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Mi hermano y yo

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Mi hermano Eugenio es dos años y cuatro meses mayor que yo. Es cariñoso, servicial, generoso, inteligente y un buen hermano. A él le gusta casi todo, tiene buen apetito, le gusta beber sobre todo whisky y vino; le gusta su novia con la que perseveró hasta que se ha casado por fin, porque a él le gustaban todas las mujeres y muchas chicas le perseguían, pero por suerte se casó con la que oficialmente fue su novia y la que más me gustaba para él y de cara a mis padres.

En el físico, mi hermano es duro, fuerte, musculoso, buenos pectorales y sobre todo está su tableta del abdomen que tanto presume; lo merecen sus ocho músculos exentos de grasa y los canales profundos gracias a su constancia en el gimnasio, el fútbol y las carreras que se da conmigo. No está mal de cara pero no es guapo de verdad, salió a mi padre, es moreno por el sol y ojos brillantes, aunque grises.

Todos los que nos conocen piensan que no somos hermanos porque no nos parecemos. A mí no me gusta hacer nada, solo me entrego al estudio y a la lectura. Estudio mucha las matemáticas y geometría porque me he propuesto ser ingeniero. En cuanto a mi físico soy de natural delgado y pensaba que si hacía deporte me consumiría. Lo único que me va es correr y en verdad que me levanto cada día a las 5:00 a.m. y lo primero que hago es mi carrera cada día, incluso los domingos; hago muchos kilómetros corriendo y a las 8:00 a.m. llego a casa, me ducho rápido, desayuno y me voy corriendo a clase. Cuando es sábado y domingo solo leo y estudio. No tengo en realidad amigos, aunque sí muchos conocidos. Acabo de ingresar en la universidad a mis 18 años. Soy guapito, mi cara es muy blanca y dicen que parezco una niña bonita, mis ojos son verdes de un verde intenso. Mi hermano me ha hecho ir desde hace un año al gimnasio. Él trabaja en la oficina de mi padre y gana dinero por eso paga mi abono. Mi hermano y yo hablamos con frecuencia, me deja que le acaricie su abdomen que me parece lo máximo. Se llena de vanidad y le gusta que se lo elogie. Desde que éramos adolescentes nos hicimos algo más reservados y sé que su culo es plano aunque haga sentadillas, es por eso que se me queda mirando cuando me pongo mis jeans súper skinny, y mira la redondez de mis nalgas.

Hubo una temporada que me disgustaba cuando los chicos del colegio me decían «guapita» o «fidelia», pues mi nombre es Fidel. Fue un año que lo pasé mal, yo tenía entonces 13 años, fue justo cuando descubrí mi orientación sexual. Por fin decidí hablar con mi madre sobre mis problemas. Cuando le dije a mi madre que me gustaban los chicos, solo me dijo que cada uno es como es y que no me preocupara por eso. La verdad es que eso no me preocupó nunca, sino mi cara. Cuando le pregunté a mi madre sobre mi cara de niña bonita y mi tez tan clara y resplandeciente me dijo que yo había salido a su abuelo y a un tío de ella que eran así, igual que yo. De adolescente esperaba poder afeitarme el vello para masculinizar mi rostro, el médico que trata mi piel, un dermatólogo muy afamado, me dijo que no veré pelo por lo menos hasta los cuarenta años. Esto ya no me hace sufrir, ahora ya estoy acostumbrado a ponerme cremas para que el sol no me dañe, incluso me gusta ponerme cosas a la cara y he aprendido a maquillarme.

He dicho que no tengo amigos y es verdad, pero eso no me ha impedido relacionarme con algunos compañeros con quienes he llegado a masturbarme e incluso a mamar pollas. Un día le dije a mi hermano que yo era homosexual. El me contestó que no lo creía, sino que como tengo cara afeminada mee gustan los chicos, pero nada más porque no era ni afeminado, ni amanerado, ni tenía mala voz, incluso me dijo:

— Si te lo propusieras serías un buen locutor de radio o televisión, porque tu vos es entera, clara y profunda.

Como yo le insistía, me tomó e la mano y me la acercó a su bulto. Sentí por encima de su pantalón que la polla le palpitaba, porque él se había excitado con la conversación.

— ¿Qué te parece mi polla?

— Buena, sí, bien..., —le dije.

— ¿Cómo que buena, sí, bien? Es grandota.

— ¿Quieres verla?

— Sí, me gustaría.

Abrió el botón de su bragueta, se bajó la cremallera, luego se bajó el bóxer por debajo de sus huevos y me mostró su tranca, calculé unos 17 cm de largo, me encantó el detalle de mi hermano en mostrármela y lo miré como quien pide permiso. Se sentía orgulloso de su polla peluda, incircuncisa y con su pellejo retirado y el glande asomando. Me gustó su hueco rezumando presemen, y la tomé con mis manos, la acaricié, lamí su glande y recogí el líquido con la lengua, lo gusté salado y rico y comencé mi mamada. Le friccioné el glande pasando ininterrumpidamente mi lengua por su flecha y anillo. Se le puso dura del todo y notaba sus venas palpitando. En onces comencé e ejercicio de masturbarla con mi boca metiéndola cada vez más en mi boca. Para hacer larga la operación con mi mano derecha le apretaba la base del pene y con la izquierda le acariciaba el escroto separando los testículos.

Cada vez metía la polla más adentro de mi boca hasta que llegó a la garganta, hice un par de pasadas hasta clavarla. Entonces Eugenio gritó y sentí una chorretada de su pene que pasó directo y tragué pero inmediatamente la saqué de la garganta para que continuara eyaculando en mi boca. ¡Cómo gemía mi hermano cuando eyaculaba e mi boca! Como me la llenó y no quería dejar escapar nada, tragué una parte y seguí lamiendo el pene para que lo sacara limpio. Lo sacó y lo miré. Eugenio estaba feliz y felizmente sorprendido. Abrí la boca mirándole y le mostré la lengua con su semen. Para sorprenderle más lo tragué todo y con mi cara sonriente le mostré mi boca limpia de semen. Me dio un par de besos, me levantó del suelo y me senté a su lado. Yo estaba muy empalmado.

— Eugenio, necesito correrme.

— Toma este vaso, échalo Todd dentro, a ver cuánto sacas.

Como no iba a masturbarme porque ya estaba haciendo violencia, saqué un rozo de mi polla y la metí dentro del vaso. No tardó ni segundos en comenzar a eyacular. No conté las chorretadas, pero lo saqué en el vaso. No me parecía tanto porque nunca había hecho esto, pero mi hermano exclamó:

— ¿De dónde sacas tú tanta leche?

Todavía con la punta de la polla afuera, me tomé mi esperma y lo tragué, no es tan ácido ni salado como el de Eugenio. Pero jamas había visto unos ojos tan abiertos en Eugenio y su boca parecía la O mayúscula.

Eugenio apartó de mis manos el vaso, lo dejó en la mesita y me pidió que le mostrara mi culo:

— Bájate los pantalones, quiero ver tu culo.

Me bajé los jean hasta las rodillas, y el slip. Mi polla ya estaba morcillona, la miró con sus grandes ojos cómo colgaba por encima de mi escroto con los huevos a los lados, sin pelo, rasurada y exclamó:

— Eres un macho muy caliente. ¿Eres virgen?

— Solo me he masturbado y algunas veces he dejado que alguien me la chupara.

— ¿Nadie ha follado ese culo tuyo tan bueno?

— Si eres marica, ¿a qué esperas, Fidel?

— A que me folles tú, Eugenio, —le dije agachando la cabeza.

— Somos hermanos, Fidel, nosotros somos hermanos.

— Eso no tiene nada que ver, tú tienes polla y yo tengo culo, ¿qué lo impide?

— Déjame de momento, Fidel, hoy he tenido bastante, ¿Es que no te das cuenta del pollón que tienes? Con eso yo me llevaría a todas las chicas del barrio..., pero ni Leyre se me abre... ¿cuánto te mide..., lo sabes?

— Exactamente 19, 5 cm de largo y 5 cm de grosor cuando está duro.

— Tú eres un fenómeno de la naturaleza, cara de niña bonita y pene de macho peleón.

— Eugenio, de verdad, ¿soy guapo?

— Eres muy guapo, Fidel, pero que muy guapo; si en lugar de ser chico hubieras nacido chica, ni te imaginas cuántos novios te pretenderían.

Ese día me subió la autoestima, solo me faltaba que mi hermano me deseara para sentirme perfectamente bien.

Pasaron unas semanas, mi hermano había traído a casa a su novia oficial, Sara, para comer. En mi casa siempre acogemos a los amigos y amigas de Eugenio cuánto más a Sara. Mi madre puso mantel blanco y una excelente comida. Luego, mientras mi padre hacía su siesta y mi madre recogía las cosas y arreglaba la cocina, nos salimos al jardín. Ellos se sentaron en un rincón y mi hermano me miró para indicarme que me fuera por otra parte. Ya adivinaba yo lo que quería, pero no pude imaginar lo que ocurriría. Me quedé detrás de unos árboles, pero lo veía todo perfectamente. Se dieron unos ridículos besitos de novios y cuando mi hermano quiso meter mano por el pecho para acariciar sus tetas, que las tiene grandes, no se lo consintió. Mi hermano le llevó la mano a sus genitales por encima del pantalón para que la chica se animase, pero ella refunfuñan aparto violentamente la mano. Al cabo de un rato, mi hermano lo intentó de nuevo a través del short que llevaba la muchacha. Entonces se levantó y le dijo que se iba a su casa. Mi hermano la acompañó, porque tardo algo más de media hora en regresar. Yo esperaba paciente en mi habitación jugando con la play.

Escuché los pasos firmes de mi hermano que demostraban su enfado y se fue en dirección a su habitación. Cuando entró escuché el sonido de su cuerpo cayendo sobre la cama y le oía hablar en voz alta como protestando. Yo iba solo con jockstraps y sigilosamente me acerqué a su habitación, abrí la puerta y entré. Me puse delante de Eugenio, mirándole con el ceño fruncido y en serio. Se puso a un lado y me invitó a subir a su cama. Allí estábamos los dos, él aún vestido y yo con lo poco que llevaba puesto. Silencio. Largo silencio. Me gustan esos silencios largos porque indican que me van a contar lo que pasa. Así fuella cabo de un rato mi hermano acariciaba mi muslo y comenzó a hablar mientras me acariciaba:

— Es una zorra, cualquiera presume de haberla tocado y a mí no me deja nada.

Más silencio. Mi hermano acariciaba mi pecho. Me puse de rodillas y comencé a abrir los ojales de su camisa. Vi su pecho peludo y me incliné a besarlo. Eugenio me agarró de las nalgas, las acariciaba, las pellizcaba, las hundía con los dedos, jugó un rato largo con mis nalgas y no me miraba, miraba al espejo grande que se puso en la pared de enfrente. Noté que se le iba pasando el enfado y le moví para sacarle la camisa. Luego, me arrimé más a él por entre sus piernas y el me pellizcaba las nalgas con ambas manos como si fueran castañuelas. Le abrí el cinturón, le hice levantar el culo para sacárselo y le saqué del culo el pantalón y el slip juntos para no molestar tanto. Ahí estaba su polla.

La miré curioso, no estaba aún erecta ni dura del todo, sino tensa. Acerqué mi cara a su pubis y olí los vellos des pubis y todos los pelos de su pene. Cada vez me gustaba más el olor de esa parte en mi hermano. Comenzó a tocarme por la ingle y metía las puntas de sus dedos por dentro. Seguía buscando la suavidad de mi piel. Las cremas que mi dermatólogo me recetaba olían muy bien y me dieron ese olor de modo permanente. Ese jocks tiene un respiradero por la parte superior, justo da a la parte superior de mi polla que se iba poniendo cada vez más dura. Me apresuré a chuparle primero los huevos y a mamarle su polla para que se animara y no tardó en ponerse a gemir. Se la puse muy dura y rectilínea. Metí saliva en mi culo y pasé un dedo al que le di unas cuantas vueltas. No dejé de mamarle la polla y casi sin que él se diera cuenta, me levanté rápido me puse en cuclillas y encarando su glande a mi culo me fui sentando hasta que llegué a tocar con mis bolas su pubis. Jadeo, jadeó fuerte y gimió. Luego fui empujándome yo misionara arriba y para abajo hasta que le hice que se corriera dentro de mi porque gritaba:

— Me corro, Fidel, me corro, sal de ahí.

Me cerré apretando mi polla y noté sus chorretadas de esperma en mi culo. Yo también gemía y me sentía transportado. Había hecho que mi hermano me atravesara el culo y me había desvirgado. Estaba en este pensamiento y comencé a eyacular sobre el abdomen y el pecho de Eugenio. Me tumbé sobre él y mi cuerpo cayó sobre el semen que había en su pecho y abdomen. Lo besé y me besó Hubo un rato de silencio y luego Eugenio me salió por esas:

— Tú debiste de haber nacido mujer.

— No lo has disfrutado, Eugenio?, —pregunté preocupado.

— Sí, y mucho, pero yo no tendría novia porque mi novia serías tú.

— Pero puedo ser tu novio secreto, y te aseguro que disfrutarás más conmigo que con esa pendeja de Sara y eso que es de lo mejor del pueblo…

— Pero yo no soy maricón, Fidel, no lo soy.

— ¿Qué más da?, lo has disfrutado sin ser gay, silo fueras lo gozaría mejor; No pienses en Sara ni en mujer cuando me folles, piensa que te estás follando a tu hermano y eso te dará un placer duplicado.

— Joder, Fidel, eres avieso, malvado y retorcido…

— No; soy directo, al pan pan, al vino vino y a joder jodiendo.

Me abrazaba mi hermano y yo sabía lo que iba a ocurrir, después de una hora de estar contándonos cosas desnudos sobre la cama, la conversación derivó al sexo, a lo putas que eran las chicas fastidiando y estábamos ya empalmados a tope. Me dijo:

— Fidel, ¿quieres ponerte en cuatro?

Ni hablé, salte y me puse de culo hacia él para que mirase que lo tenía abierto porque con mi dedo me lo iba retocando para que no se cerrara. ¿Qué follada? Todo el rato así, sudados y acabó dentro de mí y sin avisar aunque me di cuenta que se venía. Yo le avisé que me venía y se puso con la boca abierta frente a mi polla, la chupó y esperó los disparos de semen. Al acabar me besó y me transmitió mi propio semen.

— No vayas a contar a nadie esto, ¿eh, Fidel? y menos aún a Sara. Ahora me remuerda la conciencia de haberte follado, es como traicionar a Sara.

— Déjate de historias, que tú eres mío más que de Sara y yo soy tuyo más que Sara de ti, si follarme es traicionarla, intentar hacer algo frustrado por ella misma sería traicionarme a mí.

— Vosotros, los maricones…

— Los gays, los gays, Eugenio, los gays…

— Vosotros los gays sois muy atrevidos, queréis follar con todo el mundo y os hacéis promiscuos.

— Eso son exageraciones, también hay heteros promiscuos y nadie dice nada.

— En eso llevas razón. De verdad me has hecho gozar y por eso te invito, vamos al bar y tomamos algo. Pago yo.

Salimos tras ducharnos a la vez para acabar antes. Eugenio no paraba de tocarme las nalgas y yo le enjaboné y lavé su polla. Solo tomamos algo en un bar y nos regresamos a casa.

Pasó el tiempo, cada vez sentía más deseo de mi hermano y supongo que a él le pasaba lo mismo quizá con menos ansiedad que yo, la diferencia es que mi hermano me quería y yo estaba enamorado de él. Cuando lo veía triste, me acercaba a su cama y siempre me recibía, procuraba que se descargara en mí y lo apaciguaba.

Mi hermano se casó. Mis padres no comprendían cómo había accedido a casarse, pero lo hizo. Yo me llevé un fuerte berrinche que no manifesté, pero no veía por qué mi hermano se casó si ella no accedía nunca a tener ni la más mínima relación de cariño con él. Pero así son las cosas entre hombre y mujer. Se casó y se pasó a vivir a la casa de sus suegros. Ellos son buena gente y por eso me pareció bien que Sara fuera la novia de mi hermano, pero ella no se iba comportando como era debido. Mi hermano venía a casa, comía, lloraba y se regresaba, como si no quisiera saber nada conmigo. El asunto iba de mal en peor. Un día vino diciendo que se estaba cansando de sus suegros porque le pedían un nieto y su hija no quería tener sexo con él. Se encontraba entre la espada y la pared. Como no se iba en la noche, mi madre preparó la cena y mi hermano le dijo que se iba a quedar porque su mujer Sara se había ido de viaje para una semana con sus amigas y él no quería estar con sus suegros.

Esa noche no le dije nada, pero al día siguiente lo vi muy triste y entré a su habitación del mismo bodoque siempre. Esta vez iba con un slip azul pastel muy apretado y que dejaba notar mi polla. Solo verme, se me echó encima y me dijo:

—Déjame que me descargue contigo, que hace diez meses que no estoy follando y no quiero ir de putas.

No dije nada, solo me puse en cuatro, a lo perrito y él me agarró de la cintura me tiró de espaldas y levantó mis piernas, mis tobillos en sus hombros, y su polla archiredura y me la metió de golpe. Me hizo daño pero aguanté. Se quedó quieto, se agachó para besar y me dijo:

— Perdona, Fidel, he sido bruto, pero es que no puedo más.

— Déjatela y aquí me tienes para lo que quieras, estoy enamorado de ti.

No me contestó sino que comenzó a follarme lentamente y yo entré con gusto, del dolor pasé al placer y del placer al clímax. Entramos los dos a la vez en orgasmo y eyaculamos. Sudados y amorosos, abrazados y besándonos descansamos sobre la cama.

— Quiero saber qué es eso de tener una polla en el culo, veo que lo pasas bien, ¿podrías metérmela?, —dijo Eugenio.

— Claro que sí, yo no tengo ni 1 ni 2, ni arriba ni abajo, ni activo ni pasivo, me va todo, lo sé, —respondí.

Esa noche me follé a mi hermano, le hice gritar, jadear, gemir y gozar. Lo disfrutamos casi más que follándome él a mí.

Mi hermano se ha divorciado de Sara. Avisados mis padres por mí, dormimos todas las noches en la misma cama y follamos de continuo. Yo acabo este año y ya he hablado con varias empresas, una de ellas me ha contestado. Es cercana a nuestro domicilio, de modo que me quedaré a vivir con mis padres y acudiré al trabajo desde casa; mi hermano seguirá con el trabajo que tiene junto con mi padre. Vivimos los cuatro felices. La paz ha regresado a la casa y nuestro proyecto es vivir siempre que podamos así, amándonos. Mi hermano es bisexual, confirmado por un sexólogo y yo homosexual versátil. Hemos quedado que si encontramos pareja uno o el otro lo aceptaremos de buen grado. La vida nos dirá, que de momento estamos bien.

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