Nuevos relatos publicados: 13

Mi primo, el doctor

  • 5
  • 23.346
  • 9,38 (16 Val.)
  • 3

Me llamo Dan. Tengo 24 años. Soy un joven delgado, de 63 kg, un poco marcado por algo de ejercicio que practico muy de vez en cuando. Soy bajito, mido 1.64, de piel blanca y cabello oscuro. Tengo unos ojos que derriten a cualquiera y un culo que saca miradas hasta de los más hetero. Y pues esta historia sucedió cuando tenía 21.

Esto pasó en una ocasión que todos en casa se fueron a trabajar muy temprano, como de costumbre. Yo iba a la universidad, pero desperté un poco enfermo y mis papás accedieron a que me quedara en casa a descansar.

A media mañana, mis papás me llamaron por teléfono para saber cómo seguía, pero yo estaba dormido y no escuché la llamada. Por lo que le pidieron a mi primo Alfredo si podía ir a la casa para revisar si estaba bien.

Alfredo acaba de graduarse como médico y trabaja en una clínica muy cerca de mi casa, caminando son como cinco minutos. Es un chico súper apuesto, varonil, alto, bastante musculoso ya que tiene tiempo acudiendo casi diario al gym, toda la vida ha traído miles de chicas a sus pies, y como siempre nos la hemos llevado muy bien por la fuerte convivencia familiar, él siempre me platica de sus conquistas. Aunque es seis años más grande que yo, somos muy cercanos y hay mucha confianza. Desde que entró a trabajar a la clínica, mis papás le dieron llaves de nuestra casa para que pueda llegar cuando se le ofrezca, y así lo hace de vez en cuando.

Al recibir la llamada de mis papás, Alfredo accedió casi de inmediato, pues en ese momento estaba desocupado. Así que llegó muy rápido a la casa. Entró y me habló con voz fuerte pero yo seguía profundamente dormido y no escuché nada. Así que se dirigió a mi habitación y al entrar pudo verme dormido en la cama, se acercó para tratar de despertarme, y con una de sus manos tocó mi frente para saber si tenía fiebre o algo, y con la otra me movió un poco mientras me dijo muy suave: “primito, estás bien?”. La sensación de sus manos hizo que despertara y me sorprendiera de verlo.

La verdad me impresionó verlo, y a la vez me excitó un poco que estuviera en mi recámara vestido como médico, se veía muy sexy y quise fantasear un poco para ver hasta dónde podía llegar. En realidad yo ya me sentía bien, pero fingí un dolor de espalda que me estaba atormentando y le expliqué a Alfredo que eso era lo que me pasaba.

Mi primo tomó en serio su papel de médico, y dijo que me iba revisar. Por la confianza que nos tenemos, quitó la sábana que estaba sobre mí y pude notar como sus ojos se sobresaltaron viendo que estaba solo con un bóxer pequeñito color morado que resaltaba en mi piel blanca y en mis nalgas redonditas y paradas. Pasó un poco de saliva en su boca, y procedió a revisarme. Ese gesto hizo que yo me diera cuenta que podría conseguir algo más. Siempre le había tenido ganas, él sabía que yo era gay, pero nunca pensé que pudiera darse algo.

Comenzó a tocar un poco mi espalda preguntándome por el dolor. Sus manos tocándome hicieron que mi cuerpo sintiera como electricidad que me recorría. Yo solo le indicaba que sí me dolía y que era un poco más abajo hasta que fue llegando a mis glúteos. Mi primo se sonrió un poco cuando le dije que era un poco más abajo. Y me contestó: “estás seguro que aquí te duele primito?” Y su sonrisa pícara me excito todavía más. Yo solo le respondí casi gimiendo que sí. Y que mejor que alguien como él, para que me revisara por completo.

Increíblemente Alfredo decidió ir bajando poco a poco mis boxers para descubrir mis nalgas completamente lampiñas y me dijo: “Pues yo no veo ningún problema primito, al contrario se ven muy bien ee. Y me dio una nalgada”. Al momento los dos reímos un poco y me dio otra nalgada más fuerte. “No seas flojo y mejor vete a clases que no está bien que faltes así nada más a la escuela” me dijo con una voz entre regaño y cachondeo.

El ambiente era ya un poco tenso. Mi primo vestido como médico, estaba sentado en mi cama, nalgueándome y yo casi desnudo. Pero no podía dejar pasar la oportunidad y decidí continuar.

Así que me recosté un poco encima de las piernas de mi primo y levanté un poco más mi culo diciéndole: “Pero que no es labor de un médico revisar bien a su paciente??”. Y mi primo que seguía contemplándome todo mi cuerpo me contestó: “Es que te veo y te puedo decir que estás muy bien primito, no sé cómo nunca lo había notado”. Su respuesta me erizó por completo y di un paso más. “Pues yo sigo sintiendo dolor en mis nalguitas, yo creo que voy a necesitar que las revises más”. Mi primo no contestó nada. Pero dio un fuerte suspiro y comenzó a masajearme las nalgas muy suavemente. Así siguió y poco a poco sus dedos fueron llegando hasta mi ano y siguió masajeando a lo que yo respondía con ligeros gemidos. Después respiró fuerte y me preguntó si le daba permiso de hacerme una revisión más profunda, yo solo le respondí: “por favor doctor, revíseme todo”.

Para mi sorpresa, mi primo me movió al centro de la cama, me dejó acostado boca abajo, y de inmediato se acercó a mi culo lamiéndolo por completo y dándome unas fuertes lengüetadas hasta llegar a mi ano. Yo me sentía en éxtasis. El placer era inmenso.

Yo gemía y gemía de placer. Mi primo seguía lamiendo y decía “que rico culito tienes primo”.

De pronto se levanta y no dijo nada. Pensé que había pasado todo y que ya se marcharía y me enderezo un poco de la cama y volteo a verlo diciéndole: “oye no me vayas a dejar así Alfredo”. Y en eso lo veo quitándose la camisa frente a mí, dejando ver unos pectorales hermosos y un abdomen súper marcado, y con una mirada de lujuria me contesta: “Claro que no, si todavía falta que el doctor te dé una fuerte inyección”…

(9,38)