Cuando tenía 19 años, salía con un amigo de papá, mi tío José Antonio. Tenía justo 49 años, 30 años más que yo, pero se conservaba bien y estaba bastante guapo. No fue un noviazgo ni mucho menos, pues él era casado y obvio que yo conocía a mi tía Esther, su esposa, con quien él siempre iba a casa.
Desde que cumplí los 18 él empezó a “invitarme” a salir, no acepté al inicio, pero varios meses después, tras su insistencia cordial y realmente respetuosa, no me pareció tan malo y empezamos a salir. Llegamos a un acuerdo que me pareció razonable, él me apoyaba con algunos gastos y yo salía con él. Algunas de mis amigas hacían lo mismo y, por ganas de tener algo de dinero disponible, acepté.
La primera vez que salimos sólo cenamos. Luego almorzamos algunas veces y finalmente llegó el momento de acostarnos. No tenía miedo, pero si estaba nerviosa, ya tenía una cierta experiencia con varios chicos de mi edad, pero nunca con alguien tan mayor. Pero no siendo mi tío ni gordo y estando bien conservado, fue un momento grato. Además, fue paso a paso, me fue llevando y llegamos al momento.
Ya teníamos varios meses saliendo y realmente estaba contenta. Seguía teniendo mi novio de aquellos tiempos y con mi tío disfrutaba también y, además, tenía algo de dinero, que no era poco para una chica de mi edad. Con mi tío disfrutaba mucho, el oral que él me realizaba siempre me hacía llegar, ningún chico había logrado eso, y de hecho la pasaba bien en la cama con él.
Una tarde que estábamos en la cama, en el hostal al que siempre íbamos, yo estaba boca abajo acostada. Ya habíamos tenido un buen rato de sexo y estaba cansada. Él comenzó a besarme por la espalda y luego bajó a mis muslos y subió a mis nalgas, lo hacía con frecuencia. Así que lo estaba disfrutando. De pronto sentí que separaba mis nalgas con sus manos y comenzó a oler mi culito. Sentí rico y no le dije nada.
El comenzó a olisquear entre mis nalgas. Olía y resoplaba, yo sentía rico. De pronto sentí su lengua recorrer mi anito. Le dije “¿tío, que haces?”. Sólo juego mi amor me dijo. Siguió un rato más y me sentí bien. Yo era virgen por el culo y él lo sabía. Pero para ser sincera, todo el rato que me lamió me sentí muy bien, con un placer incipiente allí atrás que se sentía muy rico.
Cuando se cansó de lamerme nos duchamos juntos y luego nos fuimos.
Por unos meses, eventualmente me lamía el culito. Yo lo disfrutaba cada vez más. Pero nunca intentó cogerme por allí. Usualmente me lo lamía luego de coger, ya en los momentos finales, aunque alguna vez al empezar o en medio del momento. Pero nunca me pidió hacerlo por allí.
Yo sabía que el momento de entregarle mi culito llegaría. Mi novio jamás había intentado algo por allí y yo pensaba que con todo lo que mi tío me daba, él lo merecía más que mi novio, que era un vago lindo, pero un vago al fin.
Un día, mientras almorzábamos, mi tío abordó el tema.
-Marta, voy a ser directo contigo. Quiero cogerte por la cola. Sé que nunca lo has hecho y realmente quiero que sea algo lindo entre los dos.
-Tío, ¿estás seguro?
-Si amor, lo quiero, cuando lo lamo y lo beso lo deseo hacer mío.
-Pero tío yo nunca lo he hecho por allí.
-Lo se amor, por eso quiero que sea algo especial para ambos
-¿Especial? ¿Cómo así?
-En un viaje juntos. ¿Qué opinas?
-Hummm
-Será lindo princesa, ¿qué dices?
-¿Dónde iríamos?
-Donde tú quieras princesa.
Me quedé pensando. Había viajado con mis papás algunas veces, pero cerca a Lima y nunca en avión. Le dije, por decir, “A Tarapoto tío”. Allá se iba en avión y varios amigos y amigas ya habían ido. Aceptó sin dudarlo.
Fuimos luego al hostal y su lamida de culo me resultó increíble, diría que estuve a poco de llegar sólo con su lengua.
Dos o tres semanas después ya tenía los pasajes y la reserva en el Puerto Palmeras, un hotel de lujo allá. Les mentí a mis papás que iría con una amiga. De hecho, lleve a una a casa y ella les confirmó mi historia.
Por primera vez estuve en un avión. Estaba muy emocionada. Al llegar al hotel quedé deslumbrada, era como un pequeño paraíso. Nos alojamos en un bungalow que se me hizo muy lujoso. Llegamos a media tarde. Habíamos almorzado en Lima, en el mismo aeropuerto. Tuvimos sexo, pero ni él mencionó ni yo pensé en entregarle mi culito en ese momento.
Para la noche me llevó a cenar a un restaurante precioso en el centro de la ciudad. Con un lindo vestido que él me había comprado. Hasta tenía un piano y el ambiente era muy romántico. Cenamos, tomamos una botella de vino y volvimos al hotel. En el restaurante del hotel pidió otra botella y fuimos a la habitación. Yo sabía que esa era mi noche.
Mientras bebíamos nos fuimos desnudando. Finalmente terminamos la botella y pidió otra. Yo estaba algo mareada y muy excitada. Quería entregarle mi culito pues era súper bueno y lindo conmigo, creía, en ese momento, que nadie lo merecía más que él.
Finalmente, me colocó boca abajo sobre la cama. Puso una almohada debajo de mi zona intima, lo que hizo que mi culito se levantara. Comenzó a besarme desde el cuello y poco a poco fue bajando por mi espalda. Sentía hasta escalofríos de lo emocionada que estaba.
Paso buen rato, me resultó interminable, en mis muslos y nalgas. Finalmente llegó donde lo esperaba. Sentí sus manos, como era su costumbre, separar mis nalgas y sentí su lengua muy húmeda empezar a explorar mi culito.
Fueros minutos deliciosos. De pronto, sentí que algo me entraba, pero, contrario a lo que esperaba, no me dolió. Me pareció muy raro y le dije ¿tío, que haces? Me dijo “es sólo un dedo mi amor”. Siguió con su dedo y su lengua. Luego dos dedos y su lengua. Ni un dedo ni dos me dolieron. Es más, comenzaba a excitarme locamente con dos adentro.
Cuando estuve muy cerca de llegar, mi tío los sacó. Me sentí un poco frustrada y casi lo increpé y le dije ¿Por qué haces eso? Me respondió “si llegabas iba a ser difícil terminar”.
Sin terminar de hablar, puso su lengua en mi culito. Volví a sentí gozo, se me pasó la incomodidad. Me dijo “es el momento princesa”.
Sentí como iba subiendo sobre mí. Sentí su respiración sobre mi cabeza y de pronto sentí algo duro que quería entrar en mi culito. Instintivamente me puse tensa. Él me tranquilizó diciéndome amor, princesa, tranquila mi amor, etc., etc.
Me fui relajando y de pronto sentí como aquello que quería entrar entró. Me sentí morir. Me dolía mucho. Me dijo Marta, mi amor, aguanta un instante. Y fue cierto, en instantes el dolor se fue transformando en gusto y luego en placer. Yo no lo sabía en ese momento, pero sólo tenía la cabeza de su pene dentro. Un pedacito de todo lo que me metería en instantes.
Cuando me relajé y empecé a gozar. El empezó a moverse muy ligeramente, un retroceso un avance, pero diría milimétricos. Un casi nada de meter más. Cuando estaba ya muy excitada, sin decirme nada, empujó toda su verga, en una sola movida, la metió toda.
Allí si me sentí realmente morir. Las lágrimas se me caían, le rogaba “tío sácala”, “tío por favor sácala”.
Pero no me hizo caso. Solo me decía “ya está mi amor, ya está mi princesa”. Fueron varios minutos, con el cogiéndome fuertemente, sin sacarla. Yo cansada de suplicar dejé de hacerlo. Poco a poco mi culito se fue acostumbrando y al igual que sucedió cuando sólo tuve su cabecita dentro, empecé a sentir placer.
Él se dio cuenta y poco a poco, comenzó a moverse. El placer empezó a ser mayor y en pocos minutos tuve mi primer orgasmo anal. Me sentí puta, perra y mi tío lo sabía pues, por primera vez en nuestras salidas empezó a tratarme así.
“Marta eres una puta culera, Marta eres una zorra, Marta abres el culo como una puta”. Y eso, más que molestarme, me excitaba mucho. Tras unos minutos, sin cambiar de posición se venía mi segundo orgasmo anal, con las contracciones que tenía, mi tío se vino antes que yo, sentir su semen y sentir como gemía y gozaba me hizo llegar casi instantáneamente después que él.
Se acostó a mi lado y lo abracé. Sentí que, a pesar del dolor, que sabía era inevitable, había sido una primera vez perfecta y mi forma de pagarle todo lo que hacía por mí.