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Mi historia con una mujer maltratada (3)

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A la mañana siguiente me encuentro con que ella me había preparado el desayuno y escrito un poema desde su celular que decía: 

Tommy

Quiero nacer en tu cuerpo,

Quiero fundirme en tu piel,

Despertar entre tus pechos,

Quiero que seamos uno solo,

Que amanezcas dentro mio,

Siempre, dentro de mi corazon,

Porque hay algo que nos une a los dos,

Yo lo se, vos tambien.

Amor mio,

Que nuestros labios se fusionen en un beso,

Que jamas olvidare,

Es magia para mi,

Porque se que habra sido contigo,

Y nuestros sexos tambien.

Si me diera cuenta de que esto es un error,

volveria a equivocarme un millon veces mas.

Quiero hacerlo con vos toda la noche,

Dormir a tu lado,

Y recordarlo todo al siguiente dia,

Con alegria,

Porque te quiero, mi amor,

Y no es mera coincidencia,

Ya que el destino nos unio,

Y el mismo destino nos va a separar,

Mientras tanto,

Permanezcamos abrazados,

Besandonos,

Llorando,

Riendo.

Unidos siempre, juntos,

Porque eso es lo que importa,

Quedarnos enganchados,

Como cadenas que por más que tiren,

Nunca nadie pueda romper.

Anen

Es el mejor poema que leí en mi vida, se lo hice saber poniéndome a llorar de la emoción, abrazándola y besándole toda la cara. Y créanme, para que yo me ponga a llorar hay que mover montañas. Con este poema, ella movió algo dentro de mí. Me hizo sentir el amor por primera vez. No podía hablar, me tenía shockeado lo que había escrito, por fin sentía que alguien me quería y que el mundo no era una mierda del todo.

Tomé el desayuno enfrente de ella, eran seis tostadas con un dulce de frambuesas que estaba riquísimo, manteca y un café. Me dio un beso en la frente. Me levante, me vestí y me puse a trabajar, ese día fue muy agotador, fatigante, tenía que hacer dos entrevistas con dos presos de la unidad de Olmos, hacer tres resoluciones y revisar siete expedientes que me había mandado mi viejo, encima cuando me rebotaron de la IUPFA, me puse a sollozar por dentro. Cada tanto venía Anen, me hacía masajes en la espalda y me decía: “Qué espaldota que tenés, precioso”. Ella es re comprensiva con ese tipo de cosas. Si ve a alguien sufriendo, va y trata de ayudarlo, es como yo en ese aspecto. En un momento me paré a pensar porqué ese tipo le haría tanto daño a una persona como Anen, ella es copada, no es mala persona, es amorosa, cariñosa, pasional y un poco atrevida, desde el momento en que la conocí me pareció haber visto eso, aparte del físico, claramente, ya que es una de las cosas que más resalta en ella. No es una mujer que vos digas ´qué mal que me cae esta conchuda, es una hija de puta´. Y luego me puse a pensar y dije: "Está enfermo, Tomás. Como la mayoría de gente en este mundo basura". Cuando le dije lo de la Universidad de la Policía Federal, me abrazó y me dijo: "No pasa nada, tranquilo, no significa que seas menos inteligente, significa que estás cansado". Tenía razón en lo que decía. Me dio un beso en la pera y me acarició la pierna.

Ese mismo día por la noche, fuimos a un Faricci de Ramos Sur en su auto (un Fiat Palio que manejé yo en todo el trayecto), y pedimos un kilo de helado. El de la caja me preguntó: "¿Para acá o para llevar?". Le dije que era para llevar, fuimos a pasear un poco por Ramos Sur, le compré unos chocolates a escondidas, (salieron caros, pero valieron la pena) y nos volvimos al departamento. Ni bien llegamos, ella agarró dos cucharitas y nos sentamos en el sillón. Ella había pedido limón y dulce de leche, yo pedí Chocolate granizado y frutilla a la crema. Pusimos el aire en 25. Ella eligió una comedia romántica, la puso en la tele y nos pusimos a tomar el helado del pote. Fue lo más romántico que los dos habíamos hecho en muchísimo tiempo. Cuando se terminó el gélido, bajé el volumen con el control remoto del televisor y la besé como si me la estuviera comiendo. Por un momento se apartó.

—Sólo vos me podés dar un beso así sin permiso, dijo.

—¿Sabías que por las noches me gustas más, aunque duelas el doble?

—¿Y vos sabés que yo te quiero mucho?

La toqué un poco y sentí que estaba mojada.

—Estás empapada, le dije.

—Es que sabés cómo mojar a una chica.

—Te corrijo, a una mujer.

—No importa, lo que sea, besáme.

Continuamos besándonos.

—Vivimos deseando enamorarnos, pero con miedo a sentir.

—¡Dejémos de decirnos indirectas pelotudas y comeme la boca!

—Sos una dulzura a veces ¿eh?

—Y... ¿viste cómo es?

—...

Seguimos besándonos y cuando se acabó el beso, le dije:

—Te tengo una sorpresa.

—¿Cuál sorpresa?

—Ahora te muestro.

Fui a buscar los chocolates que había comprado y se los mostré.

—No pudiste...

—Sí, si pude.

—No lo puedo creer...

—Creélo.

Se los di en la mano.

—¿Cuánto te costó todo esto?

—No importa, son para vos.

—¡Gracias, amor! No sabés lo que significa para mí esto.

—Sí que lo sé. Por algo los compré.

—Sos un bombón.

—Y vos la cosa más preciosa que vi en mi vida.

Se comió aproximadamente 1/4 de la caja y acabamos durmiendo en el sillón.

Media semana después:

—Che, Rey. ¿Te molesta si invito a algunas amigas a casa hoy?

—No, para nada. Es tu departamento, hacé lo que quieras.

—Gracias, corazoncito.

—De nada, enanita hermosa.

Ese mismo día a la noche:

—¿Estás arreglado ya?

—Comprobalo vos misma.

Salí del cuarto bañado, con unos jeans, una camisa negra manga corta que resaltaba mis músculos, un anillo plateado de compromiso, una cadenita con una cruz de plata, unos zapatos épicos y re perfumado. Bastante informal.

—Estás precioso.

—Vos tampoco estás tan mal, le dije. (Hizo una mini pose de modelo y exploté). ¡Te hacés la linda y ya lo sos, mi amor!

Ella se había puesto un vestidito negro y rojo que le quedaba joya, no tan ajustado, se había maquillado, se pintó las uñas de negro, se puso unos tacones para parecer más alta, un anillo de plata como el que yo tenía, unos aritos, un collar dorado que decía "Anen" y se hizo unas trenzas.

Pasé mi brazo por encima de su hombro.

—Estás re buena, ¿sabías?

—Sí. Y también estoy nerviosa.

—¿Por?

—Porque hace mil años que no me veo con estas chicas.

—Bueno, tranquila. Va a salir todo bien.

—¿Está preparada la comida?

—Pedí pizza y helado, no te preocupes.

—¿En dónde?

—En la Fragata y Faricci. ¿Por?

—Estás muy preguntón hoy ¿no?

—Es que tengo ganas de cuestionarte todo.

Le dí un beso en el cachete.

—Que no te agarren esas ganas cuando vengan las chicas.

—Por supuesto que no.

Llegaron sus amigas y me las presentó. Una se llamaba Pola, otra Lucila y la última Briggita. Todos nombres mas raros que pegarle a un sordomudo. A todas les di un beso en la mejilla.

Nos sentamos todos en la mesa, Anen en frente mío, dijo que quería tomar contacto visual todo el tiempo conmigo, a veces me tiraba alguna que otra mordida de labios o algún que otro beso y nos agarrabamos las manos. Estabamos comiendo y en un momento una se zarpó y le dijo a mi novia: "Anen, no todas tenemos el privilegio de tener un hombre así ¿eh? Jajajaja". Anen soltó una risa nerviosa, al mismo tiempo que su cara de felicidad se fue tornando en una de completa vergüenza, no sabía dónde carajo meterse, pobre. Fue ahí, en ese preciso instante, que puse los huevos sobre la mesa, no literalmente, no me malinterpreten, y dije: "Yo sólo le pertenezco a Anen, a nadie más". "¿Estás seguro?", me preguntó otra de ellas. "¡Si yo digo las cosas es porque estoy seguro!". Me re calenté con todas y les pedí amablemente que se vayan de la casa. "Pero todavía ni comimos el postre", dijo la que faltaba por hablar. Claro está, hablaban de mí. "¡Les ordeno que se larguen ya del departamento, zampen los gatos, vamos, zampen los gatos!", grité.

Cuando todo pasó y esas estúpidas sin cerebro se fueron, tuve una charla con Anen.

—Eso que hiciste recién fue increíble.

—Es que me re calentó la manera tan arrogante en la que hablaban, yo no sé si habrán venido copeteadas de algún lugar más.

—Si, ya sé. Hiciste lo correcto.

—¡No aguanto más esta mierda!

—¿Qué no aguantas?

—Tener que estar todo el tiempo cubriéndote del peligro.

—¿O sea que ya no me querés?

—¿¿Qué flasheas?? Yo te amo.

—¿Entonces?

Podía notar como una lágrima caía por su mejilla.

—Ey, no llorés. Vení acá.

Intenté abrazarla, pero me dió un pequeño empujón y dió un paso hacia atrás.

—Respondeme.

—¿Qué mierda querés que te responda?

—¿Entónces?

—Te tenés que hacer valer por vos misma.

—¿Cómo querías que reaccionara?

—No sé... Diciendo ´es mi novio´ por ejemplo.

—Tenés razón.

Ahí terminó la discusión, se secó las lágrimas con la palma de la mano, yo me puse a lavar los platos y ella se fue a ver la tele al comedor. Anen se paró del sillón, vino y se me apoyó atrás. Me agarraba muy fuerte de la cintura. Se pegó como una garrapata. No me soltaba. Se paró en puntas de pie y me susurró al oído: "Hoy quiero que me demuestres en la cama quién manda como lo hiciste en la mesa con esas conchudas". Me mordió la oreja, besó y lamió mi cuello y me dijo: "Te espero en la cama, papi".

Terminé de lavar apresuradamente y entré en la pieza. Anen había puesto una música un tanto sugerente. Se había quitado el vestido, quedándose con una tanga roja y un corpiño negro. Verla desnuda es como tocar el cielo. Siempre la había visto con unas calzas deportivas y un top negro o blanco en Funcional, desde ese momento me empezó a gustar, ahora la estaba viendo desnuda en su cama.

Me llamó haciéndome una seña con el dedo y diciendo: "Dale mi amor, vení que esta cama no se calienta sola". Obedecí y fui hasta donde estaba ella. Me acosté en la cama, me saqué la camisa negra y el pantalón de jean, nos empezamos a tocar y en una instancia, estábamos los dos tan, pero tan calientes, que ella me dice: "Quiero que me pongas en cuatro, amor". "A la orden, señora", respondí susurrando. Agarré un preservativo de la mesita de luz, me bajé el bóxer, abrí el envoltorio del forro y me lo puse. Ella acercó su boca al lóbulo de mi oreja y susurró: “Vos ya me hiciste sentir mujer, ahora yo te quiero hacer sentir hombre, papito hermoso”. Me encantaba que me hable así. La puse en 4, la empecé a tocar por encima de la tanga y estaba húmeda, se la arranqué, acaricié sus cachetes y los apreté suavemente por un rato. Asomé la punta y la restregué por sus labios. Entonces la agarré de la cintura y se la empecé a meter suavemente, ella me pidió que suba la intensidad y eso hice, la agarré de las trenzas y empezó:

—¡Sí! ¡cogéme! ¡Animal!

Comencé dándole nalgadas suaves.

—¿Te gusta esto?

—Sí. Dame más fuerte, por favor.

—¿Qué sos?

—¡Una perra, una zorra, una puta!

—...

Quería que se acostumbre a que la traten bien.

—¡¡Ahora soy tu perrita fiel, tu zorra, tu puta, mi amor!!, gritó.

En ese momento entendí que ella no quería cooperar. Pero esa frase me prendió la mecha y mi cabeza dijo: ´ya fue´. La forniqué salvajemente. Le desaté las trenzas y tiré de su pelo con un poco más de fuerza. Agarró una almohada y la empezó a morder, apretó las sábanas con muchísima fuerza.

Ella gemía y gritaba de placer mientras que yo la penetraba ferozmente.

—¡Anen!

—¡¡Cogéme!! ¡No pienses en nada más que eso, semental! ¡Hacéme tuya!

—...

—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!, repetía sin cesar.

—...

—¡Estoy a punto de llegar, Tomás! ¡¡Tommy!! ¡¡¡Tommy!!!

De un momento para otro, ella se vino y me empapó por completo. Me saqué el preservativo, le hice un nudo, me fijé que no estuviera pinchado y me quedé tranquilo. A todo esto ella ya había caído rendida boca abajo en la cama. Estaba exhausta, pobrecita. Le dejé unos minutos para que descanse y se recupere. Traje una toalla para secarme a mi, que tenía los muslos empapados, pero más importante: a ella, que parecía que le había caído una lluvia en las piernas. Las sábanas... no sé, mejor ni lo explico.

—Vení que te seco, mi amor.

—¿E... Eh?

—Date la vuelta.

Parecía que había perdido la consciencia. Normal, después de haber tenido un orgasmo así, no me sorprendía que esté cansada. Por un segundo pensé que se había desmayado.

—¿M... Mi... Mi amor?

—Sí, bebé. Soy yo, Tommy.

—To... Tommy.

—Sí, abrí los ojos, dale. Mi gatita hermosa.

En ese momento comenzó a abrir los ojos lentamente y suspiré internamente.

—¿Qué te pasó, boluda?

—Ahhh, ¿Cuán... Cuánto tiem... Cuánto tiempo estuve así?

—Unos minutos. Entre que fui a buscar una toalla para secarte y volví.

—¿Para… secar qué?

—Tu entrepierna, soltaste una cantidad de líquido bárbaro.

—¿Ehhhh? ¿Tan... Tanto?

En ese instante se toca los muslos y dice:

—Wow, no lo puedo creer.

—...

—Fue uno de los orgasmos más gran… grandes que tuve en mu… mucho tiempo.

—Es que sí. Date la vuelta, dale. Que te termino de secar.

—Dejá, me… me seco... yo sola.

—Ok.

—...

Después de unos minutos, yo me fui a la cocina y me serví un vaso de agua. Dejé que reposara un poco más, volví y le di un poco de agua a ella.

—Perdón si me puse violento, me pasé un poco creo.

—A mí me encanta cuando te pones así de salvaje, que me pongas a cuatro patas como la perra que soy.

Se mordió los labios y me tiró un beso.

—Igual, no tengo porqué tratarte así.

—Bueno, está bien. Te disculpo, mi amor. No pasa nada.

Anen me preguntó a quién prefería, si a Pola, a Lucila, a Briggita o a ella. Le dije que obviamente ella era ella, que podían venir miles y la iba a seguir prefiriendo por sobre todas las demás. "¿Y vos?" Le pregunté. "¿Yo qué?" repreguntó.

—¿Me seguirías prefiriendo a mí?

—Obvio que sí, bombonazo. Si sos un semental.

Después de dos horas de estar hablando boludeces:

—Escuchame una cosa.

—Decime, mi amor.

—¿A vos te gustaría tener un bebé conmigo?

Ahí pensé que se le había saltado la chaveta.

—¿Me estás jodiendo? Yo empiezo la universidad en un mes casi.

—No. Estoy hablando del futuro, si es que esto perdura.

—Ah, no sé. ¿Qué se yo? ¿Vos qué pensás?

—Yo pienso que el pendejo podría salir muy lindo, no sé... Con mis ojos, tu nariz, mi pelo, mi boca, tu nuca, tus orejas.

—Mirá que tener un pibe es una responsabilidad enorme.

—Ya sé, ya sé. Es sólo que siento que no estoy haciendo nada importante con mi vida.

—¿De qué estás hablando?

—No sé.

—¿Cómo no vas a estar haciendo nada importante con tu vida? Sos locutora y estás por hacer Fisioterapia en la UBA, tenés un departamento para vos sola.

—Es que Micaela, nuestra entrenadora, por ejemplo ya tiene un hijo y tiene un año más que yo.

—Pero eso es porque Mica está preparada para tener uno.

—Sí. Tenés razón.

Se le cayó una lágrima.

—Tranquila amor, tu momento ya va a llegar, tenés que tener paciencia.

—Me quiero quedar con vos siempre, no te voy a dejar ir nunca más, sufrí muchísimo cuando te fuiste por ese mes interminable.

—Bueno, vos tampoco tenés que estar todo el tiempo conmigo, si te cansás de mí me podés mandar a la mierda también, me decís: "Tommy, la verdad que no siento que estés aportando nada a mi vida ya". Yo lo voy a entender y te voy a decir: "Ok", cada uno por su lado y listo. Tu cuerpo y más que nada tu cabeza jamás te van a mentir, tenés que prestar mucha atención a eso. No es obligatorio estar con una persona toda la vida. Eso se hacía antes. Se buscaba a alguien que tuviese tus mismos intereses y te quedabas para toda la vida con esa persona. Ahora es diferente, la gente quiere viajar, conocer a otras personas, tener relaciones más efímeras, echar un polvo e irse.

—Sí, entiendo.

—Bien.

—Pero siento que quiero tener algo más con vos.

—¿Querés un gatito?

—Estaría adoptar uno, ¿no?

—Si, estaría bueno.

Estuvimos hasta la madrugada hablando.

(9,40)