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Por fin con mi hermana Luisa
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Hoy quiero compartir esta historia, pasó hace varios años, pero fue tan placentera que hoy la siento como presente.

Tenía por esa época 36 años, vivía en Medellín en un barrio llamado Laureles cerca de la zona turística la llaman la 70.

Cuando era pequeño, más o menos a los 10 años mi madre murió y mi padre se volvió a casar con una mujer que tenía una hija de mi misma edad. Durante esa niñez vivimos como buenos hermanos, fuimos educados con tranquilidad y tanto ella como yo éramos muy solidarios, no recuerdo a la fecha que haya tenido ninguna discusión.

Crecimos, ella una morena delgada con muy buen cuerpo más o menos de 1,70 de altura, unos pechos redondeados y una gran cadera como buena antioqueña. Yo 1,75 con contextura normal y con un pene normal de unos 18 cm.

Cuando nos graduamos de U. fue el primer momento que vi a mi hermana Luisa de forma diferente, recuerdo que tenía un novio que hoy es su esposo, muy caliente y siempre que la visitaba el tipo siempre en la sala la besaba sin control. Uno de eso días desde mi pieza sentí que ella se quejaba y con cuidado me acerqué a observar sin que ellos se dieran cuenta.

Vaya sorpresa, Jorge sentado en el sillón y ella sentada sobre él y de espaldas se la clavaba a lo loco. Ella subía y bajaba, yo podía observar sus pechos, su vagina jugosa que humedecía la verga de Jorge. En ritmo delicado, mi hermanastra se movía como una bailarina y se quejaba, él le agarraba sus senos, se los apretaba. Ella mordía sus labios desesperada, pero con una pasión desbordada. Yo veía como las manos de él acariciaban su clítoris aceleradamente.

Fue tanta mi excitación que intenté ubicarme en mejor posición para ver ese gran espectáculo, con tan mala suerte que Luisa me vio, fue tanto el susto que ella intentó parar, pero su novio sin darse cuenta la cogió de los brazos, no la dejó salir, la tenía atrapada con su verga y con sus manos, ella con el placer de esos empujones en su vagina continuó y empezó a mirarme con una gran sonrisa de perra en celo. Me miraba y se movía con más ganas, era desorbitante.

Yo intencionalmente, saqué mi verga y empecé a masturbarme aprovechando que él no me veía pues ella con su cuerpo me tapaba, me paré erguido y frente a frente nos miramos, ella, con esa verga a punto de explotar, gritando más duro de placer, no solo por lo que él le hacía, sino de verme haciéndole honor a su sexo, todos aceleramos como si estuviéramos sincronizados, ella ya brincaba sobre la verga de Jorge, él la empujaba hacia arriba y la hacía gravitar por momentos, ella empezó a retorcerse sacando su primer orgasmo, temblaba de placer, pero siguió moviéndose como loca y saco uno más, gritaba más duro y empezó a mirarme como diciéndome que quería ver mi leche, aceleré de placer y a la vez veía como Jorge también se acercaba a su orgasmo, los dos al mismo tiempo soltamos nuestra leche, mi verga roja venosa lanzó un largo chorro que llegó a la mitad de la sala y Jorge ya gemía con león de placer.

Nos fuimos calmando, el sudor corría por los senos de Luisa, gotas caían por sus pezones, sonreíamos, fue una locura, y para mayor placer, ella se movió un poco permitiendo que el semen saliera de su vagina y las gotas de semen bajaran lentamente por la verga todavía hinchada y con espasmos, bajando hasta sus testículos.

Ella me mató el ojo, sonrió y se levantó, se puso frente a él, y nuevamente se lo clavó, ya veía su trasero lleno de sudor. Gotas de sudor caían en su trasero, noté que él se puso a mamar sus senos y ella acomodándose me obsequió el espectáculo de su agujero negro, ya se movía lentamente, y pude observar con lo fruncía como queriéndome decir que quería una doble penetración, ese hoyito negro y arrugadito me llamaba.

Pero no me atreví. Me devolvía mi cuarto y silenciosamente entré al baño, me metí a la ducha, sequé mi sudor y vi como mi verga también tenía pequeños espasmos y descansé.

Al otro día intenté hablar del tema con Luisa, pero me rehuía, mil y una veces quise abordarla, pero no se dio y más aún, el tipo este, cada día estaba más cerca de ella. Los días y meses pasaron, los meses pasaron. Ella se casó y se fue a vivir a Bogotá. Yo igual me casé y como les dije vivo en Medellín.

Pero la historia no acaba, ya cuando teníamos 36 años y con gran sorpresa Luisa me llamó y me dijo que venía a Medellín a hacer un curso en la Eafit, y que, si podía hospedarla, que venía sola y que sus dos hijos se quedarían con Jorge. Se me vino como un estallido aquel día y con voz temblorosa le dije si, que claro, que ella era mi amada hermana.

Le conté a mi esposa, y ella que también la estimaba estaba gustosa. Susana mi esposa organizó un pequeño cuarto que teníamos, que no poseía baño, pero lo arregló con mucho aprecio.

Luisa llegó la recogimos en el aeropuerto y en el camino le dijo a Susana que se sentía mal por importunar y que eran 20 días, pero que la última semana Jorge vendría por ella y pasarían los últimos días en un hotel ya que la madre de él había quedado de cuidarle los niños esa semana.

Así las cosas, llegamos al apartamento, le mostramos el cuarto, ella se encerró y empezó a instalarse, se demoró un buen rato y salió con unos pequeños pantalones de seda blancos de dormir y con una blusita de la misma tela con los hombros descubiertos. No traía brasier y se insinuaban sus pezones y los pantaloncitos apretaban su vagina que se veía forradita y abultada.

-Uy cuñada te ha asentado Bogotá estas más troza, te ves muy bien, tu marido debe gozar mucho.

Las dos sonrieron.

-Ay me disculpan voy a provechar el calorcito ya que en Bogotá el frio es muy duro y vestir así es difícil, aquí el clima me encanta. Además me quedaré toda la tarde descansando.

-Perfecto cuñada entonces hagamos pijamada desde tempano, mandamos a pedir una pizza y nos desatrazamos.

Susana corrió al cuarto y fue a cambiarse. Regreso rápido con un negligé trasparente, el encaje tapaba sus senos que eran grandes y con pezón grande que se insinuaban un poco y se observaban en sus bordes, traía una pequeña tanga blanca que también se tapaba que los encajes del pequeño negligé. Muy atrevida, pero mi mujer era muy liberal para estas ocasiones, máximo si era mi hermana la que llegaba. Traía en sus manos un pantalón corto de pijama, y lanzándomelo me dijo “cámbiate y pasemos un buen día en casa, espero que no tengas escusas para salir hoy”.

Me levanté para ir al cuarto a cambiarme, pero Luisa me detuvo y dijo:

-Uy hermanito no necesitas irte a cambiar al cuarto, que no te conociera, recuerda que hasta nos bañábamos juntos desnudos cuando éramos niños (cosa que no era cierto).

Esto me puso a mil, y me cambié rápidamente delante de ellas sin hacer repulsa, lo hice rápido pues ya mi verga empezaba a ponerse tiesa.

Ese mensaje me había dejado volando toda la tarde, planeé mil formas de cogerme a mi hermana, planeé mil estrategias y más aún insinué momentos con ella sola, pero mi esposa siempre decía que ella participaría en las salidas.

Hablamos mucho, llegó la pizza, se planeó la comida también a domicilio y Susana -ya llegando la noche- planteó que tomáramos unos tragos y abrió una botella de Aguardiente antioqueño, para celebrar la llegada de Luisa.

Reímos y para mi sorpresa Luisa puso unos boleritos salsa y le dijo a Susana que bailaran. Eso fue alucinante ver a mi hermanastra al lado de mi esposa vestidas así, lo hacían natural, pues es muy común que a falta de parejas en mi ciudad las mujeres bailen juntas.

Se movían, meneaban sus caderas, daban vueltas, reían y entre vuelta y vuelta tanto a Luisa como a Susana se les corrió y cayeron a mitad de la cintura sus camisones. Pasaron cinco largos segundos ante que ellas se percataran, fue bellísimo, fue un tiempo suficiente, mi cerebro lo vio en cámara lenta, sus redondos senos grandes por la edad, pezones hermosos, ya un poco caídos que brincaban al ritmo de la música. Aluciné, pensé brincar y cogérmelas a las dos, chupármelas, morderlas, pero se percataron y se las volvieron a subir riéndose como si aquí no hubiera pasado nada.

El trago nos fue calentando a los tres y Susana se me acercó y al oído me dijo:

-Quiero estar con Luisa, está riquísima.

Susana y yo ya habíamos ido al swinger del estadio, ese que queda en un segundo piso y había sido un rato muy agradable, allí mi mujer se había desinhibido y había estado con otras chicas (pero esa es otra historia).

Aceptando de inmediato me levanté y le dije a Luisa que bailáramos, ella accedió y la acerqué a mi cuerpo, sentí sus senos, sus pezones, ya se notaban más, estaba excitada y le murmuré al oído.

-¿Te acuerdas de ese día cuando te vi con Jorge? No lo olvido y me he masturbado mil veces pensado en ese día, que rico culminarlo hoy.

Me respondió al oído:

-Siempre y cuando Susana participe.

Y se apartó mirándome con placer y dándome una rica sonrisa.

Me aparté y me dirigí a mi esposa, ella me esperaba con expectativa. Estiré mi brazo la levanté y nos pusimos los tres a bailar.

No hubo mucho que hablar el lenguaje del cuerpo lo decía todo.

Ellas dos de frente se besaban sus cuellos, yo detrás de Susana le quitaba su negligé y luego sus tangas.

Luego me puse detrás de Luisa e hice lo mismo, primero su pequeña blusa y luego sus cacheteros.

Ya se juntaban, yo detrás de Luisa apretaba sus pezones y la besaba en el cuello, los gemidos de las dos empezaban aumentar.

Me quite mi pijama y mi verga brincó. Volví donde Susana y sobé con mi verga su trasero, ella lo empinó y yo agachándome un poco la deslicé entre sus piernas y en ese momento sentí la mano de Luisa que lo sobaba y se fue arrodillando, al punto que entre las piernas de mi esposa me lo empezó a mamar y a la vez le daba de lengua a mi mujer. Yo le acariciaba sus senos y sentía la boca de Luisa que cogía la cabeza de mi verga con sus dientes suavemente.

Mi mujer tiró la cabeza hacia atrás y me dijo:

-…atiende a tu hermanita, quiero hacer lo mismo…

Me retiré y levanté a Luisa, metí mi verga entre sus piernas, mientras mi esposa se arrodillaba a darle lengua en su vagina a Luisa, y sentí la boca de mi esposa chupándome.

Estuvimos un rato en esa posición, mi esposa gozaba y murmuraba de como sabia de rica Luisa, se escuchaba como la chupaba y se saboreaba.

Cámbianos de posición, Luisa se acostó de espaldas y Susana la siguió, se arrodilló entre sus piernas y siguió lamiendo su vagina. Se quejaban, yo me acerqué y arrodillado a la orilla del sofá le di a mamar de mi verga.

-No sabes cuánto soñé con tenerlo en mi boca, desde aquel día, de estar contigo a solas.

Mi esposa levanto al cabeza.

-Luego me cuentan con detalle, quiero saber de esa historia…

Y volvió a meter su cabeza entre las piernas de Luisa. El culo de mi esposa se veía levantado, era un espectáculo por todos los lados.

Mi esposa se levantó y puso su vagina en la cara de Luisa, yo la reemplacé, fui a probar el tesoro que tanto soñé.

Su concha gordita, estaba rasurada, su clítoris rosado y anchado, sus labios vaginales morenos. Lo recordaba, pero ese olor era lo nuevo, olía delicioso, estaba húmeda de la saliva de mi esposa y de sus propios jugos, la chupé con fervor, metí mi lengua, busqué lentamente su clítoris y cuando los encontré los chupé suavemente, Luisa gimió de placer…

-Si así, mas, chúpame, mete tu lengua…

Pero mi esposa la callaba con vagina.

Susana volteó y dijo:

-Méteselo, complace a tu hermanita, complace a nuestro huésped hasta gemir, quiero sentir sus gritos en mi vagina.

Me levanté y puse mi verga en la entrada de la cosita, había envidiado a Jorge por haber poseído esa vagina, con la cabeza le sobé lentamente sus labios y el clítoris, y lentamente para gozar ese momento lo metí lentamente, quise que mi verga sintiera el roce de su labios, de su orificio, y empecé a bombear despacio y aumentando el ritmo cada vez con un golpe final como invistiéndola. Cada embestida la hacía gritar chillaba, y seguía murmurando…

-Así, más…

Mi mujer se bajó, se volteó e hizo un rico 69, mientras yo la penetraba, ella metió su lengua y de vez en cuando me chupaba mi verga.

Finalmente nos fuimos para nuestra pieza y allí me acosté, mientras mi mujer se posesionaba de mi verga y se la metía, Luisa ponía su vagina en mi cara. Las dos se besaban y tocaban sus senos frenéticamente.

Luisa se bajó y mi esposa me abrazó, levantando su trasero, sentí como mi hermanastra me acariciaba mis huevos y me los chupaba.

-Luisa -dijo mi esposa- chúpame el culo, quiero sentir tu lengua allí… si, así, delicioso, lo mejor…

Nos levantamos y Luisa y yo nos fuimos a chuparle la cosita a mi esposa, a meterle los dedos, a sobarle como locos su clítoris. Ella se retorcía, de pasión, por momentos nos besábamos y nos pasábamos los fluidos de mi esposa.

Susana empezó en loco frenesí llegaba ya su orgasmo, levantó su cintura, se movía, nos cogía la cabeza, fue sublime.

Lentamente y con pequeños espasmos y temblores se fue calmando.

Se levantó y fuimos a satisfacer a mi querida hermanastra, hicieron un rico 69 donde mi esposa estaba abajo, yo se lo metí en cuatro y mi mujer le chupaba su clítoris, esa fue la posición que más le gustaba.

Yo veía su espalda, lisa, me movía lentamente, y veía su rico ano, un hoyito arrugado, aquel que me llamaba aquella vez, me eché saliva en los dedos y lentamente le metí un dedo y lo moví al mismo rimo que le metía mi verga en su vagina, yo sentía como ella me succionaba con su culo, era experta.

Seguí metiéndoselo y empezó su orgasmo, mi dedo en su culo, mi verga en su vagina, mi esposa chupándole su clítoris, y ella chupándole a Susana su concha, gritaba de placer, por momentos se ahogaba, se templó y empezó a mover sus nalgas hacia atrás y hacia adelante, al ritmo de mis envestidas.

Gritó y como aquella vez ya se notaba su sudor, su cuerpo hervía, caían gotas de agua que surgían de su espalda, y en un aullido final como una loba en celo cayó casi desmayada sobre mi esposa, la cual dijo:

-No pares, despacio, que sienta el placer…

Ella lentamente le chupaba su vagina con cariño, y suavemente…

Yo me acosté y las dos ya con más energía se acercaron a mi verga y empezaron a mamármelo, lamerlo, succionar mis huevos. Luisa lo cogió y empezó a hacerme una rica paja, a lo que Susana la acompañó, eran cuatro manos haciéndome una paja, no tuvieron que hacer mucho esfuerzo, puesto como un volcán exploté y los chorros cayeron por todos los lados y las dos pasaron sus lenguas, chupándose mi leche lentamente, como un gran premio …

Nos dormimos agotados de esta faena.

Dormimos en esa cama durante los días que faltaban del viaje de Luisa, y pocos días antes de que llegara Jorge…

-Muchachos que tal que cuando llegue Jorge él se queda aquí con nosotros, él no sabe de esto, pero quiero que participe, quiero que lo preparemos entre los tres… tengo una fantasía, hacerlo de nuevo como aquel día y que hagamos un rico cuarteto, quiero que me penetren entre los dos, mientras Susy y yo nos besamos…

Pero eso es otra historia.

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