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Mi primera experiencia como sumisa

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Eran las primeras horas de una noche fría en Milán, iba caminando hacia mi departamento cuando un aroma que era mi debilidad me seduce, siguiendo ese olor miro el local de dónde provenía y leo: Gero´ Bakery Milano, recuerdo que unos días antes unas compañeras del trabajo me comentaron de este lugar por lo que me animo a darme un gusto como en mis años de universitaria.

Ubico una mesa vacía en la parte de afuera y pido un café, aunque el abrigo que llevaba encima del vestido negro no me protegía mucho del frío quería disfrutar de la vista – al sentarme por fin descansaba de los tacones, que, aunque no eran muy altos habían hecho que mis pies soliciten unos masajes al llegar a casa.

Perdida entre mis pensamientos y mi taza de café sentí los pasos de alguien acercándose a mí, alcé la mirada y vi a un hombre de aproximadamente 40 años; era alto, de contextura media, cabello corto, vestido de traje negro con zapatos de piel del mismo color.

No le di importancia, pero sus grandes ojos almendrados no dejaban de observarme.

Volví a alzar la mirada y él me dijo: Buenas noches, me llamo Carlos Matías, ¿podría sentarme aquí?

Le respondí con voz dubitativa - Sí, claro. Yo ya me voy.

A lo que él respondió:

- Para ser honesto quiero sentarme contigo a conversar, mientras tomamos una taza de café, no que me dieras solo el lugar.

Le dije de que ya era tarde y que tenía que retirarme, tan solo estaba tomando esa taza y me iba, que mi novia me estaba esperando.

Bueno, me respondió, al menos aún te queda por terminar tu café y podría aprovechar en conversar uso minutos, ¿Cómo te llamas? Me dijo, - Katia, me llamo Katia - le contesté.

- ¿Eres nueva por acá?, suelo venir seguido y estoy seguro de no haberte visto ya que tu presencia es muy destacada.

- Sí, me mudé hace unas semanas – no quería decirle muchos detalles de mi vida por lo que sólo respondí - … por trabajo de un familiar.

- Entiendo, “un familiar” aunque hace un momento me dijiste que tu novia te esperaba.

- Bueno sí, me mudé por ella

- Katia, no es bueno mentir, me dijo mientras sonreía

Durante la conversación notaba que no dejaba de mirarme fijamente, esos grandes ojos almendrados me ponían muy nerviosa y sentía que se apoderaba de mis pensamientos por lo que seguí respondiendo a sus preguntas sin poder guardarme secretos.

Luego de unos minutos termino mi café, me levanto despidiéndome, pero él me toma de una de mis muñecas sujetándome firmemente pero suave diciéndome: Es aún muy temprano para que te vayas Katia, permíteme invitarte una copa de vino, mi departamento está muy cerca.

No sé el motivo exacto del por qué no me pude negar, no sé si eran esos ojos penetrantes, su aroma cautivador, pero era como si ese hombre me había embrujado.

Caminamos pocas cuadras llegando a un edificio frente a los jardines Falcone e Borsellino, el lugar me encantó por fuera, subimos a su departamento en el tercer piso – Toma asiento – me dijo. Dejé mi abrigo y me acerqué al sofá para sentarme, al observar el lugar veo que en la mesa de centro había unas esposas y unas correas de cuero, en otro mueble algunas cadenas colgaban, que aunque me dieron curiosidad no les di mucha importancia.

Entonces trajo una botella de vino con 2 copas, sirvió inmediatamente y empezó a sonar mi teléfono - Era mi novia – ya se había hecho algo tarde y de seguro estaba preocupada. Él me dijo adelante contéstale, pero yo no quería y es que como le iba a decir que estaba con un desconocido en su departamento.

El teléfono dejó de sonar, Carlos Matías me mira seriamente y me dice: Katia, te dije que no es bueno mentir y eso abarca ocultar cosas – maldición el teléfono volvió a sonar – ¡Responde! me dijo con voz firme.

Avergonzada, pero obedeciéndolo respondo: Hola cariño, ¿Cómo estás? Me encontré con un amigo, así que estoy tomando un café, Llego en un rato, estoy bien, no te preocupes… yo también… nos vemos mi amor.

Corté y Carlos me dijo: ¿más tranquila tu novia? Cuéntame, ¿cómo se llama?, ¿cuánto juntas?, le respondí que su nombre era Sasha, teníamos casi 4 años juntas, nos habíamos conocido en Madrid y desde entonces nunca nos habíamos separado.

Soltó una leve sonrisa, le dijiste que era tu amigo me dijo, a lo que respondí, ¿podemos serlo no? Acotó, es que, yo no tengo amigos, digamos que las personas que conozco no terminan siendo exactamente mis amigos.

Con voz seductora me pregunta: ¿Qué piensas de las esposas?, porque estoy seguro de que las viste.

- No lo sé, no tengo idea para que son y preferí omitir el pensar en eso.

Son para jugar, estas que ves son fáciles de liberarse ya que no ejercen verdadera presión, sirven para “jugar a que estás retenida” pero eres consciente en que no lo estás. Añadió.

Con asombro veo que se levanta toma mis muñecas y me pregunta: ¿Alguna vez te inmovilizaron Katia?

- ¡NO!, respondo con firmeza.

Él se ríe y me pide que extienda mis brazos, sigo sintiéndome embrujada por ese hombre, no entiendo que me pasa, pero me tiene dominada por completo y ¡lo acabo de conocer!

Me colocó las esposas y levanto mis brazos arriba de mi cabeza, un frío recorrió mi cuerpo de cabeza a pies, él me mira fijamente y me pide que recuerde lo que me dijo antes, que esas esposas son fáciles de liberarse, supongo que me dijo eso para hacerme saber que si me quedaba allí era por mi propia decisión.

Una sensación única entre miedo y querer salir huyendo me invadió, quizás no era miedo ni yo misma entendía que era, nunca había sentido algo así.

Se fue hacia un cajón dónde empezó a sacar varias cosas que nunca había visto, volvió donde yo estaba con una gran pluma y empezó a frotarla por mi cuello, por mis brazos, mi rostro… ¿Te gusta? Preguntó, por un momento me perdí en las sensaciones que no presté atención a sus preguntas.

Se detuvo mirándome seriamente diciéndome: Por no haber respondido te voy a tener que castigar. – Trajo otras esposas y me dijo: estas son para castigos, no podrás soltarte tú sola, pero yo sé que no quieres soltarte ¿verdad?, - No – le dije. – Muy bien, me respondió mientras apretaba más las esposas.

¿Alguna vez te castigaron con un látigo?

Mi ruboricé al instante, como si alguien encendiera fuego en mis mejillas.

Me dijo, No te pongas así, es algo normal... Ponte en 4 en el sofá y tranquila no va a pasar nada que no quieras, tampoco te voy a tocar con mis manos, - una vez más le hice caso y me puse en 4 sobre el sofá, mi vestido se pegaba muy bien a mis formas y era obvio que él no dejaba de verme.

Cogió una varilla de cuero y sentí un suave latigazo en mis nalgas, ¡le dije Ay! ¿qué es esto?, me respondió: ¡Cállate!, durante tu castigo no puedes hablar, te daré 10 y luego de eso veremos cómo estás. Tienes que contar los siguientes, agregó. Cuando llegué al 7 sentía las nalgas ardiendo y con un dolor que, aunque tolerable no lo había sentido nunca.

Al llegar a 10 sentí como estaba completamente mojada, como mi cuerpo respondía a él, como quería dejarme llevar y que no terminara. ¡En ese momento reaccioné, NO! ¿Que estoy haciendo? No puedo seguir aquí, debo irme. Me pare y le dije, me tengo que ir... Pero ni siquiera pude acabar la frase cuando él me giró y puso su mano en la boca, susurrándome en el oído, shhh sabes que no quieres irte, mientras metía una mano por delante y levantaba mi vestido tocando mi vagina por encima de la tanga. Yo me quedé inmóvil, disfrutando el movimiento de sus dedos.

Me tiró en el mueble colocando nuevamente mis manos esposadas por encima de mi cabeza, me sacó la tanga y el vestido atándome también los tobillos, pero sin quitarme los tacones. Me sentía tan excitada que no quería que pare, entonces me dijo, ¿te gusta perrita? Me quedé impactada, eso siempre para mí fue un insulto, pero esta vez no me disgustó nada como me lo decía, le respondí que sí.

En ese momento abrió su pantalón y sacó su pene, me lo metió en mi boca y empecé a jadear, quería más y más de él, lo metía muy hondo y sentía que me quedaba sin respiración, pero no podía parar. ÉL me dominada y yo lo único que deseaba es que hiciera conmigo lo que él quisiera.

Aún amarrada me giró colocándome nuevamente en 4, me separo un poco las nalgas y sentí como su pene frotaba mi vagina. Me dijo: Estás demasiado mojada, ¿quieres que te lo meta perra? Le dije que sí que por favor lo hiciera. A lo que respondió, tienes que rogarme que te lo meta, hoy tu orgasmo será mío.

Movía mis caderas buscando que por mis propios fluidos su pene resbalara hacia dentro mío, pero no lo lograba, por favor mételo, no aguanto más.

Entonces sentí como algo tan duro y grueso iba ingresando dentro de mí. Yo gemía de placer, disfrutaba de sus movimientos, de su fuerza y de cómo estaba a su merced por las esposas.

Me movía disfrutando cuando sentí un golpe en las nalgas, no sé cómo había agarrado un látigo y me empezaba a dar cada vez más duro, ese dolor sólo me invitaba a pedirle más y más, no quería que pare de penetrarme ni de azótame.

Solo podía decirle más más más a pesar de que nunca había tenido algo tan violento, para mí esto era único, no tenía nada con qué compararlo, pero jamás me habían hecho sentir tan deliciosa sensación, tan profundo placer.

Escucho que suelta el látigo por lo que pienso que ya esta cerca de terminar, pero no, siento algo un poco duro ingresando entre mis nalgas, era un vibrador anal, ¿te gusta no perra? le respondí que sí, esos juguetes eran muy habituales entre mi pareja y yo pensé.

Así que me lo metió muy hondo y lo aprendió… empecé a sentir como todo mi cuerpo se estremecía, como él y yo vibrábamos… solamente se escuchaban jadeos y mi voz que repetía más, más, más, no pares. Le rogaba que no parara me tenía totalmente dominada, inmovilizada con la cabeza en el sillón entregada totalmente a él en ese momento no existía nada más que su pene, él y yo.

En el momento más alto de mi excitación, me lo sacó y metió en la boca; Chúpalo me dijo, ¡quiero que me saques toda la leche que sea posible, chupa perra!

Abrí la boca tanto como pude y empecé a chupar, lo metía y lo sacaba, lo besaba con mis labios, lo saboreaba, fui a los testículos y empecé a lamer llenándolo de saliva, no quería que él acabara, pero no podía parar de cogérmelo con la boca.

Imprevistamente me lo saco de la boca antes de venirse y me lo metió de nuevo por la vagina girándome.

Me lo metía tan fuerte que me hacía rebotar y gemir en cada una de sus embestidas junto con el vibrador en mi ano ya no podía aguantar tanto placer, mientras yo tenía el orgasmo más intenso que pude haber experimentado sentí como que él también gemía viniéndose dentro mío.

Luego de un momento que mi cuerpo dejaba de temblar escucho: Eres una verdadera perrita, lo hiciste delicioso te has ganado un premio. Él me gira y me hace gotear semen en los labios, lengua y en mis pechos, traga me dijo.

Pasado unos minutos me quitó las esposas de las manos y de los tobillos. Me recompuse de todo lo que había pasado y me empecé a vestir mirando las 11 llamadas perdidas de mi novia. Lo miro y le pregunto: ¿Qué fue todo esto?, él se ríe y solo me responde: Lo viviste, no hay nada que preguntar, la próxima vez no seré tan gentil como hoy. Te espero el viernes a las 8 pm.

Continuará…

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