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Tres noches durmiendo en una cabaña con su padre

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Eugenio, 46 años, moreno, de ojos negros, espigado, atractivo, con modales refinados y dueño de un bufete de abogados, comía a la mesa con su esposa Clara y con su hija Dulce. Comía espinacas con garbanzos, huevo poché y de postre le esperaba un kiwi. Clara, que era vegetariana, antes de meter unos garbanzos en la boca, le dijo:

-Todos los meses igual. ¿Tú no tendrás una aventura, Eugenio?

El hombre se enfadó.

-¡La pregunta ofende, Clara!

Clara, que era una cuarentona, rubia teñida y de muy buen ver, no creía a su marido y las pagó con su hija:

-¡Come las espinacas, Dulce!

Dulce, que iba a estudiar bellas artes, era una morenaza de dieciocho años, preciosa, que tenía el cabello negro y corto, y que era alta, de ojos negros, todo curvas y muy vergonzosa, le respondió a su madre:

-Ya, mamá, ya.

Clara se levantó de la mesa y le dijo a su marido:

-Tú te debes de creer que soy tonta.

Dulce, después de irse su madre, le dijo a su padre.

-Lleváis un año de casados y todos los meses has tenido que dar una semana de conferencias. Es muy extraño. ¿Tienes una querida, papá?

Eugenio se levantó de la mesa, limpió la boca con una servilleta y yéndose le dijo a su hija.

-Tengo mis secretos, cariño, pero una querida no es uno de ellos.

Esa tarde cuando Eugenio cogió el taxi para que lo llevase al aeropuerto Dulce lo siguió a lo lejos en su Kimco Super Dynk 300. El taxi no iba a coger rumbo al aeropuerto, iba a coger rumbo a una montaña.

Dulce pasó desapercibida hasta que el taxi salió de la carretera comarcal y se metió por un camino de tierra. El taxista mirando por el espejo retrovisor le dijo a Eugenio:

-Esta vez nos vienen siguiendo don Eugenio.

-¿Qué clase de coche es?

-Es una moto.

-¿Marrón y negra?

-Creo que sí.

-Seguro que es mi hija, bueno, hija de mi mujer, pero hija es.

-Pues daban nieve. Yo llevo cadenas por si acaso, pero si nieva su hija en moto no podrá bajar de la montaña.

-Ella se lo buscó. ¿Dejaste todo lo que te dije en la cabaña?

-Si, don Eugenio, y le llené dos barriles de agua para que no tenga que ir a buscarla al río.

-Pues si quedamos aislados..., donde come uno comen dos.

Media hora más tarde y ya comenzando a nevar, llegaron a la cabaña. Dulce llegó cuando su padre bajaba del taxi. Bajó de la moto, se quitó el casco y le dijo:

-¿Ya está tu querida en la cabaña, papá?

Eugenio intentó sobornar a su hija.

-¿Qué te ofreció tu madre por la información que le lleves? Ofreciera lo que te ofreciera te doy el doble por no decirle nada de mi refugio.

Caminando con cuidado hacia él para no resbalar en la nieve con sus botas de media caña de cuero negro, le dijo:

-Mamá no sabe que te seguí.

El taxista le dio a Eugenio una pequeña maleta que había sacado del maletero, y le dijo:

-Nos vemos el viernes que viene a esta misma hora, don Eugenio.

-Hasta el viernes, Anselmo.

Padre e hija entraron en la cabaña. Eugenio le dijo:

-Cómo puedes ver aquí no hay nadie.

Dulce sacudiendo la nieve de su cabeza y de su gabardina negra miró para lo que había dentro de la cabaña y le dijo:

-Ya veo, ya.

La cabaña no tenía tabiques divisorios. En ella había una cama con barrotes de hierro a los pies y a la cabecera. Una chimenea, una cocina de hierro, dos sillas, y dos mesas, una mesa pequeña sobre la que había una máquina de escribir y cantidad de folios, y otra mesa más grande en la que se comía. Una despensa y un armario. El piso era de madera de pino, lo mismo que la cabaña, el armario... En la pared izquierda, según se entraba, colgaba un jamón empezado y a un lado de la cocina sobre un cordel varias ristras de chorizos. En una esquina había dos barriles y a su lado una palangana con un cubo dentro. En la pared trasera había dos puertas cerradas, una daba al inodoro, que solo tenía una taza y otra a la leñera. Eugenio viendo cómo su hija miraba para los chorizos, se quitó la gabardina, la sacudió, la puso en el respaldo de una silla y le preguntó:

-¿Qué le vas a decir a tu madre?

-En caso de que no tengas una querida, yo no te he visto. ¿Por que la engañas?

-Por no desilusionarla. No soy vegetariano

Dulce echándole un vistazo al jamón, le dijo:

-Eso no hace falta que lo jures.

Eugenio le iba a dar una noticia que no esperaba.

-Vete quitando el abrigo que hasta que se despeje de nieve el camino te tienes que quedar aquí.

Dulce corrigió a su padre.

-No es un abrigo, es una gabardina y no me voy a quedar aquí.

Eugenio dejó la maleta a un lado, se puso en cuclillas delante de la chimenea y con una piña encendió el fuego.

-¡Que remedio te queda! Con el camino nevado en moto te matarías en alguna pendiente.

Dulce volvió con la tontería de la querida.

-Tú lo que quieres es que no vea a tu querida. ¿La va a buscar el taxista?

Señalándole una vieja máquina de escribir Olivetti, le dijo:

-Esa es mi querida... Y los chorizos y el jamón mis mejores amigos y...

-Y voy yo y me lo creo.

Eugenio levantó la voz.

-¡Me importa un bledo lo que creas, niña!

-No soy ninguna niña, papá, y no me chilles.

Eugenio se fue a la cocina de hierro, metió leña en el fogón y con otra piña lo encendió.

Dulce quitó la gabardina, la puso a los pies de la cama y quedó vestida con un mono negro de cuero ajustado al cuerpo que marcaba todas sus formas. Eugenio al verla, le preguntó:

-¿¡De donde has quitado esa ropa?!

Se sentó en una silla y le respondió:

-Lo compre hace un par de días. Era para darle una sorpresa a mi novio esta noche.

Eugenio miró para su hija de abajo a arriba y le dijo:

-Seguro que se la ibas a dar, boquiabierto lo ibas a dejar.

Dulce se puso colorada y cambió de tema.

-¿En cuánto tiempo se irá la nieve?

-Un año antes de casarme con tu madre estuve una semana aislado.

-¡¿Tanto?!

-Sí, pero no creo que esta vez tarde tanto en derretirse. Si rompe a llover, en dos días ya el camino de tierra estará transitable.

-¿Y yo qué voy a comer?

-Lo mismo que yo.

-Si no hay más remedio...

-Siempre puedes salir de la cabaña, levantar la nieve y coger hierba. No tendrías ni que lavarla.

Dulce puso cara de niña enfadada.

-¡Muy gracioso! ¿Y dónde me voy a asear y a hacer mis necesidades?

Eugenio le respondió:

-Para lavarte por las mañanas calientas agua en una tartera, la echas en la palangana y te aseas.

A Dulce no le salían las cuentas.

-¡¿Contigo dentro de la cabaña?!

-Tranquila que no voy a mirar, y para lo otro tras aquella puerta -se la señaló-, hay una taza. Cuando hagas popó tienes que echarle un cubo de agua.

Dulce, resignada, le dijo a su padre:

-Esto es el infierno.

Eugenio sin molestarse por el comentario le dijo:

-La otra opción es hace tus necesidades en la calle.

Dulce le preguntó con sorna:

-¿Alguna cosa más, profe?

La había

-Sí, te aconsejo que metas la moto dentro de la cabaña.

Media hora más tarde, después de haber metido Dulce la moto dentro de la cabaña, Eugenio, que se había quitado el traje que vestía y puesto unos vaqueros y una camisa de cuadros, se estaba metiendo entre pecho y espalada un bocadillo que había hecho con dos chorizos fritos. Comía y bebía vino tinto. Dulce tenía encima de la mesa su bocadillo y su vaso mediado de vino. Viendo a su padre girar los ojos con el placer que sentía al comer y al beber le entró hambre. Con cara de asco fingido cogió el bocadillo, cerró los ojos y le metió un mordisco, masticó, abrió los ojos y le dijo a su padre:

-¡Qué bueno está el chorizo frito! Las hamburguesas al lado de esto son bazofia.

-No hables con la boca llena.

Dulce se disculpó.

-Perdón, papá

Echó un trago de vino y eructó.

Eugenio la reprendió.

-¡Dulce!

-Se me escapó. ¿En tu aldea te daban de comer esto cuando eras un niño?

-Sí, chorizo frito, crudo, queso, jamón...

Con la boca llena le dijo:

-Bendita niñez la tuya.

La primera noche.

Como ya he dicho había una sola cama, Dulce, cómo es obvio, no había llevado pijama ni nada que se le pareciera y su padre no lo usaba, lo único que tenía era un par de batas de casa de color rojo. Le dio una, y le dijo:

-Cámbiate que yo no voy a mirar.

Dulce se ruborizó de nuevo.

-¿Cómo vamos a hacer para no rozarnos en la cama?

-Tú te metes por debajo de la sábana y yo por encima.

Eugenio cogió una silla. Dándole la espalda a su hija se sentó a la mesa donde tenía la máquina de escribir y comenzó a mirar unos papeles. Dulce se quitó la ropa, en bragas se puso la bata y luego se metió en la cama.

-Yo ya estoy, papá.

-Trata de dormir que yo voy a mirar unas cosas.

Dulce sintiendo el viento silbar sobre las copas de los árboles se sentía incómoda. Tardó en quedarse dormida. Una hora después, aproximadamente, debió sentir demasiado calor, ya que durmiendo se quitó las mantas y las sábanas de encima. Abrió sus largas y estilizadas piernas y puso los brazos en cruz. El cinturón de la bata se le desató y los gordos pezones de sus tetas medianas, tirando a grandes, duras y casi piramidales, quedaron mirando al techo. Cuando su padre se levantó de la silla para ir para cama y vio aquella maravilla, la polla se le puso dura. Eugenio se acercó a un metro escaso de la cama para verla mejor. Sacó la polla y comenzó a menearla mirando para las tetas de su hija. Dulce, que tenía la cabeza girada hacia donde estaba Eugenio se despertó al sentir al viento silbar sobre las copas de los árboles, entreabrió los ojos y vio lo que estaba haciendo su padre. Giró la cabeza hacia el otro lado, y al hacerlo descubrió que estaba destapada y con las tetas al aire. No se tapó. Al ratito volvió a girar la cabeza hacia su padre y con los ojos casi cerrados vio cómo la gorda cabeza de la polla aparecía y desaparecía bajo la piel. Su coño se empezó a mojar. Poco después Eugenio se corrió agarrando la cabeza de la polla.

Al acabar de correrse abrió la mano y mirando para el coño de su hija y lamiendo la leche de la palma la volvió a menear y se volvió a correr. Esta vez la leche cayó en el piso de madera.

Dulce no sabía donde se habían ido los modales refinados de su padre, pero el Eugenio cerdo le había dejado el coño mojado.

Eugenio al acabar de correrse limpió la leche del suelo con un pañuelo, lo guardó en el bolsillo y luego fue hasta la cama, le puso bien la bata a su hija, le ató el cinturón, la tapó con una sábana, cogió una manta, la echó en el piso y vestido se echó a dormir sobre ella.

Tiempo después la mano izquierda de Dulce cogía su teta derecha y la apretaba. Dos dedos de su mano izquierda se metían dentro de su coño, luego salían del coño y mojados acariciaban su clítoris... Al ratito recordando cómo su padre lamía la leche de su palma y luego cómo salía leche de su meato imaginó que esa leche caía en su coño, que se lo lamía y empezó a correrse. Quitó la mano de la teta y tapando la boca se acabó de correr. La cama comenzó a moverse con los temblores de su cuerpo y Eugenio supo que su hija se estaba corriendo. La polla se le volvió a poner dura, pero no volvió a masturbarse.

Al despertar por la mañana a Dulce le llegó un olor que nunca había olido. Se incorporó y vio a su padre tomando una taza de café.

-¿A qué huele, papá?

-A café recién hecho y a cocido.

-Pues huele de maravilla. No mires que me voy a vestir.

Se vistió y al rato estaba tomando su primer café solo con azúcar y comiendo un par de huevos fritos.

No voy a pararme en lo que hicieron durante el día, solamente diré que al mediodía se pusieron morados de cocido, un cocido que llevaba carne de ternera, costilla, cabeza de cerdo, chorizos, unto, verduras, patatas...

La segunda noche.

Dulce ya estaba en cama cuando su padre se quedó en calzoncillos y se se metió por debajo de la manta y por encima de la sábana.

A los diez minutos de un silencio insoportable, por lo tensa de la situación, Eugenio, que estaba de espaldas a su hija se dio la vuelta y le entró a saco:

-¿Jugamos, Dulce?

La muchacha, le respondió:

-¡¿Te has vuelto loco?!

Con la boca a centímetros de la de su hija vio que estaba roja cómo un tomate maduro y le respondió:

-Loco estaría si no quisiera jugar contigo estando a tu lado en una cama.

-¡Eres un pervertido!

-Solo soy un hombre que suspira por ver cómo te mueres de placer en sus brazos

Le dio un pico y esperó su reacción.

-No, papá, no, por favor, no quiero.

Le dio otro pico.

-Deja que te lleve al cielo envuelta en un manto de caricias.

Dulce tenía ganas pero no podía a entregar la cuchara, su decencia estaba en juego.

-No te pongas poético que nada vas a conseguir.

Eugenio se destapó y destapó a su hija.

-Estate quieto.

Le abrió la bata y volvió a ver su cuerpo divino.

-Eres la cosita más sexy que han visto mis ojos.

Dulce, tapó las tetas con sus manos. Con cara de asustada y con sus mejillas más rojas que la sangre, le preguntó:

-¿Qué me quieres hacer, papá?

Con voz de loco y echándole las manos a las costillas le respondió:

-¡Cosquillas!

Dulce se retorció sobre la cama y rio sin parar hasta que su padre dejó de hacerle cosquillas. Tenía los ojos llenos de lágrimas cuando se los besó. Perro perdido le dijo en bajito:

-Me gustas más que el jamón.

A Dulce le costaba soltarse.

-No digas tonterías

Eugenio le metió la mano dentro de las bragas y la sacó pringada de jugos.

-Estás muy mojada.

Dulce tapó la cara con las manos y dijo:

-!Qué vergüenza!

Eugenio lamió los jugos de la palma y después la quiso besar con lengua.

-No quiero, déjame.

El hombre sabía que era cuestión de tiempo que cayera con todo el equipo, ya que ni la espalda le daba.

-Sí que quieres, lo estás deseando.

Dulce seguía en sus trece.

-No, no quiero que me hagas nada.

Quiso besarla con lengua. Dulce le hizo la cobra y le dijo:

-Si sigues haciendo el ganso se lo contaré todo a mamá.

Eugenio frenó en seco.

-¿ A qué le llamas tú todo?

-A lo de la cabaña, a que no eres vegetariano y cómo me forzaste a hacer algo que no quería.

Eugenio la creyó.

-Está bien, volveré a dormir en el piso para no tener tentaciones.

Dulce estaba de acuerdo, le puso el cinturón a la bata y le dijo:

-Será lo mejor para los dos.

Eugenio cogió una manta, la echó en el piso y se acostó en ella. Unos diez minutos más tarde, le preguntó Dulce:

-¿Duermes, papá?

-Ni duermo ni creo que vaya a dormir.

-¿Aún quieres que te deje?

Eugenio se sentó sobre la manta y le respondió:

-Sabes que sí.

Dulce se quitó el cinturón de la bata, la abrió y sus gordos pezones y sus areolas rosadas quedaron al descubierto.

-Ven y llévame al cielo envuelta en un manto de caricias.

Eugenio se metió en cama, se echó a su lado y acarició sus erectos pezones con las yemas de los dedos. La muchacha, coqueteando, le preguntó:

-¿Tengo unas tetas bonitas, papá?

Eugenio le respondió:

-Las tienes preciosas.

Lamió y chupó sus oscuras areolas. Amasó sus tetas y después siguió bajando hasta su coño. Se lo olió.

-Huele a fruto prohibido.

Dulce ya estaba entregada.

-Pero tú te lo vas a comer. ¿No?

Le quitó las bragas y le lamió el coño encharcado, luego metió un dedo dentro de la vagina, lamió su clítoris y le amasó las tetas con la otra mano. En nada le dijo Dulce:

-Vas a hacer que me corra, papá.

La trabajó muy lentamente hasta que Dulce le dijo:

-Me corro, papá.

Quitó el dedo del coño y se lo lamió hasta que acabó de correrse en su boca.

Al acabar de correrse le besó el capuchón del clítoris. Luego cogió un zapato, le quitó el cordón y le dijo:

-Quítate la bata y échate boca abajo.

Hizo lo que le dijo. La ató por las muñecas con un extremo del cordón y con el otro la ató a uno de los barrotes de la cama. Fue a la alacena y volvió con una tarrina de margarina. Dulce le preguntó:

-¿Qué vas a hacer, papá?

-Ya lo irás descubriendo, cielo.

Pringó sus manos de margarina y masajeó su espalda y sus nalgas. Cuanto más masajeaba más le gustaba. Dulce le dijo a su padre.

-Es algo muy placentero.

-Lo más placentero está por venir, preciosa. Eleva el culo.

Dulce puso el culo en pompa. Eugenio jugó con un dedo en la entrada de su ojete y después se lo metió dentro del culo, luego lamió el periné, lamió el ojete y acto seguido se lo folló con la lengua. A la lengua le siguió un dedo, dos, tres... Los dedos entraban dentro de su culo, giraban, salían, volvían a entrar, volvían a girar... Dulce cuando sintió que le venía se lo dijo:

-Voy a correrme de nuevo.

Eugenio le preguntó.

-¿Me dejas que te la meta en el culo, hija?

-No preguntes tonterías. Me has estado preparando para eso.

Eugenio sacó los dedos, quitó el calzoncillo, untó la polla con margarina, se la frotó en el ojete y luego se la metió despacito hasta el fondo del culo. Dulce le dijo:

-Llena una barbaridad.

Eugenio le preguntó:

-¿Quieres que te la quite del culo y te la meta en el coño?

Dulce quería experimentar algo nuevo.

-No, me llena mucho pero también me gusta. ¿Crees que me correré follándome el culo?

Eugenio fue franco.

-Hay mujeres que se corren con el sexo anal y hay mujeres que no. ¿Descubrimos a qué clase perteneces?

Dulce no quería quedar con la duda.

-Descubrimos.

Le folló el culo con suavidad. Besó su cuello y su boca cuando giraba la cabeza para un lado y para el otro... Tiempo después Dulce explotó:

-¡¡Me corro!!

Se corrió jadeando cómo una perra y queriendo romper el barrote de la cama con sus tirones.

Al acabar de correrse la desató del barrote, le dio la vuelta y le abrió las piernas. Tenía los pezones duros, las areolas le encogieran y su coño goteaba. Metió su cabeza entre las piernas y lamió de abajo a arriba. La lengua le quedó cubierta de jugos mucosos que se tragó. Le abrió el coño con dos dedos y lamió su labio vaginal izquierdo, luego lamió el derecho y acto seguido enterró su lengua dentro de la vagina. Al sacarla subió y lamió su clítoris erecto. Al rato Dulce le dijo:

-Si sigues así me vas a hacer correr otra vez, papá.

Eugenio chupó su clítoris, luego apretó su lengua contra él, lamió de abajo a arriba cada vez más rápido y Dulce, elevando su pelvis, se corrió de nuevo diciendo:

-¡Qué bueno eres!

Al acabar de correrse le dijo:

-En mi vida me había corrido tantas veces seguidas.

Eugenio se echó sobre su hija, frotó la polla contra el coño encharcado y luego se la metió hasta la trancas de una sola estocada. Dulce pasó sus manos atadas por detrás del cuello de su padre y lo comió a besos mientras la polla entraba y salía de su coño encharcado. Mirándola a los ojos, le preguntó:

-¿Quieres correrte así, o prefieres que te lo haga de otra manera?

Se ve que le había gustado el sexo anal, ya que le dijo:

-Dame por el culo otra vez, papá.

La respuesta de Eugenio fue follarle el coño a toda mecha hasta que Dulce se volvió a correr. Esta vez gritó:

-¡¡¡Maloooo!!!

Eugenio se corrió con ella. Llenándole el coño de leche, le dijo:

-Este es el mejor polvo de mi vida.

Al acabar de correrse le dio un pico, besó sus tetas, metió la cabeza entres sus piernas, lamió el coño lleno de leche y jugos. Poco después Dulce se volvió a correr, diciendo:

-¡Me vas a matar de placer!

Después de follar Eugenio tenía más ganas de dormir que de hablar, así que en nada se quedó dormido.

Dulce era curiosa, cómo casi todas las mujeres. Cuando su padre ya prendiera en el sueño fue a mirar que era lo que estaba escribiendo. Su sorpresa fue grande cuando leyó los títulos de los escritos. El de arriba era una novela y se titulaba: Dulce, investigadora privada. El que estaba debajo de él era otra novela, su título era: Dulce en el País ce los Sueños, y el de abajo de todo se titulaba: Dulce, mi hija, mi amor, mi fantasía sexual, y era de relatos eróticos. Los tres trabajos estaba, sin acabar. Leyó un relató erótico, leyó otro... En todos estaba ella de protagonista. Cuando se cansó de leer, y antes de regresar mojada me a la cama, dijo en bajito:

-Mañana sin falta voy a hacer realidad la fantasía que más me mojó, no vaya a ser que comience a llover y se derrita la nieve.

Ni que fuese adivina. Al día siguiente no paró de llover en toda la mañana y la nieve se derritió.

Tercera noche.

La Dulce vergonzosa había muerto. La nueva Dulce sentada en la cama con las piernas cruzadas, vestida con su mono negro de cuero, que tenía la cremallera bajada y mostraba casi la totalidad de sus bellas tetas, calzando las botas de cuero negras de media caña y con los cordones de los zapatos de su padre en la mano, le dijo:

-Desnúdate y ven para cama.

Eugenio se quitó la ropa y se echó sobre la cama. Dulce atándole una mano a los barrotes de la cama, le dijo:

-Ayer noche leí parte de lo que estás escribiendo.

A Eugenio le sonó la alarma.

-¡¿Leíste mis relatos eróticos?!

-Leí. ¿Estás obsesionado conmigo o estas enamorado? Dime la verdad.

Eugenio se puso serio.

-Quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.

La muchacha quería la verdad.

-Correré ese riesgo.

Eugenio se confesó:

-No sé si estoy obsesionad o no, lo que sé es que desde el primer día que te vi te convertiste en mi musa. Si me casé con tu madre fue para tenerte a mi lado.

Dulce se sorprendió.

-¡¿Has estado engañando a mi madre todo este tiempo?!

-Sí.

-Eres un malo malote de primera división, pero por otro lado me halaga lo que me has dicho, pues yo también he tenido fantasías contigo.

Eugenio se llevó un alegrón al conocer el lado travieso de su hija.

-¡No jodas!

Dulce ya había metido la primera y enfilaba la recta.

-Sí jodo. Échate boca abajo.

Eugenio se echó boca abajo. Acabó con la dos manos atadas a los barrotes de la cama. Dulce le vendó los ojos, le amordazó la boca y le dio un cachete en el culo. Fue a por la margarina. Al regresar cogió una zapatilla debajo de la cama y la dejó al lado de la almohada. Le untó la espalda con margarina y se las masajeó, luego le untó las nalgas, escupió en la mano derecha le dijo:

-No va a ser cómo tú lo escribiste, va a ser cómo a mí me gustaría que lo escribieras.

Estiró el dedo medio de la mano derecha y se lo clavó dentro del culo. Eugenio no se quejó.

-No, no te lo voy a follar con la lengua, te lo voy a follar así.

Le folló el culo con el dedo. Cuando a Eugenio le empezaba a gustar le cayó un zapatillazo en una nalga.

-¡Plassss!

-¿Es esto lo que querías que te hiciera, loco?

Le quitó el dedo del culo.

-¡Plasssss, plasssss, plasssss, plasssss!

Le echó una mano a la polla y vio que estaba empalmado.

-Eres masoquista, coño.

-¡Plassss, plassss, plasssss, plassss, plassss, plassss!

-Ponte a cuatro patas.

Se puso. Dulce le cogió la verga empalmada, tiró hacia atrás y se la mamó.

-Te voy a ordeñar cómo si fueras una vaca.

Eugenio dijo algo que no entendió.

-¡Calla, coño!

-¡Plasssss, plassssss, plassssss, plasssss, plasssss, plasssss!

Le volvió a mamar la polla y el hombre al ratito se corrió. Dulce se fue tragando la leche calentita a medida que iba cayendo en su boca.

Al acabar de tragar le desató la mano derecha, dejó que se pusiera boca arriba, le volvió a atar la mano y le quitó la mordaza.

-Saca la lengua, calamidad.

Eugenio sacó la lengua. Dulce le pasó el pezón de la teta izquierda por ella, luego el de la derecha, después le pasó el ojete y más tarde, perra perdida, se descalzó, se quitó el mono y le puso el coño en la boca.

-¡Lame!

Eugenio poco lamió, fue dulce la que frotó su coño contra la lengua moviendo su pelvis . Frotando le dijo:

-¿Quién es la chica que tiene el coño más rico?

-Tú.

Le cogió por los pelos, y sin deja de frotar el coño contra la lengua, le dijo:

-¡Calla y entiérramela la lengua dentro!

Le clavó la lengua en el coño. Dulce lo movió alrededor, se agarró las tetas, pellizcó sus pezones... Eugenio oía sus gemidos, sentía caer los jugos por ambos lados de la lengua y su polla cada vez se ponía más dura. Sabía que se iba a correr en su boca, pero no imaginaba que fuese tan pronto, ya que al ratito el coño le apretó la lengua, ésta se salió y lo siguiente que sintió es como derramaba dentro de su boca y cómo decía:

-¡Me corro!

A Dulce le iba la marcha y tener a un hombre atado y poder hacer con él lo que quisiera le ponía... Lo que le pedía el cuerpo en aquel momento era sexo anal. Volvió a la margarina. Pringó sus manos con ella. Con una mano le agarró la verga y se la masturbó y con un dedo de la otra le folló el culo. Echó margarina en el ojete, frotó la verga en el coño mojado, la pasó al ojete y se sentó sobre ella. La polla entró cómo un supositorio gigante. Dulce estaba crecida.

-¡Te voy a reventar!

Le dio duro. Su culo subió y bajó a toda pastilla. Cuando Eugenio comenzó a gemir Dulce aún no tenía el orgasmo cerca. No podía dejar que se corriera sin correrse ella. Sacó la polla del culo, la metió en el coño y apretando su cuello le volvió a dar caña. Al comenzar a correrse sintió la leche de su padre llenarle el coño. Dejó de apretarle el cuello y balbuceando y gimiendo, le dijo:

-Me corro en tu polla, papá.

Al acabar de gozar soltó a su padre. Eugenio quitó la venda de los ojos y le dijo:

-Fue mejor que en mis fantasías.

-¿Seguimos?

-Mejor otro día que ya no tengo veinte años y son dos noches seguidas.

Dulce le dijo:

-Vale, pero mañana por la mañana antes de irme tienes que volver a llenarme el coño de leche.

-A propósito de la leche. ¿Tomarías precauciones?

-Tengo puesto un DIU.

Al quedarse dormido su padre fue a la mesa escritorio y comenzó a leer un relato que comenzaba así:

"Hacía un bochorno insoportable cuando Dulce subió al autobús. Yo era el único pasajero. Cuando la conductora arrancó el autobús ella ya se había sentado a mi lado. Con una sonrisa angelical en los labios, me dijo:

-Aquí me tienes. ¿Pensabas que no iba a aceptar el reto de hacerlo en público?

Le metí una mano dentro de las bragas. Se abrió de piernas. Me dio un beso con lengua y me echó la mano a la polla morcillona, luego se inclinó y me la mamó. Sabía que la conductora nos miraba por el espejo retrovisor, lo que no esperaba era que parara el autobús, viniese a nuestro lado, le cogiese por los pelos y le dijera:

-"Bájame las bragas, puta."

Mi hija se rebotó y me dijo:

-Esto no era lo convenido, papá.

La conductora, una marroquí macizorra, le tiró de los pelos.

-¡"Este es mi autobús y aquí mando yo!"

Dulce le bajó las bragas. La condutora levantó la falda, le llevó la cabeza a su coño peludo y le dijo:.

-"¡Come, zorra!"

Dulce pasó su pequeña lengua por aquel gran coño. Era su primera experiencia lésbica y no sabía cómo comer un coño, pero ella se lo lamio... Cuanto más lamía más el coño de la conductora se encharcaba y más cachonda se iba poniendo ella. Al sentir la marroquí que se iba a correr, se separó de Dulce, la puso en pie y le metió un morreo que la dejó sin aliento. Luego de comerle la boca la echó sobre el piso del autobús y le sacó las bragas, Yo cogí mi iPhone 12 Pro Max y comencé a grabarlas al tiempo que meneaba mi polla."

Dulce con dos dedos acariciaban su clítoris, los dedos entraban dentro del coño, salían de él y volvían a acariciar el clítoris... Cachonda perdida, dijo:

-Creo que me voy a correr cómo una perra.!

Siguió leyendo

"La inmensa lengua de la conductora lamió el pequeño coño de Dulce. Mi hija comenzó a gemir mientras miraba cómo la grababa y cómo me masturbaba. Nadie decía una palabra. Poco más tarde la marroquí le estaba comiendo las tetas y masturbándola con sus expertos dedos. Dulce comenzó a temblar, sus ojos se pusieron en blanco . La marroquí viendo cómo se corría le comió la boca y se puso a cuatro patas invitándome a penetrarla. Sin dejar de grabar le levanté la falda y le metí la polla dentro de su inmenso coño. Allí entraban dos cómo la mía. A mí no me iba a joder. Se la saqué del coño, se la metí en el culo y le di a mazó. La marroquí hizo volar sus dedos sobre su clítoris... Cuando le llené el culo de leche sentí su ojete apretar y soltar mi polla, la conductora también se había corrido."

Dulce no aguantó más. Dejo el relato sobre la mesa, se abrió de piernas, se echó hacía atrás en la silla, cerró los ojos e imaginando que follaba con su mejor amiga se dio dedo hasta que se corrió cómo había dicho que se iba a correr, se corrió cómo una perra, y lo hizo antes de acabar de leer menos de la cuarta parte de la mitad del relato.

A la mañana siguiente cuando Dulce despertó, su padre no estaba en la cabaña. En bata de casa había llenado una tartera con agua para lavarse. La estaba echando en la palangana cuando llegó Eugenio de dar un paseo matinal. Se abrió la bata y completamente desnuda, le dijo:

-¿Me lavas la espalda, papá?

Eugenio cerró la puerta de la cabaña y fue junto a su hija.

-¿Quieres irte calentita, eh?

Dulce se quitó la bata, la echó sobre una silla y le respondió:

-No, quiero irme bien regada.

Eugenio cogió una esponja y el jabón que su hija había dejado en el piso, la mojó en el agua, le pasó el jabón, la escurrió sobre la palangana para no mojar mucho el piso de madrea y luego le frotó el cuello con ella, del cuello pasó a la espalda, de la espalda al culo y del culo le frotó el coño. Dulce giró la cabeza buscado la boca de su padre y la encontró. La esponja subió a sus tetas y se frotó contra ellas mientras se besaban, bajó por su vientre y volvió a frotarse en el coño. Dulce le cogió la mano a su padre e hizo que le pasara la esponja por el coño a la velocidad que ella quería hasta que se corrió con su temblor de piernas habitual.

Al acabar de correrse, Eugenio, se agachó y le le lamió el coño para saborear sus jugos, Dulce cuando su padre dejó de lamer, le acarició el cabello con una mano y le dijo:

-Sigue, papá.

Eugenio le pasó la esponja por fuera del coño para quitar la espuma que había sobre él, luego le limpió la espuma del culo, y después la dejó caer dentro de la palangana. Le echó las manos a la cintura y siguió lamiendo su coño. Lo lamía de abajo a arriba, ahora con la puntita y sin presionar, ahora con la lengua plana y presionando... Ahora enterrándole la lengua dentro del coño, ahora metiéndole solo la puntita. Tiempo después, cuando vio que se iba a correr, hizo que se girara, la lengua lamió su ojete y luego se lo folló con la puntita. le metió dos dedos dentro de coño y la masturbó. En un par de minutos Dulce se volvió a correr. Eugenio sintió como el coño apretaba sus dedos y cómo lo bañaba de jugos. Corriéndose le dio la vuelta, lamió su coño y Dulce acabó de correrse en la boca de su padre.

Al acabar de gozar la muchacha le iba a pagar el favor.

-Te mereces una buena mamada.

Dulce se puso en cuclillas, le bajo la cremallera del pantalón a su padre, le sacó la polla, lamió la cabeza todo alrededor y después la mamó y la meneó. Eugenio abrió la hebilla del cinturón, dejó caer el pantalón y bajó los calzoncillos hasta las rodillas. Dulce apretó la polla contra el cuerpo de su padre y le lamió y chupó los huevos, después la lamió de abajo a arriba y la volvió a mamar bien mamada. Tan bien se la mamó que Eugenio ya no podía aguantar más cuando le dijo:

-Para, para que me voy a correr.

Dulce dejó de mamar y se incorporó. Eugenio acabó de desnudarse y le dijo:

-Apóyate con las manos en la pared y separa las piernas.

Hizo lo que le dijo. Eugenio mojó la esponja en el agua de la palangana hasta que le quitó el jabón. Se la pasó por en cuello, la espalda, el culo, el coño, el vientre, las tetas... Luego su lengua subió desde el coxis hasta la cérvix por toda la columna vertebral y después hizo el recorrido inverso para acabar entrando y saliendo de su ojete. Con la lengua dentro del culo Dulce le dijo:

-Métemela en el culo, papa,

Eugenio no se hizo de rogar, le puso la polla en el ojete, empujó y se la clavó hasta las trancas. Follándole el culo le metió dos dedos dentro del coño. A Dulce le encantaba ser penetrada por los dos agujeros. Sus gemidos le decían a Eugenio cuanto disfrutaba. Poco después cuando sus gemidos eran de pre orgasmo, la cogió por el cuello, le apretó la garganta, le dio a mazo y Dulce se corrió cómo una perra. Corriéndose sus uñas arañaron la madera y sus piernas temblaron una cosa mala .

Eugenio al acabar de correrse dejó de apretarle el cuello y le quitó la polla del culo. Dulce se dio la vuelta, cogió aire, se acarició el cuello, y cuando pudo hablar le dijo:

-Acabo de tener la mejor corrida de mi vida.

La cogió en alto en peso y le dijo:

-Me toca.

La arrimó con la espalda a la pared y le metió la polla en el coño. Dulce rodeando el cuello de su padre con los brazos y entrelazando las piernas su cuerpo, le dijo:

-Quiero volver a sentir tu leche dentro de mi coño.

Comiéndose a besos comenzó una follada a golpes secos, o sea, se la clavaba con fuerza hasta el fondo del coño, la dejaba dentro unos segundos, la sacaba y se la volvía a clavar otra vez con fuerza. Pasado un tiempo, Dulce, con sus tetas aplastadas contra el pecho de su padre y con su coño goteando sintió que se iba a volver a correr.

-¡Córrete conmigo, papá, córrete conmigo!

Eugenio le dio a mazo unos segundos. Sintió el coño de Dulce apretar su polla y un mordisco en el cuello. Al mordisco siguió una chupada, y chupándole el cuello se corrió dentro del coño de su hija con una fuerza brutal.

Al acabar de correrse la echó sobre la mesa de la cocina, le metió los dedos medio y anular de la mano derecha dentro del coño, los sacó pringados de leche y jugos y los esparció por el pezón y la areola derecha, luego le metió los dedos medio y anular de la izquierda y al sacarlos pringados de leche y jugos los esparció por el pezón y la areola de la teta izquierda. Con las yemas de los dedos de las dos manos acarició los pezones y las areolas,... Luego les pasó la lengua y a continuación lamió, chupó y mamó... Después fue a por el coño. Lamió de abajo a arriba y arrastró jugos y leche. Dulce le cogió por los pelos, tiró de él, le chupó la lengua y luego le dijo:

-Eres único.

El único volvió a por su coño. Se lo folló con la lengua cómo si ésta fuese una polla, metiendo y sacando, metiendo y sacando... Después echó el capuchón del clítoris hacia atrás. El glande lucía cómo un titán. No se lo lamió, lamió sus labios vaginales y después le metió un dedo dentro del coño, lo sacó y se lo metió dentro del culo. Follándoselo le volvió a chupa las tetas. Dulce ya iba a explotar otra vez.

-¡Me voy a correr, papá, me voy a correr!

Puso la lengua sobre el clítoris, lo chupó y Dulce explotó.

-¡¡Me corro!!

Esa fue la última corrida de Dulce en la cabaña, bueno, hasta que su padre volviese a ella, pues el sitio ya lo sabía.

Quique.

(8,25)