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Paty y su tesoro

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Hace muchos años que mi historia con Paty inició. En un principio, el principio de los eventos, ella estableció una relación cercana con Pepe, un gran amigo mío. Con el tiempo ellos se hicieron amigos sexuales, pienso que por la curiosidad y apetito erótico de Paty. En esos días ella tenía apenas alcanzada la mayoría de edad y nosotros 4 o 5 años más.

Una buena noche, pasaron por mí en auto: mi amigo, Paty y una prima de ella. Sólo salimos a dar la vuelta en el auto y beber un par de cócteles de lata. En algún momento empezamos a fajar, cuando estaba ella a plena cachondez, comencé a masturbarla, mis dedos hábilmente se colaron entre sus jeans, tanga y deliciosamente atacaron sus labios y clítoris empapados. Me di cuenta de su orgasmo por el dulce y cachondo suspiro que profirió en mi oído. Continuó con lo que su caliente mente le indicaba, mamarme la verga cómo ella sólo sabe, un verdadero placer. Terminé en sus manos, jugó con mi lefa caliente, sonriendo, con un gesto de niña traviesa, con una mirada pervertida.

Mi amigo no logró nada con la prima, la chica estaba contrariada y al parecer se había molestado con el ambiente en el auto. Paty, nuestra heroína, le dijo a su prima: - Bueno, entonces te cambio al chofer. Mi amigo sonrió y de inmediato orilló el auto, intercambiamos lugares y cada quién a lo suyo, yo a conducir, mi amigo a disfrutar y Paty a mamarle la verga con mucho esmero.

Pasaron los meses y en otra noche de buena suerte tuve interacción sexual con mi amiga querida. Salí de mi entrenamiento de futbol americano y pasé a visitar a mi amigo. Estaban en la recámara, viendo una película, entre la charla salió a relucir que acababan de coger. Paty me dijo que la habían pasado bien y me ofreció coger con ella, allí, con mi amigo por testigo. Accedí pero preferí coger sobre la alfombra, buscando un poco de privacidad. Ese fue nuestro último encuentro sexual por varios meses. Un par de años después salimos a caminar juntos, habíamos coincidido en la caminata vespertina. Mientras caminábamos recibí una llamada de emergencia de la empresa donde trabajaba como jefe del área de IT, y le pregunté que si podía acompañarme, prometiéndole salir a cenar después de atender el asunto. Llegamos al lugar y me apliqué a resolver el problema. En cuanto regresé al primer piso por ella, ambos vimos la oportunidad de darnos placer. Comenzamos a fajar rico, pude disfrutar de tocar sus grandes nalgas y lamer sus tetas. Con los dedos hice que dos orgasmos doblegaran sus rodillas, pegada a la pared. Una vez que recuperó el aliento, desabotonó mi pantalón y hurgó en mi ropa para poder sacar mi vega que le gustaba mucho. Me dio una mamada riquísima, sentía que me iba a reventar la verga de las duras chupadas me ponía. Cuando sentí que eyacularía, la levanté y recargué en la pared nuevo, le bajé de nuevo la tanga y puse la punta de la verga debajo de su clítoris y en medio de sus labios. Tomé su mano y le indiqué que masturbara, le dije al oído que me quería dejarle la leche en su tanga, y nos masturbó, usó mi glande como vibrador, casi terminamos al mismo tiempo. Limpiamos lo que teníamos que limpiar, acomodamos lo desacomodado y nos fuimos.

Llegó el día de mi cumpleaños, nos reunimos en casa del amigo antes mencionado, él, Paty y una chica también vecina de ambos. En una oportunidad, Paty y yo nos escabullimos al cuarto de lavado. Esta vez, el alcohol me había desinhibido, comenzamos el escarceo erótico por unos minutos, disfruté sus tetas y sus nalgas, mientras ella me agarraba la verga que pulsaba entre sus dedos inquietos, me hinqué, boté el cinturón y demás ajustes del pantalón para bajarle cómodamente las prendas que se interponían entre nuestras carnes. Tuve en mi mirada su deliciosa pucha depilada, esa vista me invitaba a comerla, a lamerla, a disfrutar el sabor de sus jugos. Me lancé sobre ella, estando ella de pie y con la ropa a medio muslo, como pude, hice llegar mi lengua a su clítoris, colecté sus jugos en la punta de mi lengua, su delicioso sabor invadió mi boca. Su piel estaba suave, muy suave, se sentía que no tenía mucho tiempo de haberla talado para mí. Se vino deliciosamente en mi boca, una y otra vez. Me levanté y la besé con mi boca cubierta con mi propia saliva y los jugos de su pucha, me dijo al oído: - Ponte aquí. Indicándome que tomara su lugar. Se hincó y comenzó a mamarme la verga como siempre, delicioso. El alcohol me tenía en “modo jefe”, maliciosamente, cuando estaba por venirme, firmemente la sujeté de la nuca con una mano y con la otra acariciando su mejilla y eyaculé en su boca. A ella no le agrada comerse mi leche, intentó zafarse pero soy bastante fuerte. Se rindió, recibió mi jugo en su totalidad, hasta la última gota posible. Se incorporó con la boca cerrada y una mirada de sorpresa. Escupió en el lavadero y me dijo: -¡no me gusta comerme los mecos!, - no te los comiste, Respondí. Regresamos a la sala con los otros amigos.

Esa fue nuestro último encuentro por años.

Charlamos largo rato por teléfono, después de un reencuentro casual. Quedamos en ir a coger sin ningún tipo de compromiso. Llegó el día y la hora; en cuanto estuve fuera de su casa de inmediato le mandé un mensaje indicándole que estaba afuera esperando. Cuando salió me impresionó su apariencia, muy diferente a su juventud, descuidada para ser precisos. Se había dejado crecer el abdomen y no reparaba en su forma de vestir.

Francamente, mi libido se estremeció. Pero ya estaba allí. Me comporté como un caballero. Se subió al auto, me saludó efusivamente: - Hola, ¿cómo estás? Con un beso en la mejilla y un abrazo. –Bien Patito, bien. Le decía patito de cariño. Extendió la mano derecha hacia mí mientras me decía de manera alegre y relajada: -Toma, por si quieres ocuparlo; dándome un lubricante en un frasco gris, pequeño y de letras rojas. ¡Pff! su actitud y el regalo me dispararon la libido hasta el cielo. Me iba a dar una sesión de sexo anal sin haberla pedido. Buscaba cobre y encontré oro.

Llegamos al hotel, los dos íbamos muy prendidos; en el camino venía frotando su pucha y tetas en las calles solitarias, la había besado intensamente, al menos 4 veces le dije al oído que tenía ganas de cogérmela duro. Llegamos al hotel y entramos a la habitación, comencé a desnudarla apenas después de llegar a la cama. Nos desnudamos y nos dirigimos a la bañera. Allí pude ver su regordete cuerpo; la idea de destrozarle el ano era lo que me mantenía en pie. Bajo la regadera la abracé por la espalda, sobando sus tetas y alcanzando intermitentemente su vulva mojada, su clítoris duro. Enjaboné su espalda, puse jabón en mis manos y frote el hueco de sus nalgas, con la punta del dedo índice tallé directo en su ano, despacio, ella suspiraba. Le pregunté si le gustaba, me dijo que sí. Me agazapé a un costado suyo y le metí dos dedos de la mano derecha en la pucha, con el dedo pulgar frotaba su clítoris y al dedo enjabonado que frotaba la entrada de su recto, lo empujé hasta el nudillo, ella sólo gemía y gemía. Comencé a darle duro con los dedos metidos en los dos huecos, ella separaba cada vez más las piernas y doblaba las rodillas, como queriendo sentir mis dedos más y más dentro. Le saqué el dedo del culo por completo, sólo para meterlo de nuevo allí pero acompañado del dedo medio, dio un chillido leve pero definitivamente era por placer. Se vino un par de veces. Terminamos de bañarnos y nos dirigimos a la cama, la recosté en la esquina de la cama y me abalancé sobre esa depilada y fresca panocha, la saboreé cómo cuando tenía ella 20 años. La hice venir un par de veces más, se relajó un buen rato, se había revolcado tanto con los impactos orgásmicos que estaba aturdida. Cuando juzgué estaba repuesta, la acomodé de tal manera que estando acostada en la orilla, podía mamarme la verga estando yo de pie. Sin decirle nada, tomé su nuca y la empujé hacia mi verga. La chupó relajadamente, mientras empecé a frotar su clítoris, empapándola de nuevo. Me la cogí por la pucha con ahínco, quería dejar mis ansias primero, para estar más tiempo disfrutando de su recto apretando mi verga, con la segunda erección.

Charlamos por unos minutos después de haber dejado llena su pucha con mi lefa. Cuando me sentí energizado de nuevo, froté su pucha unos segundos, ella notó en mi mirada que era hora que me entregara su deliciosa dona de chocolate. Con la mano hice presión entre sus muslos, como indicándole que los separara más. Bajé mis dedos más allá de su entrada común, comencé a deslizar mis dedos en su salida -que ahora sería una entrada nada común para mi pedazo de carne-. Apenas sentí su esfínter rendirse y darme su calor mi mente cambió, sólo quería dilatar ese culo con mi verga, ¡y lo quería ya! Busqué el lubricante, mientras ella se acomodaba de nuevo en la esquina de la cama; me puse lubricante en todo el chile, que se me puso duro de sentir la suavidad del gel. Me acerqué y le dije que subiera las piernas y se separara las nalgotas que poseía. Sin pudor, sin remilgos lo hizo, le gustaba sentirse una puta, le gustaba enseñarme el culo y dejarlo expuesto para mi verga ansiosa. Apunté mi glande en su culo y empujé sin compasión. Gruñó de dolor, hizo muecas, intentó separarme con la punta de los dedos pero no lo logró, tenía bien sujetadas sus piernas y no pesaba sacar mi verga de ese recto. La vista era perfecta, su esfínter triangular estrangulaba el contorno de mi verga. Como dos piezas de lego. La sensación era deliciosa, las paredes de su intestino no dejaban un espacio suelto a todo lo largo de mi fierro. Poco tiempo se necesitó para que el dolor se retirara y se transformara en placer. Cuando noté las sensaciones que invadían su cerebro comencé a bombearla, despacio, quería extender yo también mi placer.

Le estaba dando a medio gas cuando entre jadeos dijo: -Aún siento que me cago… ahh… pero sé que no es… Le dije: - Eso que no te preocupe, no me importa si me unto tu mierda, me excita. ¡Eso la prendió aún más! Comenzó a gemir como una puta loca, me pedía más y más, su ano se movía junto con mi verga. El show ya era mucho, tuve un orgasmo de competencia. Mientras llenaba su recto con semen caliente le pregunté: -¿sientes mi leche mi amor? ¿Cómo te llena? Y en un grito de placer me respondió: ¡sí! Si…

Empujé más mi verga dentro de ella. Quería dejarle la leche lo más dentro posible. Saqué mi verga medio dura, y pude ver cómo salían los mocos blancos de su ano. Ella sólo dejó caer sus piernas, se cubrió la cara con las manos y riendo me dijo: -jajajaja estoy mareada-.

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