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Sirvienta inocente

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Sheilan era una dulce joven de dieciocho años la cual trabajaba y vivía en la hacienda Montecinos con su mama que era la encargada de la cocina ya que era la mejor en esto, en resumen el trabajo de la dulce Sheilan era simplemente ser ayudante de su mama en la cocina, también algunas veces servía la comida en la mesa a sus señores y arreglaba los cuartos de sus amos.

El físico de Sheilan y su mama era diferente al de todos los demás empleados y los dueños de la gran casa. Las dos eran lindas mulatas, pero Sheilan destacaba entre todas, era incluso más linda y sensual, aunque ella no se daba cuenta, que las mujeres blancas, ricas y de la alta sociedad de la época.

El día que inició todo fue una mañana normal como cualquier otra en la que su mamá le indicó que le llevara la comida, que era una especie de sopa, pero sin fideos con víveres y tres tipos de carnes, al amo de la casa.

Cuando nuestra protagonista entró al despacho de su patrón, después de obtener el permiso por supuesto, se quedó embelesada como siempre se ponía cuando lo veía. El amo Adrián, era un hombre blanco, muy alto, debía medir casi un metro noventa, muy fuerte, rubio e hipnotizantes ojos azules, tenía 27 años y era el soltero más codiciado entre las mujeres casaderas de la alta sociedad.

La tía de Adrián desde que el hombre cumplió sus 18 años le estaba sugiriendo que se casara, pero el joven nunca quiso, obviamente contaba con sus amantes ya que aunque no quisiera compromisos era un hombre y tenía necesidades.

Sheilan puso la sopa en la mesa del despacho muy nerviosamente ya que la joven siempre se inquietaba cuando estaba en presencia del amo, porque era un hombre muy intimidante en todo el sentido de la palabra, además ella siempre se sentía como una cucaracha en frente de él, porque Adrián era demasiado perfecto para ella.

Pero lo que Sheilan no sabe es que ella no le es indiferente a Adrián. Desde que ella había llegado a la hacienda él la había notado.

Le pareció exótica la chica, era baja en estatura, tiene el cabello largo y ondulado, unas tetas pronunciadas y caderas anchas. Pero lo que más le gustaba a Adrián de Sheilan era su hermosa piel de caramelo que lo hacía querer lamerla. Y este era el momento indicado porque ya estaba cansado de esperar.

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