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Silvia (parte 3)

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¿Me ocurre a mi sola o nos pasa a todas? Me refiero a que por muy cercana que seas a una persona, por muchas batallas que hayáis vivido juntas, hay veces que para compartir algo con ella necesitas de la presencia de una tercera persona que actúe como catalizador, que evite el tener que mirarse frente a frente. Quiero decir que una conversación entre tres siempre es más fácil, al menos a mí me pasa, me atrevo a decirle a la otra persona cosas que, a solas, quizás no sería capaz o me costaría mucho. En cualquier caso, ese día me quedó muy claro que no soy la única.

Domingo, a eso de las once.

Quiero a mi hermana con locura, pero lo que no soporto de ella son esos circunloquios en los que se mete siempre, me llamó asustada porque el tiempo no hacía más que empeorar, estaba sola en casa y se lamentaba por no haberse autoinvitado a pasar el fin de semana con nosotras, me decía que estaríamos las tres tan bien juntas, pero al mismo tiempo me advertía que ir a buscarla sería una locura en medio de aquel temporal. Así varias veces hasta que Silvia se cansó, agarro el teléfono y zanjo el tema.

-S (Silvia). Tía, prepárate que en cuarenta minutos estamos ahí. Chao.

-M (Maribel). Silvia, ¿estas seguras de conducir con este tiempo?

-S. No te preocupes, papa me ha dejado conducir el todoterreno por sitios mucho peores. ¿Te parece mal? ¿Preferías que estuviésemos nosotras solas?

-M. ¿Has colgado bien el teléfono?

-S. Si, tranquila. Jo mama, por la noche a ella no le va a extrañar que durmamos juntas y podemos follar toda la noche.

-M. Silvia no hables así por favor.

-S. (con su inconfundible sonrisa de haberse portado mal) Vale, perdona, es que estoy tan cachonda… Mami, te prometo que no va a pasar nada, no te preocupes por lo de que ella me atrae, hace casi tres meses que no la veo, y con todo lo que me has contado, seguro que la he idealizado y en cuanto la vea se me baja el suflé.

-M. Te voy a dar suflé yo a ti... Silvia, con lo que acaba de pasar la pobre, por favor te lo pido…

-S. (sonrisa burlona) Creo que estás celosa…

-M. Silvia, no seas tonta.

-S. Que no mami, perdona, que estoy de broma, en serio, no te preocupes, no va a pasar nada, con lo cortada que soy yo, estate tranquila que no he cambiado tanto en un par de días.

-M. Si ya lo sé, si en el fondo todo esto lo he empezado yo, y ahora te pido cordura a ti, pero es que en este momento ella solo me tiene a mí y he estado tan preocupada todos estos meses.

-S. Pues no te preocupes más mamá, vamos a pasárnoslo bien y punto, sin tonterías, pero dormir… dormimos juntas.

-M. Que si tonta, que sí.

Dejamos la mesa del desayuno sin recoger y nos vestimos y bajamos en ascensor hasta el garaje. Con un coche normal ni siquiera hubiésemos conseguido subir la rampa hasta la calle y en cuanto dejamos la zona urbana y fuimos yendo hacia las afueras nos dimos cuenta de lo atrevidas que habíamos sido al salir a la carretera. La temperatura bajo cero era lo de menos y el viento, que sacudía el coche en algunas zonas, casi que también, lo peor era lo difícil que resultaba adivinar por donde continuaba la carretera cuando todo estaba completamente lleno de nieve.

-S. Menudo tiempo, yo no recuerdo nada igual. No me atrevo a pasar de treinta por hora, tengo miedo de meterme en la cuneta. Menos mal que he hecho este camino cientos de veces.

-M. Tú no te preocupes, le envió un mensaje a tu tía de que vamos a tardar algo más.

-S. Da igual, ya le he dicho que tardaríamos cuarenta minutos contando que iríamos muy despacio. ¿Y cómo es que está sola, no me habías dicho que Javi y su nueva novia estaban con ella este finde?

-M. Lo supuse. Javi iba a ir a visitar a su padre para conocer a su nuevo hermano y presentarle a la novia esta nueva que tiene, pero con este tiempo pensé que lo cancelaría.

-S. Pero creo que, si iban, que no era seguro, iban en tren. Supongo que no habrán tenido problema para llegar.

-M. ¿Y tú como lo sabes?

-S. Porque Javi le trajo el coche a Pedro al taller el jueves por la tarde para hacerle no sé qué y me lo dijo, aunque no lo tenía decidido del todo.

-M. Pobre Javi, menudo plan también, ir a conocer a su hermanito, aunque el peor trago, desde luego, fue para su madre.

-S. Venga, déjalo ya, no es para tanto.

-M. ¿Qué no es para tanto? ¿Enterarte que tu marido tiene otra familia y que has vivido engañada diez años de tu vida?

-S. ¿Diez años? No serán tantos…

-M. ¡Si el niño ya va al colegio! Quiero decir que tiene ya seis o siete años.

-S. ¿Tantos? Caray, creí que era más pequeño. Pues sí, sí que es para tanto.

-M. Hija, me acuerdo mucho del abuelo, pero desde que pasó todo esto con tu tía y tu tío, no se me va de la cabeza lo que le decía siempre a Carmen: no te cases con un viajante, no te cases con un viajante… él nunca le decía comercial o vendedor, le decía viajante, como en sentido despectivo, y mira si tenía razón.

-S. Tranquila mamá, que te va a dar algo. Si tienes razón, una cosa es tener amante y otra muy distinta amante, niño, piso…

-M. Y perro, hasta tienen perro.

-S. Madre mía, desde luego el tío Javier… ya le vale, ¿y cómo podía mantener dos familias?

-M. La otra trabaja.

-S. No le llames la otra, pobre mujer, también habrá pasado lo suyo.

-M. Si tienes razón, al final hago yo lo que le pido siempre a Carmen que no haga ella.

-S. Rencor.

-M. Claro, es que no conduce a nada. Lo que tiene que hacer es tirar para adelante, tiene cincuenta y cuatro, pero no los aparenta y los hombres se dan la vuelta por la calle para admirarla, que eso lo sé yo.

-S. Tampoco necesita un hombre para ser feliz, mama, no seas anticuada.

-M. Eso es cierto, es que la veo tan apagada, y ya ha pasado casi un año. En fin… te estoy dando demasiada conversación y tienes que concentrarte en conducir.

Lentamente avanzábamos hacia el pequeño chalet de mi hermana a unos kilómetros de la ciudad, por mucho que lo intentásemos evitar, nuestra conversación siempre acababa en el mismo tema.

-S. Jo mama, no te enfades, te juro que jamás le contaría a nadie lo nuestro, pero ¿qué crees que pensaría tu hermana si lo supiese? Me refiero a lo nuestro de este finde.

-M. Menudas preguntas me haces...

-S. Seguiría queriéndote igual, lo entendería, estoy segura. Es que yo la vi siempre una mujer muy… caliente, muy sexual. ¿Qué opina del lesbianismo?

-M. Hija, yo qué sé, nunca se lo he preguntado. No hablamos de esas cosas.

-S. ¿Crees que habrá probado?

-M. Lo dudo, joder Silvia eres el diablo, me estas poniendo cachonda de nuevo, te quiero y te odio.

Nos reímos mucho, casi a carcajadas, a pesar del acongoje que teníamos, sobre todo yo, por la tormenta que no hacía más que ir a peor.

-M. Dios, es media mañana y parece todavía de noche. No, no creo, lo dudo, supongo que me lo habría contado, no sé. Yo apostaría a que no, pero es algo muy personal.

-S. (mirándome con su sonrisa pícara y arqueando sus cejas) Pero apetecerle seguro que sí, ¿no eres tú la que dices que una mujer apetitosa nos pone a todas?

-M. Me siento el cazador cazado. Pues eso creo que sí. Pero mira hacia delante que nos la vamos a pegar. Hace unos cinco años los vecinos de al lado contrataron a una chica para la casa.

-S. ¿Qué vecinos, los suyos?

-M. Si, los de tu tía, el chalet de al lado de ellos, pues era una chica del este, polaca me parece, pero hablaba muy bien español, de unos treinta, guapísima, rubísima, altísima…

-S. Bueniiiisima…

-M. Pues sí, pero no en plan jamona, tenía un cuerpazo de modelo, pero no de esas tísicas, no, tenía un muy buen par y un culo muy bien hecho, no grande, como los nuestros, pero muy bien hecho y sobre todo era muy guapa.

-S. ¿Rubia?

-M. Si, con una melena ondulada… parecía un ángel…bueno y un demonio también. Pues nosotras nos fijábamos mucho en ella, pero en plan, a ver cuánto tarda el vecino en tirarse a por la asistenta y la cosa acaba en divorcio con su mujer. Lo digo porque los vecinos son un matrimonio de maestros.

-S. Pero, ¿y cuando la veíais?

-M. La veíamos por la calle, o en el super que hay en la urbanización, pero un día la vimos en el jardín, ayudándole a la señora a plantar o cuidar unos geranios, o lo que fuese, y llevaba solo una bata, de esas como de señora de la limpieza. El caso era que la bata debía tener muchos lavados y la tela ya casi transparentaba y además era rosa clarito, casi blanca, ¿sabes cómo te digo? Llamé a tu tía y le dije algo para que la mirase, como dándole a entender que a mí no me desagradaba ver una mujer en esa postura.

-S. Pero, ¿cómo estaba?

-M. Pues imagínate, solo llevaba un tanga y sujetador debajo y se le transparentaba todo, además la bata era bastante por encima de la rodilla y a veces la veíamos por detrás y al inclinarse hacia adelante se le veían todas las piernas hasta un poco del culo, y el coño por detrás cubierto por un tanga blanco.

-S. Joder, ¿y estaba muy lejos?

-M. Pues a unos cuatro o cinco metros, nosotras estábamos en el columpio del jardín, y ellas al otro lado de la valla. Pero vamos, que no estuvimos en plan mironas, estuvimos charlando con la vecina y todo… lo que pasa es que la chica tenía un cuerpo de escándalo. Cuando se ponía en cuclillas, también se le marcaba todo el tanga por detrás, uno de esos sin apenas tela y tenía unos muslos muy muy ricos.

-S. ¿Llevaba sujetador?

-M. Pues sí. No llevarlo ya hubiese sido la guinda del pastel.

-S. ¿Y la tía Carmen cómo reaccionó?

-M. Un poco roja al principio, yo ya estaba en el jardín cuando ellas llegaron y claro enseguida vi lo que había y llamé a tu tía. Bueno, a decir verdad, yo también enseñaba lo mío, llevaba un vestido de esos largos de verano, pero lo tenía completamente recogido en la cintura para tomar el sol en las piernas. Pues tu tía reacciono mirando, ¿cómo no íbamos a mirar?, pero ninguna decía nada, hasta que yo ya me lancé y reconocí que yo estaba mirando descaradamente. Yo creo que, de la vergüenza, en principio todos nos ruborizamos un poco en una situación así, pero luego, te calmas y ya lo disfrutas más, y ella creo que también…

-S. ¿Por qué te ríes así?

-M. Pues porque, bueno, estuvimos, así como media hora, yo en bajito hablaba con tu tía y hacia comentarios, tú ya me entiendes, yo a tu tía siempre le he dejado caer que me hubiese gustado estar con otra mujer, ya sabes, medio en broma, medio en serio, pero desde luego ese día, si tenía alguna duda se las despejé todas. Y…

-S. ¡Mama, eres una loba! Ahora entiendo porque siempre estas dándole palmadas en el culo, y levantándole la falda a la pobre.

-M. Bueno, eso lo he hecho siempre, cuando esta tu padre delante sé que eso lo pone a cien, y supongo que a tu tío también le ponía. ¡Y qué coño! Si a ella no le gustase ya me lo hubiese dicho. ¡Que bruta soy!

-S. ¿Y qué pasó con la polaquita?

-M. Pues que tu tía dijo que tenía que ir al baño. Por eso me rio así.

-S. ¡La cerradura! La seguiste y te pusiste a espiarla por la cerradura.

Ya sabía yo que lo mío era genético.

-M. ¡Que no! Bueno, sí, la seguí, pero esas malditas puertas modernas…, solo pude escuchar. La cerradura no es de esas que puedes mirar.

-S. ¿Y qué escuchaste?

-M. ¿Tú que crees?

-S. ¿Paja? ¿Seguro?

-M. (Asintiendo) El sonido lo conocemos todas y los gemidos también.

-S. Joder mami, que cachonda me pones, esta noche me lo cuentas con más detalle, sabe dios la de cosas que podrías contarme.

-M. No hay mucho que contar, me puse a cien escuchándola gemir, sobre todo cuando se corría, tuve mi eterna tentación de llamar a la puerta, pero no me atreví, volví al jardín y en cuanto ella regresó me fui yo para el baño a hacerme una yo también. Pero si te apetece no te preocupes que te lo cuento esta noche, pero prométeme que puedo estar tranquila.

-S. (haciéndose la despistada) ¿A qué te refieres?

-M. Me entiendes perfectamente. Silvia, una cosa es que, como a mí, a tu tía, aunque sea una mujer casada y con hijos le excite ver a una chica guapa e incluso que se acostase con ella, y otra muy distinta es con su sobrina…

-S. (poniéndose seria por primera vez) Mama, tranquila, te aseguro que no. Siento haber dicho lo de que me excitaba y todo eso… Olvídalo por favor, entiendo lo que quieres decir, si intentas algo con una desconocida y la cosa va mal, ya está, no vuelves a verla y punto, pero con mi tía…

Soy incorregible, ya tenía a Silvia medio tranquila y sinceramente convencida de que algunas fantasías deben quedarse solo en fantasías cuando por fin aparcamos frente a la casa de mi hermana.

-M. Mira esta es la famosa casa, la de la izquierda. Ahora los dueños ni se hablan con tu tía.

-S. ¿Por qué?

-M. Se pasó seis meses intentando contratar ella a la chavalita polaca y hasta tuvieron que subirle el sueldo para que no se fuera.

-S. La madre que te pario mama, ya me habías convencido y me sueltas esto.

Silvia tenía toda la razón, y yo sé que lo que hago no está bien, pero me gusta tanto.

No se puede estar más guapa, en una mañana así, de lo que lo estaba Carmen ese día. A pesar del frio y del doble invierno en el que vivía, en el climatológico y en el que la traición de mi cuñado la había sumido. Lucía sus mallas azul cielo, las más ajustadas que yo le conocía, de esas que yo solo me atrevo a ponerme en casa, de esas que ni te imaginas que una mujer de su edad pueda llevar, ciñéndose al milímetro a su silueta, marcando sus jugosos gemelos y unas rodillas deliciosas de las que arrancaban unos largos muslos que se ensanchaban poco a poco hasta fundirse con el mejor culo del mundo, como yo le decía siempre que quería halagarla, grande, con muchas más de tres dimensiones, yo lo había observado horas y horas de mi vida, sobre todo en la playa y la piscina, lo había visto crecer, cambiar de color en verano, pero no hacía más que mejorar y mejorar, tenía algo de celulitis, pero no más que veinte años atrás, a mí me gustaba así, nunca me cansaría de mirarlo. Cuando me sentía culpable de haberme enamorado del culo de mi hermana desde que éramos adolescentes, solía engañarme a mí misma diciéndome que me gustaba tanto porque lo tenía muy “a mano”, era cuestión de invitar a Carmen a casa, o a la piscina para disfrutarlo, pero lo cierto es que pocos como el suyo se me han cruzado delante a lo largo de mi vida y eso que tengo el vicio de que cuando una mujer con un buen culo se me pone delante, en el super, por ejemplo, la sigo un buen rato para recrearme. Mas de una ha acabado descubriéndome y mirándome orgullosa.

Silvia no pudo evitar un: “caray con la tía, con el frio que hace” cuando la vio. Ella, aunque hiciese frio, siempre adornaba la calle, o ensenaba por arriba o ensenaba por abajo. Hoy había tocado abajo y aunque subió rápidamente al coche yo sabía que aquellas mallas a Silvia le llamarían mucho la atención, eran de un azul tan claro que por detrás podías saber si la piel de sus muslos todavía conservaba el precioso tono miel que tenían al final del verano. No con esas, pero con unas muy parecidas, vino una vez a visitarme, la vi de espaldas preparando unos cafés y pude notar a través de la licra la huella blanca del bikini que había llevado el verano anterior. Tuve que ir al baño a masturbarme y me corrí casi llorando de la frustración que me producía tener aquella maravilla en mi salón y no poder más que ver y no tocar, como en los museos. Me imaginé poder cortar con unas tijeras el tanga que yo soñaba empapado del jugo de su coño y metérselo en su boca mientras yo abría sus nalgas con mis dos manos y me morreaba como una adolescente con el agujero de su culo hasta que ella me suplicase que la follase por detrás con mi dedo corazón. Conocía muy bien esa zona, las dos nos ayudábamos a depilarnos, ¡que placer y a la ve que suplicio! desde que a los cuarenta nos había empezado a salir algún pelillo gris íbamos siempre completamente rasuradas, conocía su olor, podía imaginármelo perfectamente pero aun así me corrí pensando en aquellas mallas envolviendo el mejor regalo que mi hermana podía haberme hecho nunca, con el que llevaba toda mi vida fantaseando.

En esto ocupaba mi cerebro mientras Silvia ayudaba a su tía a cargar todas las bolsas que traía en el maletero y subían de nuevo al coche.

Sin tiempo para besos ni abrazos comenzamos el regreso y Silvia comenzó a charlar con su tía, a la que desde que se había casado veía muy ocasionalmente. Yo seguía a lo mío, estaba muy caliente por todo lo que había vivido desde el viernes, y ahora Carmen, mi hermana, de la que estaba enamorada desde que éramos adolescentes, mi hermana mayor, la chica más guapa del barrio, la más atrevida, al menos hasta que se casó, la más deseada, hasta por mí, y cada vez más. Los años le han ido quitando algunas cosas, pero le han ido dando otras muchas a cambio. Sus tetas me gustan cada vez más, claro que se han caído un poco, como no se van a caer, gasta una talla más que mi Silvia, que ya tiene un buen par, pero a mí me gustan así, y lo que me vuelve loca es el tono tan distinto que tienen sus areolas con respecto al resto de su piel. Cuando su marido no estaba con nosotras y podía hacer topless, bromeábamos con que sus tetas se veían a kilómetros por lo oscuros que tiene los pezones y las areolas con respecto al resto de sus pechos. Y tampoco me explico porque las tiene cada vez más juntas, más apretadas la una contra la otra, es que sin sujetador ni nada e incluso le hacen canalillo, hay como un mágico magnetismo que las mantiene juntas y apretadas la una contra la otra como si los pezones fuesen dos imanes de hierro que se atraen mutuamente. Lo más obsceno de mi hermana es sin duda su boca, una vez hace muchos años, me confesó, casi llorando tras romper con un novio, que todos los hombres con los que había estado tenían más interés en su boca que en su coño. Carmen es guapa, guapísima, pero entiendo que su boca invite al vicio, la tiene muy pequeña, muy pequeña y con unos labios muy carnosos, siempre pintados de rojo, algo que le recomendé en vano que cambiase. Pero vamos, que no me extraña que todos sus novios, que fueron unos cuantos, quisiesen acabar con una buena mamada y si llevaba su preciosa melena, siempre perfectamente rubia, recogida, mucho mejor.

Lo complicado que se estaba poniendo el viaje de vuelta me sacó de mis ensoñaciones. Lo pasamos realmente mal y tardamos bastante más de una hora para un trayecto que normalmente son veinte minutos. Ni siquiera pudimos entrar al garaje, adivinamos que se había ido la luz porque no abría. Aparcamos en la calle y subimos por las escaleras, Silvia cedió el paso a su tía para subir tras ella. Carmen llevaba un plumas, pero solo hasta la cintura, seguían charlando, pero yo, que iba ultima, veía como mi hija clavaba sus ojos sobre aquellas mallas azules. En uno de los descansillos, miró hacia atrás y no me mostró la sonrisa traviesa que yo esperaba, estaba seria, sus ojos me dijeron que aquello era demasiado para ella y yo me di cuenta que si mi hija había estado atrapada años atrás por la belleza y el cuerpo de la madre de su amiga Rosaura, ¿por qué no iba a sentirse atraída ahora por mi hermana?, que no tenía nada que envidiarle a Milagros. Mentiría si dijese que yo estaba agobiada o preocupada, estaba, digamos, inquieta por lo que pudiese pasar, pero, en el fondo sabía que estaba viviendo las horas más excitantes de mi vida y no creía que nada pudiese estropearlo.

-C. (Carmen) Uf, que alivio entrar en casa, si llega a pasarnos algo no me lo perdonaría en la vida. Lo he pasado fatal.

-S. (Silvia) Ya está tita, ya está, tampoco ha sido para tanto. Ven a echar un vistazo desde la galería, ya verás que paisaje.

-C. No, si desde aquí se ve todo precioso, pero abajo …

-M (Maribel) (abrazando a Carmen) Ya está, me alegro de haber ido. ¿Qué es la vida sin un poco de riesgo?

-S. Bueno, y sin luz, ¿qué vamos a hacer?

-M. Pues no lo sé, espero que vuelva pronto porque ni siquiera podemos hacernos un café, todo es eléctrico.

-C. La calefacción funciona, quiero decir, se está bien, no hace nada de frio.

-M. Si, durante unas horas calefacción y agua caliente tenemos, el problema es para comer.

La luz volvió en apenas diez minutos, calenté rápidamente parte de la cena del día anterior, había sobrado más que suficiente para tres mujeres hambrientas. Hice bien porque mientras comíamos se fue de nuevo y nos quedamos en penumbra a pesar de que todavía era mediodía y teníamos la ventana del techo de la cocina sobre nosotras. Eso no nos impidió pasárnoslo muy bien y recuerdo que hicimos una larga sobremesa, charlamos de todo, pusimos de vuelta y media, como solíamos hacer, a buena parte de nuestros respectivos conocidos y algún que otro familiar. Al final, inevitablemente, salió el tema del divorcio de Carmen y dejamos que se desahogara un rato, lloro sin parar veinte minutos. Nosotras simplemente la escuchamos, no intentamos animarla con palabras vacías ni nada por el estilo. Lo cierto es que confesó sentirse mejor tras la llorera y mientras se fue un rato al baño, Silvia se apresuró a decirme que teníamos que ayudarla.

-S. Jo mami, que pena me da, la verdad es que todo este año ni siquiera la he llamado y ahora me siento culpable.

-M. No seas tonta, ¿culpable de qué?, yo siempre le doy un beso de tu parte y ella sabe que tú tienes tu vida.

-S. Ya, pero es que no pensé que lo estuviese pasando tan mal. ¿Porque no intentamos animarla?

-M. ¿Y cómo?

-S. No sé, una buena cena, unas copas…

-M. Pero si acabamos de comer y estamos llenas, no vamos a tener hambre, unas copas sí que nos podemos tomar.

La voz de Carmen sonó desde el pasillo, ya más animada.

-C. Maribel, cariño, está anocheciendo y la luz no vuelve. Nos vamos a quedar a oscuras.

-M. Vamos a esperar media hora más y si no vuelve busco unas velas decorativas que hay por algún lado. Por cierto, tengo que ver como has estado de ánimo esta semana, un trato es un trato.

-C. Bien, no seas tonta, estoy mejor. Silvia se va a creer que estamos mal de la cabeza.

-S. ¿De qué habláis?

-C. Pues que según de bien depiladas que estén mis piernas tu madre se queda más tranquila, sabe que si estoy depre no me las depilo.

-S. Madre de dios, estáis muy mal las dos.

-M. Silvia, todas nos descuidamos cuando lo estamos pasando mal.

Mientras yo y mi hermana nos reíamos, Silvia se puso completamente roja, yo estaba en el lavavajillas al fondo de la cocina y ella y su tía juntas al lado del sofá que había en el otro extremo. Carmen se llevó ambas manos a la cintura y comenzó a contonear sus nalgas ligeramente para ayudarse a bajar las mallas. Silvia no tuvo valor para mirar directamente al melocotón que antes si había admirado furtivamente mientras subíamos las escaleras, Carmen se sentó en el sofá, y quitándose las mallas del todo reclamo la atención de Silvia para que actuase como testigo. Silvia parecía un tomate y su cara una bombilla roja como las de la feria.

-C. Toca, cariño, toca. Suaves como la seda.

-S. Perfectas tita, perfectas, mama, ¡eres una desconfiada!

-C. (Apartando ligeramente el tanga hacia un lado para mostrar parte de su vulva) Y mira, mi juguetito, también perfectamente al día, me lo repasé yo sola anteayer.

-M. Estas ruborizando a tu sobrina.

-C. (fijándose en su rostro) Perdona amor, si casi te he puesto el culo en la boca y comprendo que no es agradable verme así, a mis años.

-M. No pasa nada, de que años hablas tita, si estas de miedo, ya me gustaría a mí estar así, no te digo ya a los cincuenta sino a los cuarenta.

-C. ¿Entonces?

-M. Pues eso, que me gusta verte y me pongo roja porque, al fin y al cabo. eres mi tía.

Se hizo el silencio, un silencio que no llegaría a los dos segundos, pero se nos hizo eterno. La culpa desde luego fue mía, como siempre, Silvia no pudo controlar su rubor, Carmen la sorprendió al bajarse la licra y ante la pregunta directa de su tía no se le ocurrió decir más que la verdad. Mi hermana no es ninguna beata puritana, me miró sorprendida, con cara de poquer y con una sonrisa en la boca, pero su cara también había cambiado de color. Tuve que rescatar a Silvia porque creí que iba a romper a llorar, y ya se sabe que nunca lloramos por un único motivo, me temía que lo nuestro le empezase a pasar factura.

-M. Tranquila hija, nos pasa a todas, un bonito cuerpo es un bonito cuerpo, independientemente de a quien pertenezca.

-S. (muerta de vergüenza) Lo siento, no he podido disimular, me ha cogido por sorpresa.

-C. (Abrazándola y comiéndosela a besos) Y haces bien tesoro, pero tienes que estar riéndote de tu tía, porque si lo dices de verdad me has arreglado el día, ¡qué digo el día!, todo el mes.

-M. Que va a decirlo de broma, ella nunca se reiría de ti, ¿a qué no cariño?, si te lo digo siempre Carmen, lo que pasa es que tu hace años que no te valoras, pero eres una belleza.

Carmen se puso un poco nerviosa, quería preguntarle a Silvia si le gustaban las mujeres, pero no encontraba las palabras. Yo me alivie al ver que Silvia recuperaba la iniciativa y le ahorraba a su tía el mal trago de hacer la pregunta.

-S. Jo tía, a ti supongo que te gustan los hombres, ¿o no?

-C. Bueno, cada vez menos, tú ya me entiendes…

-S. Vale, olvida ahora lo del tío Javier, te gustan los hombres, pero, ¿no te gusta ver el cuerpo de una mujer también? No todas quizás, tampoco te gustan todos los hombres, pero alguna mujer alguna vez te habrá llamado la atención…

-C. Bueno… pues sí, tienes razón cariño, a veces pasa, solo que, al revés, es decir, ser yo la mujer admirada es algo que nunca me podría imaginar.

Nuevo silencio y de nuevo tuve que intervenir. Por suerte la conversación se iba relajando y el tono era de sorpresa más que de malestar o cualquier otro sentimiento negativo. Mi hermana y mi hija continuaban abrazadas y Carmen, que se había subido las mallas jugaba con el pelo de Silvia.

-M. A ti lo que te descoloca es que sea tu sobrina. Te da no sé qué. A mí me paso más de una vez con Raúl, en la piscina no podía evitar mirarle el paquete, y me sentía culpable, pero cuanto más culpable me sentía más me gustaba y más miraba.

Carmen y Silvia se partieron de risa durante unos minutos, en parte por mis palabras, pero sobre todo por algo que había sucedido tiempo atrás y ahora no viene al caso explicar.

-C. Jo, ahora que sale el tema, hace unos años parecía cosa del demonio, pero ahora parece que si no lo has probado es que no has vivido la vida. Está tan de moda.

-M. ¿El que? Lo del lesbianismo.

-C. Si, hoy en día todas las chicas lo hacen, es la cosa más normal del mundo…

-S. Tita, aun estas a tiempo. ¿Pero nunca has hecho alguna tontería con alguna amiga?

Intervine porque me parecía una pregunta demasiado directa, yo, que soy la que había ido liándolo todo iba ahora de apagafuegos. Lo hice, de todos modos, sin reprender a Silvia.

-M. Eh, que nosotras somos hetero hetero, no como las de ahora que probáis de todo.

-S. (levantando los brazos y la voz haciéndose la víctima, pero con su preciosa sonrisa) Perdón…, perdón, ni que hubiese matado a alguien, es simple curiosidad…

Me quede de piedra, nos quedamos de piedra, al ver en la cara de Carmen que la respuesta no tenía que ser necesariamente negativa. La interrogamos, sobre todo yo, con nuestra mueca de sorpresa y nuestras bocas abiertas.

-C. No me miréis así, por dios. Alguna tontería sí que he hecho. (mirando a Silvia). Tu madre me va a matar por no habérselo contado nunca. Nosotras nos contamos todo.

-S. (divertidísima, mirándome y sintiéndose vencedora) Mama nunca se enfadaría contigo, tita, te quiere con locura.

-M. Haber, no me enfado, pero me duele que no me lo hayas contado.

-C. Ves, es que, si te lo contase, entenderías que no te lo contase.

Risas otra vez y más risas.

-C. No os riais, que parezco tonta, es que no es nada fácil, lo de la tontería con la otra chica es lo de menos, lo peor es todo lo que sucedió alrededor. Me moriría de vergüenza.

-S. ¿Alrededor? Quieres decir que era una orgia.

-C. (contestando al instante) No, no una orgia no… bueno, no sé, no estoy segura…

-M. Madre de dios, has estado en una orgia. ¿Pero de mujeres?

-C. No, coño, que no, no era una orgia.

-S. ¿Entonces que era?

Cualquier otra persona en su lugar se hubiese agobiado, Carmen simplemente respiro profundamente.

-C. Supongo que debería habértelo contado Maribel, pero bueno, no he sido capaz en más de veinte años, lo que no sé es si debo hacerlo ahora con esta renacuaja delante.

-M. Tita, que tengo casi treinta. ¿Tan fuerte es?

Carmen estaba ahora sentada en el sofá, Silvia estaba a su lado y yo simplemente me había acercado a ellas, pero continuaba de pie. Yo me preguntaba qué demonios ocurría en aquella casa aquel fin de semana, como irremediablemente todo conducía a acabar con mi coño repleto de jugo. Me hubiese bajado los vaqueros allí mismo y me hubiese hecho una paja mientras las veía juntas en el sofá, lo hubiese pasado muy bien solo con eso.

Carmen preguntó si podía darse una ducha y ponerse cómoda, y prometió contárnoslo todo con ayuda de un par de copas más tarde. Nos duchamos las tres, por separado, ya con la ayuda de unas velas. Silvia tenía miedo a quedarse a solas conmigo mientras su tía se duchaba. La tranquilicé diciéndole que no había hecho ni dicho nada incorrecto y nos morreamos durante unos minutos asegurándonos de no ser sorprendidas. Me pidió ropa lo más sexy posible para ponerse, quería estar muy atractiva para mí por la noche, y me pregunto qué iba a dejarle a Carmen para ponerse. A mí me encantan los vestidos de punto, tengo varios iguales en colores variados, no ensenan gran cosa, no tienen escote y llegan casi hasta la rodilla, pero se ciñen tan bien al cuerpo, sobre todo si van un poco justos de talla que solo verme dentro me erotiza, me encanta mirarme en el espejo con ellos y a mi marido le encantan. Le di el amarillo a Carmen, el rojo a Silvia y yo me quedé con uno blanco. Parecíamos tres fichas de parchís, pero que fichas.

Silvia y yo nos moríamos de curiosidad por saber que diantres nos iba a contar mi hermana. Que podía haberse callado durante más de veinte años. Silvia me hablaba con su mirada y me decía que se lo estaba pasando como nunca. Nos dimos un rato, ya con un gin-tonic en la mano para que Silvia llamase a Canarias y despedirse hasta el día siguiente de su pequeño y de su marido. Yo intercambie algunos mensajes con mi marido.

Nos acomodamos las tres en la cocina cuando la luz volvió, ya teníamos media casa llena de velas. Silvia lo lamento.

-S. Oh, no me lo puedo creer, con lo bien que estábamos sin luz. Lo bien que nos lo estamos pasando, con luz hubiésemos estado aburridas viendo la tele.

-C. Si ese es el problema deja las velas y apaga la lampara.

-S. ¿Te parece bien Mami? Se esta tan bien con las velas.

-M. Por mí...

Si que se estaba bien, solo el olor al mismo gel que desprendíamos las tres y nuestras pieles tan suaves bajo los ajustados vestidos resultaba muy excitante y poco a poco iría siendo superado por el olor a hembra que salía de entre nuestras piernas.

Silvia me dejo sin sitio en el sofá grande, se recostó a lo largo y puso sus pies sobre las piernas de su tía sentada en el otro extremo. Yo arrastré una butaca desde el salón y me acomodé frente a ellas después de servir otra ronda de bebidas. La calefacción por acumuladores no había dejado de calentar la casa a pesar del apagón, se estaba muy bien allí sabiendo del día terrible de nieve y viento que hacía fuera. Para estar más cómodas tanto Carmen como Silvia se habían subido algo el vestido y el espectáculo de piernas que tenía ante mí me ponía un nudo en la garganta. Yo no llevaba nada debajo del vestido y me había apresurado, nada más volver al salón a comprobar si ellas habían hecho lo mismo, Silvia iba como yo, sin nada debajo y mi hermana si marcaba tanga claramente y un enorme sujetador sostenía como un andamio su talla XXL.

-C. Caray, no me miréis así que me agobias.

-S. Es que nos morimos de curiosidad tita.

-C. (muy seria) Una cosa os digo, si os violenta algo me lo decís y lo dejamos y por dios os pido que esto no salga de aquí.

-M. ¿Pero para tanto es?

-C. Yo que se Maribel, hoy quizás no, pero yo, bueno nosotras, nuestra educación no es la de ahora, ahora con internet ya sabes, se ve de todo…

-S. Jo tita, si quieres déjalo, tampoco es cuestión de que lo pases mal o, si quieres, me voy a la cama y os dejo a vosotras a solas.

-M. Conociéndote te quedarías a escuchar tras la puerta.

-S. Eso es verdad, pero así lo haría más interesante y todo.

-C. Si no hace falta, si le estoy dando tanto misterio que luego vais a pensar que soy tonta, pero a mí en su momento me dejó en shock como se dice ahora.

-M. ¿Y cuándo fue exactamente?

-C. Pues fue en el verano del noventa y nueve, un día tremendo de esos de calor. Vosotros ya estabais en la playa y teníais a Javi con vosotros. Yo y el cabrón de mi marido…

-M. ¡Caaarmen!

-C. ¡Peeerdón!, yo y Javier nos quedamos porque lo invitaron a una presentación de ordenadores. Él quería meterse en el tema de la informática porque lo de los electrodomésticos empezaba ya a estar muy complicado, entraba ya mucha lavadora y frigorífico de Asia, de Corea, sobre todo, y encima los hipermercados le iban ganando terreno a las tiendas y el cada vez vendía menos. Total, para nada, porque al final no quiso ponerse a estudiar y vender un producto que no conoces es muy difícil, pero bueno, en aquel momento decía que estaba cansado de vender lavadoras. Me acuerdo que me quede en casa aburrida todo el día y a las once o así me llamo para que me arreglara porque nos habían invitado a una fiesta en un chalet. El caso es que, nada, me puse guapa me vino a recoger y nos fuimos, a mí no me apetecía nada ya sabéis que no soy mucho de juntarme con desconocidos, pero lo veía tan agobiado porque las ventas iban bajándole mes a mes que tuve que hacer el esfuerzo.

-S. ¿Y qué te pusiste?

-C. ¿Que qué me puse? Pues no debería recordarlo, pero me acuerdo perfectamente, me puse un vestido de ganchillo blanco precioso que tenía.

-M. Caray, tendrías que haber visto el vestido aquel.

-S. ¿Sexy?

-M. Hija, ¡más que sexy! A veces se lo ponía solo con un tanga y un sujetador y quemaba la calle con él.

-C. (Llena de orgullo y con falsa modestia). ¡Quemaba la calle! No era para tanto exagerada. Lo que pasa es que era muy perforado y si no llevaba nada debajo…

-S. ¿Y ese día?

-C. No, ya os digo que ese día hacia muchísimo calor, no llevaba nada más que ropa interior. Bueno, ¿sigo o qué?

-M. Sigue mientras te preparo otra copa.

-C. ¿Otra? Bueno, pero solo si es una para cada una, a ver si voy a acabar piripi. De todos modos, cuando llegamos al sitio yo debía ser de las más modositas vistiendo, creerme, además no era un chalet, era una casaza con un jardín enorme en medio, la casa hacia como un cuadrado alrededor del jardín, tenía hasta una piscina pequeña. Luego me enteré de que no nos habían invitado, había que pagar por ir a la dichosa fiesta y al final, nada más llegar, yo ya me di cuenta de que allí no se iba a hacer ningún negocio. Pero bueno, por no hacer el ridículo y largarme.

-S. ¿Pero por qué ibas a hacer el ridículo?

-C. Pues porque enseguida vimos el ambiente que había allí. Tenían hasta un pequeño escenario montado en el jardín rodeado de sofás, haciendo como un semicírculo. Yo pensé que sería para un striptease o algún rollo erótico… pero que va…

-M. ¿Y que era?

-C. Vicio para ricos, era vicio para ricos. Apareció una chica de unos treinta o treinta y cinco en el escenario, muy guapa, yo me tranquilice porque iba vestida normal, con una faldita por encima de la rodilla, una camiseta de tirantes, normal, como si viniese de hacer la compra. Se presento, recuerdo que se llamaba Margarita, o eso dijo, dijo también que era peluquera y debía ser cierto porque iba muy bien peinada, una melena lisa, teñida de rubio, todo muy bien, yo pensé que iba a cantar o algo así pero cuando dijo que había traído a diez amiguitos con ella para que todos nos lo pasásemos muy bien, casi me muero.

-S. Entonces era porno.

-C. Silvia, los amiguitos tenían todos cuatro patas. Eran perros.

-S. ¡Caray con Margarita!

-M. Virgen santa. Si me pasa a mí me muero…

-C. Es que a mi aun me dura la vergüenza. Silvia, tú te ríes, pero si estuvieses allí…

-S. Jo tía, es que me hace gracia como lo cuentas. Tampoco sería para tanto.

-C. Yo, lo único que agradecía en ese momento era que nos tocó, por casualidad en un sofá al final de todo, lejos de los conocidos de mi marido, a uno de los lados. Ah, y que ya era de noche y aunque el escenario estaba muy iluminado, nosotros estábamos medio en penumbra.

-M. ¿Pero cuantos erais allí?

-C. Pues seriamos unos veinte o veinticinco.

-S. (partiéndose de risa) ¿Pero contando a Margarita y sus amigos o solo los invitados?

-C. Tu hija se lo toma a cachondeo.

-M. Silvia, no bebas más que te va a sentar mal.

-C. Déjala, si ya te digo yo que somos generaciones tan distintas.

-S. Perdona tita, sigue contando, aquello tuvo que ser tremendo. Pero el tío, ¿no te llevaría sabiendo a lo que ibais?

-C. No, no creo, él estaba tan avergonzado como yo, pero lo que no queríamos era dar el cante y quedar como paletos.

-S. Y la chica no tenía miedo a que la grabasen, menudo plan, porque la follaban los perros, ¿o no?

-C. Claro que la… follaban, como dices tu…

-M. Eran otros tiempos cariño, no llevaba todo el mundo una cámara en el bolsillo, por poder, podían grabarla, sobre todo los dueños de la casa, pero no había internet o si lo había no estaba…

-C. Ojo, que allí se habló de que el espectáculo no bajaba de trescientas mil pesetas.

-S. ¿Cuánto era eso?

-M. Pues era el doble de lo que ganaba un trabajador normal en un mes.

-S. Caray, eso lo cambia todo. ¿Y la chica que hacía?

-C. No, por dios, eso no me lo preguntes.

-S. Venga tita, que no es para tanto… tomate otro gin-tonic.

-C. No que ya me he tomado tres. Pues, ¿Qué iba a hacer Silvia?

Tenía un chico que la ayudaba, le iba trayendo los perros uno a uno, los animales ya sabían a lo que iban.

-S. Y Margarita, ¿se desnudó?

-C. Margarita no tenía ni un pelo de tonta, en el primer perro simplemente se subió la faldita, y poco a poco iba quitándose cosas, el público al principio se mataba a aplaudir, los perros al correrse se quedaban un rato montados sobre ella y mientras ella hablaba con la gente, ya al principio dijo que si alguna quería probar había perros de sobra para todas, es que ella repetía todo el tiempo que el placer que sentía ella con sus perros no lo sentía con ningún hombre y además insistió varias veces en que los perros estaban constantemente supervisados por un veterinario, yo que se, es que era toda una profesional, y lo tenía todo muy bien montado, nunca mejor dicho.

-S. ¿Y entonces por qué decías que el público dejo de aplaudir?

-C. Hija, porque al rato de empezar aquello, yo miraba hacia el resto de la gente y poco a poco vi que las otras parejas empezaban a subirse la mujer sobre el hombre o a ponerse de rodillas y ya me entiendes.

Poco a poco yo fui dejando de intervenir, lo de la zoofilia me parecía una broma comparada con lo mío, aquel fin de semana cada escena que vivía creía que era lo más, que nunca iba a haber nada igual, pero es que me equivocaba y lo que venía siempre era mejor todavía. Por eso digo que para depravación lo mío, con mi hija y mi hermana en el sofá frente a mí, los pies de Silvia continuaban sobre el regazo de Carmen y esta se los acariciaba y masajeaba, casi inconscientemente, yo sabía que a Silvia esto le estaba encantando. A mí las piernas estiradas de Silvia me calentaban cada vez más y las rodillas y los muslos de Carmen no paraban de moverse llamando mi atención. No sabía ni a donde mirar y cada vez me importaba menos que de vez en cuando, al girar su mirada hacia mi Carmen me sorprendiese mirando sus piernas y las de mi hija, la verdad es que me apetecía cada vez más abrir las mías y hacerme una paja frente a ellas.

-S. Y tú y el tío, ¿no hicisteis nada?

-C. Claro que hicimos, lo contrario hubiese sido dar el cante.

-S. Jo tita, cuenta algún detalle, no te excita recordar todo aquello. A mí me encanta escucharte.

-C. (mirándome a mi sin saber que decir) Claro que me excita, ¿qué quieres que te cuente? Pues por vergüenza, me quité como pude el tanga y me subi sobre tu tío… y, la madre que lo pario, si quieres detalles te los voy a contar, tenía la polla como de hierro, en mi vida se la había visto así.

-S. (más divertida ya que en el cine viendo una comedia) El efecto Margarita.

-C. Y tanto cariño, no lo puedo culpar, porque yo estaba… vamos, tenia … quiero decir…

-S. Que tenías el coño empapado.

-C. Gracias, es que, si no me hubiese destrozado, me deje caer sobre el con los nervios y me entro como un hierro caliente en la mantequilla, y lo más curioso es que, me moví apenas dos o tres veces arriba y abajo y note que ya se corría, ¡un chorro a presión! dentro de mí, me lleno toda de leche por dentro y el muy cabrón, por primera y última vez en su vida, siguió igual, no se le ablando apenas, en cinco minutos empecé a moverme y la tenía dura de nuevo.

-S. Entonces a ti el show también te ponía.

-C. (desinhibiéndose cada vez más) Silvia, por un lado, no quería mirar, porque me daba un poco de asco, y por el otro quería, por el morbo y la curiosidad. Es que además miraba hacia los lados y cada dos por tres veía alguna polla reventar a borbotones y llenarle la cara de leche a alguna de las mujeres, en la mayoría de las parejas la mujer estaba de rodillas en el suelo haciéndole una mamada al marido o novio o lo que fuese.

-S. ¿Que eran todos de tu edad?

-C. No, mayores, sobre cuarenta o quizás más, debían estar todos forrados por los coches que vimos al llegar, es que no pintábamos nada allí.

-S. Jo tía, cuéntanos algún detalle más. Mami, apaga alguna vela.

-M. ¿Para qué?

-S. Jo, mami, tu apágalas, deja solo la del fondo.

-M. (obedeciendo) Ya está, a ver si no me la pego para volver al sofá.

Me lo temía, en cuanto me senté, Silvia, como había hecho la noche del viernes nos dejó de piedra, sobre todo a su tía, al pedir permiso para hacerse una paja.

Se hizo el silencio, con la poca luz que llegaba del otro lado de la cocina vi la mirada de mi hermana interrogándome sobre qué hacer. Yo intente quitarle importancia e incluso bromear, claro que por mi podía hacérsela, yo también me Moria de ganas.

-M. ¡Mira para qué era lo de las velas! ¿Hija mía, tan necesitada estas? Tienes que solucionar lo vuestro.

-C. ¿Qué pasa?

-M. La pobre, que su marido ni la mira, y claro…

-C. ¡Tan jóvenes!

-S (aparentando no querer dar pena) No es el momento, ya hablaremos del tema en otro día. ¿Puedo o no?

-C. Pues claro que puedes. ¿Te traigo algo para taparte?

-S. No, con vosotras no tengo vergüenza.

A partir de ahí, mi hermana se sintió definitivamente la reina de la fiesta, por primera vez en mucho tiempo, disfrutaba del sexo, aunque fuese sentada en un sofá casi a oscuras con su hermana y su sobrina, sin tener a un hombre entre sus piernas o una polla en su boquita. Tras el momento de duda y sorpresa, por el infinito atrevimiento de su sobrina se sintió útil y necesaria como hacía tiempo que no se sentía. Si tenía que poner cachonda a Silvia para que tuviese un buen orgasmo la pondría. Poco a poco nuestras pupilas fueron adaptándose a la escasa luz y vi como Silvia se había subido el vestido hasta la cintura y flexionado una de sus piernas, la otra seguía recibiendo las caricias de su tía que ahora llegaban hasta el gemelo y ocasionalmente la rodilla, estoy segura de que Carmen ni se daba cuenta de que la estaba poniendo a cien con la palma de su mano. Que mi hermana estuviese disfrutando no significa que no estuviese nerviosa, la veía casi tiesa en su lado del sofá, y ni se atrevía a mirar hacia su izquierda donde tenía a su sobrina haciéndose una sonora paja.

-C. Supongo que lo de los perros es lo que más morbo te da.

-S. Todo tita, todo. Me da morbo todo.

-C. Yo reconozco que acabe mirando, aunque fuese de reojo, es que la chica lo hacía tan bien. Al cuarto o quinto perro lo presento como un desastre de amante, porque no era capaz de follarla, y el pobrecito apareció en el escenario todo despistado, mirando al público, medio asustado. Los otros nada más entrar en el escenario se iban derechos a por ella, pero este se paseaba medio perdido hasta que la chica le pregunto si una pajilla si quería que le hiciese, el animalito estaba entrenado y se puso al momento tumbado boca arriba en el escenario.

-S. Ostras, ¿y le hizo la paja?

-C. Pues claro, se puso de rodillas y comenzó a masajeársela, era un perro mediano, no paro hasta que el pobre perrito le lleno la boca.

-S. (suspirando) Y por qué decías antes lo de haber tropezado en el tema de las chicas?

-C. Bueno, es que eso es lo que no me atrevía a contar sin dar detalles sobre el sitio y las circunstancias en que ocurrió. Ahora lo vais a entender. A mitad de la noche llego una pareja nueva, un chico negro de unos cuarenta, creo que era un militar americano, no hablaba nada de español, la mujer sí que era de aquí, nos saludaron y se pusieron a nuestro lado porque no había otro sitio. El chico no es que nos mirase en plan, ya sabéis, en plan mirón, pero sonreía todo el tiempo, a mi sobre todo que estaba subida a tu tío. Creo que, al no hablar nuestro idioma, pues simplemente sonreía para no parecer maleducado. Al poco tiempo pues, se sacó la polla, como todo el mundo.

-S. ¿Y es verdad lo que dicen de los negros?

-C. Es, es, por lo menos en este. Pobre chica, la mujer era rubita, debía ser andaluza por el acento, no pesaría ni cuarenta kilos la pobre, delgadita. Me acuerdo que yo pensé, pobrecita, como se meta eso en el coño la va a matar. El caso es que se puso de rodillas en el suelo y empezó a hacerle una mamada, a mi claro que me excito, no hace falta que me preguntéis, se la agarraba con las dos manos allí, a un metro de mí, yo no sabía ni hacia donde mirar, el escenario lo tenía no detrás de mí, pero sí que tenía que girarme un poco para ver bien y el negro y la rubita a mi lado.

-S. (mientras su almeja sonaba cada vez más llena de jugo) ¿Y no te corriste?

-C. Hija, perdí la cuenta, no sé ni cuantas veces me corrí, tu tío volvió a descargarme dentro a los quince minutos o así, pero aun así siguió con ella dentro. El chico negro se corrió enseguida también, es que lo de Margarita era una pasada, la rubita se lo trago todo, apenas vi que corría un poquito polla abajo, pero ella le dio un lametazo y se la dejo limpita. como si nada, ni morcillona ni nada, como una piedra, a la chica debían dolerle las rodillas y se subió al sofá para ver mejor el escenario y seguir mamándosela al novio o marido y entonces, ahí quería llegar yo, se quedó con el culo en pompa a mi lado, llevaba un pareo sin nada debajo y el chico, que ya digo, no paraba de mirarnos y sonreír me hizo señas como para que le diese una palmada a ella en el culo.

-S. Joder, ¿y se la diste?

-C. Pues al principio no, porque ¿quién soy yo para darle una palmada a nadie?, pero luego, de tanto sonreírme e insistir, pues le di un azotito en el culo y ella gimió como si le gustase. Y entonces el chico sonreía todavía más, y me hacía gestos para que le levantase el pareo y le diese directamente en las nalgas… y se lo levanté y cuantas más palmadas más gemidos y el cabronazo del americano empezó a hacerme el gesto de que le metiese un dedo a la chica.

-M. ¡Ostias! Sigue tía, sigue, dime que se lo metiste.

-C. Hija, después de aquella noche tu tío y yo estuvimos follando como locos todas las noches, a veces se hacía trescientos kilómetros para venir a dormir a casa, daba igual que yo tuviese la regla o que estuviésemos cansados…

-M. Al grano, tita, vete al grano porfa, que estoy a punto.

-C. Pues… que sí, un dedo directamente no se lo metí, que las mujeres no somos así de brutas, ella estaba de rodillas sobre el sofá, con el culito aquel hacia mí, se lo acaricié bien mientras reunía el valor para ir a más, y luego fui tocándole el coño con cuidado, acariciando la entrada con las yemas de mis dedos, estaba empapado. ¡Que sensación! No tiene nada que ver con tocarse una misma, la chica estaba tan excitada también que sin hacer yo gran cosa tenía el coño ya abierto, cuando le metí el índice entro sin ningún problema, simplemente iba ensanchando un poco el camino que ya estaba abierto. La chica se desentendió de la polla y recostó los hombros y la cabeza sobre el americano y yo, no sé cómo, porque tenía a mi marido y al suyo más pendientes de mí que del escenario, fui dándole a la chica, lo mejor que pude, lo que pasa es que menuda loba… no había manera de que se corriese. Yo, me sentía como obligada a que se corriese, ¡mira tú que tontería!, pero a la muy loba no le bastaba como a mí con rozar un poco el clítoris, se lo toque y toque con la yema del dedo, pero nada, le encantaba, eso sí, pero…

-S. (meneando las caderas en el sofá y a punto de correrse) ¿Y a ti, te gustaba tita?

-C. (reconociendo rápidamente) Pues claro que me gustaba, me está gustando solo el recordarlo, lo que no me gustaba era la falta de intimidad, pero… la andaluza tenía un culo precioso, y al estar tan delgadita el coño por detrás parecía enorme, lo tenía depilado de todo. Tuve que empezar a meterle los dedos, primero dos, luego tres, le di y le di hasta que ya me dolía el brazo. ¡Dios, que vergüenza! La chica estaba tan caliente que yo giraba mis dedos dentro de ella para intentar darle más gusto y cuando los sacaba salían empapados. (Carmen comenzó a reírse) Menos mal que di con la solución. Me cansé y le metí el índice por el ojete, me costó, porque la chica se asustó al principio, pero en cuanto lo tuve dentro, empecé a hacer círculos con la yema del dedo, ya sabéis a lo que me refiero, no muy lejos de la entrada, a mí me encantaba cuando me lo hacían, en realidad el placer lo sientes en la vagina, aunque entres en ella por la puerta de atrás. Joder, al negro le faltó tiempo para meterle la polla por el coño en cuanto se dio cuenta de que yo le había metido el dedo por el culo. Imaginaros la escena.

-S. Joder tita, yo me muero.

-C. Silvia, morir me muero yo de vergüenza, ahora y aquel día. Pero me encanto, sentí en mi dedo como la polla entraba por delante y se hacía sitio dentro de la rubita, la chica se relajó muchísimo, estuvimos dándole un rato hasta que se corrió se dejó caer y yo me quedé allí, como una tonta con mi dedo dentro de su culo.

Mientras yo estaba a punto de entrar en combustión espontanea, frente a mí, en el sofá, Silvia se corrió, gimiendo en relativo silencio. Carmen por fin se atrevió a girar levemente su cuerpo una vez que su sobrina había cerrado las piernas. Yo no sabía ni que hacer ni que decir. Me sentía rarísima, mi hermana es de esas mujeres. ¿cómo podría explicarlo? de esas mujeres que cuando se sientan, aunque lleve un vestido que le llegue a los tobillos, siempre se lo recogerá para enseñar los muslos con toda naturalidad, sin inmutarse y dando la sensación de hacerlo inconscientemente. Una mujer caliente podría decir, amiga de comentarios picantes, de dar palmadas en el culo a todas sus personas cercanas… pero oírla contar aquella experiencia, me resultaba extraño, o quizás debo aceptar que me producía envidia y también cierta decepción que nunca me lo hubiese contado.

-S. Gracias tita, lo necesitaba, estoy cansada de ver pelis porno, son todas iguales. Me ha encantado escucharte. Además, con esa voz que tienes.

-C. Vaya, te has perdido lo mejor, lo que ocurrió al final de la fiesta, porque yo me enrollo como una persiana… Joder, con perdón, reconozco que ahora me lo estoy pasando bien compartiéndolo con vosotras.

-S. Da igual, tu cuéntalo, además mama también está escuchando, que luego seguro que… ya me entiendes.

-C. Pues la peluquera, al final ya del show, presento la traca final. Había una especie de camilla muy estrecha en el centro del escenario, estaba inclinada, unos… no sé, treinta grados, hasta ese momento todos los perros la habían penetrado poniéndose ella a cuatro patas, vamos, estilo perro, pero Margarita pidió toda la atención del público para ver algo único, parecía un numero de circo. Ella se colocó boca arriba en la camilla e iba explicando que por la forma del pene de los perros conseguir follar con uno de frente era lo máximo. El placer que iba a sentir en cuanto su compañero soltase al último amiguito era algo que toda mujer debería experimentar. Por lo visto, al follarla el perro, además de penetrarla, le masajea el clítoris de una manera ideal porque aseguro que cada vez que hacía aquel número tenía un orgasmo bestial, nunca mejor dicho. Yo es la cosa más rara que he visto en mi vida, os lo juro, cuando vi salir aquel mastín e irse hacia ella… era más alto que la chica, era un perro enorme, ella tenía las piernas cerradas, mientras el perro se colocaba como ella quería y así que estuvo en posición, abrazo al animal por detrás de las patas delanteras, por las costillas, abrió las piernas y el chucho que ya entro en el escenario con todo aquello colgando…

-S. Se la metió el perro sin ayuda ni nada.

-C. Tal cual, a lo mejor no a la primera o a la segunda, pero no tardó mucho en acertar y metérsela toda, la polla de aquel perro era más grande que la polla más grande de hombre que yo haya visto, vamos, con mucha diferencia, es que era rarísimo, aquel animal y la chica abrazada a él…

-S. ¿Y cuánto duraron?

-C. El perro, por lo que aprendí aquella noche, no se entretiene demasiado. La follo… ¡iba a decir como un animal! La follo como medio minuto, pero vamos, medio minuto follando así equivale a media hora follando con algunos hombres.

-S. ¿Y la chica se corrió realmente?

-C. Claro que se corrió, el mastín, en cuanto descargo dentro de ella se tranquilizó y se quedó un rato sobre ella, pero a la chica le temblaban las piernas y todo, además se calló por primera vez en toda la noche.

-S. ¿El perro se quedó sobre ella?

-C. Si, por lo visto actúan así, se corren y dejan un rato la polla dentro. ¿Qué quieres que te diga? Con este último perro se quedó todo el mundo en silencio, era… raro, te atraía y te repelía al mismo tiempo, pero no podías dejar de mirar, de lo que si estoy segura es de que Margarita se corrió y muy bien. Cuando el perro fue sacándosela de dentro, empezó a caer semen, lo puso todo perdido, ella volvió a hablar con el público y explico que había tenido suerte porque se estaba corriendo justo en el momento en que le había llegado ese chorro caliente a presión dentro de ella. Dijo que era la guinda del pastel.

Carmen dio por concluido su relato, miraba una y otra vez hacia mí, todavía preocupa por no haber compartido su experiencia conmigo durante más de veinte años. Yo le enviaba una sonrisa para que estuviese tranquila. Su sobrina disfrutaba todavía a su lado de la paja que acababa de hacerse y eso tenía lo suyo también. Ninguna decía nada, tuvo que ser Silvia la que rompiese el hielo. Confieso que aquella noche me sentí más orgullosa de ella que nunca, mi hija no ha destacado precisamente por tener una personalidad fuerte en su vida, pero aquel día…

-S. Lo siento, pero no podía aguantarme, menudo momento habréis pasado conmigo aquí dándole. No, no digáis nada porfa, dejémoslo en que mi marido ni me mira y en que la tía me ha puesto a cien y en que ya estoy cansada de aguantarme las ganas, a partir de ahora mi coño no va a pasar hambre ni un solo día.

-M. (Carcajada de felicidad) Pareces Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó. No te preocupes has hecho muy bien.

-C. Claro que si mi amor, la culpa es mía por sacar el temita de la dichosa fiesta.

-S. No tía no, aquí no hay culpables, me apetecía y punto, no quería quedarme con las ganas, como os vais a quedar vosotras, que os vais a ir a dormir con el calentón.

Yo y mi hermana nos miramos incrédulas por el tono burlón del último comentario de Silvia. Lo peor es que tenía razón. Yo agarré un cojin grande y tapándome con él decidí que iba a aceptar el reto. Me subí un poco más mi vestido de punto y comencé a jugar con mi coño, Silvia comenzó a aplaudir y a reírse, aunque estábamos en penumbra podían verme perfectamente. Carmen se reía también y hacía el gesto de taparse los ojos para evitar ruborizarse más.

-S. Ay tía, la que habéis liado tu y Margarita.

-C. Dios mío, Maribel, tú te has excitado también.

Yo contesté con un: ¿tú que crees?, y a partir de ahí apenas dije una palabra en un buen rato, jugaba con mi rajita, pero no tenía prisa alguna. Me interesaba mucho más lo que sucedía frente a mí. Silvia se incorporó y se sentó al lado de su tía, entrelazo su mano con la suya y apoyó su cabeza en el hombro de Carmen.

-S. (hablando bajito) Jo tía, que orgullosa estoy de ti, menuda experiencia, yo siempre te he visto como una mujer fuera de lo normal, por sexy y por guapa, cuando era pequeña me parecía que podrías ser actriz o cantante, no te veía como a mama, te veía como muy moderna. Ya sé que es de mala educación preguntarlo, pero, después de ese día, ¿volviste a estar con otra mujer?

-C. Madre del amor hermoso, eres mucho mejor que todos los psicólogos de España juntos, pero no cariño, ahí se quedó la cosa…

-S. Pero te gustó, al menos por como lo cuentas.

-C. Pues sí, para que voy a negarlo, solo que la vergüenza que pasé no me dejó disfrutarlo, pero reconozco que sí, e incluso reconozco que cambié bastante a partir de ese día. Perdí cierto romanticismo y me volví más morbosa en cuestión de sexo. Empezamos a comprar revistas, cosa que nunca habíamos hecho, algún juguete erótico, ya me entiendes.

-S. Jo, mira mamá, no dice ni mu, que entretenida está con su cojín, ¿que estará pasando ahí detrás?

-C. Pobrecita, déjala que disfrute, ojalá pudiese yo.

-S. Te da vergüenza, puedes ir al baño tita, y esto además no va a salir de aquí.

-C. Si ya lo sé cariño, además a mí ya me da todo igual, pero ya ni me atrevo a tocarme, hace… ni me acuerdo de la última vez que disfruté haciéndomelo.

-S. Pero ¿no llegas?

-C. A veces me bloqueo y lo dejo, y otras llego, pero vamos, como si no llegase, ¡hija que vergüenza hablar con vosotras de esto!

-S. No seas tonta, ¿con quién vas a hablar? Has probado con Internet, viendo vídeos y tal…

-C. Por supuesto, y ya te digo que además soy muy morbosa, pero ni así…

Si alguien ha estado alguna vez en el museo de cera sabrá el aspecto que tenía mi hermana en el momento en que Silvia comenzó a acariciarle el cuello con sus labios, petrificada miraba Carmen hacia mí y yo le pedía, le rogaba con la mirada que no la rechazará. Tardó varios minutos en empezar a relajar alguno de los músculos de su cuerpo, su respiración era atropellada, pero Silvia le besaba el cuello con tanta dulzura y tan despacio que consiguió que poco a poco se tranquilizase. Fue cuando empezó a susurrar en su oído, lo hacía con el volumen justo para que yo pudiese escucharla.

-S. ¿Ves muchos vídeos de zoofilia?

-C. (tragando saliva antes de contestar) Alguno.

-S. ¿Y sado?

-C. A veces.

-S. ¿Qué vídeos te gustan más?

-C. Me da vergüenza.

-S. ¿Te gusta cómo te beso el cuello?

-C. (mirando hacia mi como buscando mi aprobación) Si, claro que me gusta.

-S. Por qué no te acaricias mientras yo te beso el cuello. A mí me encantaría que lo hicieses.

Las dos al unísono tiraron del vestido de Carmen hasta que quedó remangado en su cintura. Yo, estaba tan absorta por lo que ocurría frente a mí que creo que hasta dejé mi coño en paz por un rato. Carmen llevaba uno de sus minúsculos tangas, naranja, lo recuerdo perfectamente, Silvia sin cortarse ni un pelo introdujo su pulgar entre el tanga y la cadera de su tía para quitárselo y tras otra mirada hacia mí la mano derecha de Carmen colaboró tirando del tanga por el otro lado. Silvia lo desenredó de entre los tobillos y se lo llevó a la nariz.

Dicen que el placer que una mujer puede dar a otra no tiene nada que ver con el de un hombre. Desde luego un hombre en el sitio de Silvia ya se habría corrido en la boca de mi hermana después de follarla como un poseso durante diez minutos. Pero Silvia supo tener toda la paciencia del mundo.

-S. Tita, se obediente y acaríciate esos muslos maravillosos que tienes. Son preciosos, abre un poco las piernas, pero no te toques el coño, primero tienes que perder la vergüenza, sino te va a pasar como en la fiesta, no podrás disfrutar…

-C. Estoy bien, estoy bien, solo que, bueno, esto no… no sé, no sé qué decir, me ha encantado cuando olías el tanga… dios mío, debo estar soñando.

Silvia volvió a coger el tanga y se lo introdujo poco a poco en su coño.

-S. ¿Puedo quedármelo?

-C. Por supuesto.

-S. Me encanta tu orejita, no quiero hacerte cosquillas.

-C. A mí me gusta sentir tu voz y tus labios junto a ella.

-S. A ver si adivino entonces que videos morbosos buscas en Internet. ¿Orgias?

-C. Frio.

-S. ¿Jovencitas?

-C. No necesariamente.

-S. Caray tita, ya lo sé, ya sé lo que buscas, lo que pasa es que lo buscas, pero no lo encuentras.

Quizás Silvia estuviese muy tranquila, lo parecía desde luego, pero mi corazón y el de Carmen se podían oír golpeando en nuestros pechos. Mi hija se puso en pie, rodeó tranquilamente el sofá que habían compartido y por su espalda ayudó a su tía a quitarse el vestido como si fuese un jersey, besando su espalda liberó los tres corchetes que cerraban el sujetador y la fuerza de la gravedad hizo el resto dejando dos maravillas que reposando a la altura de su ombligo.

Carmen se quedó completamente desnuda frente a mí, con sus curvas, con sus virtudes, con sus defectos, en ella hasta los defectos excitaban, su poquita celulitis la hacía todavía más apetecible, sus kilitos de más… su pudor intentando aparentar normalidad cuando aquello de normal no tenía nada. Silvia simplemente nos volvió locas y a partir de ese momento yo perdí totalmente el sentido del tiempo.

Mi hija, no regreso al sofá con Carmen, mi butaca, aunque individual era muy holgada. Tiemblo mientras escribo estos párrafos.

-S. Jo tita, en Internet buscas lo que buscamos todas, lo que pasa es que todo lo que hay es falso. Pero nosotras te vamos a regalar algo que muy poca gente habrá visto, esto es de verdad y además nosotras somos de carne y hueso.

Silvia se sentó en mi coló con cuidado de no lastimarme y comenzó a besarme. Conmigo no iba tan despacio… me metía la lengua hasta la garganta, yo me quedé petrificada al punto de que mi hermana creyó que aquel era nuestro primer beso. Silvia solo dejaba mi boca para dirigirse a mi hermana, que tenía las piernas abiertas y toda la palma de la mano frotando su coño arriba y abajo.

-S. ¿A qué no me equivoco tita? No digas nada, ya veo que no. Ya verás como llegas y llegas bien, yo voy a seguir disfrutando de la boquita de mamá que cuanto más disfrute yo aquí más disfrutaré tu ahí.

Como sonaba la voz de Silvia no puedo describirlo, lo que sí puedo decir es el efecto que producía, era como narcotizante, nos tenía dominadas a las dos, su tono tenía un punto burlón, cierto aire de superioridad hacia nosotras, no sé, hubiésemos hecho lo que nos hubiese pedido.

-S. Mami gírate un poco para que la tía nos vea bien y nosotras a ella. Tía, tienes un cuerpazo, me encanta verte ahí pajeándote, me pones a cien, disfruta por favor, esto es para ti, esto es incesto verdadero y no lo que ves en Internet.

Carmen seguía frotando, toda la palma de su mano contra su vagina, por ayudarla a depilarse yo sabía que sus labios internos son enormes, oscuros y carnosos, y me di cuenta que disfrutaba mucho restregándolos contra la entrada de su coño, pero cuando Silvia dejó un momento mi boca, vi que ya estaba trabajando su clítoris con la yema de su índice. Por si ver a madre e hija morreándose frente a ella no era suficiente Silvia la animaba y la ponía más cachonda todavía.

-S. Pide lo que quieras tita, hoy es tu día, pide lo que quieras… ¿quieres que desnude a mamá?

Carmen asintió con la cabeza entre gemidos y Silvia me quitó el vestido como antes se lo había quitado a ella. Entonces Silvia comenzó un ir y venir de mi sofá al de Carmen, nos besaba y se llevaba saliva de la una para dejarla caer en la boca de la otra. Luego nos regalaba su lengua húmeda y caliente, suave, que hundía hasta nuestras gargantas. Que sensación besar unos labios de mujer, es tan diferente a besar los de un hombre, tienen una suavidad, una dulzura. Con la lengua de su sobrina en la boca y casi llorando se corrió mi hermana delante de mí. Me fascina la manera como se masturba y ahora la imito a veces, dejó el clítoris y se corrió frotando de nuevo sus labios con la palma de la mano, me alegro por ella, hay que estar muy caliente y muy bien lubricada para correrse así, pero el espectáculo que acababa de presenciar no era para menos.

Silvia se la comió a besos, besos de sobrina.

-S. ¿Te ha gustado? ¿Te has corrido bien?

-C. (tapándose la cara con las manos) ¿Como no iba a gustarme? Que dios me perdone, soy una depravada, como me conoces cariño, pero no hacía falta, o si, no lo sé, que vergüenza…

Creímos que iba a llorar y fui a abrazarla junto con Silvia.

-S. (acentuando más el matiz imperativo de sus palabras) Tita, no pierdas el tiempo con lloriqueos, tienes el resto de tu vida para lamentarte. ¿Y sabes lo que te digo? Pues que vas a tener mucho más de que lamentarte.

Silvia salió en dirección al pasillo sin avisar y yo casi me muero, no quería ni podía quedarme a solas con mi hermana, no ese día, quizás al día siguiente o más tarde, pero en ese momento no sabía que decir, creo que ella sentía exactamente lo mismo y salimos disparadas tras Silvia, además nos estábamos meando.

Silvia nos pidió que esperáramos, había entrado en mi habitación, Carmen y yo entramos al baño y debió transcurrir un eterno minuto en silencio. Por fin Silvia entró con un cinturón de cuero azul cielo, largo y estrecho que era de un abrigo mío, sonriendo me lo colocó en el cuello, sin prisa suavemente, yo no me había corrido en la cocina y mi chocho tenía una capa de nata como un pastel de boda, ahora además latía, los golpes que daba mi corazón, retumbaban al instante en él.

-S. Ponte a cuatro patas mami y entra en la bañera.

La bañera del baño de mi habitación es grande y redonda.

Silvia se quitó el vestido y por primera vez Carmen pudo verla desnuda. No disimulo lo más mínimo y la miró de arriba a abajo. Ahora estábamos las tres desnudas y yo dentro de la bañera a cuatro patas. Carmen alucinaba, pero yo, viendo sus ojos y su cara, perdí ya el miedo a que aquello pudiese acabar mal.

-S. Vamos tita, entra en la bañera y mea sobre ella, le va a encantar, voy a recogerle el pelo y la riegas toda que te has tomado varios gin-tonics y debes tener ganas.

Vi los pies de mi hermana y noté que Silvia tiraba hacía atrás del moño que acababa de hacerme. Levanté mi cara y al momento tuve que cerrar los ojos. Que morbo.

-S. (aplaudiendo) Si, perfecto tita, así le gusta a la perra de tu hermana, rocíala toda, mira como abre la boca, dime que te gusta.

-C. (empezando a desinhibirse por primera vez) Me gusta, me gusta, con vosotras me gusta todo, pero no la llames perra pobrecita.

-S. Ya verás como tú también acabas haciéndolo. Seguro que a Margarita algunos de los perros también le lamian el coño, ¿a que sí? Pues siéntate y abre las piernas que esta perrita te lo va a hacer a ti.

Carmen no lo dudó un momento y se sentó al borde de la bañera sobre unas láminas de madera. Silvia tiró de la correa y acercó mi cara al coño abierto de mi hermana, la oí gritar al sentir mis labios sobre los de su coño, estaba salado todavía, muy rojo, pero por la entrada bajaba un torrente de flujo como probablemente hacía años que no fluía. A pesar de la diferencia de edad el coño de mi hermana estaba tan bien lubricado y tan sabroso como el de mi hija, mientras yo me lo comía ellas seguían hablando como si nada. Carmen alucinaba y contestaba entre suspiros y sollozos mientras mi lengua y la punta de mi nariz la mataban de placer.

-S. Te veo muy bien tita, es increíble este cuerpo que tienes, luego me lo tienes que dejar para mi sólita…

-C. Lo que quieras, puedes hacer conmigo lo que quieras, bueno, las dos, Maribel también, ¡qué noche me estáis dando!

-S. Voy a mearme sobre tus tetas, me apetece muchísimo.

-C. Hazlo en mi cara por favor, en la cara…

Temí por un momento que Silvia resbalase y se hiciese daño, miré hacia arriba y vi que estaba de pie, meando como un hombre sobre la cara de su tía, abriéndose el coño con dos dedos para que la uretra pudiese acertar en la boca de su tía. Enseguida la orina de Silvia fue bajando hasta pasar entre las piernas abiertas de Carmen y calentita mojar todo el chocho mientras yo, con mi cabeza y mi cara empapada por la meada de mi hermana disfrutaba de aquel extra de placer, me comía el coño de mi hermana mojado por la meada de mi hija. ¡Que descontrol!

-C. Tenías razón…

-S. ¿En qué?

-C. En qué yo también acabaría llamándole perra a tu madre, y que poco he tardado… es que me lo está haciendo tan bien la muy perra, claro, como es mujer sabe hacer que no me corra, dios, me va a matar, joder, me da vergüenza preguntarlo, pero me muero de curiosidad

-S. Si tita, no hace falta que lo preguntes, nosotras follamos, el vicio que te está dando hoy a ti me lo dio ayer a mí, y varias veces.

-C. Madre del amor hermoso…

-S. Pero desde hoy a ti no te va a faltar un buen polvo siempre que lo necesites.

-C. (sonriente) Joder, pero mira que yo cuando me pongo soy insaciable.

-S. Vamos a la cama, secaros un poco.

Silvia nos dejó solas y nosotras nos tumbamos sobre mí cama de matrimonio. Esta vez cuando regresó no nos encontró en silencio, estábamos abrazadas besándonos y Carmen trataba ya con su mano derecha de correrse de una vez… Eso sí, teníamos los ojos cerrados, al menos yo, aunque parezca mentira nos moríamos de vergüenza.

-S. Alto, esa mano, aquí mando yo, por lo menos de momento.

Oímos un sonido que solo podían ser los botellines de tónica que nos habíamos tomado.

-S. Poneros boca abajo, como si estuvieseis en la playa tomando el sol… madre mía, que culazos, me gustan los dos, os voy a dar un masaje en el ojete, Mami, quítate el collar ya si quieres, relajaros, voy a poneros un poco de crema.

Como si lo hubiera hecho cientos de veces Silvia se arrodilló sobre la cama, entre nosotras dos, sentí un chorro helado de crema hidratante caer entre mis nalgas abiertas y el dedo de mi hija empezando a trabajar mi ojete, a mi lado Carmen recibía el mismo premio y por increíble que parezca consiguió calmarnos y relajar nuestro esfínter en cuestión de segundos. Me apetecía muchísimo mirar a mi izquierda y ver a mi hermana disfrutar con el dedo de Silvia metido en el culo, me daba tanta vergüenza, sin embargo…

-S. Tita, súbete sobre mamá, y la besas como si fuese tu novia, ponte sobre ella como si fueses a follarla y comete su boca.

A Carmen le faltó tiempo para colocarse sobre mí y apartar mi pelo para acariciar un momento mis mejillas y darme un beso como probablemente no daba hacia décadas, las dos sentimos, casi al unísono como los botellines vacíos se hundían en nuestro ojete, que sensación, la boca deliciosa de mi hermana fundida con la mía y el suave cristal manejado con maestría por Silvia que entraba y salía de nosotras. El sonido aquel se me ha quedado grabado para siempre, nuestros culos llenos de crema y Silvia clavando y desclavando sin miedo las botellas.

-S. Vale, ahora voy una por una, que con las dos no puedo, vosotras seguid comiéndoos las bocas, te toca a ti primero tita, te voy a dar para que te corras.

-C. Llegas tarde cariño, ya me he corrido varias veces, pero tu dale que si me matáis de gusto me muero feliz…

-S. Caray tita, tú y yo tenemos que hablar, creo que puedo aprender mucho de ti, desde ahora voy a visitarte mucho, te lo prometo. Joder tienes todo el botellín dentro, tendrías que verlo.

Porque Carmen no era capaz de besarme me di cuenta de lo generosa que Silvia estaba siendo con el improvisado falo de cristal, no era capaz ya de besarme y saborear mi lengua con su boquita, la necesitaba para tomar aire y no ahogarse, respiraba atropelladamente, bueno, las dos lo hacían, porque mi hija jadeaba y susurraba algún insulto inocente. Me di cuenta de que Carmen se estaba llevando lo suyo y lo de Milagros, sin verlo porque tenía a Carmen sobre mí, sentí que la manera en que la destrozaba el culo denotaba algo de rabia, de revancha absurda con el pasado. En cualquier caso, yo me sentí aliviada cuando me di cuenta de que mi hermana estaba teniendo el orgasmo de su vida, dejó caer todo su peso sobre mí y noté su cuerpo temblar y suplicarle a Silvia que parase ya. Con Carmen empleando lo poco que le quedaba de energía para erguirse y dejar caer sus pechos sobre mí cara, siguiendo las órdenes de Silvia, noté el vidrio recién salido de su culo entrando en el mío, estaba caliente, todo lo contrario que la crema que Silvia me había puesto. Creo que a mí me penetro con algo más de suavidad, me encanta todo lo que sea sexo por detrás, y si encima puedo jugar con los melones de mi hermana eso ya es el paraíso. Silvia se dio cuenta y me dio mi tiempo para disfrutar de esas dos maravillas. Que infantil me sentía jugando con ellas, golpeando una con la otra, aplastándolas para acercar los dos pezones, chupándolos para que aumentasen su tamaño. La tregua de Silvia se acabó y comenzó a follarme con fuerza.

-S. Jo, Mami, agárrate al culo de la tía, imagínate que es ella la que te penetra, joder, tenemos que comprar un chisme de esos con cinturón para follarnos, así, agárrate a sus nalgas y verás lo bien que te lo pasas.

Y tanto, me lo pasé muy bien, mi hija decidió alternar coño y culo, me metía todo el vidrio hasta el fondo por delante y luego por detrás, así, si más, sin frotar ni nada, a mí nunca se me habría ocurrido, no sabría decir por donde me gustaba más, entraba tan fácil, yo estaba tan relajada, Carmen reunió fuerzas para volver a besarme, me di cuenta que aun queriendo mucho a mi marido y adorando a mi hija, llevaba toda mi vida enamorada de mi hermana, aquel orgasmo que Silvia me provocó con el botellín de tónica mejor aprovechado de la historia fue distinto a ningún otro, durante años me engañe pensando que mi atracción por Carmen era solo vicio y lujuria, aquel día corriéndome a gritos, abrazada a ella, quedó claro que no, que había mucho más. Recuerdo la cara de Silvia esbozando una sonrisa y mirándome fijamente, mientras yo me comía a besos a Carmen, mi hija no es tonta, sabía que aquel orgasmo no había sido como los que tuve con ella, no estaba celosa, era una sonrisa como de sorpresa, la misma que me había dado yo a mí misma a mis cincuenta. Estaba loca de amor por mi hermana, no era solo vicio y sexo. Por suerte la única que no se había dado cuenta era Carmen, no quería que lo supiese. Creo, no estoy segura, que nos dimos un momento de tregua.

Lo que sí recuerdo fueron las palabras de Carmen tapándose su cara con las manos mientras las tres tomábamos aliento tumbadas desnudas sobre la cama.

-C. Por dios, no voy a ser capaz de miraros a la cara el resto de mi vida… mira que me lo he pasado bien, bueno, me lo estoy pasando muy bien, pero mañana me voy a morir de vergüenza.

Silvia nos preguntó nuestros respectivos pesos y junto con el suyo sumábamos 192 kilos.

-S. Ciento noventa y dos kilos de hembra hambrienta para que disfrutes todo lo que quieras tita. Acaso, ¿te has acordado en toda la tarde de tu separación?

-C. No cariño, me lo he pasado mejor que nunca…

-S. Entonces, ¿cuál es el problema?

Carmen no contestó, yo sé que de las tres ella es la única con cierto sentimiento religioso y que lo que para nosotras no era fácil para ella sería mucho más difícil, sin embargo, giró algo su cuerpo y acercó su cara al coño de Silvia, comenzó a pasarle la lengua y a besarlo.

-C. Nunca pensé que comerse un chochito fuese algo tan rico.

-S. Que te ayude mamá.

Me uní a mi hermana y nos fuimos alternando, repartiéndonos muslos y coño e incluso a veces lo lamiamos las dos al unísono, desprendía un olor maravilloso, limpiamos todo el flujo incluido todo el que se había secado sobre el poco pelo que lo adornaba. Brillaba como si fuese de cristal pulido y tanto sus labios internos como el clítoris estaban inyectados de sangre, se veían rojos e hinchados, Silvia repetía que entre las dos íbamos a matarla. De vez en cuando parábamos para besarnos Carmen y yo. Vi que Carmen se quitaba un anillo de su mano derecha y comenzaba a masajear con su dedo corazón el ojete de Silvia que abrió sus piernas todo lo que pudo. No hacía falta masaje, Carmen metió todo el dedo sin ningún esfuerzo hasta el fondo, yo hice lo mismo con mi índice por el coño y note como el dedo de Carmen movía el mío al girar haciendo círculos dentro del culo.

-S. ¡Qué putas! ¡Qué putas! Como me gusta Mami, como me gusta, no he estado tan cachonda en mi vida.

Silvia se reía y abría las piernas como nunca más he visto abrir unas piernas, se las sujetaba con sus manos por detrás de las rodillas y pedía más y más.

Sacamos un momento nuestros dedos y tanto el coño como el culo de Silvia continuaron abiertos de par en par. Recuerdo que apenas hablé en toda la tarde noche, pero recuerdo que dije…

-M. Hija que suerte tienes de que sumamos muchos años de experiencia entre las dos, tú solo avísanos si nos pasamos.

Fuimos llenando de saliva su coño y el agujero del culo. Carmen volvió a meterle todo el dedo en el culo y Silvia gritaba de placer y así horas y horas y horas.

Apuramos el largo puente hasta el último minuto, hicimos de todo. El martes era el último día, Silvia, que no tiene un pelo de tonta, nos despertó con un morreo a cada una, sabía que no sería fácil enfrentarnos a todo lo que había ocurrido allí el día anterior. Desayunamos las tres en silencio, Carmen estaba roja como un tomate, pero fue ella la que se refirió primero a todo lo que había pasado. De vez en cuando se nos escapaba alguna sonrisita nerviosa. Nos agradeció ser sinceras y haberle confesado que Silvia y yo ya nos habíamos liado antes de su aclamada historia con Margarita, si ella hubiese sido la causa de semejante embrollo le hubiese sido mucho más difícil.

Acabamos liándonos de nuevo varias horas hasta que Silvia tuvo que irse hacia el aeropuerto. Carmen se fue con ella, no quería quedarse a solas conmigo. Estuve bastante preocupada durante unos días, me daba tanto miedo volver a vernos…

Supe por Silvia que ellas se habían visto ya al día siguiente, según ella estuvo bien, pero me habían echado de menos. Quería creer que era cierto y no un cumplido, pero tuvo que ser Carmen la que rompiese el hielo y viniese a visitarme unos días más tarde.

Coincidió con Silvia en que sin mí no se lo pasaban tan bien y sacó del bolso un folleto de una casa rural perdida en medio de la nada y el diario local abierto por la página del tiempo anunciando lluvia y viento para el fin de semana.

(10,00)