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¡Quédate en casa!
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Estado de alerta nacional. Cumplidores que somos en mi familia, nadie se movió de casa.  Mi padre ordenó vía internet que le trajeran a casa la compra. Hizo una compra para veinte días desde una lista que le dio mi madre. Somos siete en casa, papá, mamá, Pili que es gerente de una tienda de moda que tuvo que cerrar, Lucas, las mellizas Aure y Jenny y yo. Papá y mamá tienen su dormitorio con baño. La habitación de Pili es pequeña, pero coqueta y tiene de todo, baño particular como mis padres y televisor. En quince días solo la he visto para comer. Le encanta encerrarse y hablar con su novio que vive en Berlín. Las mellizas tienen una habitación y enfrente un baño que usan habitualmente solo ellas. Lucas y yo estamos en una habitación espaciosa con balcón a la calle y usamos el baño general, lo usan todos hasta las visitas, de modo que vamos siempre con la bolsita de aseo en mano y toalla al hombro.

Lucas tiene novia y yo llevo trimestre y medio de universidad, me gustan los chicos y lo guardo para mí; vamos, quiero decir que estoy en el clóset.

Lo que notaba era nerviosismo en mi hermano, Lucas es así, nervioso y le molestan las coacciones. Esto del confinamiento puede hacerle más daño que el puto coronavirus. Al tercer día, justo martes, estaba como loco, pero en viernes hablaba en voz alta, soltaba delante de mis padres toda la carga acumulada con palabras soeces y procaces, como si todos tuviéramos la culpa. Sábado noche, antes de dormirnos me dijo:

— Tú, maricón, ¿sabes…

— ¡Lucas, yo tengo nombre!

— Sí, sí, pero no tienes novia…

— Ni tengo, ni quiero, ni tendré.

— Eso se nota, Marcos, yo noto cómo me miras, sobre todo cuando me cambio de ropa.

— Lucas, eres guapo y me gustas, me has gustado siempre, te he querido siempre y no peleamos nunca, las mellizas siempre están gritándose, ahora más…

— Marcos, es que…, ¿sabes lo que significa no poderme juntar con Xesca?

— Me imagino, sí, pero no lo sé.

— ¿Qué no sabes?

— Pues lo que hacéis, ¿acaso estoy allí?

— Pues eso mismo me pasa, que no estoy allí.

— Y si estuvieras qué, ¿qué pasaría?

— Marcos, no te hagas el idiota, ¡joder!

— Vale, vale, no me hago el idiota, pero cuéntame…, please, por fa, no seas malito…

— Pero de esto ni una palabra, ¿eh? Ni a.

— Te lo juro por el coño de mi madre.

— Hoy es sábado, ¿no? Pues a estas horas estaría follando con Xesca, dos o tres veces y magreándola y durmiendo a su lado, tan calentito caliente, caliente…, se me pone solo de pensarlo

— ¿En su casa?

— ¡Nooooo! El coronel no lo permitiría… Vamos siempre al hotelito.

— Debe ser mejor que una peli en el cine.

— ¡Claaaaroo…! En el hotel es todo con la luz encendida.

— Por eso en casa te masturbas con la luz apagada.

— ¿Lo has notado?

— Desde que ha comenzado el confinamiento, te masturbas todas las noches y te oigo.

— Es que esto es una desesperación de cojones.

— Y te pasas el día, gritando e insultando.

— Y ¿qué quieres que haga?

— Masturbarte en lugar de gritar a todos; si te masturbas, te calmas.

— Debí de haberme comprado una muñeca de goma,

— Ja, ja, ja, qué parida has dicho, ¿para qué coño quieres una muñeca?

— Para follarla, ¿”pa” qué si no? Pero te voy a hacer caso, Marcos, me voy a masturbar con más frecuencia; ah, lo voy a hacer ahora, la tengo crecida y así descargo, tienes razón, Marcos, eres…

— Te hago una propuesta.

— Dime qué propuesta es.

— Pero de esto ni mu…

— Te lo juro por la concha de tu madre.

— No te masturbes, voy yo, te hago una buena mamada hasta que sueltes toda la mala uva acumulada en tus huevos.

— ¿Hablas en serio?

— Sí o…

— Por supuesto, hermanito, si yo siempre te he querido mucho.

Salté a su cama desnudo para que se calentara más, le quité el short de dormir y lamí su polla que, aunque grande, no tanto como la mía, y me la metí descapullada en mi boca. Le hice gemir, suspirar, llorar, chillar… y correrse, echando toda su puta mala uva en mi boca. Es rica la leche de Lucas, parece de jugo de pomelo sin azúcar, me la tragué toda y le dejé la polla lacia y limpia.

Luego me acosté a su lado, le saqué la camisa de dormir nos abrazamos…, y así dormimos.

Me despertó.

— Marcos, Marcos, estoy que no puedo más…

— Come mi culo y échala adentro.

Me tocaba disfrutar a mí. Lucas le come el coño a Xesca porque lo hace bien, me metió la lengua todo lo que pudo y pudo bastante.

Antes de meter su polla en mi culo, dijo:

— ¿Hablas en serio, Marcos?

— Tú tira adentro y déjate de historias.

Me la metió hasta el fondo. ¿Dolor? ¡Qué gusto da el dolor sintiendo entrar la polla de mi hermano! ¡Waw! Fue genial.

Me folló sin compasión, como me gusta; y me corrí en sus manos que acariciaban mi polla. Sentí su orgasmo venir y me preparé para notar cómo descargaba su mierda en mi culo, Genial.

Después de descargar, nos quedamos quietos, cuando sacó su polls de mi culo, me volví hacia él, le besé en los labios y le di mi lengua, nos trabamos las lenguas un rato. No había prisa, no…

— Lucas, no tenemos nada que hacer y este confinamiento puede durar…, ya sabes, quiero hacerte la vida agradable porque te amo, hermano. No grites, no insultes y cuando estés a punto de reventar nos venimos aquí los dos y ñaca, ñaca, que también me hace bien.

Ya llevamos dos semanas. Desde aquel sábado follamos dos o tres veces al día. Tengo el culo en forma, no me duele, pero lo siento y me hace desearlo. Vivo a gusto con mi culo ocupado. Me sorprendió en el baño lavándome el culo con la pera que tengo y me dijo:

— Ahora entiendo. Tu culo huele a rosas, lo noté muy agradable. El culo de Xesca huele a mierda y su coño a podrido, un olor acre y tú, Marcos, gimes que pone y no chillas, eres guapo y tienes un culazo de puta madre, ¡joder, que te cambiaría!

Me encantan los comentarios de mi padre y las mellizas. Mi padre dice a mi madre:

— Los chicos ya han asumido todo esto, están como la seda, suaves y amables.

Las mellizas me preguntan:

— ¿Qué le has dado a Lucas que ha cambiado tanto?

— Supongo que le comparto mi paciencia.

— Claro, claro.

Ya os contaré cómo sigue todo esto. He descubierto que mientras follamos no hacemos daño a nadie y cuanto más follamos, más amables somos. En el hogar reina la paz y en mi cama el amor que siempre deseaba de mi hermano.

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