Lied tenía 28 años cuando conoció a Edén, al verlo quedó intrigada por su seriedad, parecía un hombre con mentalidad mayor a sus años de vida. Siempre cauto, tranquilo e introvertido, pero nunca habían sido algo más que amigos.
Ella media 1.68 m, tenía su tez blanca y una cabellera castaña clara le llegaba hasta su estrecha cintura, que en juego con sus caderas anchas hacían una tremenda combinación, además de tener unas piernas largas, fuertes y un culo que se marcaba apetecible cuando se vestía con jeans ajustados. Sus pechos eran pequeños, pero bien puestos debido a que estaba en sus mejores años. Sus ojos color avellana emitían una mirada tierna, pero en su mente se desataban esos demonios que la hacían sentir una pervertida, le gustaría saber que se sentiría ser sometida, dominada, humillada.
La imaginación de Lied comenzó a trabajar, veía que Edén colocaba unos grilletes alrededor de sus muñecas y tobillos, unidos con gruesas cadenas que le hacían dar pasos cortos para no tropezar. El frío del metal la hacía estremecerse y se empezaba a humedecer… De repente la sobresaltó una voz y recordó que estaba en la entrada de un café. Frente a ella estaba Edén. Él la había citado para hablar de una cosa importante para ellos, o al menos, eso le dijo la semana pasada por teléfono. Cosa que la tuvo intranquila durante varios días.
Después de los saludos de cortesía en donde Edén no perdió oportunidad de posar su mano por su cintura y de acercarse a besar la comisura de los labios de Lied, le dijo –Lied, he estado pensando sobre lo que hemos hablado últimamente. A mi también me atraes y quiero probar de todo contigo, pero quiero confesarte que tengo una inclinación por tomar el control en la cama y hacer cosas que a muchas personas le pueden parecer no morales.
En ese instante los ojos de Lied se iluminaron y sintió un choque eléctrico recorres por su espalda media. Ahora deseaba más que nada en el mundo ser poseída por él, ese hombre que le causaba emociones encontradas. Deseo, respeto, miedo, excitación.
Edén: Parece que lo que te he dicho no te descoloca, al contrario, veo que lo deseas. ¿Entonces te gustaría ser mi sumisa?
Se enrojecieron de inmediato las mejillas de Lied. Quería entregarse en cuerpo y alma, pero su boca seca no emitía ningún sonido, por lo que solo pudo asentir con la cabeza.
Edén no pudo más que sonreír. Con su mano tomo el lado izquierdo del cuello de Lied y con un movimiento firme, pero sin ser violento la atrajo a su rostro, pero justo cuando Lied pensaba que iban a fundir sus labios en un beso lascivo, él desvió su boca y la coloco al lado del oído de Lied. Con una voz susurrante pero profunda le dijo a Lied, hoy te voy a hacer mía, voy a liberar la puta escondida en tu ser, te hare ladrar y aullar de placer, te convertiré en la interpretación del pecado llamado lujuria. Serás mi zorra personal. Por lo pronto quiero que vayas al baño y te quites tus pantaletas, y brasier.
Las pulsaciones de Lied estaban aceleradas, su respiración era agitada, pero su sexo estaba humedecido como nunca antes. Se levanto dirigiéndose a los aseos, entro en un cubículo y comenzó por quitarse la parte superior de su ropa íntima. Pudo ver que sus pezones marrones y con una aureola rosada estaban erectos, sensibles aún al roce de su blusa. Al quitarse sus bragas, sintió que estaban mojadas. Sin duda, ese hombre la había excitado sin siquiera haberla tocado aún.
Al regresar a la mesa en donde estaba su ahora Amo, le dio su ropa. Él se quedó mirándola e hizo un gesto afirmativo, pero le pregunto -¿Por qué me das tus prendas si yo no te he dado esa orden? Sorprendida ella no supo que decir. Pero ambos sabían que ese pequeño acto confirmaba que ella estaba hecha para ser sumisa.
Edén: Voy a pagar la cuenta, alístate que iremos a un lugar con mayor privacidad.
Lied: Está bien Amo, aquí lo espero.
Llegaron a un hotel con luces tenues. Ella estaba expectante. Desde que entraron a la habitación no había dicho una sola palabra, así que solo esperaba. Él comenzó a sacar de una maleta un látigo de nueve colas, collar, correa, grilletes, cadenas, fusta, una pala de madera, una mordaza bola… Lied solo observaba atónita de ese arsenal, el estímulo visual era sublime para ella. Tan solo de mirar esos instrumentos se le erizó la piel y su sexo reaccionó.
Al terminar de acomodar sus pequeños juguetitos, volteo hacia Lied, la observó y se acercó a escasos centímetros de su boca. Deslizó las yemas de sus dedos por la tersa piel de su sumisa. Comenzó por su rostro, bajo hacia su cuello para después seguir la línea de sus clavículas, después pasó lentamente por sus costados hacia su cintura. Lied dio un respingo.
Bajo hasta sus nalgas, las masajeo, las apretó y Lied suspiro. De pronto sintió un fuerte azote, aún con su pantalón sintió el calor y escozor que dejo la palma de su amo. Un leve gemido salió de sus labios. Edén le ordeno que se desnudara sin dejar de mirarlo. Ella obedeció sin el más mínimo retardo. Su mirada la cautivaba, la hacia sentirse pequeña, temeroso y al mismo tiempo protegida. Cuando estaba completamente en cueros el se transformo en el dominante que inundaba toda la habitación.
El collar de sumisión fue colocado alrededor de su cuello, luego colocó la correa. Ponte de rodillas y sígueme, camina en cuatro patas, voy a mostrarte lo sexymente perra que te ves. -le dijo. Ella, trémula de excitación lo hizo. Se vio a si misma frente a un espejo, lo que observo la hizo desear más.
Mientras la paseaba por la habitación a cuatro patas, usaba el látigo de nueve colas para azotar su culo y espalda. Ella gemía, pedía más.
Lied: Amo, por favor, por favor, dame otro azote, por favor, por favor, usameee, cógeme, ya quiero tenerte dentro.
Edén: Aún no perrita, yo decido cuando y como follarte.
Edén se detuvo, se quito las ropas que llevaba, su verga salto erecta, ya con liquido preseminal. En cuanto Lied vio el miembro de su Amo, empezó a salivar, quería probarlo, quería metérselo a la boca, deseaba ahogarse con aquel trozo de carne, no le importaba nada más que complacer a su Amo, quería que le follará la boca descontroladamente.
-Ven y cómeme la verga-. Lied hambrienta, se abalanzó. Lamía desde los testículos hasta la coronilla. Se lo metía hasta el fondo de su garganta.
Lied: Oh por Dios, que rico, gluup, gluup, gluup, follamee la boca Amo, por favor, FOLLAMEEE!!!
Edén le propino una cachetada y vio como su sumisa sonreía.
Lied: Gracias Amo, pegameee, pero follame por favor.
Edén tomo la cabeza de Lied con sus manos y comenzó a follarla por la boca, sin piedad. Solo se escuchaba gluup, gluup, gluup, la asfixiaba por momentos con su miembro y ella solo sentía el lujuria, se sentía la más puta de todas, eso le encantaba.
Edén: Así putaaa, cometela toda, así perrita, que buena zorra eres!!!
Lied: Si Amo soy tu zorra, soy tu objeto, usame!!!
Edén la tomo de los cabellos y la alejo, hizo que se levantara y la aventó a la cama boca arriba, estando ahí la esposo y amarro sus piernas para que no pudiera moverse. Ella estaba perdida, quería que la destrozaran con sexo rudo.
Él, lamió los labios vaginales de Lied, quien intento con sus manos acercarlo más a esa zona, peros sus intentos fueron inútiles, las esposas estaban fuertemente ancladas e impedían el movimiento.
Lied gritaba de placer, ahhh, Amo, por favor!!! Te lo suplico, métemelaaa!!! Haré lo que tú quieras, pero métemela!!!
Le metió su miembro en una estocada.
Ah!!! aaah!!! sii!!! cogeteee a esta putaaa!!! soy una perraaa!!!
Mientras se la cogía con un ritmo frenético, le pellizcaba los pezones y arañaba su espalda, la besaba con lascivia y le escupía la boca
Máaas, maas maas!!! por favor maaas!!!
Gritaba mientras tenía un orgasmo descomunal.
Edén no dejo que se recuperará por completo cuando la desato y la puso en cuatro. Volvió a colocar su pene en la entrada al paraíso y se deslizó como cuchillo en mantequilla. La habitación se lleno del sonido de dos cuerpos chocando frenéticamente. Mientras se la cogía le azotaba las nalgas con la mano derecha y con la izquierda la jalaba del cabello.
Edén: Muévete puta perra, Así, mueve esas nalgas zorraaa
Lied entre gemidos, gritos y jadeos decía – Si Amo, soy tu puta perra, tu mascota- sus piernas temblorosas no aguantaban más y sentía desfallecer, hasta que en un gemido que ambos emitieron al unisonó terminaron en un orgasmo. Ella, solo pudo decir Gracias Amo y quedó dormida en su regazo.
Este es el primer relato de muchos. Agradeceré cualquier sugerencia o crítica constructiva. Pueden contactarme al correo: