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¡Preña a mamá, hijo, preña a mamá!

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Ricardo y Caridad.

Ricardo y Caridad subían las escaleras que llevaban al piso de arriba del chalet. Caridad, una joven morena, alta, guapa, de pelo corto y rizado y muy bronceada por el sol, tan bronceada que parecía mulata y que vestía una minifalda con la que le iba enseñando a Ricardo sus largas piernas y sus bragas blancas, al llegar al descanso de las escaleras sintió la mano de su acompañante sobre el coño, giró la cabeza, sonrió y le dijo:

-Este no era el trato. ¿Es que no puedes esperar?

Ricardo, que era un joven, alto, rubio, de ojos azules y putero cómo él solo, le respondió:

-Estás demasiado buena para esperar.

Ricardo subió los dos escalones que los separaban y al estar al lado de Caridad la empujó contra la pared, le echó la mano al coño y le comió la boca. Caridad le echó la mano a él a la polla. Al dejar de besarse se puso en cuclillas, le bajó la cremallera del pantalón y sacó su polla flácida. La metió en la boca y en nada se la puso dura... Después de cantidad de meneos y de cantidad de mamadas, meneándola, miró para arriba y le dijo:

-Avisa cuando te vayas a correr.

-¿No te gusta tragar la leche?

-Porque me gusta tragarla es por lo que quiero que me avises. No quiero que se pierda ni una gota.

Poco después Ricardo se corría en la boca de Caridad y tal y como le había dicho no dejó que se perdiera ni una gota.

Al acabar la mamada se fueron a follar a la habitación de la madre de Ricardo. Caridad parecía tener prisa, ya que de la puerta a la cama fue dejando tras ella sus zapatos y su ropa. Al llegar a la cama se tiró a ella de un salto, luego le dijo a Ricardo:

-A ver que sabes hacer, rubito.

-¿Qué sé hacer? Ahora lo verás, negra.

Ricardo, desnudándose, miró para las tetas y el coño de Caridad. Las tetas medianas tenían pequeñas areolas oscuras y pezones grandes. Su coño estaba rodeado por una importante mata de vello negro y rizado y en ella brillaba algunos de los jugos que su coño había echado mientras mamaba la polla, polla que en ese momento apuntaba al frente.

Se arrodilló entre sus piernas, le echó las manos a las duras tetas, le agarró los pezones y tiró hasta que Caridad se incorporó. Al tener su boca junta a la suya le metió un morreo del que salió perdiendo, pues ella besaba mejor que él. Luego le comió las tetas. Su lengua tumbaba los pezones, los chupaba, luego hacía círculos sobre sus areolas para a continuación mamarle las tetas... Se las trabajó bien trabajadas. Después empujó por ella, Caridad, boca arriba, le dijo:

-Quiero follarte yo.

-¿Quieres montarme?

-No.

Caridad le cogió la polla con su mano derecha, puso el frenillo encima del glande de su clítoris erecto y moviendo su pelvis hacia arriba y hacia abajo, comenzó a masturbarse frotándolo contra el frenillo y la corona, al tiempo que le decía:

-Méteme mano en las tetas

Ricardo le magreó las tetas. Al ratito. Caridad puso la cabeza de la polla en la entrada de la vagina y le dijo:

-Mete.

Ricardo, magreando sus tetas, empujó y le metió el glande. Solo pudo meter el glande porque la mano cerrada de Caridad hizo tope y no dejó que entrara más. La volvió a sacar y siguió frotando su glande contra el frenillo y la corona. Así estuvo hasta que sintió que se corría sin remedio, en ese momento puso la polla en la entrada de la vagina, Ricardo, que también estaba a punto, empujó, y se la metió hasta las trancas. Caridad exclamó:

-Me corro!

Se corrieron juntos, ella entre convulsiones y a él temblando cómo un adolescente en su primera corrida.

Al terminar le dijo Ricardo:

-Así nunca me lo habían hecho.

-Es que yo soy única.

-A ver si te hicieron esto a ti.

Sacó la polla, metió la cabeza entre sus piernas y comenzó a lamerle el coño, Caridad le dijo:

-¡Joder que guarro eres!

Ricardo le echó las manos al culo, la levantó y con los labios mojados con su leche y los jugos de la corrida le preguntó:

-¿Sigo?

Caridad le contestó echándole las manos a la cabeza y llevándole la boca a su coño. La lengua de Ricardo hizo maravilla es su coño y en su ojete hasta que Caridad le clavó las uñas en la espalda y dijo:

-¡Me corro!

Rebeca y el gigoló.

Rebeca, una viuda en la cuarentena, morena, de estatura mediana y voluptuosa, estaba en la cama de un hotel con las manos esposadas a la espalda. Un gigoló treintañero, muy guapo, moreno, de complexión fuerte, lamiéndole el coño, le decía:

-La corrida que me acabas de dar en la boca ha sido la más rica que he tragado.

-Eso se lo dirás a todas.

No le respondió, sacó la polla y se la puso en los labios, Rebeca abrió la boca y se la mamó. El gigoló le preguntó:

-¿Quieres volver a correrte con otro anal o quieres correrte ya con el vaginal final?

-Si hay tiempo, fóllame el culo otra vez.

No quedaba tiempo para correrse primero con un anal y después con un vaginal. El gigoló se puso un condón, le echó lubricante, la puso a cuatro patas y luego le lamió el ojete, al tiempo que con las manos pringadas de lubricante le magrea las tetas. Al rato le metió la punta de la polla dentro del culo y le dijo:

-Empuja.

Rebeca no solo empujó, empujó, la metió, la sacó, la volvió a meter, la volvió a sacar... Se folló el culo, cuanto quiso, bueno, cuanto quiso, no, ya que cuando se iba a correr, el gigoló le quitó la polla del culo, sacó el condón, se la clavó en el coño y le dio a mazo. Rebeca, comenzando a correrse, le dijo:

-¡Préñame, préñame!

El gigoló le llenó el coño de leche pensando que lo de preñarla lo había dicho para excitarlo, pero la realidad era que Rebeca llevaba años queriendo tener otro hijo, concretamente una niña, pero con ninguno de los que había follado consiguiera quedar preñada.

La discusión.

Cuando Rebeca llegó a la sala de su chalet sintió gemidos en el piso de arriba. Fue a mirar que se cocía. Abrió la puerta de su habitación y vio a su hijo desnudo sobre la cama, comiéndole el coño a una joven. No quiso interrumpir. Sabía lo que significaría para la pareja la interrupción. Se dio la vuelta y fue a la cocina a hacerse un sándwich. Untando mantequilla en una rebanada de pan, pensó en cómo su hijo se había hecho un hombre... Reflexionó sobre cantidad de cosas, entre ellas el por qué estaría follando en su cama.

Después de haber oído a Caridad anunciando su orgasmo y de darle tiempo a su hijo a que también se corriera, volvió a su habitación. Los encontró de espaldas junto a la ventana, le decía su hijo a Caridad:

-Te voy a follar mientras ves pasar la gente. El morbo que sentí yo al follar en la cama de mi madre lo vas a sentir tú al estar expuesta a que te vean.

Rebeca vio la leche de la corrida de su hijo encima de la colcha de su cama y le dijo:

-Así que era por eso que follaste en mi cama, por el morbo.

Se dieron la vuelta y la mujer vio la polla empalmada de su hijo, las tetas medianas y el coño de la joven. Caridad no tardó ni dos segundos en tapar con un brazo y con sus manos, las tetas y el coño. Ricardo solo acertó a decir:

-¡Mamá!

-Ni mamá ni leches. ¿Dónde has encontrado a esta putita?

-Vino a buscar el puesto de sirvienta.

-Y tú le has dicho que si follaba contigo el puesto era suyo. ¿Me equivoco?

Ricardo bajó la cabeza y le respondió:

-No, mama, no te equivocas.

Abrió el cajón de una cómoda y le dijo a la joven:

-El puesto que oferté no es para ti, pero la cama me la vas a cambiar. Coge una colcha y unas sábanas y déjala cómo estaba.

Caridad parecía avergonzada. Cogió la ropa en el cajón, la puso encima de una silla y luego quitó la ropa de la cama. Después comenzó a hacerla, para esto tenía que inclinarse y al hacerlo mostraba su coño debajo de un culo redondo y prieto. Rebeca le dijo a su hijo:

-Hay que reconocer que la muchacha no está mal, pero no deja de ser una putita.

Caridad dejó de hacer la cama, se dio la vuelta y le dijo:

-Mira, vieja, tu hijo...

La cortó al instante.

-¡A mí no me llama nadie vieja! ¡¡Y no me tutees!!

Sin acabar de hacer la cama, la joven cogió el vestido que había dejado en el piso y le dijo:

-No trabajo para ti...

Rebeca estaba furiosa.

-¡Acaba de hacer la cama!

-Hazla tú.

Ricardo no se metía en la discusión. Le habían cortado el rollo y ya tenía la polla colgando. Lo que hizo fue ponerse él a hacer la cama, pues en un campamento de verano le habían aprendido a hacerla.

Caridad, luego de ponerse el vestido, cogió los zapatos y salió de la habitación. Rebeca le dijo a su hijo:

-Esto es lo que pasa cuando dejas entrar en casa a una desconocida.

-Yo me lo pasé muy bien.

-De eso no me cabe duda. Acaba de hacer la cama que tenemos que hablar.

La charla.

Ricardo acabó de hacer la cama, se vistió y fue hasta la sala, donde lo esperaba su madre sentada en un sofá.

-Siéntate, hijo -se sentó en otro sofá. ¿Qué es eso del morbo de hacerlo en mi cama?

-No lo decía en serio, era para que Caridad se dejara follarla con la idea de que nos viera alguien.

-¿Así se llama la morena? ¿Tú te piensas que me chupo el dedo? Tu habitación también da a la calle.

Ricardo comenzó a confesarse.

-Es que a veces..., mejor no lo digo.

-¡¿A veces, qué?!

-Si te lo digo, te vas a enfadar.

-Enfadar me voy a enfadar si no me lo dices. ¿A veces, qué?

-A veces imagino las cosas que haces tú sola en la cama y me pongo malo. Por eso hacerlo en ella tuvo mucho morbo.

Rebeca sabía de sobras lo que su hijo creía que hacía en su cama, pero quiso oírlo de sus labios.

-¿Y qué cosas crees que hago yo sola en mi cama?

-No me haga decir eso, mamá.

Tuvo que decirlo ella.

-¿Piensas que me masturbo?

-Tú lo has dicho.

También creía saber la respuesta, pero le preguntó:

-¿Y se puede saber que haces imaginando que me estoy masturbando?

Rebeca sonrió y Ricardo se confió.

-Imagino que te retiro los dedos y que te la como, que tú...

La sonrisa de Rebeca desapareció y en su lugar apareció una cara tan seria que metía miedo.

-¡¿Eres consciente de lo que me acabas de decir?!

-Sí.

-¡He criado a un monstruo! ¡¡Quítateme de delante!!

Ricardo se fue para su habitación. Llamaron a la puerta y cómo no tenían muchacha, Rebeca, fue a abrir. En la puerta estaba Caridad.

-¡¿Tú otra vez?!

-Sí, se me cayó un pendiente.

Le miró para la oreja y vio que llevaba un pendiente de plástico

-¡¿Y vuelves por un pendiente que no vale un euro?!

-Sí, tú tendrás muchos y buenos, pero yo solo tengo estos.

Se apartó de la puerta y la dejó entrar. Yendo detrás de ella y mirándole para el culo, le preguntó:

-¿Tan mal te va la vida?

-Sí, me va muy mal.

-Vamos a la sala. A ver que sabes hacer...

-¿Y mi pendiente?

-Tiempo tendrás para buscarlo.

La voz de Caridad expresaba alegría cuando le preguntó:

-¡¿Me va a dar el trabajo, señora?!

-Ya veremos que sabes hacer.

Caridad le dio un beso en la mejilla, luego se disculpó.

-Perdone, fue la excitación de saber que puedo tener un trabajo.

-No pasa nada, fue solo un beso en la mejilla.

Caridad tanteó el terreno.

-¿Y si hubiera sido en los labios?

Le respondió con otra pregunta.

-¿También te gustan las mujeres, Caridad?

-En la cama no hay ternura cómo la de una mujer.

-Tus apetencias sexuales me son indiferentes, lo importante es que seas eficiente. ¡Ah!, y de mi hijo, olvídate.

-Olvidado, tiene mi palabra.

-¿Cuándo puedes empezar?

-Ahora mismo.

-Ven que te voy a enseñar tu cuarto.

Rebeca se desmadra

Esa noche Rebeca estaba echada sobre la cama, a oscuras y solo con las bragas puestas. Su mano izquierda magreó su teta izquierda y después la derecha. Su mano derecha se metió dentro de sus bragas, metió el dedo medio dentro de su vagina y pensó que su difunto marido le estaba comiendo el coño. Al dedo lo acompañó otro. En su pensamiento era ahora Caridad la que le comía el coño, después a los dos dedos los acompañó otro y ya era su hijo quien le comía el coño. Se quitó las bragas, flexionó las rodillas y se abrió de piernas. Sintió que alguien se metía en la cama y luego sintió una lengua lamer su coño. Supo que era Caridad por la colonia barata que usaba, encendió la luz, vio que estaba desnuda y le preguntó:

-¡¿Cómo te has atrevido a violentar mi intimidad?!

-La deseó, señora, deseó comerle el coño y que me lo coma. Tuve esa fantasía nada más verla.

Rebeca bajó su tono de voz al decir:

-También yo tengo fantasías, pero...

Le volvió a lamer el coño. Rebeca estaba demasiado cachonda como para no aprovechase de la situación. Apagó la luz y le dijo:

-Voy a dejar que tu fantasía se haga realidad, pero después de esta noche no te vuelvas a acercar a mí.

Rebeca cerró los ojos y se abandonó al placer. La lengua de Caridad entró y salió de su vagina, al tiempo que sus manos pequeñas y suaves acariciaban las grandes tetas con areolas marrones y gordos pezones. Luego la lengua lamió sus labios vaginales, para acto seguido lamer suavemente el glande del clítoris, bajar lamiendo ambos labios, entrar salir de la vagina y bajar hasta el periné. Rebeca levantó el culo y la punta de la lengua, entró y salió de su ojete varias veces... Luego hizo el recorrido hacia arriba, lamiendo periné, entrando y saliendo de su coño..., pero después, al llegar al clítoris, ya no le lamió el glande con la punta de la lengua, sino que lo envolvió con ella y lo chupó. A Rebeca se le empezaron a calentar las plantas de los pies y un hormigueó subió por sus piernas. Dentro de su coño hubo una explosión y la invadió una inmensa sensación de placer, o sea, se corrió cómo una perra.

Al acabar de correrse, Caridad, le lamió los jugos del coño y le dijo:

-Gracias por la corrida que me ha dado, señora.

Rebeca sintió cómo Caridad dejaba la cama y le dijo:

-Acaba de cumplir tu fantasía.

Caridad fue a saco. Le puso el coño en la boca y le dijo:

-Mi coño es todo suyo, señora.

Rebeca se encontró con un coño encharcado y con vida propia, ya que Caridad no paraba de mover el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás para frotarlo contra la lengua. Rebeca le echó las manos a las tetas justo en el momento que su coño era lamido de nuevo. Encendió la luz y vio a su hijo desnudo y empalmado.

-¡Hijo!

Ricardo le dijo:

-Yo también quiero mi fantasía.

-¡Esto es de locos!

-Será, pero como no cumplas mi fantasía le cuento a tus amigas lo de los gigolós y lo de Caridad.

Rebeca se dio por vencida. Su hijo sabía demasiado.

-¡Chantajista!

-Calla, come, y deja comer.

Rebeca comió y al rato Caridad se corrió. Al hacerlo le cogió la cara a su jefa con las dos manos, le llevó la boca al coño y se la llenó de jugos.

-Toda para usted, señora, toda para usted.

Al acabar, Caridad, se echó al lado de su jefa y la besó con lengua. Ricardo la cogió por la cintura, tiró hacia arriba y se la clavó en el coño de un trallazo. Rebeca exclamó:

-¡Qué cabrón eres!

-Di que te gusta.

-¡Jamás!

Poco más tarde se corrió cómo una golfa y exclamó:

-¡Me corro, hijo, me corro!

Caridad le calló la boca con un beso con lengua, pero le pesó hacerlo, ya que se la chupó con tanta fuerza que casi se la destroza.

Al acabar, Rebeca le dijo a Caridad.

-¡Estás despedida!

-No sobreactúes.

-Para eso tenía que estar actuando, zorra.

- Representas muy mal tu papel

-¡¿Qué papel, cabrona?!

Caridad pensaba que Rebeca estaba de acuerdo con lo que le habían hecho y con lo que le iban a hacer, por eso le dijo:

-Lo sabes bien, la de madre ofendida.

-¡¿A ti se te fue la olla o que coño te pasa?!

-Se ve que no aceptas bien las críticas

-No me digas.

-Si te digo... Estás representando el papel de madre ofendida, pero no eres tan buena actriz cómo yo y la has cagado.

-¿A sí?

-Si, haciendo que quieres quitarte a tu hijo de encima, casi no lo empujas y estás moviendo la pelvis para que la polla se mueva dentro de tu coño. Una madre ofendida no haría eso.

-¡Vete a la mierda!

Caridad le cogió, las muñecas con sus manos y se las llevó detrás de la cabeza. Ricardo le dijo:

-Voy a hacer realidad tu sueño, mamá.

-¿De qué estás hablando?

-Sé que hace años que andas buscando una hija.

Rebeca puso el grito en el cielo.

-¡Ni se te ocurra!

Ricardo le echó las manos a las tetas y se las magreó, al tiempo que empezó a follarla de nuevo. Al rato la sacó y le comió una teta. Caridad le soltó las muñecas y le comió la otra teta. Rebeca puso sus manos detrás de la nuca hasta que Caridad la volvió a besar, en ese momento sus manos salieron de detrás de la nuca y sus brazos le rodearon el cuello. Ricardo la volvió a coger por la cintura. La levantó con una mano, cogió su polla con la otra y se la frotó en el ojete, ojete que estaba mojado con sus fluidos vaginales. Le metió y le sacó la punta unas veinte veces y luego le metió y sacó el glande del coño más de treinta veces. Rebeca gemía sin parar. Le cogía las nalgas a su hijo con las dos manos y tiraba para que le metiera más polla, pero Ricardo no dejaba que entrase. Cuando vio que su madre estaba desesperada, le preguntó:

-¿Quieres que te la meta toda, mamá?

-Sí.

-Si te la meto me voy a correr dentro.

-Corre.

-¿Quieres darme una hermana?

Rebeca ya no podía más.

-¡Clávamela toda de una puta vez!

Se la clavó de una estocada. Con la polla clavada hasta el fondo, Rebeca, se movió debajo de su hijo buscando el orgasmo. Al comenzar a correrse, le dijo:

-¡Preña a mamá, hijo, preña a mamá!

Dicho y hecho, Ricardo se corrió dentro de su madre y la dejó preñada.

Quique.

(8,20)