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Métela despacio, la fantasía sexual de Lara

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Alguna vez todas hemos fantaseado, alguna vez todas nos hemos dejado llevar por sentimientos ocultos, alguna vez todas nos hemos levantado con las bragas mojadas y alguna vez todas soñamos que algún día esa fantasía la hagamos realidad, muchas de esas fantasías son realmente imposibles, por el tiempo, distancia, momento o porque simplemente solo queramos que sean eso, una fantasía. Otras quizás están solo al alcance de nuestra mano, pero no nos atrevemos a dar los pasos adecuados, no nos atrevemos y quizás por eso las llamamos a unas y otras fantasías y solo nos queda realizarlas en nuestros sueños, dormidas o despiertas.

Este relato trata de una de esas fantasías imposibles, soy una chica abierta, bastante divertida y un poco alocada, pero a la vez muy celosa de mi intimidad, no soy amiga de redes sociales, pero tengo muchos conocidos aunque realmente cinco amigos verdaderos, dos de ellas son como si fueran mis hermanas y uno de ellos ocupa mi corazón, pero eso no quita para poder fantasear y esta fantasía se repite en mi cabeza desde que le conocí relativamente hace muy poco tiempo y no sé por qué me excita tanto.

Su nombre, su nombre no es relevante en este relato de momento.

Todo empezaría cuando por fin damos los primeros pasos para conocernos, hemos quedado en una cafetería desayunando a las ocho de la mañana, nunca nos hemos visto y se acerca a mí un hombre algo mayor que yo, guapo, elegante, decidido y con paso firme me mira, me sonríe y me llama por mi nombre, no tengo reparos en hablar con él, sé que de un modo u otro es él, pero el trabajo se cruza en nuestro camino cuando suena el móvil y en hora y media tengo una reunión de trabajo y así aquella primera cita la tenemos que posponer no sin antes quedar en el mismo sitio al día siguiente, hoy me tengo que conformar pensando en él durante el día.

Misma cafetería, misma hora y yo le espero sentada, cuando entra por la puerta mi corazón se acelera, pide un café y nuevamente mi móvil empieza a sonar, nuevamente tengo una reunión como ayer y como pasara mañana, ya solo pienso en él durante todo el día y la noche, le veo acompañarme por la oficina, sentado a mi lado en las diferentes reuniones, mirarme y sonriéndome con su camisa blanca abierta insinuando e imaginándome sus pectorales, sus ojos clavarse en los míos, su olor, su perfume me acompaña durante todo el día envolviéndome en su aroma, le oigo pronunciar mi nombre, mi sexo húmedo día y noche, un fuego que solamente él puede apagar y estoy cansada de esperar.

Es jueves y ese día no voy a la oficina porque tengo otro plan, en la cafetería a las ocho cuando él llegue le espera un sobre con una carta y unas llaves, yo estoy en mi casa esperando, tumbada desnuda en el salón sobre una alfombra blanca de pelo largo muy suave que amortigua y tapa parte de mi cuerpo, junto a mí una botella de Moët Chandon, dos copas y un recipiente con hielo y fresas.

En el resto de salón destacar las persianas casi cerradas dejando pasar muy poca o nada de luz, unas velas rojas encendidas y repartidas para que una estancia oscura se convierta en romántica, unas varillas aromáticas quemándose y de fondo sonando música romántica, todo está preparado para cuando el abra la puerta.

Son las ocho y media cuando la puerta de casa se abre por fin, le oigo respirar nervioso detrás de la puerta del recibidor quitándose la ropa y los zapatos dejándolo todo en el armario abierto para él, yo le espero allí tumbada con unas fresas sobre mi vientre y una venda negra que tapa mis ojos, él tiene instrucciones de cuando la tiene que retirar, yo de momento solo percibo su presencia y su olor cuando traspasa la puerta del salón, oigo como sus pasos que se acercan a mí y siento como se arrodilla a mi lado.

En la oscuridad, nerviosa y excitada noto como cualquier roce, cualquier contacto con su cuerpo me hace reaccionar con pequeños escalofríos, noto mi sexo humedecerse y en mi interior siento como un volcán preparado para erupcionar.

Su fragancia cada vez más cerca, tan cerca que sus labios se funden con los míos y suavemente empiezan a recorrer mis labios besándome y mordiéndomelos con delicadeza, su lengua los recorre para al final buscar la mía en mi interior fundiéndonos con ellas, suavemente empiezo a sentir el tacto de su piel sobre, sus dedos acarician mis senos y mi respiración se dispara haciendo caer una fresa a la alfombra sintiéndola en mi costado, la recoge y empieza con ella una ascensión dibujando mi cuerpo de un lado a otro, subiendo por mis senos y rodeando mis areolas coronando mis pezones duros e hinchados, el camino la lleva hasta mi boca, dibujando mis labios, pintándomelos con su aroma, siento como desaparece y besándome la vuelvo a encontrar saboreándola, sus besos se alejan bajando por mi cuerpo despacio.

Ni una palabra, solo el sonido de nuestra respiración entrecortada, pequeños suspiros y la música de fondo que ahora suena “The long and winding road” de los Beatles cuando mi cuerpo se ve sorprendido por el paso de un hielo frío sobre mi vientre que despacio sube por mi cuerpo dejando tras de sí una lengua de agua que va siendo absorbida por mi piel o evaporando por el calor de esta, su ascensión le lleva a mis pechos y al igual que con la fresa corona mis pezones, dejando caer unas gotas como lágrimas que se deslizan por mis senos hasta desaparecer.

En su camino llega a mis labios bebiendo de sus dedos, llevando el hielo de un extremo a otro y muriendo cuando las últimas gotas caen en mi boca besándome con el diminuto hielo entre sus labios y acallar mis suspiros y gemidos sordos de placer.

Otro hielo empieza el recorrido opuesto, desde mi boca, mis labios, bajando por mi cuerpo despacio, llegando a mi vientre que reacciona contrayéndose, su camino le lleva a escalar el monte de venus, atravesando el rubio vello y deslizándose por mi clítoris, escondiéndose entre mis labios menores y deslizándose entre ellos que como si fueran raíles va cayendo hasta mi vagina, enfriando mi sexo y desapareciendo al final, sintiendo como las lágrimas del hielo caen por mis muslos, esta vez el fuego ha ganado la partida.

Le oigo coger la botella de champán, siento como ese líquido espumoso cae sobre mis pezones y como enseguida son envueltos por sus labios, mi cuerpo empieza a ser devorado al paso del champán que va vertiendo sobre mi cuerpo, creando una pequeña laguna en mi vientre donde nada una fresa solitaria, sus labios beben de mi laguna subiendo hasta mi boca dándome de beber, besándome y que el oro líquido fluya por nuestros labios, la laguna de mi vientre se va secando y la fresa desaparece entre sus labios que recorre ahora mi sexo, entre mis labios menores pintándolos con la fruta de la pasión, ocultándose entre ellos, revolotear alrededor de mi vagina, la siento hundirse dentro de ella hasta ser devorada por su boca, masticándola con sabor a mí.

Sus dedos acarician mi clítoris y su lengua se introduce en mi interior, pequeños espasmos de placer recorren todas mis terminaciones nerviosas, los jadeos y los gemidos antes sordos ya se escuchan ampliamente por todo el salón, la música me envuelve al igual que sus caricias, su legua recorre mis labios, mordiendo delicadamente primero uno y luego el otro, metiéndoselos dentro de su boca, saboreando mi sexo y bebiendo del, sus dedos buscan el deseo de mi vagina mojada por mi excitación, pequeñas gotas de flujo salen de ella resbalando por mis muslos, le siento dentro pero quiero más.

Sé que él está excitado y con mi mano en la oscuridad, palpando busco su pene, un pene es generoso, un pene duro, grande y venoso que acaricio su glande con la palma de mi mano, la hago bailar bajando y subiendo mi mano, le oigo gemir y acercarse a mí de rodillas, su pene a la altura de mi cabeza que giro para lamer su glande, recorrer su contorno con mi lengua, besándolo y metiéndolo en mi boca, solo el glande, solo un poco, disfrutando de él, mi mano semiabierta acompaña el movimiento de su pene cuando se va metiendo cada vez más en mi boca, estirando y encogiendo su piel.

Siento como cae un líquido sobre ella, mis labios son regados con el champán que se desliza por su tronco, ha vertido algo de ese líquido sobre su pene, llegando a mi boca que lo bebe a la vez que traga su miembro, despacio sin prisa alguna, disfrutando de ese momento como lo está haciendo él.

Se acaba de apartar de mí, le noto lejos apartando mis piernas y abriéndose paso entre ellas, le oigo beber y siento como poco a poco se va tumbando sobre mi cuerpo, su pene golpeando mi sexo entre mis muslos, su tripa sobre la mía desbordando la pequeña laguna de champán que todavía existía, sus manos acarician mi melena rubia estirándola con sus dedos por encima de mi cabeza dejándola sobre el suave pelo blanco de la alfombra a la vez que sus labios se posan en los míos y dejan salir de su boca el líquido espumoso para que los dos lo saboreemos juntos.

Su pene con pequeños empujones ha encontrado su camino, mi vagina le espera impaciente, deseosa y por fin le voy sintiendo dentro, se va metiendo poco a poco en ella deslizándose en mi interior que arde de deseo, su pene como una barra incandescente se va abriendo paso, metiéndose en una gruta húmeda, caliente que se expande centímetro a centímetro a su paso dándome el placer que tanto ansiaba, por primera vez sus gemidos altos se unen a los míos, bailando entre las velas encendidas y dibujando en las paredes la unión de dos amantes que se funden en uno.

Despacio, la mete despacio como si no quisiera dañarme y muy poco a poco su pene entra y sale de mi vagina, mis paredes se contraen para darle más placer, no quiero que la saque, una ola de placer y felicidad atraviesa mi cuerpo y mi mente, acariciándome y dominándome, sus besos no hacen más que hacerme volar, elevar mi cuerpo y flotar, pero hay que respirar y lo hacemos con nuestros labios encajados, dejando la boca abierta para expulsar nuestros gemidos y cuando se cierran empieza el baile de nuestras lenguas, los gemidos son sonidos maravillosos que salen de nuestras gargantas.

Su pene penetra en mi interior durante segundos, minutos, horas, el tiempo no importa, se ha detenido solo para nosotros, solo sé que es mío y que me está amando, tan excitada casi en éxtasis, siento el inevitable momento del orgasmo y en otro momento lo desearía, pero hoy lo quiero retrasar, quiero disfrutar más con él, de él.

Se incorpora y se sienta en la alfombra, suavemente me levanta y me hace sentar a horcajadas sobre su cuerpo, mi melena cae sobre mi espalda, mis brazos rodean su cuello y mis manos se meten entre su pelo, mis piernas abrazan su cuerpo juntando mis talones por detrás de él, sus manos abrazándome por la cintura y mis pechos chocando contra sus pectorales, uniendo y clavándole mis pezones.

Nuestros labios no paran de besarse, su pene me va penetrando muy despacio, quedándose dentro casi inmóvil, sintiéndolo tan dentro que empiezo a recordar cuando fue el día que empecé a fantasear con él, sentí que lo quería tener dentro de mí nada más conocerlo, empezó como un juego y ahora solo pensaba en que me hiciera el amor, como ahora metiéndomela despacio y sin prisas, sintiendo el placer de cada centímetro de su pene penetrando y acariciando el interior de mi vagina, sintiendo el roce como una espada en su vaina, quedándose quieta como ahora.

Es la hora, con cuidado me quita la venda negra de mis ojos y lo primero que buscó son sus ojos, nuestras miradas se cruzan una vez más, disfrutando de la mañana tan deliciosa que estamos los dos pasando, saboreando cada segundo sus manos acarician mis pechos apretándolos con cuidado, con ternura y mis caderas empiezan a moverse, a subir y bajar delicadamente, parte de su pene salía de mi cuerpo y volvía a entrar muy, muy profundo robándome pequeños gritos a la vez que le besaba, mirándole con la boca abierta para poder inhalar gran cantidad de aire, mis ojos se cierran al paso de su pene cuando me llena entera, llegando casi a tocar las paredes de mi cuello uterino.

Despacio, sin prisas, con movimientos circulares de arriba abajo, sin dejar de mirarnos de ver como nuestros rostros reflejaban el placer que sentimos, mis manos apoyadas en sus hombros mi cuerpo subiendo y bajando sobre él, sus manos a ambos lados de mi cintura acompañándolas al ritmo que yo voy marcando, no quiero parar, no quiero que termine, pero mi cuerpo empieza a convulsionar, un ardor me recorre mi cuerpo desde su epicentro en mi vientre, mis piernas no paran de temblar cuando mi vagina explota como un volcán soltando la lava de mi interior.

Un orgasmo que me llena por dentro, gritando le abrazo la espalda clavándole mis uñas en ella, hecha su cabeza hacia atrás y subiendo todo lo que puede su pelvis, metiendo su pene hasta su propia raíz con unos gritos secos de placer dispara varias veces de su semen golpeando mis paredes vaginales, llenándome y uniéndose al delicioso orgasmo que empiezo a disfrutar.

Involuntariamente en esos momentos mi cuerpo se arquea hacia atrás, mis manos se apoyaron él la alfombra, mis pechos apuntando con mis pezones al techo del salón iluminado por esa luz tenue y romántica que proporcionan las velas y a pesar de haber terminado, cogiéndome fuerte por la cintura me mueve adelante y atrás con más ritmo, con más fuerza marcando un ritmo diferente metiéndome su pene todavía erecto, que no se ha deshinchado, duro como una piedra, penetrando más y más en mi interior, haciendo que mi espalda se estirase tanto que siento como la suavidad de la alfombra me acaricia la espalda y mi melena rubia se posa en ella.

Sin descanso me sigue haciendo el amor, mi vagina tan mojada le proporciona el deslizamiento perfecto para que su pene entre y salga de mí y el placer que sentimos los dos lo acompañamos con nuestros pequeños gritos que ya no son tan pequeños y que revolotean como mariposas por el salón, mis pupilas se clavan en las suyas pidiéndole más, mis pechos bailan sobre mi cuerpo y agarrando con fuerza el pelo de la alfombra entro en éxtasis, su pene entra tan dentro de mí que me va a partir en dos, más fuerte más rápido, soy una simple muñeca en sus manos y no puedo más, siento como vuelve a eyacular dentro de mí, regando mi vagina una vez más con su semen, pero no para, él sigue hasta que vuelvo a temblar, mi espalda se arquea y mis ojos se cierran, primero un grito sordo con mi boca bien abierta dando paso a un grito tan violento que se abre camino por pasillos y corredores, atravesando las puertas cerradas.

La música de fondo que está sonando en estos momentos cuando siento el delicioso orgasmo, es una de mis canciones preferidas “Hard to say I´m sorry” de Chicago, es el broche perfecto para aquella mañana, nuestros cuerpos todavía unidos por nuestros sexos, tu pene todavía acariciando mi interior, tumbada sobre la alfombra, desnuda, sudorosa y pegajosa por el champán derramado sobre mi cuerpo, todavía en éxtasis por el orgasmo tan intenso y delicioso, descanso con mi mejilla sobre la suave alfombra, sonriendo, mirando al infinito, casi llorando de felicidad por el regalo que tú me acabas de hacer, un extraño al que apenas conozco.

El relato de una de mis muchas fantasías sexuales, una fantasía con un desconocido, pero que sé que es de esas imposibles, siempre me quedara volverla a recordarla en mi cabeza y en mi cama pensando en él, escuchando la canción de Kansas que dice, “que todo lo que somos es polvo en el viento” y pienso que quizás dentro de un tiempo no sé si mucho poco o nunca, ese polvo en el viento le lleve, me lleve y por fin me haga el amor.

(9,80)