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Sola en casa y una buena masturbada
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Qué delicioso es cuando tienes las hormonas al millón y una mente tan pervertida que te permite gozar.

Siento una palpitación rica entre las piernas, de pronto tengo deseos de sacarme la polera que llevo puesta y exponer mis tetas, frotarme los pezones hasta que se me pongan duritos. Qué rico, siento cómo el calor me abraza y la tela de mi braga se humedece.

Salgo de mi oficina (trabajo desde casa) y me dirijo a mi habitación. Estoy en el segundo piso, así que si decidiera montar una escena porno, nadie podría verme. Me detengo y suspiro un par de veces, mi corazón aporrea contra mi pecho y siento el coño empapado.

De pie frente al espejo comienzo a tocarme los senos, me quito la polera y después el sostén. Mis senos quedan libres, son grandes y el pezón ya está durito. Procedo a bajarme el short y froto uno de mis dedos sobre la tela de mi braga, justo por encima de mi clítoris que se comienza a poner durito.

Qué rico se siente. Me desnudo por completo mientras me sigo viendo en el espejo. Un par de azotes resuenan en el cuarto y me ponen más cachonda.

—Qué rica estás, perrita —me digo mientras me clavo las uñas en una de mis nalgas.

No estoy saciada a pesar de que he follado con mi esposo esta mañana antes de que se fuera al trabajo. De hecho, me siento muy caliente, soy una zorrita, una perrita a la que le gusta que le revienten el culo con folladas y una verga gruesa.

Me lleno el dedo corazón de saliva y después la vierto en mi conchita. Estoy bastante mojada y se siente delicioso. Comienzo a gemir, me muerdo el labio y veo cómo mis mejillas se ponen rojas.

Mis dos hoyitos me están pidiendo más. Mi culito también pide atención, pero estoy totalmente concentrada en mi coñito.

Sin pensarlo más me dirijo a mi cajón favorito y elijo uno de los dildos de plástico. Regreso y me subo a la cama, coloco una almohada debajo de mí, entre mis piernas y luego de meterme el pene de plástico a la boca, comienzo a frotar mi conchita contra la tela.

Adelante y atrás, despacio, sintiendo la porosidad de la tela acariciándome los labios de mi vagina y mi campanita.

—Au… Qué delicia… ah… —levanto mi vista hacia el techo y me tomo del cuello para presionarme. Mis tetas se mueven, arriba y abajo, siguen el ritmo con el que me estoy dando una deliciosa masturbada.

Detrás de mí está el espejo, así que cuando lo miro, veo mi culo follando con la almohada. Me incliné sobre la cama y abrí mis nalgas con las manos solo para ver mi coñito cubierto por mis fluidos. Dios, estoy tan caliente.

Me saqué el dildo de la boca y lo coloqué sobre la almohada, siento cómo poco a poco va entrando en mí. Quería que me follara toda. Que me follara como la puta que era, porque a las putas como yo nos gusta que nos partan en dos.

Sigo moviéndome, llevo mis manos hacia mi culo y me doy un azote, después recojo un poco de mis mismos jugos y los unto en mi anito hasta que está listo para ser follado. Me saqué el dildo del coño, mojado todavía por todos mis fluidos y comencé a introducirlo en mi anito.

No les mentiré, al principio me dolió, pero aquella sensación solo provocó ponerme más y más cachonda. Cuando todo estuvo dentro, cogí una de las sábanas de mi cama y la puse entre mis piernas a manera de que la tela quedase entre los labios de mi vagina. Sujeté los dos extremos y tiré hacia arriba. La sábana apretó contra mi conchita y a la misma vez empujó el dildo más adentro de mi culo.

—Ah… dale mamita, dale más duro…

Voy apretando la sábana, más y más duro. Me follo rico, fuerte. Se me forman lágrimas en los ojos y siento que estoy a punto de terminar, pero quiero más. Me siento muy, muy caliente.

Me levanto y me dirijo a la ventana. Quizá en otro momento no lo hubiera hecho, pero, joder, que me siento muy excitada, tanto que no me importaría si me vieran.

Apoyo mis tetas sobre el vidrio y comienzo a meterme los dedos en el coñito tan rápido y fuerte que gimo y grito. El dildo que sigue en mi trasero tiene ventosa, por lo que no lo pienso más y lo retiro de mi culo para pegarlo en el vidrio de la ventana.

Quien quiera ver el espectáculo, que disfrute, aunque siendo sincera, a esa distancia no creo que alguien alcance a verme, pero igual me pone cachonda. Cuando el dildo ya no se puede caer, comienzo a follarme la vagina y mis nalgas pegan una y otra vez contra el vidrio.

Mis gemidos llenan el cuarto, me aprieto las tetas y tiro de mis pezones hasta que el placer se convierte en dolor. Un delicioso dolor.

—Más… más… más… Así… así… ¡Ah… ah…!

Ahora sí siento que estoy cerca y alcanzo el orgasmo con un estremecimiento potente. Todo me tiembla. Estoy exhausta y cubierta de sudor, pero perfectamente follada.

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Autor
Sarah Dafne
Sarah Dafne
Sarah Dafne es el seudónimo bajo el cual relato momentos candentes de mi vida. Quiero que conozcas esa parte juguetona de mí, y te adentres junto conmigo, al lugar en el que todo está permitido. Quizá mis aventuras sexuales no sean tan interesantes como la de otras personas, pero es algo que realmente me gustaría compartir contigo.

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