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Pide ayuda a su madre para satisfacer a su novia

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Gonzalo no era muy alto, no era muy guapo y era gordo. Desde niño había sufrido las burlas de los otros niños. Lo pasara muy mal. Su único consuelo desde una edad muy temprana fuera Charlie, una niña que se llegara pelear con otras niñas cuando se metían con él. Era su única amiga. Ahora con dieciocho años ella era una joven de estatura mediana, morena, de ojos azules, media melena negra, delgada, con tetas culo y caderas muy generosas, era guapa y trabajaba de cajera en un súper. Él era de su estatura, rubio, de ojos claros, gordo y trabajaba de fontanero. Ya eran más que amigos, eran novios.

Un domingo, sentados en un banco del parque, le decía Charlie:

-...Voy tener que pedírtelo yo, Gonzalo.

-No, mujer, nunca te lo propuse porque si quedas embarazada nos meteríamos en un problema. Tu padre quiere algo mejor para ti y a tu madre no le gusto porque soy gordo. Dirían que te dejé embarazada a propósito.

Charlie le dio un pico.

-A quien le tienes que gustar es a mí y me gustaría quedar embarazada de ti.

-¿Por qué no hablamos de otra cosa, cariño?

Charlie, se enfadó.

-¡Siempre igual! Sin pedírtelo te lo pedí y te vuelves a escaquear. ¿Me tienes miedo, Gonzalo?

-Lo que te tengo es cariño, amor y respeto.

Y miedo, mucho miedo, Gonzalo era virgen y tenía miedo de no dar la talla y perder al amor de su vida. Charlie, le dijo:

-Eso no es suficiente. Tengo mis necesidades. ¿Tú no las tienes?

-Claro que las tengo.

-¿Entonces porque nos tenemos que dar placer a solas pudiendo darlo entre nosotros?

Gonzalo no podía retrasar más lo inevitable.

-Pide el sábado libre en el súper que nos vamos el próximo fin de semana a un hotel.

A Charlie le picaba el coño, le dijo:

-Y si nos internamos en el bosque y...

La cortó.

-No seas impaciente. Quiero que sea algo inolvidable.

Gonzalo se levantó, la cogió de la mano y la acompañó a casa. Mientras lo hizo Charlie siguió hablando de sexo.

Al llegar a su casa, estando sentados en dos sofás su madre y él, la madre le vio cara de preocupación, y le preguntó:

-¿Te fue mal con Carmen?

-Quiere que hagamos el amor.

Antonia, una mujer de 39 años, morena, con el cabello castaño y corto, baja de estatura, rellena y separada, exultante, le dijo:

-¡Pero eso es maravilloso, Gordi!

Gonzalo, cabizbajo y tristón, le dijo:

-Si supiera hacerlo lo sería, pero no sé cómo se hace, Antonia.

-Entiendo. ¿Es que nunca miraste porno?

-Una vez, Antonia, en un cibercafé, pero me pareció que las chicas fingían sus orgasmos.

Antonia asintió con la cabeza.

-Eso es cierto. Algunas se corren en posiciones en las que sería imposible que se corriera una mujer. ¿Y por qué no lo miraste más veces? Hay videos con orgasmos femeninos reales.

-Ese día me vio Pedro, se rio de mí y no volví al sitio.

-¡Hijo de puta!

Gonzalo no le preguntó a su madre si miraba porno porque con lo que le había dicho era obvio que lo hacía. Le preguntó.

-¿Me enseñarías cómo hacer que disfrute una mujer? Si no hago que Charlie disfrute puedo perderla.

-¡Qué manía de llamarle Charlie si Carmen es más bonito! A ver, hijo. ¿Me estás pidiendo que folle contigo?

-Te estoy pidiendo un favor muy grande, Antonia.

Antonia respiró hondo, y le dijo:

-No te puedo hacer ese favor, cariño.

Casi llorando, le dijo:

-Mi vida sería un infierno sin ella, Antonia.

-Soy tu madre cielo. No te puedo ayudar. Sería un pecado mortal... Cómo máximo te lo podía explicar hablando.

-Eso no me vale, Antonia.

Gonzalo se retiró a su habitación.

Los tres días siguientes, al llegar a casa del trabajo, comía, cenaba y casi no hablaba con su madre. Antonia lo veía deprimido y le daba pena. El viernes por la noche, justo antes de la cita, Antonia ya no soportó más ver a su hijo más triste que un alma en pena.

Gonzalo llegó a casa, ceno, se duchó y cuando se iba para cama, Antonia, lo llamó.

-Ven un momento, cariño.

Gonzalo fue junto a su madre. Antonia llevaba puesta una blusa blanca, una falda marrón y calzaba unas zapatillas.

-¿Qué quieres, Antonia?

-¿Aún quieres que te aprender a hacer el amor?

-Sí.

-Sé que me condeno al fuego eterno, pero una madre para que un hijo sea feliz debe hacer cualquier cosa -se levantó del sillón-. Bésame con lengua, dulcemente, luego mírame, al quitar un botón del ojal vuelve a besarme, y sigue haciéndolo después de cada botón hasta quitarme la blusa.

Gonzalo hizo lo que le dijo su madre y pilló un empalme bestial. Al quitarle la blusa, le dijo:

-Bésame de nuevo mientras me quitas el sujetador.

El beso duró una eternidad, ya que Gonzalo no daba abierto el dichoso sujetador. Lo tuvo que quitar su madre, que sonriendo le dijo:

-Suele pasar cuando el hombre es primerizo. No te preocupes, si te pasa con ella lo entenderá.

Gonzalo vio las tetas de su madre, unas tetas esponjosas, medianas, con areolas rosadas y gorditos pezones y esperó instrucciones.

-Bésame y amasa mis tetas cogiéndolas de abajo a arriba.

Antonia le echó la mano al paquete a su hijo y sintió cómo le latía la polla.

-Lame mis pezones sin dejar de amasar las tetas y después chúpalas, muérdelas y muerde mis pezones.

Gonzalo lamió, chupó, mordió los pezones, y fruto de su inexperiencia, mordió de más.

-No muerdas tan fuerte que me haces daño, cielo. Dale mordiscos suaves a los pezones, o sea, amaga con morder, pero no hinques el diente -Gonzalo mordió con suavidad- Así vida mía, así.

Gonzalo, excitado, bajó una mano y sacó la tralla de su cueva. Antonia, al tenerla en la mano, se separó de su hijo, la miró, y le dijo:

-¡Parece una morcilla de Burgos!

Antonia se había calentado y no pudo contenerse. Se puso en cuclillas, mirándola, la meneó, metió la cabeza en la boca, mamó y Gonzalo descargó cómo un burro. Una corrida tan grande que Antonia se tragaba gimiendo. Luego se levantó, y con leche en la boca besó a su hijo, y le dijo:

-Si te corres en sus tetas, lame tu leche y trágala, si te corres en su coño, lame tu leche y trágala, y si te corres en su boca...

-Lamo mi leche y la trago. ¿Por qué debo hacer eso, Antonia?

-Una, porque a las mujeres les gusta verlo, y dos porque así ella también se la tragará. Bésame mientras abres el botón y bajas la cremallera de mi falda.

Hizo lo que le dijo y la falda cayó al piso.

-Baja mis medias muy lentamente, besando y lamiendo el interior de los muslos y déjalas sobre las zapatillas y después baja mis bragas y déjalas junto a las medias.

Gonzalo vio un lamparón de humedad en las bragas, y le dijo:

-Tienes las bragas mojadas, madre.

-¿Ya no soy Antonia?

-Me excita más llamarte madre.

-Si te excita llamarme madre hazlo, hijo.

Le bajó las medias y las ligas besando y lamiendo el interior de sus muslos, después le bajó las bragas. De su coño peludo colgó una especie de moco. Antonia se pasó un dedo por el coño y lo chupó, después lo abrió con dos dedos, y le preguntó:

-¿Sabes dónde está el clítoris?

-No, madre.

Se lo señaló con un dedo.

-Este es el clítoris y si se sabe acariciar con los dedos o con la lengua la mujer llega al orgasmo con facilidad.

-¿Qué hago?

-Coge mi culo, aprieta tu lengua contra el clítoris y lame hacia los lados cómo si no hubiera mañana.

Gonzalo lamió a toda hostia de un lado al otro y Antonia, en dos o tres minutos se corrió en su boca mientras sus piernas temblaban. Cuando dejó de gemir, se levantó y la besó con jugos de la corrida en la boca. Después del beso le dijo la madre:

-Aprendes rápido, cariño. Ahora vamos para la habitación.

Antonia, con los pies, se deshizo de las ligas, las medias, las bragas y las zapatillas. Cogió a su hijo de la mano y fueron a su habitación, allí se echó sobre la cama, y de lado, le dijo:

-Desnúdate.

Gonzalo se desnudó en un plis plas. Antonia se echó boca arriba.

-Ven y sube encima de mí, cariño.

Gonzalo subió encima de su madre. Su polla ya estaba tiesa de nuevo. Le bajó la piel y le metió el capullo. Antonia, llena cómo nunca había estado, le dijo:

-¡Qué bueno! La vas a hacer muy feliz.

Le echó las manos al culo, lo apretó contra ella y metió la tralla hasta el fondo.

-¡Diosss, que maravilla! Bésame y fóllame haciendo palanca con el culo, despacito, muy despacito.

Poco después Gonzalo ya no aguantaba.

-¡Me voy a correr, madre!

-Para, para. Eso es lo que tienes que evitar. Deja de besarme y piensa en un hombre feo.

-Ya pienso.

-Sigue.

Al rato...

-¡Me voy a correr en el culo del feo, madre!

-Para, para, y piensa en tu abuela.

-Ya pienso.

Gonzalo pensaba en su abuela, Pero la tralla deslizándose por aquel apretado y húmedo túnel le daba lo mismo de quien fuera, por eso un tiempo después, le dijo:

-¡Me voy a correr en el coño de la abuela, madre!

-Cuenta ovejas, cariño, cuenta ovejas.

Gonzalo era obediente.

-Ya las estoy contando.

Al ratito.

-¡Me voy a correr en el coño de una oveja, madre!

Antonia sintió que se venía. Entre jadeos, le dijo:

-Piensa en tu novia.

-Ya, pienso, yaaaa. ¡Me corro en el coño de Charlie, madre!

Antonia comenzó a correrse sintiendo cómo la leche de su hijo inundaba su coño. Le comió la boca y lo apretó contra ella con tanta fuerza que si no llega a estar tan gordo lo rompe.

Al acabar, Gonzalo, metió la cabeza entre sus piernas y le comió el coño, lamiendo y tragando su propia leche cómo su madre le había dicho, bueno, su leche y los jugos de la corrida de su madre, que le dijo:

-No pares hijo, que ella no querría que parases. Lame de abajo arriba. Pon atención a mi respiración y a mis gemidos y cuando veas que me voy a correr acelera las lamidas de coño.

Gonzalo era un buen alumno. Diez o doce minutos más tarde, Antonia, le dijo:

-Vais a ser muy feli... muyyy ¡Uyyyy! ¡¡Me corro!!

Llegó el sábado. Charlie llevaba puesta una blusa y una falda cómo le había dicho Gonzalo y calzaba zapatos negros con tacón de aguja, lo que la hacía un poquito más alto que el. En medio de la habitación, la besó con lengua. La miró y vio que tenía los cachetes colorados, le abrió un botón, la volvió a besar, la volvió a mirar, quitó otro botón y siguió así hasta que le quitó la blusa. Luego, besándola quiso quitarle el negro sujetador. La puta presilla no se daba abierto. Al final fue Charlie quien lo quitó sonriendo, con la cabeza gacha, sin decir palabra y con una sola mano. La volvió a besar, cogió las tetas de abajo a arriba con sus manoplas, unas tetas grandes, redondas y duras, con areolas marrones y grandes pezones y las amasó, después su lengua jugo con los pezones, los lamió y los mordió suavemente, lamió sus areolas y luego mamó sus tetas, volvió a jugar con los pezones. Charlie comenzó a gemir.

Poco después le volvió a comer la boca, después le bajó la falda. Se agacho y se encontró con unas bragas negras tan pequeñas que junto al coño todo era humedad, pero no estaban solas, las medias estaban sujetas con un liguero. Al tun tun lo cogió por la parte de arriba y tiró de él. Se bajó. A medida que le iba bajando las medias le fue besando y lamiendo el interior de sus muslos. Dejó medias y liguero sobre los zapatos y le bajó las bragas. Vio su coño. Estaba rasurado totalmente y su raja era pequeñita. Se lo abrió con dos dedos, vio que lo tenía encharcada de jugos y los lamió, luego apretó su lengua al clítoris, lo lamió transversalmente y a toda pastilla.

Charlie juntó las piernas, le comenzaron a temblar y se desplomó. Acabó con su culo en el piso, sus manos en el coño y mirando hacia un imaginario cielo que no podía ver porque sus pupilas se habían perdido bajo sus párpados y diciendo:

-¡¡Bru, u, u, u... toooo!!

Cuando acabó de correrse, quiso levantarse, y no pudo, las piernas le fallaban. Gonzalo la cogió en brazos, la echó sobre la cama y se desnudó. Cuando Charlie le vio la polla se persignó, y dijo:

-¡Dios me coja confesada!

Gonzalo le quitó las medias, el liguero y las bragas y le dejó los zapatos puestos. Después subió encima de Charlie. Le puso la polla en la entrada del coño, empujó y no había manera, no entraba.

Charlie, le dijo:

-Déjame a mí.

Cogió la tralla y la frotó en su coño, coño que estaba empapado... En una de estas, se metió la punta dentro del coño, y le dijo:

-¡Empuja con fuerza!

Gonzalo le dio un trallazo y la cabeza entró en el coño. Charlie, con los ojos llorosos, chilló:

-¡¡Ayyyy!!

Gonzalo no pudo aguantar. La besó dulcemente y comenzó a correrse dentro de ella. Charlie mirando su cara de placer, le preguntó:

-¿Quieres dejarme preñada, amor?

-Si, te quiero para mí y para siempre.

Charlie le agarró el culo, lo apretó contra ella y metió la polla hasta el fondo.

Cuando Gonzalo se acabó de correr, Charlie, estaba apretando los dientes y de sus ojos caían unos lagrimones. Se la quitó despacito, se metió entre sus piernas y le comió el coño cómo su madre le había enseñado, trabajando labios y vagina sin olvidarse de lamer y chupar el clítoris.

Pasado un tiempo, cuando Charlie sintió que se iba a correr, le dijo:

-Vuelve a meterla en mi coño.

Gonzalo se la volvió a meter, aún le molestaba, pero no era aquella cosa que la hizo llorar. Cuando la tenía toda dentro, agarró a Gonzalo, le dio la vuelta y poniendo las manos sobre su pecho lo folló con mucho cuidado. Gonzalo le agarró las tetas, y le dijo:

-Te quiero, Carmen.

-Y yo a ti, Gordi.

Al rato, Gonzalo, se volvió a correr dentro de ella, Charlie le puso una teta en la boca, y le dijo:

-Vas a ser un buen padre.

Al terminar de correrse la polla se le puso blanda, pero cómo se deslizaba por el coño con suavidad, a Charlie le encantó. Comenzó a follarlo moviendo el culo hacia delante y hacia atrás cada vez más aprisa... Cuando la tralla se puso dura de nuevo ya le producía solo placer. Charlie sintió cómo una corriente le subía de los pies a la cabeza y le dijo:

-¡¡Me voy a correr, Gordi!!

Dicho y hecho. Charlie echándose hacia atrás y, temblado, se corrió salvajemente.

Al acabar quedó con la cabeza colgando hacia atrás. Gonzalo se asustó. Pensó que le pasara algo. La cogió por la cintura, se incorporó, le cogió la cabeza, Charlie abrió los ojos, sonrió y le dijo:

-Te quiero, Gordi.

Gonzalo la echó sobre la cama, volvió a meter la cabeza entre sus piernas, hizo que flexionara las rodillas y que abriera las piernas. Metió todo el coño en la boca y después lo lamió. Charlie, le dijo:

-Dame a probar, Gonzalo.

Gonzalo con la lengua y los labios pringados de jugos y de leche besó a Charlie. La chavala se puso perra, perra, perra.

-¡Métemela otra vez!

Gonzalo se la metió. La folló haciendo palanca. Charlie, minutos después, comiéndole la boca y clavando las uñas en su culo, se volvió a correr, diciendo:

-¡Sabía que eras mi hombre! ¡¡¡Aaaaah...!

Siete meses más tarde a Charlie la habían echado los padres de casa y estaba viviendo con Gonzalo y con su madre. Ya tenía un barrigón. No estaban casados porque ella no quería, pero todo se andaría.

Quique.

(9,60)