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Mi enorme primera vez

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Relato en base a una experiencia real e inusual que toda chica quiere tener, al menos una vez en su vida. Por favor, tengan paciencia ya que me gusta ambientar y contextualizar bien mis relatos previo a las escenas sexuales, considero que cualquier historia debe tener un origen y una base donde sostenerse.

Usualmente los hombres le toman mucha importancia al tamaño de su miembro, es la primera pregunta que surge cuando una conversación se consensúa a ese nivel «a veces sin eso, cuando mandan una nude sin avisar.» Incluso hay quienes creen que son “agraciados” y realmente… no. La naturaleza es perfecta en muchos sentidos, pero a veces también injusta, reparte los atributos en un sistema de lotería, yo por ejemplo agradezco la mayoría de mi cuerpo, excepto las casi imperceptibles tits (tetas) que me tocó.

Aún sigo esperando que sigan creciendo, pero… ya estoy perdiendo las esperanzas… y mientras que a otras chicas les da enormes pechos que deben comprar brasiers a medida o si usan una camisa la pueden rellenar con facilidad, a las chicas como nosotras nos da apenas una diferencia mínima entre pecho femenino y masculino.

Volviendo a los hombres; algunos nacen con las nalgas planas en forma de triángulo invertido, y otros nacen con más pompis que un teletubi. Con cintura en “V” y algo más… hay algunos, muy pocos que, nacen con algo que muchos «y muchas» desean en general. Y sí, me refiero a eso que están pensando exactamente, a su… altura, así es. ¿Creíste que iba a hablar de su pito?» sí pero más adelante. En fin, un hombre alto generalmente destaca por donde vaya, la ropa les suele quedar genial y es una exquisitez abrazarlos y que te lleven mínimo, media cabeza.

Pero eso, en mi caso, es poco común, ya que mido casi 1.75 «que es el promedio de altura del hombre latino». Así que si no tiene al menos 1.80 no va a ser nada del otro mundo. Y «ahora sí» están los hombres agraciados «llámese dotados» que nacen con una extremidad de su cuerpo más larga (o gruesa) que los demás.

Envidiados por otros hombres y adorados por muchas mujeres... para mí y para la mayoría de chicas con cierta experiencia sexual nunca nos importa “demasiado” el tamaño, siempre y cuando sobrepasen lo “estándar” (14 cm) está más que bien en realidad.

Luego de dos años de mi primera vez, al terminar esa hermosa relación, conocí a un chico, no muy alto, no muy “bonito” «a mi gusto personal, claro» ni muy carismático siquiera. Pero les puedo decir con total certeza que JAMÁS, me imaginé que fuera posible comparar mi propio antebrazo con… eso. Así que pónganse cómodos y espero que disfruten, tanto como yo al escribir esto.

Retomando que pasó un tiempo después de que mi primera relación y experiencias sexuales culminasen, empecé a prestarle atención a los chicos que ignoraba en la facultad. La verdad nunca voy a entender qué me veían, era «creo que lo sigo siendo»… la representación de una nerd al más puro estereotipo americano, solo que, sin los brackets, estos me los puse después. Pero por lo demás, era todo, media “darks” con lentes que podía reflejar señales satelitales, etc. Tímida y bastante asquerosa «entiéndase como poco sociable», pero supongo que algo les atraía de mí.

Quiero también aclarar que las mujeres «y perdón si generalizo», siempre tenemos oportunidades distintas, sobre todo cuando estamos en relación con alguien, es como que somos el “plato prohibido”, así que es notable que cuando terminamos una relación, activemos las redes sociales. Lo que muchos confunden, es que lo hacemos inmediatamente para tener sexo «y quizás en varios casos es así», pero no en todos; la mayoría solo es para socializar y pasar el rato. Bueno, en el mío… fue para ambas, quería charlar sí, pero también… experimentar nuevos horizontes.

No con cualquiera ni con quien sea, pero era muy nueva en el mundo sexual y mi anterior chico me había mostrado solo la punta del… iceberg. Así que obviamente mi cuerpito a penas desarrollado me exigía sentir mucho más. A mí siempre me gustó bastante el hombre inteligente, serio (pero gracioso) y muy varonil.

Comenzamos a hablar luego de que me dijo algunas cosas sobre una historia que había subido a Instagram, y por chat teníamos una química hermosa «muy genial la verdad» me hacía reír mucho y por fotos me atraía, obviamente lo stalkee de arriba a abajo. No voy a especificar rasgos para no definirme en un estereotipo, pero tenía muchas cosas que me gustaban.

Cuestión que decidimos vernos después de unos quince días de puro chateo, llamadas (no video llamadas) y claramente, nada de nudes. Lo que me gustó bastante porque es habitual que los hombres, luego de un tiempo comiencen a demostrar esta tendencia por enseñar su cuerpo, aún si este no tiene nada para destacar.

Nos encontramos en el centro de mi ciudad, fuimos a un lugarcito y pedimos un milkshake «de mis preferidos». Yo estaba vestida con botitas negras, medias de red finas con un short de jean que estaba a la altura de mis muslos, con una blusa oscura y una campera de bengalina entallada que dejaba al descubierto mi extra delgada cintura con un piercing en el ombligo. Con el cabello suelto y lacio color rubio, que me llegaba hasta poco más de los hombros.

Y él estaba vestido con una camisa y un suéter entallado, con un jean azul oscuro y zapatillas urbanas casuales. Peinado lo que era la moda en ese momento entre hombres. Con una ligera barba muy bien cuidada, parecía que se la había dibujado con algún lápiz que escupiera pelos. Tenía dos anillos en las manos y un reloj oscuro, «su outfit parecía como de hombre de 30» a pesar de que tenía 21 años, sin embargo, me encantaba como le quedaba.

Obvio, no se lo dije ni lo demostré, pero sí me agrado que parecía muy pulcro y ordenado «algo que adoro en los hombres, por cierto». Nos sentamos a charlar de «ya saben, varias cosas equis», pero noté que estaba algo incómodo, como si estuviera “nervioso” así que le pregunté si pasaba algo, y me dijo que estaba sorprendido de que yo era más hermosa que en las fotos y eso es algo extraño, generalmente es, al contrario.

Juro que cuando me dijo eso con mirada insegura «siendo que aparentaba ser un hombre seguro» me dio tanta ternura que tenía ganas de comérmelo. Además, cuando llevamos tiempo charlando a una distancia normal, podía sentir su perfume, era un aroma agridulce, pero con un toque amargo y leve. Cada vez que respiraba lo podía sentir y puedo asegurar que me tenía extasiada.

No obstante, nada ocurrió aquella vez, solo lo miré con mesura y le dije que no se preocupe, que simplemente yo era alguien más… «obvio que soy una diosa griega en persona, una eminencia una reina, pero bueno, hay que ser modesta», pensé.

Terminó la tarde, me acompañó casi hasta la puerta de mi casa y me ofreció la mano antes de irse (LA MANO) como si fuera una amiga o algo parecido «otro detalle que se me hizo muy tierno y educado». Así que me acerqué de repente y le di un tierno beso tibio en su mejilla izquierda, dejándole a penas marcado el labial oscuro que llevaba.

Tartamudeó un poco sorprendido y sonrió ruborizado. Menos mal que se fue, porque yo me puse como un tomate. Me había gustado a pesar de que mis expectativas no eran muy altas que digamos «nunca lo son» de hecho. Luego de ese día, pasaron varios hasta que volvimos a hablar, «obviamente me habló él» porque yo toda chica empoderada (en realidad tímida porque sí quería hablarle), me hacía la difícil. En resumen, salimos en otras ocasiones, hasta que, en una de ellas, la última por así decirlo… se largó a llover muy fuerte y estábamos cerca de su casa.

En aquel entonces no habían Uber, sí taxis, que fue este último que nos tomamos y pudimos ir donde vivía. Un departamento chico, pero muy bien ordenado, casi pensé que tenía todo preparado «hasta la lluvia». Era la típica situación de película donde la lluvia amerita otras cosas, pero en realidad, me sentía bastante insegura, a pesar de que ya “lo conocía”. Si algo me enseñó la vida es que nunca terminas de conocer a las personas.

Sin embargo, a veces hay que dar un salto de fe, nadie es completamente bueno ni completamente malo y eso también me incluye.

— ¿Puedo irme a bañar? —pregunté con una sonrisa incomoda.

— Sí, por supuesto —con un gesto de obviedad.

Me alcanzó una toalla y me dijo que no tenía ropa de mujer para ofrecerme, pero que podía prestarme algo de la suya, si eso no me molestaba, claro.

Le dije que sí, que desnuda no me iba a quedar… me bañé y dejé mi ropa en donde él tenía la suya. Sinceramente, aún me sentía algo incómoda, no era habitual ir a una casa de un desconocido, siempre fui muy cobarde con esas cuestiones. Pero se portaba muy bien, me di un caliente baño relajante y me vestí «con su ropa limpia que por cierto tenía su aroma entre mezclado con su perfume».

Antes de salir, aproveché a mirar a ver si no tomaba “pastillas raras” ya saben alguna para la esquizofrenia o esas cosas de películas de psicópatas y por suerte, no había nada, solo cosas básicas. Pero sí noté que había una caja de preservativos «condones» de una marca que nunca había visto «recuerden que tenía poca y nula experiencia en lo sexual» que decía “Magnum” y lo primero que se me vino a la mente fue «ok, esto es para gente que necesita algo más grande lo habitual» pensé, observando con sospecha.

Iba a leer la parte de atrás de la caja, pero ya había pasado mucho tiempo en el baño y eso no quedaba bien. Cuando salí, el esperaba con una taza de café con crema «mis hormonas gritaron aww». Pero yo toda diosa inalcanzable le dije —ay, gracias jeje— por lo que él sonrió apenas, y me dijo que también debía ir a bañarse. Que yo me pusiera cómoda, que podía mirar la tv y la contraseña del wifi.

Pasó un rato y le avisé a mi mamá que me había ido con una amiga, «imaginen decirle a su mamá que se van con un hombre extraño ella siendo tan conservadora». Me vendría a buscar policía y todo incluido… así que una pequeña mentira no está mal. También le advertí a mi amiga para que ella estuviera al tanto. Este chico finalmente salió de bañarse, imaginaba que saldría con una toalla apenas tapándolo y la típica escena donde terminamos revolcándonos apasionadamente, pero no... «para mi decepción» salió vestido y seco, sin ninguna parte al descubierto.

Se sentó a mi lado, pero no demasiado cerca y nos pusimos a charlar, me dijo que yo podía dormir en su cama, que él dormiría en el sofá. Que ya había cambiado las sabanas mientras yo me bañaba, para que no me sintiera incomoda y que me daría la llave del cuarto para que, si quería, asegurase la puerta y sentirme tranquila.

Con esto último este chico se ganó el cielo para mí. Que un hombre sea tan detallista, tan atento, tan lindo, es algo que nos brinda una seguridad y consensualidad increíble. Menciono todos estos detalles porque me parecen muy importantes a la hora de llevar una mujer a su casa, este tipo de cosas nos hacen sentir tranquilas, y que estamos protegidas. Sobre todo, yo siendo tan joven y desconociendo, eso aumenta considerablemente la inseguridad.

En un momento determinado realicé un gesto como si tuviera frío y él me dijo:

— Ah perdón, ahora te traigo un abrigo —levantándose por un segundo.

— Espera… —le contesté agarrándole la mano y mirándolo desde abajo frunciendo levemente el ceño con una ligera mueca— abrázame.

Se agachó acercando esa carita con barbita y sin pensarlo un segundo más, nos empezamos a besar, tenía los labios gruesos y sus pelos me hacían cosquillas. Su aliento rebozaba de menta que matizaban con su perfume y en general su cabello algo húmedo del reciente baño.

Se sentó completamente y yo me puse sobre él, nos estuvimos besando un tiempo indefinido pero lo suficiente «supongo.» Todo el frío que sentía se me fue casi en 5 minutos, me tocaba el cabello que en ese tiempo me llegaba hasta por debajo de los hombros, y lo estiraba, entretanto me besaba por debajo de mi cuello y volvía a subir a mi boca mordiendo levemente mis labios, bañando su lengua con la mía.

Por un segundo me alejé, lo observé todo coloradito y ruborizado, con amplios deseos de seguir comiéndomelo, pero sin antes preguntarle.

— ¿Qué era esa cajita de magnum que vi en tu baño? —y con una ligera mueca seguí dándole besos levemente y separándome un poquito a modo de jugueteo.

— Son de la medida que yo tengo que usar —contesto sonriendo, pero algo tajante.

— Parecen muy grandes… —susurré y miré hacia su entrepierna.

— Bueno… no me quejo —dijo en tono irónico.

— ¿Puedo ver? — lo miré con picardía mordiéndome un labio, mientras acariciaba su pecho y metía una mano por debajo de su remera.

— ¿Y yo que gano? —movió levemente sus manos sobre mis pechos.

Cuando sentí esas tibias manos suaves haciendo presión sobre ellos «no tenía brasier recuerden la ropa mojada y que me prestó una remera suya», sentí una leve electricidad y un calor creciente desde mi abdomen que subió con brusquedad y culminó en mi cuello.

— Me encantan, chiquitas pero firmes ¿me dejas ver a mi primero? — acercando su cara despacio y mirándome.

No dije nada, solo lo agarré de la cabeza y lo empujé hacia mí. Su remera me quedaba bastante holgada, simplemente la levantó y mis pechitos se descubrieron con sus tibios labios acariciándolos.

Cerré mis ojos inclinando mi cabeza hacia atrás y solo disfrutaba como él se alimentaba de una combinación entre cosquillas e hilarante deseo que crecía cuanto más las besaba, cuanto más las mordía y cuanto más las devoraba.

— Me haces cosquillas —susurré jadeando— tu barba me hace cosquillas…

— Ups, será mejor que te acostumbres —y al instante me mordió levemente un pezón

— D-despacio… por favor —supliqué y suspirando fuertemente mientras apretaba mi mano en su cabeza ejerciendo fuerza con mis piernas encima suyo.

Continuó devorando mis pequeños pezones «invertidos por cierto» y pasando sus grandes manos por mi delgada cintura, mis caderas se movían cada vez más encima de él y lo presionaba con mi cola para sentir su bulto. «Lo que me empezó a extrañar un poco en ese momento, porque en verdad lo sentía bastante».

Lo único que podía pensar era que si sabía morder y comerme así los pechos, como me trataría más abajo... una sensación de hambre entusiasmada y calurosa había empezado a crecer. Pero también una gran barrera de vergüenza y “dignidad” que eran lo único que se oponían.

Yo “nunca” bajaba antes… pero también tenía que probar cosas nuevas, así que, por esta vez, omití eso.

— ¿Ahora puedo ver yo? —pregunté mordiéndome los labios y mirándolo con una pícara sonrisa.

— Lo que quieras —respondió alzando la cabeza un segundo, devolviéndome la misma sonrisa y dándome un besito despacio en uno de mis pezones.

Reí apenas y me acomodé, en ese instante me di cuenta que una notable y tibia humedad nacía de entre mis piernas. Por alguna extraña razón mi boca producía más saliva de la habitual, como si en verdad mi cerebro me preparase para comer.

El ambiente estaba semi iluminado, solo había una luz que era de la cocina y la del televisor, nada más. Veíamos lo suficiente pero no más de lo necesario. Y lo mejor de todo es que se podían escuchar las gotas de lluvia chocar contra la ventana, de vez en cuando un destello seguidamente de algún rayo iluminaba por un segundo a modo de flash un tercio del oscuro living.

Mi cuerpo desbordaba de fervor, mi boca rebalsaba de saliva caliente y ya no era momento para hacerse la difícil o la “inalcanzable”. Ya estaba en el juego y a mí me encanta jugar… Lo ayudé a quitarse su remera «camiseta», lentamente bajé dándole besos en su pecho con apenas pelitos y unos abdominales ligeramente marcados. Pero enseguida noté esa característica que tanto me gusta de los hombres, esa “V” que se les marca que pareciera una gran flecha hacia una de las partes más deliciosas de su cuerpo.

Claramente si iba a jugar y era mi turno de hacerlo… tenía que aprovechar todo, así que sin dudarlo mi lengua dibujó ambas líneas que bajaban en dirección de su pelvis; su piel era suave pero no demasiado, y tenía un aroma que me agradaba mucho. De vez en cuando inclinaba mis ojos hacia arriba y podía ver la silueta de su cabeza en señal de que me observaba con placer.

Llevaba un pantalón algo grueso, como para hacer gimnasia, debajo un bóxer color gris, bajé lo primero y fue ahí cuando lo noté… tenía un bulto fuera de lo común una silueta en curva que tranquilamente pasaba la mitad de su pierna. Ya no era solo mi imaginación, era una certeza «aún no la tenía erecta» más bien estaba “semi dura” (si hay un término técnico para eso no lo sé ni me importa ni me importaba en ese momento).

— ¿Esto es real? —pregunté alejándome un poco para tratar de ver con más claridad.

— Cada centímetro —contestó con mucha seguridad.

— Pero… ¿está… durita? —pregunté con ironía, palpándola con una mano.

— Solo hay una manera de saberlo —contestó—y lentamente se bajó por completo el bóxer.

Cuando esa última barrera de misterio que separaba su miembro curvo, emergió quedando frente a mí, solo a unos centímetros de distancia. Dando pequeños saltos, como si tratase de despertar por completo. Sinceramente era hipnótico ver algo así tan cerca, sentía hasta su aroma, con el glande descubierto a medias.

— Wao… —dije mirándolo y riendo sorprendida.

Él rio solamente, no dijo una palabra, no había nada que decir.

«Santa naturaleza, este tipo es mitad caballo». Pensé.

Tragué saliva, respiré profundo y con una mano se la agarré, tenía dos grandes venas que lo recubrían, estaba casi totalmente depilado y traía puesto aquel perfume que tanto me encantaba. Mi boca estaba desbordando de saliva extra, mi lengua relamía mis labios si es que no los estaba mordiendo. Tenía muchas ganas de comérmela, pero estaba fascinada y horrorizada al mismo tiempo, sí lo había visto en videos, pero incluso en ellos no era habitual ver tan grandes.

Generalmente los “hombres de chocolate” tenían algo como eso, y no todos de hecho. Así que era merito doble supongo… Sin más dilación, se la sostuve con una mano desde la base y comencé a masturbarla, mientras mis ojos se perdían admirando «aún asombrada» de su tamaño. Mis manos «que no son pequeñas», en un principio cubrían más de la mitad, pero cuanto más iba aumentando de tamaño, pasaron a cubrir un tercio, hasta que finalmente cuando ya estaba totalmente erecta, dos de mis manos podían entrar y sobraría para casi una tercera.

El sonido jugoso de su piel bajando y subiendo descubriendo su glande rosado y bien formado se escuchaba con el resonar de mis manos pegajosas presionándoselo. Los latidos directo de su corazón se sentían en cada una de las notables venas que lo cubrían. A veces, para salir un poco del hipnotismo, levantaba la cabeza y lo miraba, tratando de buscar sus ojos entre la oscuridad.

Es ahí que se me ocurrió algo que siempre quise hacer, medírselo con mi antebrazo, y efectivamente… era de ese tamaño, tranquilamente unos 22 a 24 cm.

Noté que el rio, yo lo miré como si estuviera asustada y le dije:

— ¿Cuánto mide esta cosa? —balanceándola de un lado a otro siguiéndola con los ojos como si fuera un partido de ping pong.

— Lo que mide una botella de vino o más bien, tu antebrazo jaja… —parecía divertirle y su expresión denotaba que no era la primera vez que se lo decían.

— Esta cosa no me va a entrar… —dije inspeccionando el grosor y mirándola desde abajo, comparándola con mi cara.

Sus huevos daban en mi pera y su enorme cosa llegaba hasta el final de mi frente.

— Me dijeron eso antes, pero con paciencia y saliva…

— Bueno cállate, no me gusta que me interrumpan cuando voy a comer —le dije en susurro, colocándome bien de rodillas, pero bastante separadas.

Por si fuera poco, la forma de su pene era armoniosa, doblado ligeramente hacia arriba, rosado y hasta sus “huevitos” no eran ni muy largos ni muy grandes ni muy pequeños, realmente y sin exagerar, «tenía una hermosa verga.» Independientemente de su tamaño, literalmente calzaba con mi gusto personal sobre ello.

Ya no aguanté más, mi lengua salió de mi boca y comenzó a lamer la punta, su gusto estaba bien, ligeramente salado debido a que salía un poquito de juguito «el cual me tragaba, por cierto.» y seguidamente comencé a darle besitos, como si fuera su cara o su boca. Tomaba unas pausas mínimas de 1 segundo para alejarme, mirársela y volver a darle besos acompañándolos con mi lengua.

A todo esto, mis manos «literal, ambas» apretándola, bajando y subiendo su pielcita, hasta parecía que tenía años de experiencia haciéndolo. Parecía instintivo en verdad, de vez en cuando levantaba la vista para ver, siempre estaba ahí mirándome y me sostenía el cabello para que no tapase lo que a mí me encantaba que viese.

Entre los sonidos de mi boca succionándosela, se comenzaban a escuchar sus gemidos, no era música para mis oídos, era arte en su máxima temperatura «no saben lo delicioso que es que un hombre disfrute por nuestra culpa.» El placer es doble, porque estamos comiendo saciando nuestra hambre y a la vez es como si pusieran tu tema de música preferido.

Finalmente, después de saborear a penas una cuarta parte de todo lo que traía entre sus piernas. Siempre tuve cierta facilidad para la garganta profunda, así que quería intentarlo.

Así lentamente iba comiendo cada vez más, saqué una de mis manos y fui deslizando mi cabeza hacia la dirección de su miembro, podía sentir como su glande caliente comenzaba a llegar hasta mi campanilla. Cuanto más bajaba, él hacia un gemido ligeramente más sonoro, eso me intensificaba por 10 las ganas de que entrase completa, así que respiré lo más profundo que pude.

Ya con mi garganta humedecida «y otras partes también» abrí mi boca sosteniéndosela desde la base y con la única finalidad de que mi nariz tocase su pelvis comencé a bajar con toda la fuerza que podía hacer mi cuello.

Su miembro comenzó a ingresar poco a poco en mi boca, cada intento entraba más, era gruesa pero no lo suficiente y «por suerte, tengo la boca algo grande», pero el problema era que, al pasar la campanilla, las arcadas comenzaban a hacerse presentes. Al meter algo tieso y venoso por más mojado, caliente y húmedo este, la garganta duele.

Aun así, es la cúspide de mi morbo sobre el sexo oral «que yo tengo al menos» no significa que no sea difícil ni doloroso. Pero cuanto más me costaba, más lo intentaba. Su miembro cada vez ingresaba más profundo, y… lo que más me impulsaba eran sus quejidos, como hasta sus dedos me presionaban en la cabeza u hombros, cada vez que mi nariz estaba más cerca de su pelvis.

Mi estómago me presionaba tratando de forzar las arcadas, mi cuerpo entero rechazaba la idea de que algo del tamaño de mi antebrazo me lo siguiera metiendo por la boca.

Tomaba ciertas pausas para respirar y toser para volver a intentarlo, mis ojos se tornaban casi blancos por cada intento casi exitoso, además de lagrimear constantemente. También mi nariz estaba ligeramente tapada y mi boca producía cantidades de saliva inmensas que se mezclaban con todo el «juguito salado» que salía de delicioso glande.

En un momento se levantó.

Ya de pie, me agarró del cabello con una mano sosteniéndolo por completo y «estirándolo un poco» con cierta brusquedad, me alejo y sacándome las manos como si tratase de decir que no las usara. Yo lo observé por un segundo, sonreí, mi lengua se escapó de la boca, respirando profundamente como si lo invitase a que él intentase de que todo eso que tenía ahí, se desapareciera en mi cuello, en ese momento se transformó en mi dueño.

— ¿Lista? —preguntó rozándomela punta en los labios.

— Ajá —contesté apenas y viéndolo con insaciable lujuria.

Comenzó a empujar levemente y para ayudar, me sostuve de sus piernas con ambas manos, agarrándolo casi de sus glúteos «por cierto bastante bien formados». Pero en vez de hacer fuerza para que no entrase tan de golpe, me arriesgué a que me traspasara la cabeza y lo ayudé para finalmente, saciar mi oral morbosidad.

Fuertes arcadas nacieron desde mi abdomen acompañadas de un fructífero sonido extasiante, como su glande traspasaba mi campanilla y cada centímetro de su firme pene desaparecían en mi boca, para bajar por mi garganta.

Con mucho esfuerzo mientras mis ojos se trataban de esconder por encima de mis parpados y las arcadas junto a la tos fueran cada vez más difíciles de mitigar. Al dolor punzante de que una gran masa de carne recubierta de venas latentes se introducía por mi garganta. Mis manos lo presionaron con toda la fuerza posible, aprovechando que todavía quedaba aire en mis pulmones, y por unos segundos «que parecían eternos» mi nariz tocó los pocos bellos púbicos que estaban en su pelvis, junto a mi mentón que chocaron levemente con sus testículos.

Pude notar su mano tocándome el cuello y apretándolo un poco para sentir su propio miembro dentro de él.

Lamentablemente no duró mucho el acierto… porque una gran arcada «avisándome de un posible vómito» se hizo presente, y mi abdomen pateaba mi estómago para tratar de expulsar algo ajeno a mi cuerpo.

Con las manos golpee sus piernas para hacerle entender que ya era suficiente y él, entre gemidos y pequeños movimientos aún en mi garganta, empezó a sacarla. A todo esto, yo no veía prácticamente nada, ya que estaba con mis ojos no solo cerrados, sino hacia atrás luchando incansablemente con mis propios reflejos naturales.

Al abrirlos entre lágrimas, llegué a notar como me alejaba de su pelvis y una gran “masa” de saliva acompañaba a su enorme pene que se retiraba por completo de mi boca. Pudiendo al fin respirar y toser. No pude evitar escupir y dar fuertes bocanadas de aire, como si hubiera corrido una maratón de 24 km.

— ¿Estás bien? —preguntó agachándose y acariciándome la cara.

— S-si… —contesté algo agitada y pasándome la mano por la boca para correr un poco de la enorme cantidad de saliva que la recubría.

— Perdón, me pase… yo no… —agregó parándose de nuevo, pero sin intenciones de volverlo a hacer.

— Es… es muy… es muy larga, me costó… me costó mucho y dolió… —dije recuperando el aliento y tragando saliva.

— Si, pero… perdón ósea, se me pasó la mano…

— Yo creo que te pasaste de verga más bien jajaja —reí a carcajadas dándole besitos en la punta.

El rio también, se agachó por un momento y me dio un tierno beso en la boca, no parecía tener intenciones de volver a intentarlo y ciertamente… yo tampoco. Si bien fue algo muy placentero a nivel de morbo, no tenía la suficiente práctica para soportar demasiado y sería más contraproducente que otra cosa.

Continué comiéndola un poquito, mientras él me decía cosas como:

— ¿Te gusta que sea grande?

— Ajá —contestaba jadeando y con la boca llena.

— ¿Te gusta así de dura?

— Mmm… ajá… —volvía a contestar mientras deslizaba la lengua o le daba besos desde sus huevos hasta el glande.

Me gustaba lamer la punta, porque cada tanto salía “juguito salado”, «llámese al fluido preeyaculatorio».

Y así continuamos un poco más, él preguntándome cosas que alimentaban su morbo y yo contestando o asintiendo con la cabeza mientras casi la mitad de su pene estaba en mi boca. A veces le preguntaba algo a él y seguidamente al instante, se la succionaba muy fuerte para que conteste con dificultad o en vez de eso, gimiera de repente «es muy divertido hacerlo».

Por un momento él miró hacia la ventana cuando un fuerte trueno se escuchó, inmediatamente me asusté y me detuve. Poniéndome de pie y abrazándolo. Él me devolvió el abrazo como si fuera el último, sentí en ese momento una seguridad indescriptible.

Quiero agregar que al darme cuenta que esa semejante cosa pudo entrar con mucha dificultad en mi boca «con algo de práctica en garganta profunda» era obvio que me terminaría lastimando si lo dejaba que penetrase abajo. Pero gracias a ese acto tan tierno que hizo casi por reflejo, ignorando por completo todo el placer que le hacía sentir con mi boca, indudablemente, se lo había ganado…

— Gracias —le dije dándole un fuerte beso en la boca mientras estaba aún entre sus tibios brazos.

— Si querés paramos acá, la tormenta empeoró —preguntó corriéndome el cabello de la cara con mucha delicadeza, buscando mis ojos.

No sé si fingió siempre esa educación y preocupación que parecían un ligero desinterés por estar conmigo, pero todo se veía refutado y contrariado al momento de sus actos. Cuestión que eso me encantó muchísimo, me sentí muy cuidada. Toda esa seguridad y el sonido de la tormenta fuera, de las gotas estrellándose contra la ventana, me sumergieron en un océano de lujuria donde solo él y yo íbamos a estar.

— Vamos… —le dije con total seguridad y lo agarré de su miembro que prácticamente era lo mismo que llevarlo de la mano.

— ¿Dónde? —preguntó riendo y con algo de incertidumbre.

Lo llevé hacia aquella ventana, mi mente ya había dibujado toda la escena y era momento de hacerla real. Al acercarnos lo suficiente «un par de metros de donde estábamos» me apoyé sobre ella, junté las piernas y con la cola lo empujé justo a la altura de su pelvis, mientras su cosa descansaba sobre mis suaves nalgas, que solo estaban cubiertas por un holgado short prestado.

Nunca fui de tener nalgas notables, sobre todo en ese tiempo, pero eso no fue problema para que mi silueta se combinase perfectamente con la pose que quería que él aprovechase. Sin embargo, entre los deseos por ser penetrada y embestida sin parar que mis pensamientos e imaginación recreaban. Estaba la realidad, y en ella, una inseguridad que se transformaba en un ligero miedo.

Él entendió todo sin decirle una palabra, bajándome el short, tocándome y apretándomelas ni muy fuerte ni muy despacio, pensé que iría directamente a lo que tanto temía y deseaba a la vez. Pero no… se agachó y metió su cara entre ellas, casi al momento mis piernas se separaron para que su lengua empezara a jugar.

Sinceramente me había tomado por sorpresa, pero para nada estaba en desacuerdo, su boca cosquilleante enseguida se transformó en una mini cascada constante de placer, mientras movía su lengua sutilmente rápido justo en mi cosita «si me gusta decirle así.» Y como acompañaba con una de sus manos acariciándome de arriba hacia abajo, aunque no encontraba exactamente mi clítoris «no es algo raro de hecho, siempre leí que nunca lo encuentran.» Sí pasaba muy cerca, y tampoco es que me molestase realmente, porque lo “arreglaba” por cada vez que me introducía los dedos y provocaba que mis uñas rascasen el marco de la ventana donde me trataba de sostener.

Los gemidos comenzaron a salir de mi boca, mis piernas se entumecían junto a mis glúteos, casi que hasta los dedos de mis pies no se quedaban fuera y también expresaban lo bien que me estaba comiendo. Con otra de sus manos y uno de sus dedos acariciaba mi pequeño asterisco «me refiero a lo que está encima de mi cosita ustedes entienden.» Y como despacio presionaba lentamente, simulando que trataba de meterlo, pero al mismo tiempo no.

Debo admitir una cosa, mi primer novio lo hacía mejor, pero este chico no se quedaba para nada atrás y no tenía nada que envidiarle, ciertamente los pelos de su barba me llegaban a molestar ligeramente, y a veces era algo brusco cuando quería que fuera más suave.

Llegué a pensar que seguiría ahí hasta hacerme acabar «iba a tener que esforzarse bastante si quería eso.» Pero no, de un momento a otro se levantó, me dio una nalgada fuerte a lo que yo me quejé de repente, enseguida volteé para verlo mordiéndome los labios y con una mirada expresando satisfacción total.

Ni siquiera hizo falta que pregunte nada, solo comenzó a pasar su miembro por mi cosita que estaba por demás mojada y dilatada. Abrí mis piernas y me incliné lo más que pude casi pegándome a la ventana, podía sentir la punta caliente como acariciaba mis labios de arriba abajo y él empujaba muy poquito como si en cada vez entrase un milímetro.

— P-por favor… no seas brusco ¿sí? —le supliqué viéndolo de costado.

— Shh —contestó poniendo su mano en mi delgado cuello y masajeándolo ligeramente.

— Nene, en serio… cuidado —me corrí un poco hacia delante, hablándole con seriedad.

Él se inclinó pegándose a mi «pensé que me la querría meter de pronto» pero solo me dio unos besos en la espalda y me susurró “no te preocupes, relájate”. Respiré profundo y volví a la posición que estaba. Cerré los ojos y solo pensé en que todo saldría bien, aunque estaba super excitada también continuaba asustada «a ver no todos los días te meten un miembro del tamaño de un vino.» Era normal mi temor, sobre todo siendo bastante “cerrada” por así decirlo…

Comencé a sentir otra vez como me acariciaba los labios con la punta y a la vez masajeaba mi cuello lentamente… de pronto vi un destello que iluminó todo el momento, casi al unísono del fuerte sonido, sentí como mis labios internos se expandieron de repente y entró. Mis ojos se abrieron tanto o más que ahí abajo, pero al mismo tiempo los cerré fuertemente inhalando como si me faltase el aire.

— ¡Espera espera! —dije adolorida con una mano hacia atrás empujándolo para que retrocediera— un segund…. —retorcí las piernas del dolor.

— Perdona ¿fui muy brusco? —preguntó preocupado y se acercó por detrás.

— ¡No te acerques! —viéndolo de reojo y ademán con la mano de que ahí era el límite.

— Dame… dame un segundo ¿sí? —dije mirando hacia abajo aún sostenida de la ventana, cerrando las piernas con fuerza.

Lo que había sentido era algo similar a la primera vez, pero más intenso y sin exagerar tuve que parar un minuto porque ese dolor no era para nada placentero. Casi al instante me toqué ahí abajo y con la luz de la ventana miré si había sangre «afortunadamente no» pero de todas maneras estaba bastante adolorida. Tal parece que el “oportuno” rayo que cayó justo al mismo tiempo que él me la estaba metiendo, lo impulsaron a que lo hiciera de repente y eso… «créanme que duele mucho.» Sobre todo, cuando no estás acostumbrada y físicamente no sos demasiado grande.

Respiré un segundo y otra vez me posicioné, sin antes decirle.

— Por favor se cuidadoso, no estoy acostumbrada, solo tuve un novio ¿sí? Yo sé que tenés un antebrazo ahí colgando, pero no te pases por fa…

— Si, perdón… si querés lo dejamos acá…

— Cállate y mételo, pero DES-PA-CIO —le ordené inclinándome y sacando cola hacia afuera.

— Okey… —dijo riéndose y se acercó de nuevo— dame un minuto porque se bajó.

Yo me di la vuelta, lo vi y al momento bajé la mirada para ver que su cosa estaba “semi erecta” como hace rato, sin dudar me agaché agarrándosela con una mano y comencé a succionarle la punta jadeando y murmurando «como cuando te comes algo muy rico teniendo mucha hambre».

No tardó en ponerse dura de nuevo, volví a mi posición, con una mano atrás para sostenerlo «por si acaso» y él volvió a rozarme ahí. Esta vez yo moví la cola apenas de un lado a otro para que entrase bien, al hacerlo sentí un poco de ardor y dolor, pero no fue nada en comparación a la anterior. Sí inhalé y exhalé fuertemente cuando miles de terminales nerviosas se volvieron locas ahí abajo sintiendo esa cosa caliente ingresar de a poco.

Literalmente “solo la puntita” estaba dentro, pero no tardo demasiado en ingresar poco a poco, siempre con mi mano detrás indicándole cuando debía parar «a ver, si me entraban 15 cm que no es poco, aun faltarían como 10 más». No era tiempo de desesperarse o podría pasar un mal rato… de nuevo.

Cuando por fin estaba donde quería estar, me abrí bien y mi mano volvió a estar sobre el marco de la ventana, la suya volvió a mi cuello y comenzó a moverse dentro y fuera de mí. Su enorme cosota estaba entrando y saliendo cada vez con más intensidad, nunca fui de gemir mucho, pero, aunque no quisiera, me sería imposible evitar lo que mi cuerpo estaba sintiendo.

El intenso calor de mi boca gimiendo empañaba el vidrio de aquella ventana que reflejaba lo mucho que este hombre me hacía suya a cada empujón. Su mano estrechando mi cuello y yo de vez en cuando como si fuera un acto de instinto, la buscaba con mi boca para que sus dedos se metieran en ella.

Cuando menos me lo espere, él bruscamente me dio la vuelta, yo lo miré totalmente entregada y sumisa, como si le dijera «sí a todo lo que me hagas» me levantó en el aire, sentándome encima del marco, y viendo hacia abajo para volver a metérmela.

Al momento que lo hizo sentí como me habría en dos «ya que la metió más profundo» mis uñas prácticamente se clavaron en su espalda y mis dientes parecían crujir entre gemidos. Él me veía directamente y sonreía con mesura, disfrutando como gesticulaba combinando dolor y placer que explotaban entre mis piernas y las suyas.

En un momento inoportuno la metió un poco más «casi diría que llegó a los 20 cm» frunciendo el ceño y cerrando los ojos muy fuertemente expresando dolor, abriendo la boca, a modo de reflejo mi cuerpo se entumeció y traté de sacarlo de nuevo, dándole una cachetada y golpeándolo para que se alejase.

— ¡Nene! Te dije que despacio… —él no se apartó ni yo salí de donde estaba, pero si se detuvo y la sacó por completo, apoyándola sobre mi abdomen.

— ¡Perdón! No puedo controlarlo… me aprietas mucho y quiero meterla entera —dándome besos y riendo.

— Ay dios… la tenés muy grande, me encanta, pero…

Fue un momento clave, reconsideré que ya era la segunda vez que había sentido ese punzante y ardiente dolor, no quería sentirlo una tercera vez. Aunque me encantaba, el riesgo era muy alto «o al menos eso pensaba.» Pero no podía verlo ahí con esa cosota latente y tan tiesa esperando nuevamente a que me “recuperase”.

— A ver… —lo corrí, poniendo una mano en su pecho para que se alejara y me dejase espacio así me paraba bien.

— ¿Qué pasa? ¿querés parar? Yo quiero lo mej…

— Sh, cállate —me arrodillé y mientras se la masturbaba con ambas manos— la tenés muy grande y me duele mucho, pero eso no significa que me vas a dejar sin leche.

— No… pero no hace fal… —trató de sacarme y comencé a chupársela con brusquedad hasta que me agarró de la cabeza en señal de que le encantaba.

— No me interrumpas cuando —masturbándosela muy fuerte—, estoy comiendo ¿okey?

— O-okey… —contestó jadeando.

Continué con ese ritmo lo más que pude, tocándosela, succionando, dándole besos, diciéndole cuanto me gustaba su miembro duro y tieso. Mientras el solo disfrutaba y gemía, en algunas oportunidades le daba una mini garganta profunda moviendo la cabeza hacia los costados «de forma voraz» para que la punta rozara donde empezaba mi garganta, podía notar como entumecía el abdomen cada vez que lo hacía.

Apoyé mis manos otra vez en sus muslos para que él se moviese «y también descansar un poco, mi cuello no daba más y tenía casi dormidas las manos». El de pronto se puso como loco a embestirme la boca, tanto así que era más fuerte el sonido jugoso que hacíamos, que las propias gotas de la tormenta. Entre gemidos noté que comenzó a hacerlo más fuerte y a entumecerse peor, supuse que no faltaba mucho para que acabase.

De un momento a otro se separó de mí, yo lo miré con algo de incertidumbre y un fuerte chorro caliente se estrelló en mi cara, tomándome por sorpresa, tanto fue así que me asusté. Había comenzado a acabar y no me dijo absolutamente nada «no sé si es habitual avisar, pero al menos con mi ex siempre lo hacíamos o en los videos porno, avisan, no sé…» la cuestión es que lo vi medio temblar mientras acababa y por acto de reflejo abrí la boca y algunos chorros lograron entrar.

La probé «era el segundo hombre en mi vida que me estaba echando su leche» y ciertamente el sabor estaba amargo, pero no tanto, me dio como hambre «otra vez» en esos segundos así que cuando terminó de masturbarse. Mirándole la carita de satisfacción, comencé a chupársela de nuevo, de repente comenzó como a tener contracciones, e inhaló fuertemente «como cuando él me la metía de pronto» y eso fue peor, porque se la succioné tan fuerte como mi boca era capaz, para hacerlo sufrir, cuando comenzó a “dormirse” dentro, sabía que ya era suficiente, así que lo miré aún de rodillas y los restos de leche que tenía en la cara me los comí, sin sacarle los ojos de encima.

Él parpadeaba despacio como si estuviera hiper relajado, y sabía que eso le encantaba, además «supongo que se lo había ganado».

— ¿Está rica? —preguntó susurrando con mesura.

— Mmm, no tanto… pero te lo ganaste —contesté dándole besitos en al punta.

— Si querés sigo yo… —dijo mientras me levantaba.

— No, no hace falta, estarías mucho rato ahí y me duele la verdad.

— Ufa, perdón, admito que me emocioné y…

— Sh, no digas nada… eu ¿querés probar que sabor tiene? —sin esperar que contesté, le comí la boca con restos de su propia leche aun en mi lengua.

Inclinó la cabeza un poquito hacia atrás, pero lo agarré con ambas manos para que no se escape «supongo que esto nadie se lo había hecho» no hay que ser experta en sexo para notar eso de alguien. Muy despacio separé mi boca de sus labios mientras un pequeño hilito de nuestra saliva mezclada con su propio semen aún nos unía.

— ¿Está rica? —pregunté riéndome mientras él hacia cara de desagrado.

— No mucho… —contestó mientras se pasaba la lengua algo incómodo.

— Bueno… ¿ves? No es algo delicioso exactamente… si lo hice es porque te lo ganaste.

— No siento que me lo haya ganado, no te hice terminar y ciertamente no fui muy cuidadoso.

— Jaja, tonto… no me refería a eso, me cuidaste en todo momento, fuiste educado, amable, nunca me insinuaste que tenías esto entre las piernas, mientras que otros hombres buscan cualquier motivo para hablar de ello o mostrarlo —llevé mi mano a su cosa dormida y se la masajeé ligeramente— y si me hubieras hecho acabar, me la tomaba toda.

— Wao… ¿en serio? pero… se puede repetir… ¿no?

— Nop, siento que tendría que acostumbrarme mucho y si estoy demasiado con un hombre podría sentir cosas que no quiero —señalándole al corazón.

Terminé la conversación dándole un tierno beso, nos fuimos a bañar juntos, dormimos un rato abrazados y al otro día me llevó hasta cerca de mi casa para que mi mami no nos viera y antes de irme, me preguntó si realmente no nos veríamos más, a lo que le dije que no. Pero que en el futuro me encantaría encontrar un hombre como él con o sin esa cosa entre las piernas, se mostró algo desilusionado, pero lo aceptó sin quejarse, nunca más volví a verlo ni a saber de él, hasta abandonó la carrera según me enteré al tiempo.

Fin.

Comentario adicional: como sabrán, esto fue un relato real «obvio no tengo forma de probarlo» pero si fuera algo ficticio, las cosas las hubiera contado de distinta manera. Con esto también quiero dejar en claro que, no porque un hombre sea muy dotado significa que nos va a hacer gozar como nunca. De hecho, es baja la cantidad de mujeres que preferimos enormes tamaños, la pornografía y el desmedido fácil acceso a ello, adoctrinó de forma pasiva que el hombre debe tener un enorme miembro para provocarnos hermosos orgasmos.

Pero la realidad no es así, en lo personal, sí me encanta un hombre dotado, pero SOLO para mi morbosidad en el sexo oral, y hasta por ahí nada más. De resto, prefiero mil veces un hombre “normal” que estarme con miedo a que me metan una cosa del tamaño de un mata fuegos y terminar desgarrada.

Luego de este chico, estuve de novia con uno también dotado (no tanto como él) pero si estaba por encima de los 20 cm. Les aseguro que tardamos meses en que yo pudiera realmente disfrutar del sexo y, sin embargo, sigo prefiriendo estar con hombres con pitos de humanos y no de un caballo.

(9,60)