Como casi todas, tuve una despedida de soltera masiva, con mis amigas del colegio, de universidad, primas, tías, vecinas, compañeras de trabajo y algunas coladas. Más de 50 chicas. La pasamos súper bien. Tras la hora loca, aparecieron 2 strippers, uno colombiano y otro argentino, que estaban buenísimos y nos alborotaron mucho. No se desnudaron totalmente y finalmente quedaron en pequeñas trusas de cuero. Todo excitante, pero hasta allí se llegó.
Supongo como pocas, tuve una despedida solo con dos amigas, Melissa y Andrea. No mis mejores amigas, pero si mis dos amigas más terribles, con las que me juntaba para ir de cacería o sólo para noches de juerga. Ambas me dijeron para una despedida realmente loca y privada y acepté.
Hubiese sido difícil hacer algo así en la noche. Decidimos hacerlo durante un almuerzo. Podíamos tomarnos un par de horas y creímos era suficiente. Me casé un sábado, el martes previo fue mi despedida privada. Unos días después de la despedida “oficial”.
Una de ellas reservó una habitación en un hostal para encuentros furtivos. Muy amplia, con jacussi e incluso un potro. Cama redonda y espejos en todos lados. La otra reservó a mi sorpresa. Hasta último momento no supe ningún detalle.
Salí del trabajo. Nos juntamos y en el auto de una de ellas fuimos al hostal. Con cochera privada era muy discreto. Cuando estuvimos en la habitación nos tomamos rápidamente 2 botellas de vino y estábamos alegres. Como a los 30 minutos tocaron la puerta y supe que la verdadera despedida empezaba.
Entró un fornido colombiano. Realmente muy guapo, mucho más que los que habían contratado para la despedida formal. Estaba enorme, quizás cerca de 2 metros y un cuerpo full gym, realmente muy marcado y fornido. Sólo de verlo se me hizo agua la boca y comencé a mojarme.
Sin mayor protocolo empezó el baile, era un genio el tipo. Mientras se desnudaba, nos hacía desnudar. Finalmente quedamos los cuatro sólo en tanga, pues él también tenía una tanga, una tanga que desbordaba con su enorme miembro.
Supongo tras decenas o cientos de despedidas, tenía el absoluto control de la situación y preguntó ¿cuál de las dos amigas la conoció primero? A Melissa la había conocido en una fiesta a los 15 años. Ella dijo yo.
Le dijo “Melissa, eres tú quien abrirá el regalo para Marta”. Se paró sobre la cama y Melissa, de rodillas sobre ella, le bajó la tanga y dejó al aire su enorme pene. No estaba erecto, pero sí que era casi gigante. Sin que se lo pida, se lo besó y empezó a chupárselo. Las tres estábamos ya desbordadas.
La separó con sus manos, sin decirle nada y dijo “Andrea, tú le dejarás listo el regalo para que Marta lo use”. Había visto la cara de ganas que tenía Andrea, literalmente se tiró a mamarlo. No se lo podía meter todo a la boca, lo sacaba, lo lamía, le lamía los huevos, le lamía la cabeza, lo puso muy duro e increíblemente enorme en instantes. Yo babeaba y tenía el coño muy mojado, estaba muriendo de ganas de ser usada.
La apartó y dijo “la novia va a recibir su regalo”. Cuando me acerqué para lamerlo y mamarlo me dijo “no princesa, esos labios son sólo de tu novio”. No supe que hacer. Pero experto como era, me cogió, me dio vuelta y me acomodó como perrita. En instantes pasé de la sorpresa al deseo más sucio de ser su perra.
Pensé que se pondría un condón. Pero no lo hizo y antes que pueda decir algo, sentí como su verga se abría camino por mi coño. Melissa y Andrea gritaban “puta, puta, eres puta, Marta es puta” y así me sentía. Fueron como minutos, aunque quizás fueron sólo instantes en los que sentía como su pene entraba y entraba y seguía metiéndose. Enorme, el más grande que jamás había probado.
Antes que él, nunca había sentido a un hombre moverse así. Diría que bailaba detrás de mí. Su pene se movía en todas las direcciones y me hacía volar, gemir, gritar. No se cuentas veces llegué, pero seguro más que ninguna vez antes en mi vida.
De pronto dijo “la novia merece un servicio completo”. Por conversas con mis amigos y amigas sabía que el “completo” era por atrás. Sentí miedo y deseo a la vez. Nunca había recibido algo así de grande por el culo. Mis amigas aullaban ya, “por el culo, por el culo decían”.
Me sentía en medio de una película, sólo dejándome llevar y entregándome sin límites. Pensé que en perrito me destrozaría. Él, experto como era, y conocedor de su propio tamaño, debe haber pensado lo mismo. La sacó de mi coño. Me acostó de costado. Hizo que mis amigas le chupen, ambas, la verga, a lo que accedieron. Pensé que no lo harían, pero en ese momento ya las tres éramos sumisas.
Separó mis nalgas con sus manos. Untó saliva con sus dedos. Les dijo a Melissa y Andrea que miren mi culito. Sentí, sin poder verlas, que ellas me miraban. Les dijo luego “van a ver cómo queda”. Me volví a asustar y me excité más aún. Todo a la vez.
Se arrodillo detrás de mis nalgas. Me acomodó un poco. Puso algo más de saliva y de pronto sentí como su verga empezaba a entrar. Tuve un orgasmo en segundos. Creo solo con su cabeza dentro. Aprovechó mi orgasmo y en una la metió toda.
Sentí que me rompía el culo. Las lágrimas salían de mis ojos. Me sentía destrozada, pero a la vez sentía tal placer que no le pude pedir que la saque. Comenzó a moverse con violencia. Con salvajismo. En mi coño fue un bailarín, en mi culo un peleador.
Me sentía demasiado puta, llegué y llegué y volví a llegar. Con la autoridad que le daba su verga, cuando él iba a llegar, les pidió a Melissa y Andrea que acerquen sus caras. Ambas estaban sobre la cama, allí, con el primer plano de mi culo destrozado. “Miren como quedó” les dijo y complementó “la novia va con su novio sin semen de otro hombre dentro”. Tiro su semen en ambos rostros. Un río de leche.
Habían pasado 60 minutos desde que llegó. Se levantó. Se dio un duchazo rápido. Se despidió cordialmente y se fue. Mi culo seguía palpitando. El sábado que me casé, me seguía doliendo.