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Recuerdos de hermanos (VI)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

La continuación de la maravillosa historia de nuestra familia.

Ya sentados a la mesa a la hora del café, serían casi cerca de las 6 de la tarde, continuó Luz Marina o mejor dicho la tía María Soledad, a quien conocemos ahora por su verdadero nombre, Soledad, aunque de cualquier forma, nos dijo que sería tanto mejor nos dirigiéramos a ella con su nombre de casada de Luz Marina para no confundirnos, igual que con el tío Carlos en lugar de usar el de Carlos Enrique, que en lo personal me gusta más como se oye.

Mientras tomábamos nuestra primera taza de café con una rebanada de pay de queso, la tía Luz Marina se sentó a un lado mío y del otro estaba mi tío Carlos. Ella luciendo un escote muy pronunciado del vestido que acababa de estrenar y que había sido hecho por una de sus amigas modistas, precisamente para lucirlo en una de sus fotografías que eran para un pedido especial del grupo lésbico.

– Y bien, ¿qué les parece cómo luce mi nuevo vestido?

– Impresionante, tía –le respondí- verdaderamente impresionante, pero que fue lo que te pusiste alrededor de tus pezones.

– Bueno, niña o es que no estás viendo mis cubre pezones en forma de margaritas, con sus hojitas amarillas que rodean el tallo.

– Es que el tallo está muy largo, tía ¿a poco va con los pezones por fuera el escote? Nada más te cubre las areolas de tus pezones porque todo lo demás queda a la vista.

– Fue un pedido muy especial para la inauguración del nuevo grupo lésbico que se está formando en una de las zonas más exclusivas de México. Precisamente una de mis hijas también lleva uno parecido con pétalos de flor blancos.

– Pues se ve admirable, tanto así que más que mientras quiero dar un sorbo a mi taza de café, siento cómo se me desvía la mirada.

– Bueno, pues admiren como se desvían sus miradas, mientras continuó platicándoles como quedamos en contarles parte de nuestra historia.

Así que mi hermano y yo que estaba del otro lado del tío quedamos atentos a lo que decía nuestra tía Luz Marina.

– Su abuelo no es quién suponían que era, esa mujer que vieron en esa foto y que está al lado de su abuela, esa que vieron en blanco y negro era nuestro padre con su atuendo de la mujer que siempre quiso ser, pero con pene de hombre, él fue una mujer tan preciosa como la abuela, solo que se les conoce como travestis, también tenía unos pechos de mujer, maravillosos, además de contar con un pene hermoso y grande, pero solo era mujer en cuerpo porque como hombre que en realidad era, tenía más inclinación por las mujeres y cómo hombre por su propio hijo, nuestro hermano Enrique. Ellos llegaron de España allá por el año de 1940 con sus cuatro hijos, tres mujeres y un varón de entre los 10 y 15 años de edad. Con el paso del tiempo se establecieron en un pueblo del estado de Hidalgo, cuando sus tíos, es decir yo, mis dos hermanas María del Rosario y María del Consuelo junto con mi hermano Carlos Enrique, así que poco después de que el ultimo de los cuatro cumpliera los 18, nuestros padres nos incluyeron dentro de ese maravilloso ritual, tan solemne y tan especial que ejercemos, respetamos y sabemos disfrutar desde entonces. Su tía María del Rosario falleció siendo aún joven, no sé si su madre les habrá platicado acerca de ella.

– En realidad, sabemos poco de la tía, sólo que si se llamaba Rosario.

– Nuestro padre al igual que nuestra madre, nos fueron involucrando en el ritual, el cual se inició desde la época de sus bisabuelos. Ellos al igual que nuestros padres no eran hermanos de sangre, sino parejas con quienes compartían los mismos principios de amor por la familia, como consecuencia que el hermano de uno de los bisabuelos de nuestros padres contrajera una enfermedad venérea que terminó por acabar con su vida, la situación que se provocó fue un replanteamiento sobre los acercamientos sexuales que debía tener la familia después de tan terrible suceso, solo debía mantener sexo exclusivamente entre los miembros de la familia para evitar ese tipo de situaciones y así es como nuestros abuelos educaron a nuestros padres. Nuestra madre María de la Asunción y nuestro Padre Pedro Antonio, y ellos a su vez, nos mostraron el camino que debíamos seguir.

– Es tan interesante todo esto, tía que no dejo de asombrarme.

– Nuestro padre que era toda una belleza de mujer, amaba el sexo con nuestra madre y con todos nosotros, sus hijos, inclusive le fascinaba el tener sexo anal con mi hermano y a él le gustaba tenerlo también con nuestro padre y con nosotras sus hermanas, además de nuestro padre tenerlo con sus hijas. De este modo todo quedaba en familia como diría la gente, Hogar dulce hogar, Incesto dulce incesto. Nuestro símbolo distintivo es el cuadro que pudieron apreciar y que sólo se pone las veces que tenemos sexo entre nosotros, cómo parte del ritual de nuestra familia, con las frases “Hogar dulce hogar” e “Incesto, dulce incesto” donde colgamos nuestras prendas íntimas, calzones, pantaletas, tangas, cubre pezones, o sostenes, en esos palitos que semejan varios penes de madera erectos al lado de ese escudo donde como ven pueden apreciarse penes penetrando vaginas y culos con la frase “Sólo para miembros de la familia y aceptantes” como indicativo y símbolo de la fidelidad incestuosa que debemos conservar hacia toda nuestra ascendencia y descendencia, donde también son importantes el incienso y las velas aromáticas con varios vasos de agua que representan el compromiso de practicar asiduamente el incesto en familia con la anuencia de nuestros ancestros.

– ¿Y los aceptantes quiénes serían, querida tía? –le dije acariciando una de sus piernas un poco arriba de la breve tanga que llevaba puesta.

– Lógico que Frida y su hermana Karla, aunque son como miembros ya de nuestra familia, además de cualquier otra pareja que esté de acuerdo con nuestros rituales de copulación relacionados con miembros de sus propias familias, siempre y cuando sea bajo nuestras reglas, que sean saludables bajo mi supervisión, ya que cuento con amigas psiquiatras y doctoras que puedan confirmar, ya que algunas conocen algunos aspectos relacionados con el incesto que practico con mi hermano y que queremos incluir a algunas parejas que también lo practiquen.

– ¿Conoces a alguna de ellas? –le dije acercando cada vez más mi mano e introduciéndola para alcanzar los labios de su vagina que ya destilaba parte de sus néctares al contacto con mis dedos.

– Por supuesto, nada menos que la pareja que te está invitando al café conocen lo que hacemos mi hermana Consuelo, que es tu mamá y yo, a ellas les gustan relacionarse con mujeres que practiquen las relaciones lésbico incestuosas.

– Vaya, nada menos que la señora Carolina y su esposa Aurora, de lo que me vengo enterando ahora. –le dije tomando por una parte el pene descubierto de mi tío que estaba sentado al lado mío, masajeando su glande con mi pulgar y besando a mi tía en la boca para intercambiar nuestras lenguas.

– Ella es Doctora y su pareja es psiquiatra y muy buenas por cierto. –dijo mi tía ya muy caliente- Además la confidencialidad con ellas es parte de su trabajo, por eso confío plenamente en ellas.

– Con razón son de las que te besan en la boca, tía.

– ¡Ajá! –diciendo esto se apresuró junto con mi tío a descubrir mis senos para chupar mis pezones, mi tío se sincronizaba perfectamente con su hermana para mordisquearlos suavemente.

– ¿Y ellas saben que también tienes sexo con nuestro tío Carlos? –dije sin parar de besar su boca y continuar con la boca de mi tío que a su vez ya se estaba besando con Francisco y su mano se tropezaba con la mía para acariciar entre los dos su maravillosa verga.

– Lo saben y lo aceptan porque somos muy limpios, inclusive una de nuestras reglas es no introducirnos todo el pene en la boca, solo el glande y sus bordes, puedes chupar el tronco, pero no es necesario que te den ganas de vomitar por meter todo el pene dentro de tu boca.

– Así es cómo me gusta hacerlo con mi hermano y tal y como pienso en este momento hacerlo con mi tío. –le lamí entreteniéndome con la punta de mi lengua saboreando los bordes y la cabeza bien estirada por la excitación, mi hermano se unió a la lamida tan deliciosa que estábamos disfrutando entre los dos,

– Entonces vamos muy bien, querida sobrina –dijo mientras Karen le ayudaba a quitarse la tanga y los cubre pezones que lucía con su gran escote, retirándolos con cuidado para no dañar las hojitas que adornaban sus abultados senos, sentándose en la mesa casi desnuda excepto por sus zapatos de tacón, para poner su vulva a disposición de mi boca.

– Cuando nuestra hermana murió víctima de pulmonía, mis hermanos y yo al igual que nuestros padres que también fallecieron años después en un accidente, -decía resollando por la excitación- nos comprometimos a mantener nuestros rituales también con nuestra descendencia y así lo hemos hecho, por eso es que nuestras hijas decidieron contraer matrimonio, aun cuando no lo hicieron ante la ley, pero ellas se comportan como verdaderas esposas que siguen manteniendo relaciones del más delicioso y excitante sexo incestuoso con nosotros sus padres, tal y como marca nuestra tradición familiar.

En ese momento tocaron el timbre. Karen que estaba sirviendo la segunda taza de café viendo todo el espectáculo que estábamos montando y que no quería perder de vista, le dijo a su hermana que fuera a cerciorarse para ver quien estaría tocando la puerta.

Luego de unos momentos María del Pilar, nuestra madre o mejor dicho María del Consuelo se quedó viendo como yo me aprestaba a lamer la vagina de su querida hermana, mientras su ansiado hijo se besaba con su querido hermano Enrique.

– ¡Vaya!, por lo visto no pierden el tiempo, queridos hijos.

– No madre, y no se nos olvida lo que te prometimos mi hermano y yo, así que ve a nuestra recámara que ya está preparado todo para darte tu masaje, un masaje muy especial para ti, querida madre.

– Puedo incluirme también yo.

– ¿Tú que dices madre?

– Sí también incluyen a mi hermano, por mi estaría mejor, hace algún tiempo que he estado soñando también contigo, pero quiero estar con mis hijos primero –le dijo coqueteándole con la mirada.

– No se diga más y vamos a nuestra recámara –le contestó Francisco

– No, tienen mejor que hacerlo en la nuestra como parte del ritual inicial de ustedes con su madre, es muy importante por ser ésta la primera vez que lo van a hacer con la madre de ambos. –dijo la tía Soledad

– No lo había pensado así, tía

– ¡Qué bueno que lo supimos a tiempo! –dijo la tía en tanto escurría una baba de mi saliva por entre los labios de su vagina, haciéndome recordar el momento en que nuestra madre nos pilló a mi hermano y a mí cogiendo y a Francisco se le escurría el semen ante los ojos de Pilar nuestra madre, o como digo mejor, Consuelo.

Consuelo, nuestra madre aún conservaba la lozanía a pesar de ya ser una mujer adulta, de muy buen cuerpo, nalgas de buen tamaño, delgada y con unos pechos copa C que eran el más sabroso postre que pudiéramos imaginar tanto mi hermano como yo poder saborear con exquisita calma. Mi hermano cada vez era más bueno para conseguir tener de dos a tres eyaculaciones casi sin sacar su verga, ya que no perdía casi erección, creo que por el contrario ésta se acentuaba cada vez más.

Nuestra madre en realidad nos traía ya muchas ganas de hacía tiempo, prácticamente desde que empezamos mi hermano y yo a tener relaciones sexuales y así nos lo expresó.

Mi hermano comenzó primero desnudándola lentamente y acercando su boca pero sin llegar a tocarla, excepto por su lengua que lamía con suavidad las comisuras de sus labios. Mi tío sacó una cámara para grabar la escena. Lástima que en ese tiempo todavía no existían las cámaras y celulares de hoy en día, porque hubiera sido glorioso repetir todas las escenas en las actuales pantallas.

– Hija, tu ayúdame a quitarme la ropa, me gustaría empezar a sentir tus manos acariciando mi cuerpo, me excité mucho viéndolos cuando los descubrí cogiendo.

– Deja que mi hermano empiece primero para darte el masaje que te mereces, madre y luego también le entró yo.

Francisco la tendió desnudándola de a poco sobre la cama, ella de espaldas hacía él que cubrió sus nalgas con una toalla, como si de verdad se tratara de un masaje profesional como los que a mí me hacía. Luego se subió sobre ella quitándose los calzones y exhibiendo su miembro bien erecto, mientras sus manos acariciaban sus nalgas y con suavidad empezaba a deslizar sus dedos por entre su culo para alcanzar su vulva que ya se apreciaba sumamente mojada.

– Ay, hijo, me siento bien caliente con tus caricias.

– Yo también lo estoy y mucho, madre mía

– Me gustan estos rituales de familia, ¿sabías?

– Apenas nos estamos enterando mi hermana y yo, gracias a la tía Soledad

– ¿Entonces ya les contó todo?

– Que también son los padres de Lidia y de Sofía y que ellas son esposas.

– Bueno aún no están aprobados ese tipo de matrimonios entre mujeres.

– Pues ojalá que sea pronto porque se quieren mucho

– Sí, están muy enamoradas como yo de su tía Soledad, ¿les contó cuando nos hicimos novias?

– No aún no les he contado esa parte a tus hijos, amor mío –contestó Soledad, o Luz Marina, como ustedes prefieran decirles mis queridos lectores.

De repente sin saberlo ya estaban reunida toda la familia, incluyendo a Lidia y a Sofía que no querían perderse la visión de ver a su tía Consuelo cogiendo con sus dos hijos. Yo estaba entre apenada pero a la vez demasiado excitada y es que me imaginaba saliendo como una bebé de esa vulva tan hermosa y que la misma bebé ahora crecida y convertida en toda una mujer, la mujer de mi propio hermano donde también él había salido por esa misma abertura y que ahora estaba a punto de introducir el mismo pene en la mamá de ambos, ese mismo pene que tantas veces había introducido en la vagina de esa bebé que ahora se había convertido en su hermana y en su mujer y que estaba a punto de convertir en su mujer también a aquella persona que les había dado la vida y amamantado de pequeños. Ahora estaba dispuesta a amamantarlos de grandes, tanto con sus pechos como con los jugos de su vagina.

Francisco empezó a cubrir con sus manos la vulva que sus dedos comenzaron a acariciar y a introducirse paulatinamente, arrancando suaves suspiros mientras se montaba sobre la cama para alcanzar la espalda de ella, acercando su miembro sobre las nalgas de la autora de sus días, cubriendo de besos suaves y promiscuos los blancos hombros. Su miembro comenzaba a deslizarse por entre las nalgas de Consuelo, cubriendo con su glande el pequeño orificio de su culo que quedaba impregnándolo con una suave baba que escurría del glande de su pene.

Luego le pidió que se volteara mientras el pene se movía hacía la parte baja, tocando los labios de la ya abultada vagina que ya escurría más néctares dulces que esperaba con ansias obsequiar para que las bocas de sus hijos los saborearan mezclados probablemente con el esperma que le brindara su hijo Francisco y con los jugos que la vagina de Ana Luisa le concediera.

Sus pechos se movieron hacia los lados de su cuerpo al voltearse, mostrando sus pezones levantados totalmente y erectos tal cual también los mostraba también su amada hija. Francisco lamió sus puntas saboreando con su lengua el talle de sus pezones, rodeando con su saliva las areolas que mostraban los pequeños gránulos que los rodeaban.

Continuara…

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