En lo que resta del día, Ángela no recibe orden alguna de Orlando; aquella indiferencia después de un encuentro sexual tan morboso y de una complacencia como la que ella le entregó, le genera un cóctel emocional insoportable: se siente impaciente, ansiosa y hasta un poco triste ¿solo la quería para un ratico? Repara en ello mientras suspira jugueteando con un mechón de su cabello. La mañana siguiente transcurre igual, Orlando no da señal de vida.
A la hora del almuerzo, mientras recuerda la follada de la víspera y se muerde los labios, deseando ser empotrada como perra en celo; al fin recibe el tan ansiado mensaje:
Orlando: Hoy a las 6 pm en mi casa, perra. No quiero un no por respuesta, esta es la ubicación. Como no vayas, te olvidas de mi zorra.
Al leerlo Ángela se siente eufórica, pues en pocas horas podrá disfrutar nuevamente del embrujo de ese morenazo, mientras que él, parece verla como una cualquiera, como un objeto reemplazable. Ordena, manda, impone… un par de palabras y la tiene a sus pies, ese carácter y esa seguridad excesiva, es lo que la tienen prendada de él.
Ángela: Soy suya, amo. Siempre que usted desee, tendrá esta perra a sus pies. Allí estaré, deseosa de que me use.
Orlando la deja en visto y de nueva cuenta, el látigo de la indiferencia enciende una hoguera en el interior de Ángela.
A la hora precisa, la joven sale de casa; se pone unos leggings azul celeste de estilo transparente que contrastan con el negro del diminuto hilo que cubre su zona intima; su torso solo se encuentra cubierto por un top deportivo de color blanco. El amo no le aclaró nada sobre la vestimenta, pero dado que es culturista de seguro le agradara verla con ese atuendo.
Faltando cinco minutos para las seis llega al lugar indicado en maps. Es una casa de cuatro plantas, ubicada dos cuadras arriba del polideportivo del barrio molinos, la muchacha intuye que es un inquilinato y decide enviarle un WhatsApp:
Ángela: Estoy frente a la puerta, amo.
Orlando: En un segundo bajó, puta.
Minutos más tarde, él joven se asoma tras el pórtico color café; luce una pantaloneta verde, tiene el torso desnudo y sus pies están cubiertos por unas chanclas viejas.
—Sígueme -le ordena a secas-
La joven obedece en silencio y camina tras su amo, quien la conduce por unas escaleras angostas hasta el segundo piso, allí Orlando la hace pasar a su departamento. Ángela se siente nerviosa, no emite palabra ni acción alguna para evitar cometer errores.
—En posición de reverencia -le ordena.
Inmediatamente ella se pone de rodillas con las manos en la espalda, las nalgas sobre los talones y la mirada fija en las baldosas. Orlando regresa en menos de lo que canta un gallo, pone una bolsa frente a su perra y le indica ponerse el traje que ella contiene, finalmente le da las indicaciones para llegar al cuarto en el que la estará esperando.
—Aquí estoy, amo. -expresa Ángela en voz alta tras llamar a la puerta.
Él abre y la detalla palmo a palmo, ella sonríe insinuante, pero le extraña que la haya citado en el cuarto de ropas. El traje de maid caliente, que Orlando eligió para ella, le queda perfecto: es un enterizo de tirantes que deja descubierta la mitad del pecho, de falda corta, que apenas le cubre las nalgas y con medias veladas hasta la mitad de los muslos.
—Date vuelta, perra.
Ángela obedece, girándose lentamente con gestos seductores y al terminar, se inclina hacia adelante, lo justo para que su amo pueda deleitar los ojos con su culo prominente. Orlando sonríe y la toma del cabello, llevándola hasta el lavadero y recostándola sobre él; le posa una mano en el culo para la nalguearla en repetidas ocasiones:
—Ese traje te queda a la perfección, zorra. Como si hubiera sido hecho para ti, puta. -le espeta mientras tensa su cabello y le propina una nalgada seca que la hace gritar.
—Ahhh -se queja- Me hace feliz que le agrade como me veo, señor. Azóteme más por favor, hágame su puta, es lo que más deseo -ronronea como una actriz porno de las más guarras.
Acto seguido, siente la verga descomunal de su amo aplastarse contra su culo y restregarse sobre sus nalgas sin pudor, siente un escalofrío al imaginarse que algún día la empotre por detrás.
—Si… sii… amo, empótreme, rómpame la cuca… -jadea entrando en calor.
—¿Sabes por qué elegí el disfraz de maid, perra? -replica Orlando acariciándole el pubis.
—No.. no lo sé, amo.
—Porque eres la mísera sirvienta de mis deseos, so puta.
—Soy su puta si desea mi señor, su sirvienta si así lo quiere. -replica ella extasiada al sentir como los dedos de Orlando juguetean con sus labios vaginales-
—Pues eso, es precisamente lo que vas a ser hoy zorra, mi sirvienta y mi puta al tiempo. -repone él despegándose de ella- Para empezar -continua Orlando, apartándola del lavadero- vas a lavar mi ropa de ejercicio a mano, zorra.
Ángela lo mira descolocada, tiene que ser broma, ella vino a follar, a que la use, no a lavarle la ropa, además junto a ella hay una lavadora. Sin embargo, Orlando pone un par de camisetas y pantalonetas sobre el lavadero. Ella suspira y expresa su inconformidad:
—Pero señor, tiene que estar bromeando…
Su amo la toma por el pelo y frente su cara le dice a los gritos que sus órdenes son incuestionables y que una perra miserable como ella no piensa, ni replica solo obedece, al finalizar le escupe la cara y Ángela queda rendida, ese trato tosco y hasta grosero es lo que más la excita, termina obedeciendo sin chistar. Hecha agua, enjabona y refriega en repetidas ocasiones, mientras que Orlando la observa en silencio ¿le excita tenerla haciendo las labores del hogar? y tal como si le leyera el pensamiento; la joven siente la mano de Orlando rodearle el cuello con rudeza a la par que muerde su oído y después susurra:
—Así es perra, la sumisión no es solo sexual, una verdadera puta se entrega en cuerpo y alma, con auténtica devoción.
Ángela jadea y empina el culo para rosarlo sobre la verga de su amo, que ya se encuentra totalmente erecta; ella sonríe, pues sabe que no falta mucho para que la empotre y la haga ver estrellas; así que se esfuerza por calentarlo, por provocarlo hasta que el semental que habita en su interior no se resista y la haga su perra. Mueve el culo en círculos, ocasionando que el miembro de Orlando vaya de lado a lado; como si sus nalgas fueran olas y la verga de él una canoa; empina más el culo para aplastarle el falo y de esa manera aumentar la intensidad de la sensación:
—Ahhh puta… putaa -jadea su amo permitiéndole sentir su aliento tibio en el cuello-
La joven empieza un movimiento de arriba a abajo en forma de zic zac, con la verga de Orlando en medio de sus nalgas; él joven se encuentra a reventar, tanto que Ángela siente que la piel de su trasero se va a desgarrar por el nivel de tensión al que está siendo sometida; si algún día le da por el culo la va a dejar con colostomía, sin lugar a dudas.
Orlando se aparta y Ángela sonríe, consiguió lo que deseaba: despertar el morbo de su amo. El joven, le levanta la falda para juntar sus nalgas y luego lamerlas, chuparlas y darles mordiscos feroces que le ocasionan a su perra oleadas de dolor, tal como si el músculo se desgarrara; tanto así, que la joven rememora aquella vez que tuvo amigdalitis y le tuvieron que poner penicilina, es un dolor similar o quizá más intenso; pero es un dolor placentero que le genera excitación y abre un grifo entre sus piernas.
Orlando se aparta nuevamente y Ángela respira: siente la cara caliente, su corazón late desbocado y puede sentir a la perfección las pulsaciones en los dedos de sus manos.
Sin previo aviso, su amo le asesta un golpe seco en el culo con una vara de madera que le hace dar un pequeño brinco y le deja el culo enrojecido de lado a lado, tras ese, vienen decenas de azotes; unos más fuertes, otros más leves, algunos en ráfaga y otros pausados.
Ángela disfruta de aquella tortura, pues en esos instantes: todo pensamiento, preocupación y quebradero de cabeza; se desvanece, se esfuma y eso le encanta, aquella emancipación de la realidad es para ella eso que llaman tranquilidad. Recuesta el pecho sobre el lavadero mojado y sus tetas se humedecen por completo quedando atiborradas de jabón. Entonces Orlando la toma por los pelos y le levanta la cabeza ¿quién te dijo que dejaras de lavar, perra? Continúa so puta, te dije que hoy serias puta y sirvienta al mismo tiempo.
—Lo…lo siento, amo -repone la joven, quejumbrosa- Pensé que ya pasaríamos a la acción… -comenta, recuperando la postura e intentando fregar una prenda manchada de sudor-
Orlando acomoda la vara en dirección vertical, la posa sobre el hilo que inútilmente pretende cubrir la vagina de la joven para frotar toda la extensión de su sexo; desde la entrada, pasando por los labios hasta finalizar en el clítoris, mientras tanto ella gime y experimenta un intenso cosquilleo en la vulva:
—Ahh… ahhh… ¡No pare amo, no pare! -balbucea mientras que sus manos se detienen automáticamente.
Segundos más tarde, Orlando castiga su entrepierna con un golpe seco, produciéndole una punzada de dolor que atraviesa su área genital. Ángela emite un grito involuntario junto a un pequeño respingo, e inmediatamente siente sus flujos vaginales piernas abajo y sus pezones endurecerse; su amo es un macho alfa de sepa: la está usando como sirvienta, la está usando sexualmente y la está castigando, todo al mismo tiempo. El verlo desde esa perspectiva, genera que su excitación aumente.
El joven dominante, se percata que los flujos de su nueva golfa le escurren por las piernas y que sus pezones se marcan sobre el traje, sonríe para sí, esa puta está siendo un buen ejemplar, llegó la hora de usar su hocico. Ángela siente el cuerpo de su amo sobre ella, inmovilizándola por el peso, precipitando su caída sobre lavadero empapado; le sujeta las manos en la espalda y le pasa la lengua por la mejilla:
—Buena niña, como premio vas a poder tragar mi verga -le espeta, hablándole como a una mascota-
—Gracias, gracias amo. Se me hace agua -ahh… emite un gemido ahogado al sentir un mordisco en la nuca- la boca.
Orlando le da vuelta para ponerla de rodillas con brusquedad; se desnuda de la cintura para abajo y tras recogerle el cabello, la abofetea un par de veces moviendo su cabeza de lado a lado para finalmente ordenarle que abra la boca:
—Abre ese hocico de perra arrecha.
Ángela abre la boca lo más que puede mirándolo a los ojos y con las manos sobre las piernas, sus tetas empapadas e impregnadas de jabón le dan un aire pervertido. Para calentar más a su amo, la muchacha saca la lengua y babea en demasía, permitiendo que la saliva se deslice por el canalillo de sus pechos.
Aquel gesto vulgar pone a Orlando a mil; quien sin miramientos hunde sus 25 centímetros de miembro viril en la boca de la joven, hasta sentir que los labios carnosos de ella rozan su pubis y testículos. Le tapa las fosas nasales para impedirle respirar, entre tanto mueve la verga en círculos para sodomizarle la garganta; la joven tiene arcadas y poco a poco, se siente asfixiada por la falta de oxígeno, también percibe una sensación extraña al sentir aquel pedazo de carne endurecida revolcar su boca. Tras unos minutos que para ella son eternos, Orlando le permite respirar.
La joven agitada, toma bocanadas de aire para recuperar el aliento con la barbilla untada de saliva y líquido preseminal, segundos más tarde, Orlando la toma por los pelos para volver al ruedo. De nueva cuenta le empotra la boca sin piedad:
Le jala el pelo con rudeza al punto que algunos cabellos castaños y rizados, se quiebran entre sus dedos, mientras que él la embiste salvajemente: hundiéndole el miembro hasta la garganta y provocando temblores en su mandíbula. Ángela posa sus manos en las piernas de Orlando para aguantar las embestidas con mayor facilidad, lo mira a los ojos, púes bien sabe que ese gesto durante el sexo oral enloquece a los hombres de sobremanera; mientras tanto, disfruta del exquisito sabor de la verga del semental que tanto deseaba: la siente entrar en su garganta hasta abrirla por completo, siente como le destiempla los dientes y la manera en que roza su paladar y su lengua, las sensaciones gustativas son confusas por la rapidez de las embestidas, razón por la cual, ella decide cerrar sus ojos lagrimeantes para analizar mejor aquel sabor primoroso y tras tres segundos, lo concluye: sabe a macho, a hombre varonil.
Paulatinamente, Orlando disminuye la intensidad de sus embestidas para permitirle a Ángela, deleitarse con su miembro; ella no pierde tiempo para recorrerlo con la lengua de arriba a abajo cual paleta, rodea el glande y lo succiona con sus labios provocando que su amo se derrita de placer:
—Ahh… si… sii… puta chupona, mama, mamela y agradece, golfa.
Ella empieza a comerse de a pocos el miembro de Orlando, disfrutándolo; se mueve adelante y atrás metiéndolo de a pocos en su boca; lo aprieta con los labios y lo lengüetea como puede, hasta finalizar con una garganta profunda que le cuesta; al sentirlo así, entero en su garganta, tiene una ocurrencia que intenta esperando que salga bien; trata de succionar con todo su tracto bucal; aspira con los músculos de la boca y la garganta, al sentir como sus paredes tallan con más fuerza la verga de Orlando y como ella cede hacia su interior, mueve la cabeza en círculos provocando en su amo un placer inenarrable:
—AHHH -jadea él, mientras siente corrientazos por las piernas y la manera en que su glande es comprimido y revolcado por la garganta su perra.
Ángela libera la verga de su amo cuando no puede contener el aliento y apoya las manos en el suelo mientras lo mira desde esa posición; la de una mascota sentada, Orlando no pierde tiempo para elogiarla mientras acaricia su cabeza:
—Debo decir que ninguna puta, nunca, me ha dado una mamada como esta, zorra.
Ángela levanta lentamente los brazos para flexionarlos y doblar las manos hacia delante mientras saca la lengua; emulando a una canica que mira sedienta a su amo, ella misma se sorprende de lo zorra que está llegando a ser, pero le encanta serlo. La pervertida imagen, lleva a Orlando a un nivel de excitación inimaginable para él.
Se acerca y la jala del pelo hacia delante, forzándola a adoptar la posición de cuatro patas, levanta la falda de su vestido y propinándole una patada en el trasero, se dirige a ella:
—Andando, zorra.
Mientras su amo la dirige por el pasillo, ella bate el culo y ladra para complacerlo, para hacerle saber su nivel de entrega:
—Guau, guau, guau, guau -vocaliza sin cesar hasta llegar al cuarto del joven.
Allí, él se sienta sobre la cama y le ordena desnudarse: Ángela, empieza a juguetear con los tirantes de su disfraz mientras se inclina hacia adelante exponiendo sus melones frente a él, provocándolo. Mueve las caderas con sensualidad y maestría, se da vuelta; toma las manos de Orlando para posarlas sobre sus caderas, mientras ella se sienta en su miembro erecto y se lo restriega por las nalgas. Finalmente, se para de frente a su amo y deja caer el disfraz de maid, quedando solo con el pequeño hilo; Orlando se deleita viéndole las tetas duras y enjabonadas.
—De rodillas, puta -le ordena
Ángela se pone de rodillas para avanzar hasta donde Orlando a gatas, palpa su verga y se percata que está tan dura como el acero; su vagina se hace agua al sentirlo así:
—Está a reventar señor ¿quiere empotrarme y acabar? -le espeta, propinándole una lamida en el glande-
—Hazme una rusa, zorra -ordena a secas.
Ella sonríe, pues se nota que está a punto de reventar y cualquier estimulación, lo hará estallar con facilidad; dicho y hecho, tras tres o cuatro minutos en los que ella lo masturba con sus pechos a buen ritmo: él ya se torna jadeante y se retuerce, hasta que finalmente se pone en pie para tomarla por el cuello:
—Cierra los ojos, zorra -ella obedece.
En cuestión de segundos, siente chorros y chorros de semen tibio, caliente y grumoso estrellarse contra su piel facial; luego se deslizan hasta llegar a la comisura de sus labios y a su barbilla, Ángela se relame los labios:
—Su leche es el mejor manjar, amo.
—En un rato tendrás más, puta.
Acto seguido, su amo toma un marcador de su mesa de noche y escribe algo sobre su frente, luego la levanta de un jalón en los brazos para ubicarla de espaldas a él, en un espejo de cuerpo entero; la imagen que ve de sí misma la pone tan caliente como la mismísima lava del infierno: Está casi desnuda e inmovilizada por Orlando, con la cara repleta de semen y la palabra “PERRA” escrita en su frente, siente que su vagina se dilata al máximo y sus jugos caen en un chorro hasta el suelo.
Con habilidad, Orlando separa las piernas de su perra y atándole las manos en la espalda con una corbata, la jala del pelo para penetrarla hasta el fondo de un solo empellón, Ángela gime de placer, mientras su amo le taladra la vulva como bestia, como a ella le gusta; le pega la cara al espejo para aprisionarla entre el cristal y su cuerpo, le hunde la verga a un ritmo frenético que tensa las íntimas entrañas de la joven a la par que hace rebotar sus tetas como pelotas de goma. Ella gime como loca, como posesa:
—Ahh… ahh Amo… no pare, culeeme, empótreme, soy su puta, su juguete, su esclava! -balbucea extasiada, para segundos después llegar al clímax y correrse exquisitamente-
—Eres mi puta zorra!! mi perra de burdel!! -responde Orlando excitado, mientras la asfixia y la penetra con salvajismo, sacándosela y metiéndosela entera, estrellándole los testículos en las nalgas y haciendo sonar sus caderas al chocar.
—Ahh… sii… siii… Amo… -gimotea la joven al tener su segundo orgasmo-
Orlando fuera de sí, la lleva hasta la ventana y a través de ella, le saca el torso para empezar a penetrarla sin compasión; el temor que siente Ángela de que alguien pueda verla y grabarla o fotografiarla, aumenta su excitación de sobremanera. La joven aprieta los labios para contener sus gemidos, mientras su amo le destroza la entrepierna, llenándola por completo.
—Mmm… mmm -es el único ruido que emite, mientras Orlando la empotra y le susurra vulgaridades al oído.
En menos de lo que canta un gallo; la vagina de la joven se convulsiona en contracciones rítmicas, alcanzando un orgasmo descomunal que empapa las piernas de Orlando por completo. Instantes más tarde, el joven no aguanta y estalla en sus nalgas.
Continuará…