos saboreando ese sabor a macho. Me toqué el pene y lo sentí flácido pero lleno de precum y tuve conciencia entonces del placer que venía proveniente del ano. El delgado me daba cabeza de modo suave, acompasado, como sin querer dañarme y sin hacer mucho ruido. Yo comenzaba a estar en el paraíso. De repente el macho que me rompía el orto comenzó a jadear despacio y a empujarla más fuerte hasta que sentí algo caliente derramarse dentro de mi.

“Puta que culo más rico tenés, cabrón” me dijo con voz entrecortada.

“¿Te gustó?”

“Ahí te dejé preñado”

Me toqué el ano y lo tenía abierto y húmedo.

El otro dijo con voz grave

“Mi turno”

Me di vuelta y si el anterior fue gentil, este fue lo opuesto.

Parado como estaba la metió de un sólo hasta sentir ese colchón de pelos púbicos en mis nalgas, la sacaba y metía, la sacaba y metía, la sacaba y metía, sin compasión, él bufaba y resoplaba, yo gemía como nunca me había oído. Sentía ese glande salir y entrar a placer. Con sus calientes y enormes manos me agarraba de la cadera mientras me embestía. Su compañero se recuperó y comenzó a masturbarse y con voz clara me ordenó

“Chupame los sobacos, que eso se ve rico”

Imaginé unas axilas lampiñas o a lo sumo con algo de vello, como tienen los muchachos de 12 - 13 años, pero me sorprendió con una axila grande, no muy poblada, pero con vellos largos, él sólo jadeaba mientras se las chupaba, vi que tenía su erección completa. En un momento me besó tiernamente, mientras se masturbaba.

Luego empujó mi cabeza hacia abajo y adiviné que quería acabarme en la cara.

Sumisamente acepté sus deseos y al acercar su pene me dejó en el rostro un par de escupitajos blancos y espesos

En eso el que me destrozaba el esfínter, al quedar yo inclinado hacia adelante, con mi ano contraído me agarró con más fuerza y luego de unos encontronazos casi gritó

“Puuuta… qué ricooo”

Sentí su semen caliente derramarse dentro mío, en ese momento le pedí que no la sacara y me masturbé fuertemente con mi pene semi duro y luego de unos jalones logré acabar abundantemente un semen casi líquido.

Mi penetrador me agarró la cabeza y con su pene aún dentro me besó fuerte y torpemente.

“Qué rico” me dijo con una torcida sonrisa, sacando su pene negro húmedo y se dispuso a ponerse la camisa.

El otro me volvió a besar tiernamente, beso que devolví mientras sentía mi ano abierto y las piernas temblorosas.

“Te gustó este cabrón verdad?” le dijo el compañero ya con la camisa puesta y subiéndose los pantalones y le vi su bóxer negro y ese gran bulto que cubría ese chorizo grueso, peludo y negro.

“Dame tu número” me dijo el delgado.

Se lo di.

“Vámonos” le dijo al otro.

“Tenemos que repetirlo” me dijo con sonrisa cómplice.

Y se fueron y yo quedé ahí en ese páramo con los pantalones abajo, mi dignidad y mi bóxer atorados en mis rodillas, el culo abierto y goteando leche con mocos blancos ajenos en mi cara.

Me limpié como pude y cojeando llegué a mi carro. De lejos vi el bus marcharse mientras hacía sonar su bocina, devolví el saludo al bus como un estúpido, un estúpido lleno de leche y con el culo estirado y adolorido. Sentarme en el habitáculo y hallar una posición cómoda fue un calvario. Ya en carretera mi verga pedía más y ansiaba repetir, en eso recibo en mi teléfono vía Whatsapp una foto de ambos, con su uniforme pulcro, el grueso conduciendo y el otro tomando la selfie.

“¿Cuándo repetimos?” decía un último mensaje.

(9,50)