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Siendo puti esposa con mi marido y un colega

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A mi esposo lo cambiaron de sede, y teníamos que adaptarnos a una nueva ciudad. En cuanto él trabajaba, yo me dedicaba a conocer la ciudad e intentar encontrar algún trabajo para mí. No fue difícil, entre una cosa y otra, “encontré” a un antiguo colega de estudios.

Aunque no nos habíamos tratado mucho (Fue lo que le dije a mi marido), me alegró verlo. En fin, intercambiamos teléfonos y quedamos de comunicarnos. (Nota de mi marido: Pensándolo después, me pareció muy dudosa la “coincidencia” sobre todo después de lo que pasó en la cena)

Cuando se lo comenté a mi marido, le pregunté si le parecería bien invitarlo a cenar. Por supuesto que aceptó sin dudar, nos gustaba recibir y unos días después ya estaba combinado el encuentro. (Nota: Todo “yo”, yo me lo encontré, yo tenía su teléfono, yo combiné la reunión. Y solo con él. ¡Qué serie de coincidencias!)

De inicio fuimos muy amables y formales, hablando lo habitual, de política y otros temas públicos. Muy vagamente de sus tiempos de Facultad.

Al final, ya con algunas copas, comencé a provocarlo discretamente por debajo de la mesa, rozándolo con la rodilla, el correspondió acariciándome. En algún momento que salió, se lo comenté a mi marido que, al oírme, abrió los ojos y me dio luz verde. Era una nueva aventura, una sorpresa, a él le gustaba que yo tomara iniciativas.

Esto se explica porque por varios años ya habíamos practicado swinging en varias ciudades, ya había tenido varias aventuras sola y con él. No solo no nos espantaba, sino que nos gustaba. Ya sabíamos muy bien que yo podía ser puta, muy puta si se me diera mi chingada gana.

Para los licores pasamos a un cuarto que usábamos para oír música, arreglado con almohadones. Con cuidado, pero ya sin esconderme, recomencé las caricias, permitiendo que el amigo correspondiera. Lo entendió y pronto estábamos abrazándonos y besándonos sin tapujos. Mi marido salía con frecuencia con diversos pretextos. (Nota: Ambos sabíamos que era para dejar más cómodo al visitante)

Que sin duda entendió lo que estaba pasando (¿O ya lo estaba esperando?) y avanzo a mis toronjas y buchaca. Mi marido discretamente se mantenía atento y cuidadosamente cerca, cuidando de ser una especie de “Convidado de piedra”

En algún momento ya estaba con el torso desnudo, la falda a la cintura y el amigo sin ningún pudor me acariciaba y besaba toda. Poco después ya los tres muy calientes, estábamos desnudos, recostados en los almohadones.

Cuando consideré suficiente preámbulo, viéndolo recostado, sin dudar lo mamé, dándole las nalgas a mi maridito para cachondearme. Después de una golosa chupada, tomando su palo bien duro, lo monté y me lo metí sabrosamente por la chucha. Completando el trio mi marido se puso junto para darme su linda vega a mamar. Y yo feliz.

Poco después, sin decir nada, decidimos que como experiencia era suficiente. El amigo se despidió educadamente y nos quedamos comentando un poco lo bueno que había sido. (Nota de mi marido: Estaba intrigado, había sido muy fácil, el amigo parecía estar en terreno conocido. Decidí no preguntar del pasado)

Unos días después, conversamos y decidimos que nos había agradado, que lo queríamos repetir y me pidió que lo llamara e hiciera otra cita. Cambiamos algo las reglas, mi maridito sugirió que no fuera de nuevo en nuestro depa, que fuera en otro lado, que el amigo sugiriera. Y agregando una cena. Lo llamé y se alegró aceptando de inmediato. Quedó medio en el aire, más bien implícito que le iría a dar las nalgas a cambio de una cena.

Sugirió cenar en un localito cerca de su departamento, y de ahí caminaríamos. Sin consultar, acepté y combinamos que sería unos días después, el siguiente fin de semana.

(Notade mi marido: Esa fue la información que ella me dio. Nunca supe qué fue lo que realmente combinaron)

Llegó el día, y muy excitados, llegamos al local sugerido, una fondita razonable. Vestía una faldita leve, con una blusita sencilla, sin sostén y unos calzoncitos chiquitos.

Aunque creo que a ninguno de los tres nos importó ni el local ni la comida, impacientes comimos alguna cosa. Después, a unos pasos, pasamos a su departamento, todo muy civilizado y normal.

Era un departamento pequeño de soltero, chiquito y desordenado, cómodo para un divorciado. En la salita, nos sirvió algunos tragos y algunas cositas para acompañar. Medio abrió la ventana del balconcito. La brisa era agradable y colocó una media luz muy sugestiva.

Me sentaron en medio de los dos en un sofá cómodo. Con una plática boba puso una peliculita porno de dibujos animados donde los siete enanos se comían a Blancanieves por todos lados. Muy simpática, estableció el ambiente. Ninguno realmente la vio, yo era más interesante.

Primero no muy discretamente comenzó a acariciar mis piernas, después avanzó a abrazarme y besarme abiertamente. Yo correspondiendo activamente. Como quien no quiere la cosa, mi marido simulando que no estaba ahí.

Ya así, con una mano me abrió la blusa sacándome los pechos (¿O fui yo?) la otra mano comenzó a correr libre por mis piernas, por muslos y nalgas. Pronto, como la falda estaba ya muy arriba me la quité para no estorbar y mis calzoncitos, muy chiquitos y muy de puta, quedaron a la vista. La blusita también se fue por ahí. Y mis manos encontraron su verga, de fuera, ya bien dura y lista para zingarme. Los chones, pasaron a ser solo decorativos en el revoltijo de manos y salieron en seguida dejando libre y alegre a mi coño.

(Pensamiento de mi marido: No han tenido el menor empacho, esas manos ya conocen esta putita, ya la han recorrido, ya la han manoseado, yo estoy de adorno. (Hummm, ¿Qué tan puta habrá sido en la Facultad? No importa))

Buscando dar un ambiente más libre, mi marido salió al balconcito donde además de tener una experiencia voyerista, nos “espiaba”, gozaba viendo a su perrita cachonda ser muy zorra… entraba de vez en cuando como buscando algo, y se salía de nuevo a espiar. Estaba calientísimo de ver el manoseo y cachondeo de su putita. Nosotros no hacíamos el menor caso, nos soltamos plenamente, cada vez que se asomaba, me encontraba más desnuda y cachondeada, más puta, me estaba portando como una pinche perra en celo. Sin dudar, me agaché para mamar su rica verga, no muy gruesa, pero larga y fuerte.

La falda estaba por los suelos y los calzones por algún otro lugar. Abrazándolo, las manos corrían libres por mis piernas abiertas, él manoseando mi coño chorreante y yo correspondiendo con su verga y bolas. Mi cuerpo era el botín.

De pronto se paró y salió del cuarto sin decir nada. Viendo eso mi marido entró preguntándome que pasaba.

No sé, respondí, no dijo nada.

Esperando lo que fuera a pasar, nos acariciamos y besamos con mucha calentura y me dijo:

Ponte de pie frente a mí de piernas abiertas y te agachas a mamarme, así al regresar lo primero que verá serán tus nalgas mamándome. Me agradó la idea, lo hice. Después supe que al regresar a mi amigo se le iluminaron los ojos, no dejaba de verme, bueno mis nalgas y culo.

Cuando lo oí regresar no solté la verga de mi marido, seguí chupándola, metiéndola hasta el fondo de mi garganta. Quería que mi amigo viera que tenía garganta profunda. A seguir sentí como se me puso atrás sujetándome por las nalgas, y moviéndome la panocha. Esperando la metida de verga abrí algo más las piernas afirmándome, esperando el embate.

Agarrándome las nalgas como estaba, sentí que me untó algo, y en seguida me metió su palote de una vez, hasta adentro y sin dudar, por el chiquito. Me sorprendí, pero no mucho, preferí saborear la cogida. ¡Muy sabrosa! Moviéndose con fuerza, me hizo venirme, no me habían enculado en muchos años. Mi maridito no sabía que tenía buena experiencia dando el apestoso a los amigos.

A todo esto, mi marido sintió que estaba pasando algo diferente y metió las manos encontrando vacía la concha. No dijo nada y me movía la bolita para aumentar mi placer.

(Nota de mi marido: Para sentir como se la estaba metiendo, metí la mano por el coño. Me sorprendió sentir que la verga del amigo no estaba por ahí. Por la forma de moverse, claramente se la estaba cogiendo. ¡Pero era por el culo! ¡Epa sorpresa! ¡Mi mujercita estaba dando el culo y muy tranquilamente! ¡Eso no se lo sabía! No creo posible que una mujer reciba por primera vez por el culo sin dolor ni incomodidad. Siempre me aseguró que yo había sido el primero y le creí. (Pero no me aclaró que lo era solo por adelante.) A partir de ese momento decidí que antes de conocerla, era virgen por el frente y mártir por detrás.

Cuando terminó mi amigo de llenarme de leche el culo, me senté en el piso, descansando. Mi marido manoseándome junto me murmuró: chúpale la pija, lo hice.

(Nota del marido: Sin dudar ni titubear, ni hacer asco, mamó la verga que recién le habían metido por el culo. Para mí otro indicador de experiencia y uso)

Todavía estaba caliente y queriendo más verga, le dije a mi marido: Cógeme en el suelo como perra.

Por supuesto me complació, me jodió a gusto, el amigo viendo.

Después todavía experimentamos metiéndome un plátano por el coño, pero se deshizo dejándonos frustrados y riéndonos de la experiencia. Con eso dimos por terminada la noche y poco después salimos contentos y satisfechos.

De paso me delaté: siempre le había dicho mi marido que él había sido el primero, lo que era cierto, por adelante, pero no le había dicho que había tenido varias experiencias dando el culo y mamando…

Esa noche esa verga entró sin dificultad, mi culito ya sabía bien cómo era. No hubo nunca comentarios, pienso que mi marido decidió que historia pasada, era historia pasada.

Además, con nuestro estilo de vida… no habría nada que reclamar. Nunca volvimos a ver a ese amigo.

(Nota del marido: Al menos yo no lo volví a ver. Ella no sé. No lo juraría, nunca volvió a mencionarlo. Con una puta todo es posible)

Hasta ahora esta ha sido mi única doble penetración culo-boca, todas las otras han sido coño-boca. Y han sido un montón, siempre me trago los mecos, salvo que me los echen en la cara o pechos. Me gusta sentir cosquillas con las puntas de las vergas en el fondo, no sé cuántas veces me los han echado directamente a la garganta.

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