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Un bukkake para dos (Andrea y Marcela consiguen empleo)

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Andrea y Marcela estudian el cuarto semestre de Administración, a sus veinte años, ambas roban suspiros en la universidad. Andrea mide 1.64 delgada, atlética, con unas piernas hermosas que, con esas nalgas redondas y duras la hacen ser una de las chicas más hermosas de su escuela. Marcela es más bajita 1.55 aunque la altura la compensa con unas nalgas prominentes que al menearlas por donde sea, logra que todos volteen a mirarla. En la fiesta de cumpleaños de su tío, conoció a don León, un tipo dueño de una importadora se portó muy amable con ambas.

—¿Entonces estudian administración? —Pregunto con un acento norteño muy marcado.

—Sí, vamos en cuarto semestre —ambas asintieron sonrientes, siempre eran coquetas y más aún con los señores a los que ellas veían como prospecto a ser su sugar daddy.

—En mi empresa necesito quien me ayude, jóvenes con hambre de crecer —les dijo sonriendo repasando sus cuerpos con la mirada de la cabeza a los pies.

—Pues debería darnos trabajo —Dijo Marcela sonriendo y mordiéndose el labio.

—Vayan a mi oficina —dijo mientras les daba una tarjeta de presentación. Preguntan por el director general. Que obviamente era él. Se fue a seguir saludando a sus amigos y ambas se miraron con esa sensación de picardía.

—¿Vamos? —le dijo Andrea pegándole una nalgadita.

—¡Vamos! —respondió Marcela.

Pasó una semana para que se decidieran a ir, la mamá de Marcela les dijo:

—Pues vayan, no pierden nada. Ahí trabaja tu tío Manuel y le va muy bien.

El lunes por la tarde en cuanto salieron de la universidad se dirigieron a las oficinas de don León, cuando llegaron la secretaria, una señora regordeta y mal encarada las miro de arriba abajo.

—Si díganme —su voz era peor que su cara, seca y agresiva.

—Venimos a ver a don León —Dijo Andrea que llevaba una blusa con un breve escote y una falda azul marino arriba de sus rodillas ajustada a su figura y que lograba que sus piernas lucieran aún más hermosas.

—Nos dijo que viniéramos a verlo —dijo Marcela con una sonrisa nerviosa. Marcela llevaba un vestido corto que con el andar se subía y mostraba el meneo de sus bellas y redondas nalgas.

—Pues no está, y no estamos interesados en lo que vengan a vender.

—No venimos a…

En ese momento vieron bajar de su auto a don León quien al verlas sonrió de oreja a oreja.

—Hola niñas, bueno… niñas ya no —dijo mirándolas por todos lados.

—Hola

—Marthita, van a trabajar conmigo. Les haces su gafete y las incluyes en la nómina.

—Necesito su documentación —dijo de mala gana la recepcionista.

—En la semana te los traen, ¿verdad? —Ambas asintieron sonrientes—vengan les muestro su área de trabajo.

Los tres subieron al elevador mientras él hablaba por teléfono en dos teléfonos diferentes.

—Si si Rodríguez, tenemos que traer ese embarque, ya deposite los dos millones de pesos —tomó el otro y siguió hablando con naturalidad— Claro, es un acuerdo con los japoneses. Ya mande a Joaquín para Le negociación… si, está en Tokio y esperemos cerrar el trato en quince días a más tardar.

Ambas lo miraban con un brillo especial en los ojos, entonces el guardo sus teléfonos y las tomo de la cintura, bajando sus manos hasta sus nalgas.

—Como verán, aquí les va a ir muy bien. Si ustedes quieren claro —Ambas sintiendo esa mano madura en sus glúteos sonrieron entre sí también con él. Los millones y los negocios les resonaban en la mente.

—Humberto, te presento a nuestras nuevas asistentes. Van a venir por las tardes y espero que terminando su carrera se integren a la empresa —Humberto era un señor de más o menos la misma edad de León, un tanto regordete, canoso y con mirada lujuriosa. Las miraba de arriba abajo sin pudor alguno.

—Bienvenidas, que bueno que traes sangre fresca, acá ya parece casa de retiro —ambas rieron mientras seguían siendo devoradas por la mirada de ambos.

—Mándales poner allá un par de escritorios, computadora. Bienvenidas.

—¡Enseguida! —respondió Humberto mordiéndose los labios como si tuviera frente a sus ojos el mejor manjar del mundo.

Pasaron los días y ambas se fueron habituando al trabajo, que para ellas consistía en sacar copias y llenar formatos de envío y entrega, veían los ceros en los cheques que se depositaban y llegaban, eran demasiados. El viernes conocieron a Joaquín, el único por ahí que no rebasaba los cincuenta. Humberto, Joaquín, León, Félix, Jorge y Manuel el tío de Marcela se encerraron por unas dos horas en una junta. Algo de una negociación con un consorcio japonés. Cuando termino, todos salieron sonrientes, Manuel se acercó a saludarlas.

—¡Mira nada más! —Abrasó a Marcela— Parece que fue ayer que las vi jugando con muñecas, ahora ya todas unas ejecutivas.

—Gracias tío.

—Nos vemos pronto, voy a llevar a tu tía a cenar. Adiós hermosas.

Apenas se fueron todos, don León las llamo a su oficina. Estaba sentado sonriente.

—Joaquín, el que fue a Japón. Me trajo varias cositas. ¿Les gustan los iPhone?

—¡Si! —respondieron ambas.

—Pues primero cierra la puerta —Andrea la cerró de inmediato.

—Segundo, ¿quiero saber si están comprometidas con la empresa.

—¡Claro! —Respondieron.

—Vamos a ver, vengan por sus teléfonos —Recorrió su silla y tenía la verga de fuera, ambas se miraron, ya tenían el ritmo cardiaco acelerado, fue Marcela la primera en acercarse, se arrodilló frente a él, Andrea con un poco de dudas hizo lo mismo. A Marcela después de comprarse ropa y zapatos, lo que más le gustaba era mamar una buena verga. Así que con toda la malicia posible junto saliva en su boca y escupió sobre la verga León, mientras la masajeaba lamia la punta sin quitarle la vista a él, Andrea ya a un costado esperando su turno para chupar la verga de su jefe.

Acorde con su nombre, la verga de León era muy grande y gruesa. Mientras Marcela metía con dificultad la punta en su boca, Andrea daba pequeños besos en el tronco. Lamiéndole las bolas, el seguía riendo, sobando sus cabezas.

—¿y me tarde una semana? ¡Que pendejo! —mientras Andrea tomaba su turno, Marcela le recogía el cabello para que el pudiera ver como esa boquita fina se comía si verga, empujaba su cabeza, aunque por más esfuerzo sólo lograba llegar a la mitad de aquella enorme verga.

—Haaag! ¡Haaag! Me vas a ahogar pendeja!

—¡Voy! —Dijo Marcela y con un esfuerzo que se veía refrenado en las lágrimas que escurrían en sus mejillas, casi logró meter por completo aquella verga.

—Haaaagh! ¡Hag! ¡Hag! El sonido gutural que emitía por el esfuerzo ponía más cachondo a León que empujaba su cabeza. Andrea volvió a su intentarlo sin éxito. Ambas se ocupaban de mamar y chupar sin dejar una sola parte de esa verga a salvo. Cuando don león sintió que se venía, Marcela chupo sin sacar aquella verga de su boca y recibió todo el semen, chupo hasta dejarla limpia y luego jalo a su amiga. Se besaron compartiendo el semen y tragaron cada quien su parte.

—¡Van a llegar muy lejos en la empresa muchacitas!

—No le diga a mi tío…

—Ja ja ja niña, el té recomendó. ¡Te trae hambre!

—¡Pinche tío Manuel!

—¡Te dije que siempre te andaba sabroseando ese pinche viejo! —Le dijo Andrea mientras se limpiaba los labios.

—Pues niñas, ahí están sus teléfonos. El martes tenemos junta, para preparar lo de Japón y las quiero a ambas aquí, espero que mantengan el compromiso con la empresa —sonrío sátiro y se acomodó la verga en el pantalón. Ambas se fueron al baño con su caja de iPhone en la mano.

—Se la vas a mamar a tu tío.

—¡se la chupas tu pendeja!

—¿que… no estás comprometida con la empresa?

—Cállate… pinche pitote no mames se la chupo gratis.

El lunes llegaron a trabajar y luego de saludar a la recepcionista que les contestó con un gruñido, subieron el elevador, antes de que cerrara subió Joaquín.

—¿Entonces fuiste a Japón?

—Hola, si… pues hablo bien el inglés el japonés, italiano y alemán.

—¡órale!

—dime, ¿cómo se dice buenos días en alemán?

—Pues así, bue nos di as en a le man.

—No seas mamon, estallaron los tres en carcajadas.

—Guten Morgen

—Míralo quien lo viera, tú vas a estar en la junta de mañana.

—Sí, aunque no soy socio. Solo son cuatro, tu tío y yo solo somos puentes. Tu tío con los políticos, aduanas y yo en el extranjero. El capital es de los otros cuatro.

—¿Tienen un chingo de lana? —preguntó Andrea.

—Y se van a cagar en billetes si se hace el negocio con los japoneses.

—¡Guau!

—Va a crecer mucho la empresa, no se despeguen. Seguro tendrán varias opciones de crecimiento en la empresa —se abrió la puerta y se despidieron entre risas.

—Pásale Joaquín, ¿qué me tienes?

—puras buenas noticias Jefe.

Por la tarde, antes de salir León se acercó a ellas.

—Mañana vénganse arregladitas, que se vean bonitas. Ya saben, vienen los socios.

—Claro —contestaron ambas.

Para el martes llegaron ambas en falda corta y blusa. Parecían colegialas, solo les faltaban las calcetas. No vieron a nadie hasta las cuatro. Abrieron la sala de juntas que era una mesa redonda de cristal con sillas al rededor.

—Pásenle niñas, ya va a empezar la junta —dijo León, mientras todos entraban con folders bajo el brazo.

—Bueno pues el presupuesto ya está, solo falta ver embarque y la cotización de mercado para el producto —dijo Joaquín mientras ellas se acomodaban a un costado.

—Mijas, ¿qué hacen allá?

—Pues, ¿Entonces dónde? —todas las sillas del rededor de la mesa estaban ocupadas.

—¡Ustedes van aquí abajo!

Ambas se miraron sorprendidas mientras todos sonreían.

—Pero…

—Pero nada, quítate Joaquín para puedan acomodarse ahí abajo —Dijo mientras se sacaba la verga.

—Marcela entro a gatas, se podía ver su culo, comiéndose una tanga negra. Luego Andrea la siguió. Los cuatro socios tenían la verga de fuera.

—¿Se la van a chupar entre ustedes? —Les dijo León a Joaquín y al tío de Marcela.

—No… Pero…

—El pastel es para todos, ¿o no quieren?

Joaquín se bajó el pantalón, el último fue el tío de Marcela que cuando dejó ver si verga, ya estaba bien dura.

Mientras ambas chupaban verga, Andrea le señalaba la de su tío, con señas la invitaba a chuparle el pito a su tío, Marcela negaba con la cabeza. En la mesa discutían costos, hablaban de cifras, tiempos de entrega y ganancias.

Andrea se tomó su tiempo con Joaquín, le gustaba y siempre olía bien. Además que era el único joven en esa mesa. Marcela se entretenía con León, esa verga la tenía enamorada. Los demás tenían apenas un poco de atención de aquellas boquitas. Aunque el tío de Marcela ya estiraba la mano para tocarle el culo a su sobrina. Sobando por encima de su tanga y palpando la humedad que emitía su conchita. Ella sin percatarse levantó su culito, para recibir aquellas caricias. Andrea soltó una risita pero pronto sintió en su culo un par de manos, otra le desabrochaba la blusa. Sobando sus pezones pequeños.

—¡aaah! —Marcela ya gemía sin saber que el que provocaba ese placer era su tío. Se dio vuelta tomando la mano que frotaba su sexo y fue hasta su verga, miro arriba y vio a su tío chupando sus dedos mojados con sus fluidos. Y metió toda su verga en su boca. Chupo como loca y vio cómo su tío cerraba los ojos a causa del placer. Andrea se acercó y le dijo al oído.

—¿No que no putita? —Marcela chupo aún con más frenesí.

Felix, uno de los socios no resistió y levantó a Andrea como si fuera un gato, la puso sobre sus piernas, luego de quitarle su tanga le dijo:

—Levanta el culo —Ella obedeció y sintió como, luego de separar sus nalgas la lengua de aquel señor le lamía la cola— Sabe a nuevo cabrones.

—Haaaa! ¡Haaaag! —Apenas pudo, Humberto metió su verga en su boquita. Con el mínimo movimiento por la posición, Andrea chapaba y disfrutaba de aquella lengua que ensalivaba sus agujeros. Jorge levantó a Marcela, no le dio tiempo de nada, la recargo en la mesa de cristal y le metió la verga.

—¡huuuug! —Pujó Marcela cuando entró por completo, frente a ella su amiga chupaba un par de vergas y un viejo le lamía por todos lados con la cara hundida entre su hermoso culo. Su tío le sobaba el cabello mientras sonreía y esperaba turno para poseer esas nalgas que deseaba hace años.

—¡aaah!

Leon jalo a Andrea y la recargó de igual manera en la mesa, estaban frente a frente, solo que la cara de Andrea se transformó por el dolor que le provocaba aquella enorme verga.

—¡Haaay!

—Compadre la va a matar, le dijo Félix bromeando. Marcela sintió un par de nalgadas, miro atrás y vio a su tío aferrarse a ella.

—Por fin viejo cabrón.

—Te dije que me la iba a coger compadre. Está bien buena mi sobrina, ¿qué no?

—¡aaaah!

—¡aaah!

La sinfonía de gemidos y bufidos era digna de una porno, iban tomando su turno para penetrarlas. Aunque aumentaban si León era el que metía su verga.

—¡aaah!

Sentían su aliento, se miraban cómplices de aquella orgia. El primero en terminar fue Humberto, mojándole las nalgas a Andrea, luego Félix frente a el le chorreó las piernas a Marcela. A quien su tío le daba su verga nuevamente, tan rápido y fuerte que apenas logró sacarla para que sus chorros de semen le mojaran la espalda. Jorge seguía cogiendo a Andrea mientras Joaquín tomaba turno de Marcela, Joaquín embarró su semen en las nalgas de Andrea. Mientras Joaquín seguía sin parar con Marcela.

—Mira pinche Joaquín le sabe a todo el cabrón dijo León mientras tomaba a Andrea y la acomodaba sobre un sillón.

—Levante el culo mija —Le dijo mientras aprisionaba su cabeza. Un hermoso panorama aquel culo mirando al cielo.

—¡haaaay!

—Pues quien le manda tener tan chiquita la panocha mija —Mientras Andrea sufría los embates de León, Joaquín terminaba sobre la espalda de Marcela.

—Vengase pa’ca mija, ahí al lado de su amiga y culo pa’rriba.

En cuanto se acomodó, cambio de culo, ahora era Marcela la que gemía de dolor.

—¡Haaay!

Cuando regreso con Andrea, fue un poco más doloroso, busco su colita, que se resistía, pero a la fuerza fue cediendo ante aquella verga descomunal.

—¡no mames no mames haaaay!

—¡Aguante mija! —Después de poco los quejidos convirtieron en gemidos, mientras todos miraban y Marcela espera su turno.

—¡Vamos contigo mamacita!

—¡Hay no mames despacio me vas a partir en dos! ¡Haaa! Aaah! Siii!

Por fin termino, mojando ese par de nalgas frente a el, sus socios ya vestidos seguían sonrientes celebrando el cierre del negocio y, a sus nuevas asistentes.

Después de arreglarse, salieron del baño, ya solo estaban León y Joaquín. Ambos las miraron como si ahí no hubiese pasado nada y siguieron revisando números.

—¡No mames te cogiste a tu tío!

—Ni me digas, quiero ver con qué cara va a las reuniones familiares.

—Pues ojalá no lleve esa con la que te dio verga mija porque se divorcia.

—¡Cállate pendeja!

—¡Puta!

—¿perdón? —Ambas rieron platicando todo lo qué pasó ese día, el lunes la recepcionista les entregó su tarjeta de nómina, recibirían su primer depósito el viernes. Subieron y otra vez las alcanzo Joaquín.

—¿Ya les dieron su tarjeta?

—Ya, el viernes nos pagan y no sabemos ni cuanto vamos a ganar.

—No no, esas que les dieron ya tienen saldo. Solo no gasten todo. Les ponen como veinte a la semana.

—¿Veinte que…? —preguntó Andrea.

—Veinte mil, en la mía ponen como cincuenta, es que la mamo más rico.

—¿que?

—No, Es que viajo y ahí van mis gastos, aviones, hotel y demás cosas. Y seguro alguna compensación por su buen desempeño y servicio —le guiñó el ojo mientras bajaba del elevador.

Por la tarde fueron al cajero para activar su tarjeta y ver su saldo, tenían treinta y dos mil pesos.

—¡No mames!

—¡Pinches viejitos les vale verga el dinero!

Se fueron a comprar ropa, Andrea compro ese vestido que quería desde la navidad. El fin de semana salieron de fiesta. Para sorpresa de Marcela. Andrea pasó por ella en su auto.

—Mírala, no me platicaste de esto.

—Salió de repente.

Los tres bailaron y bebieron hasta la madrugada, terminaron en el departamento de Joaquín donde los tres se desnudaron en cuanto entraron. Rodaron por el piso hasta besarse los tres mezclando su saliva, luego ellas compartieron su verga como si fuera un caramelo. Mientras el se metía entre sus piernas y chupaba sus panochitas húmedas. Andrea se montó sobre su verga y Marcela sobre su cara, mientras una rebotaba sobre él, la otra se movía delicioso al ritmo de su lengua. Luego cambiaron, esta vez ellas quedaron de frente y podían besarse. Desde niñas mientras soñaban con algún día tener novio, practicaban los besos, tanto que les gustaba demasiado para dejar de hacerlo.

Andrea se acomodó en la alfombra invitando a Joaquín a que la poseyera, Marcela estaba muy caliente para quedarse mirando y luego de besarle los pechos a su amiga, se colocó sobre su cara. Ya no era un simple beso, le estaba mamando la panocha. Joaquín se sentía el hombre más afortunado del mundo. Se daba el tiempo de besar a Marcela y lamer los pechos de ambas. Marcela se acomodó en cuatro y él fue por ella, hundiendo su verga con pasión, mientras Andrea se sentaba frente a su amiga y tomaba la posición ideal para que Marcela con su lengua buscara su sexo.

—¡Puta! —Le dijo Marcela y luego chupo mientras detrás de ella Joaquín chocaba una y otra vez contra su culo redondo.

Cuando sintió que no aguantaba más y sabiendo que con el nivel de excitaciones y alcohol no se negarían a nada, las acomodo muy juntas, con las mejillas pegadas y términos sobre su hermosas caras. Luego ellas siguieron besándose, mirándose la cara una a otra, manchadas de semen. Felices.

Despertaron con una resaca monumental, Joaquín ya tenía listo el desayuno.

—Parece que me atropellaron —Dijo Marcela.

—¡No mames mi cabeza!

—Pues también toman como como si supieran —Joaquín les acercó un bote de aspirinas.

—¡No mames que traigo en la cara…! —Andrea recordó y ambas se carcajearon.

—Las cargue hasta la cama, primero coman algo, ya luego se dan un baño. ¿Ya están listas para el viernes?

—¿Que hay el viernes?

—Vienen los taka taka a cerrar la negociación.

—¿Y nosotras que? —Preguntó inocente Marcela.

—¿Son asistentes de qué?

—De León, mandamos fax, facturas.

—Eso lo hace la gorda de recepción, a ustedes las contrataron para “asistir” a los socios —Dijo mientras reía.

—¡No somos putas!

—No, y ellos no buscaban prostitutas. Ustedes son niñas de casa, bonitas, educadas. Si cierran el contrato se van a las nubes. Y ustedes serán bien compensadas.

—¡pues que ojetes!

—¿Porque? Aparte esos japoneses les gustan mucho las mexicanas, será que allá están todas iguales y pálidas. Cerrando esto, nos dan auto a todos los de oficina. Incluyéndolas a ustedes.

Con dolor de cabeza y desazón subieron al taxi, el lunes se presentaron normal y León las llevo a cenar a un lugar exclusivo, con platillos que da tristeza comerlos de tan bellos que se ven.

—El sábado llegan los autos, ¿saben manejar?

—No.

—Yo un poco —Dijo Andrea.

—No importa, que les enseñe Joaquín. Son automáticos es cosa de unas horas.

Pago la costosa cena y las llevo a sus casas sin siquiera tocarlas. Así fue toda la semana. En calma sacaban sus copias sin utilidad, mandaban correos inservibles y saludaban ya con amabilidad a la recepcionista que aún sacaba espuma cada que las veía.

Llegó el viernes y para su sorpresa, los japoneses eran una quinteta de jóvenes. Hablaban entre ellos sin que nadie entendiera nada, solo Joaquín era capaz de traducir lo que decían. Entonces se pusieron serios.

—Dicen que los precios son estándar y que el valor subirá con el mercado mexicano.

—¿Pero tienen suficiente producto para darnos abasto? —Preguntó León y espero a que Joaquín tradujera y luego le dijera que mierda decían.

—Si, tanto como quiera. Sus bodegas estas a tope y listas para embarcar la cantidad necesaria.

—¿Entonces firmamos por cinco años?

—Dice que para empezar y que ojalá sean michos más.

—Pues lo prometido es deuda, niñas —Andrea y Marcela entraron buscando su lugar bajo la mesa. Pero uno de los japoneses las detuvo.

—私たちはあなたに敬意を表したいと思います、あなたが私たちを許すなら、私たちはあなたのためにこれらの美しい女性を準備します

—¡¿Que verga?!

—Que las… honrarán y prepararán para ustedes…

—¡bueno! —Dijo León dándoles su espacio. Mientras los japoneses las colocaban empinadas sobre el sillón, sin siquiera quitarles la ropa, solo levantaron sus faldas y comenzaron a frotar sus clítoris. Fuerte y constante.

—¡aaaah! ¡Mmmm! —Andrea fue la primera en gemir, sentía su ropa interior empapada.

—¡siii que rico! —Marcela ya meneaba el culo mientras otro japonés le daba nalgadas que sonaban por toda la sala de juntas. Cuando les quitaron la ropa interior, siguieron frotando, como locos y ellas correspondían gimiendo de igual manera.

—¡Pinches chinos locos! —Dijo Félix que tenía ya la verga dura de tanto oírlas gemir. Andrea llegó primero al orgasmo, sus ojos estaban en blanco pues a pesar de que se doblaba el japonés no paraba de frotar.

-¡aaaaah! ¡Uuuuf!

Cuando Marcela llegó al orgasmo daba pequeños espasmos, su culo botaba delicioso.

—¡aaaah!

—彼らにコックを吸うように頼む

—que ahora si se saquen la verga.

Andrea y Marcela se fueron como poseídas sobre las vergas que estuvieran más cerca, todos ellos se sobaban la verga esperando su turno. A Marcela su tío le quitaba la blusa y sobaba sus pechos, estaba clara su fijación. Ambas gustosas en iban de verga en verga, disfrutando sabores y tamaños. Luego los japoneses las pusieron de cabeza en el sillón y chuparon sus panochitas ya bastantes sensibles.

Volvieron los gemidos de ambas, mientras los asiáticos turnaban sus lenguas en su sexo.

—¡aaaah!

—¡Si!

—¡Sí que rico!

—¡Mira Como disfruta tu sobrina!

—¡Tan bonita la chamaca! —Dijo Humberto.

—¡Siii más!

Los cuatro socios miraban aquel modo extraño, acostumbrados a solo coger. Hasta que por fin se saciaron. Las acomodaron sobre un par de ellos, luego de meter sus vergas, los otros buscaron sus culos para una doble penetración. Mientras el otro ponía su verga frente a Andrea que sin dudar comenzó a mamar, el tío de Marcela lo imitó llenándole la boca a su sobrina que ahora era su juguete sexual. Acusando todos sus orificios.

—¡Ahora si nos entendemos! —dijo don León sobando su verga y esperando turno.

—¡Mmm! ¡Mmmm!

Los japoneses fueron cediendo su lugar, Félix, Humberto, Joaquín y Jorge lo tomaron. Manuel podría ver a su sobrina mamarle la verga por toda la eternidad, aun así, León lo quito y le metió su enorme trozo de carne hasta la garganta.

—¡Gggaaaggh! ¡AAAAGH!

Andrea tenía nuevamente los ojos en blanco, un segundo orgasmo y un par de vergas Japonesas frente a su boca la tenían extasiada. Así fueron cambiando sus puestos y para cuando León pudo estar en su culo, Andrea lejos de quejarse gimió con todas sus fuerzas.

—¡Mmmm! ¡siii! ¡Maaas! ¡Cógeme!

Marcela estaba tan caliente de escuchar a su amiga, que sacó la verga que tenía en la boca para buscar los labios de su amiga. Cuando Jorge estaba por venirse uno de los japoneses gritó tan fuerte que todos pararon para ver qué era lo que decía.

—¡ぶっかけ!

—¿qué dice? —Le pregunto Félix a Joaquín.

—No se…

—¡ぶっかけ、彼らの顔になってみましょう!

—Que les hagamos un Bukkake

—¿qué es eso?

—Que acabemos en sus caras. —El japonés asentía sonriente.

—Pues órale que yo ya estoy —Dijo Jorge.

Las colocaron de rodillas, juntas y con la cara levantada. Aún jadeaban por tanta verga recibida.

—Que no abran ni la boca ni los ojos —les tradujo Joaquín. Aunque no tuvieron tiempo, Jorge se acercó y les vació su semen apenas mojando sus frentes, luego Humberto Jalándosela se acercó, tres chorros potentes atravesaron ambas cara dejando registro de ello. Apenas escurría ese semen por sus caras uno de los asiáticos lanzó a su semen de frente. La nariz de Andrea quedó cubierta, a Marcela le llenó un párpado. Otro de los asiáticos se colocó tras ellas e hizo escurrir su semen desde la frente, ambas recibieron su parte y ya casi no se notaban sus facciones. Manuel fue directo a Marcela y lanzó dos potentes chorros de semen sobre su rostro, otro asiático se tomó el tiempo de rellenar sus mejillas aún limpias y dejar sus restos sobre sus labios. Uno más elijo a Andrea y apuntando a su nariz logró llenar ambos párpados de semen. Como figuras de cera recibieron el quinto lechazo asiático, luego Félix salpicó sus labios, el semen ya escurría por su barbilla cuando León y Joaquín casi de manera sincronizada soltaron varios chorros que terminaron por difuminar algún rasgo de sus rostros. Los asiáticos seguían jalándosela y lograron poner un poco más de semen en sus rostros. Luego sacaron sus teléfonos y tomaron unas cuántas fotos, mientras todos las miraban ahí escurriendo semen ya por sus pechos y mojando sus piernas.

Joaquín las llevo hasta el baño, a tientas abrieron la llave y fueron enjuagando sus rostros, hasta poder abrir los ojos, aún tenían restos en el cabello, su pechos estaban pegosteosos al igual que sus muslos. Al salir Marcela solo vio a su tío y a Joaquín.

—Mijita, te pido que no le vayas a decir nada de esto a…

—¡Seguro voy a llegar a decirles, hola mamá, hola papá hoy me cogieron once cabrones y me bañaron en semen.

—Pinche viejo cachondo —le dijo Joaquín de manera burlona.

—No mames me duele todo el cuerpo —Dijo Andrea.

—Las llevo se ofreció su tío.

—¡¿Nos llevas Joaquín?!

—Claro, vámonos.

—¿como nos veíamos todas embarradas de semen?

—Ni se veían—Salieron tomadas del brazo de Joaquín.

—Nunca había hecho algo así —Dijo Marcela.

—¡Ahora si me sentí bien puta, toda embarrada de mocos no mames!

El lunes al llegar, la recepcionista las saludo de beso y sonriendo les mostró las llaves de su nuevo auto.

—Niñas, esto lo tenemos que celebrar.

—Claro —por fin la veían sonreír. Al llegar a la oficina, León platicaba con Félix.

—Es que los administrativos ya tienen su auto pero faltan los 200 de planta y bodega de darles bono —Dijo Félix

—Niñas, ¿aguantarán un bukkake de doscientos cabrones?

—¡¿QUÉ?! —Gritaron las dos al mismo tiempo.

—doscientos uno, yo Le entro compadre.

Andrea se imaginaba que quedaría como muñeco de nieve con tanto semen, pero Marcela pensaba que sería un delicioso bufete de vergas. Se lo saboreaba.

@MmaceandoO

(9,72)