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Una polla para dos
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Estábamos fuera de la vista de los clientes, pero relativamente cerca para que en un descuido nos pudieran escuchar o ver si es que alguno era curioso e iba más allá del mostrador, aun así nos estábamos acariciando en silencio y medio a escondidas.

Aprovechamos cada momento que podemos que por lo regular la hora entre las dos y las tres de la tarde, es una hora relativamente tranquila y sin muchos clientes.

Así que ese día estábamos con ganas de tocarnos, aproveche que el pantalón le quedaba un poco flojo para meter mi mano entre su ropa y su piel.

Mis dedos tenían prisa y hambre de Rubí, llevaba unos minutos hurgando con curiosidad bajo su ropa sobre la pelambrera de su monte de venus, sus bragas no eran impedimento para que mis dedos jugarán con su sexo mientras la mano oscilante de Rubí se posaba sobre mi asta ya despierta entre sus dedos.

No podíamos desnudarnos en ese lugar y en ese momento, así que solo desabroche un par de botones de su uniforme para tener un acceso rápido a sus senos y ella solo bajo el cierre de mi pantalón para poder jugar con mi falo en total libertad.

Fue una delicia recibir las mieles de su orgasmo en mis dedos, es tremendamente morboso y delicioso llevarla al límite en medio del negocio con la posibilidad de ser descubiertos, es sublime derramarme sobre su mano mientras su boca se pega a la mía.

Se aproximaba el fin de semana largo por motivo del aniversario de la revolución. Entre los compañeros en el trabajo comenzamos a proponer ir en esos días a algún tipo de paseo todos juntos para fomentar la convivencia y relajarnos como equipo de la pesada carga laboral que hemos tenido durante la temporada, así que la mayoría estábamos emocionados por pasar unos días fuera de la ciudad y romper la rutina.

Paulina, Rubí y yo estábamos esperando más que nadie ese paseo para poder dar rienda suelta a nuestros instintos así que entre los tres nos encargamos de organizar y conseguir alojamiento para todos en el paseo de tres días.

Algunos preferían playa, otros bosque, ir a la ciudad y hacer turismo cultural por museos y galerías. Al final encontramos una vieja hacienda de tiempos de la colonia que ahora funciona como restaurante, hotel y campamento y que estaba relativamente cerca, tan sólo a treinta minutos desde nuestra ciudad.

Así que conforme se aproximaba la fecha en todos iba creciendo el entusiasmo por el viaje.

El paseo era solo para empleados, nada de parejas, hijos, padres, hermanos, primos o sobrinos.

Así que llegó el día, el punto de reunión era en la plaza del centro y ahí estábamos todos: Paulina con sus caderas de diosa que provocan más de una mirada, Rubí con sus piernas fuertes y firmes, Ana con sus sonrisa encantadoras, Pilar con sus ojos llenos de emociones, Gaby con esa sensualidad de felina, Carmen tan pura y virginal, Arcelia dueña de una seguridad asombrosa, Isela con su carisma y facilidad de palabra, Failo, Miguel, Juan Pablo y yo solo faltaba la sprinter la habíamos rentado para ir todos en un mismo vehículo en lugar que cada quien llegar por sus propios medios, salimos a las diez en punto.

El tráfico de la ciudad nos la puso difícil por un momento, pero al cabo de veinte minutos estábamos en las afueras de la ciudad viendo cada vez menos casas hasta dejar atrás las más marginales de la periferia construidas en su mayoría de lámina y cartón.

Luego enfilamos por la carretera doscientos que nos podría llevar en algunas horas hasta la capital del país.

El recorrido fue breve Isela acaparaba la plática con unos y otros.

Sin darnos cuenta Llegamos a un abarrotado restaurante junto a la carretera y aunque es parte del complejo turístico está lejos de la hacienda y es público, aquí puede venir a comer cualquier persona sin necesidad de ser huésped de la hacienda, el chófer disminuyó la velocidad pero siguió de largo por algunos metros y luego salió de la carretera vimos una enorme puerta que se sostenía de un par de abedules, eran los marcos que sostenían la enorme puerta de entrada a las instalaciones del lugar; encima de la puerta un letrero rústico con letras negras.

Ex hacienda San Román

Nos indicaba que habíamos llegado por lo menos a la entrada porque luego recorrimos otros veinte minutos sobre un camino angosto y de un solo sentido (la salida de los huéspedes debería ser por otro lado) ese camino interno era hermoso había enormes arboles a un lado del camino, del otro lado por momentos aparecía un río en paralelo que nos acompañaba con el ruido de agua corriendo y luego de repente se volvía a perder para aparecer más adelante, algunos troncos enormes se encontraban tirados a lo largo de la ruta un recordatorio de la fuerza de la naturaleza cuando las tormentas eran tan fuertes que podían tumbar sin ningún problema esos enormes árboles, aunque casi parecía que los hubieran puesto ahí a propósito dando la impresión de que aquí nada se desperdicia; vistas impresionantes del campo, cercas de piedra que cuadriculan el enorme espacio, algunos rebaños de ovejas, algunas vacas pintas de negro, borregas peliguey, caballos criollos; cuarto de milla, pura sangre, algunas bandadas de gorriones que volaban bajo la luz del sol de aquí para allá sobre los campos y se escondían en las hierbas altas, pequeños bosquecillos de; sauces llorones, mezquites, huamuchil, huizaches y huajes.

En un momento llegamos a una especie de túnel formado por unas enormes rocas del tamaño de una casa de dos pisos el camino pasaba por debajo de las piedras enormes y todos miramos asombrados el túnel natural por el que teníamos que pasar, era como si nos transportaran al pasado o a otro mundo.

Al salir del túnel de rocas estaba la pequeña caseta de vigilancia donde se detuvo el vehículo y un par de guardias nos preguntaron por la reserva y comprobaron nuestra estancia, luego con una sonrisa nos dejaron pasar y nos indicaron el camino hasta el edificio que ya se veía al final del camino.

Aquí todo era verde, los jardines bien cuidados a ambos lados del camino, los rosales, azalea, suspiros, buganvilias estaban podadas y cuidadas sembradas en enormes macetas blancas la hiedra se adhería a la pared del primer piso de la ex hacienda.

Bajamos todos de la spriter muy emocionados mientras un par de trabajadores nos ayudaban con el equipaje poniendo las maletas en una espacio de carrito de golf y un asistente repartía bebidas de bienvenida para cada uno, un agua de hierbabuena con piña que fue muy refrescante.

El edificio principal es enorme databa de principios del siglo XVII y tenía grandes columnas, ventanas ornamentadas con piedra que hacían competencia con cualquier Catedral Europea, una recia puerta de madera tallada con cabezas de león. Dentro mármol traído de las minas de algún lugar lejano, alfombras antiguas y arte colgado de la pared. Nos llevaron a recepción e hicimos el registro de cada uno. En el edificio principal estaba decorado con arte local; una enorme virgen de Guadalupe hecha con plata de Taxco colgaba al centro del lugar, jarrones de Tonalá, alfarería de Tlaquepaque.

Pasamos por el restaurante exclusivo para los huéspedes, una tienda de recuerdos, una oficina donde se pueden reservar actividades y paseos que ofrece el lugar, la capilla y un pequeño museo de cómo era la vida en el lugar.

Nos dieron tres carritos de golf para la cabaña así que subimos cuatro en cada uno, Rubí se subió detrás del volante de uno mientras que Paulina se aferraba a otro y Miguel tomaba el último yo me senté atrás y solo disfrute el recorrido, seguimos al joven que llevaba nuestros equipajes.

Luego de un par de curvas y una pequeña pendiente que por poco nos hace bajar para arrempujar el pequeño carrito

Llegamos a una enorme cabaña de madera con un enorme porche delantero.

La cabaña disponía de tres habitaciones con dos camas matrimoniales cada una, un ático con una enorme cama, dos baños y medio, la sala donde había un sofá cama y una pequeña cocina. Lo primero que hice al entrar fue correr como un niño en busca de mi habitación favorita, elegí el ático para mí, tenía una ventana con una impresionante vista al campo que en esta estación del año se viste de colores ocre, dorados y naranja a excepción del follaje verde de los árboles, un cuarto quedó para mis compañeros y los otros dos para mis compañeras aunque en el ático había lugar para Paulina, Rubi o ambas ya habíamos decidido dormir en habitaciones separadas para no llamar la atención de los demás y por las noche buscarnos en algún lugar práctico.

Así que luego de instalarnos fuimos al restaurante por algo de comida ya era muy tarde para el almuerzo y muy temprano para la comida así que tuvimos que conformarnos con papas fritas y hamburguesas.

Después pasamos a ver las actividades que había:

Temazcal, tirolesas, ir a cortar cañas, ordeñar alguna vaca, esquilar ovejas, caminatas por el campo, montar a caballo, un paseo en bicicleta, un pequeño campo de pinball, conducir una moto o un todoterreno, buscar un viejo tesoro en una parte del lugar…

Ese día decidimos ir por la tarde al temazcal y luego pasar la tarde en la alberca. Al siguiente día por la mañana un paseo en caballo hasta la tirolesa y después de lanzarnos por el recorrido llegar al cañaveral y cortar cañas nos dijeron que sería muy divertido. La última mañana del paseo agendamos cita en el spa un masaje de cuerpo completo para cada uno de nosotros para regresar relajados a nuestras casas.

Nunca había entrado a un temazcal una pequeña estructura circular de piedra barro totalmente cerrada sin ventanas y con sólo una pequeña puerta de madera fue como entrar en iglú de piedra en lugar de hielo. Con nosotros estaba Escarlet la persona encargada del temazcal, dejamos la ropa colgada antes de entrar y nos quedamos en traje de baño. Tuvimos que bajar la cabeza para poder entrar, dentro estaba oscuro y sofocado por el calor de un pequeño fogón que hacía que no quedáramos en completa penumbra, nos sentamos en una especie de banca circular que estaba pegada a toda la pared interior.

Me senté junto a Rubí para acariciar sus piernas o si había la oportunidad meter una mano debajo de su traje de baño.

Luego de cerrar la puerta Escarlet comenzó a preparar todo, agregó algunas hierbas al agua y luego fue con unas pinzas tomaba una de las piedras que estaban directamente al fuego y la añadía al agua lo que hacía que el vapor inundara el lugar con aroma a plantas medicinales.

Al principio sentí asfixiarme pero conforme pasaban los minutos fue una experiencia muy relajante, al final pasamos por una regadera que solo tiraba agua fría para cerrar los poros. La piel de gallina era el resultado del contraste del agua con la piel caliente y nos reímos unos de otros al ver como todos teníamos la misma reacción.

Nos tiramos unos a otros a la alberca y luego de jugar un poco se hicieron grupos más pequeños, Rubí fue conmigo por una cerveza a la barra, la tomamos tranquilos mientras compartimos nuestros puntos de vista del temazcal. Sin darnos cuenta se estaba haciendo de noche para ir a cenar creo que ambos estábamos esperando la oscuridad para recorrer nuestros cuerpos con impunidad pero tuvimos que salir de la alberca ante la insistencia de los demás de ir todos juntos al restaurante.

Con las ganas acumuladas nos miramos en una promesa muda de saciarnos más tarde.

Cuando llegamos al comedor estaba abarrotado así que fue imposible elegir una sola mesa para todos juntos los hombres nos sentamos en una al fondo del lugar y las mujeres ocuparon dos mesas más cerca de la entrada.

El menú era europeo una comida alemana: ternero con cebollines, albóndigas de hígado, pan recién hecho, mantequilla, cerveza amarga y espesa y como postre una tarta de ciruela. Cenamos entre risas, cervezas y miradas cómplices.

Al llegar a la cabaña sacamos baraja y juegos de mesa nos sentamos en el suelo alrededor de una mesa de centro y comenzamos a jugar por algún tiempo pero como al siguiente día nos levantaríamos temprano para ver el amanecer salir detrás de las montañas así que luego de jugar a las cartas.

Más tarde sentí que alguien subía las escaleras hasta el desván, era Rubí que trataba de no hacer ruido.

Tocó mi rodilla, un roce tímido, casi inocente, casi imperceptible pero que abrió muchas puertas y fue el liberador de todo ese deseo contenido entre los dos

El aire estaba cargado de deseo, sexo, lujuria, pasión, sensualidad, obscenidad

La tomé en mis brazos y la ayudé a sentarse a horcajadas sobre mi pelvis, el roce avivó mi deseo, ella lo sintió y comenzó a frotar su pelvis contra la mía buscando su placer aún por encima de la sábana y nuestra ropa.

Mis manos en cambio sujetaron su cintura y comencé a viajar por su cuerpo…

Toque la suave piel de sus piernas y viaje por su abdomen hacia el norte de su cuerpo.

Soltó un leve suspiro cuando acune su seno izquierdo entre mis dedos, palpe el contorno y la forma de su pezón haciendo círculos con mi pulgar, recordé su textura, sus bordes, la circunferencia de sus aureolas antes de retorcerlo entre mis dedos, ahogó un grito cuando lo retorcí.

A Rubí nunca le han gustado las caricias suaves, sus gustos desde que la conozco han sido más rudos. Si quieres excitarla de verdad con ella no existen los roces sutiles con ella funciona la intensidad y la rudeza.

No necesitamos quitarnos la ropa, ni ella ni yo usamos ropa interior para dormir, su blusa de algodón me dio acceso total a sus tetas, el pequeño short que usaba de pijama no fue impedimento. Recorrimos la sábana hasta quedar los dos dentro de ella y haciendo nuestras ropas de lado la penetre lentamente, luego ella tomó el control y sus movimientos marcaron el ritmo sentada sobre mí, acariciaba y besaba sus senos cada vez que ella se inclinaba hacia adelante lo hicimos en silencio solo con nuestras miradas puestas una en la otra.

Un lenguaje mudo que nos dice tanto, su mirada cambia cuando está por llegar, sus ojos cafés claros se cierran un poco y su mirada se vuelve más oscura, como un animal salvaje a punto de matar a su presa. Disfrute las convulsiones de sus piernas un par de veces antes que dejara de moverse, luego la tire sobre el colchón y la puse de espaldas, subí detrás de ella, me encanta verla así, su culo me fascina, lo acaricie antes de clavarme en ella y empujar buscando ahora mi placer, se tapó la cara con una almohada para no gritar cuando otro orgasmo la alcanzó justo en el momento en que chorros calientes abandonaban mi cuerpo inundándola toda, terminé dentro Rubí me lo permite a comparación de Paulina que nunca me ha dado ese privilegio.

Se levantó casi en el momento y se fue sin decir nada a su habitación con mi esperma corriendo entre sus muslos.

Esa noche dormí profundamente, abrí los ojos cuando escuché ruidos en la sala debajo del ático, el sol ya había salido y pintaba de dorado las ramas más altas de los árboles más allá del vidrio de mi ventana, era hora de ir a almorzar.

Llegamos al restaurante que a diferencia de la noche anterior estaba casi vacío. Tome un pan de carbonato y un café para entrar en calor antes de salir a la excursión a los cañaverales, luego un par de huevos revueltos con jamón y unos frijoles negros.

Tomamos el desayuno y nos dirigimos a la oficina para pasar por el guía, ahí nos dieron unas cestas con fruta para el paseo había: fresas recién cortadas, platos con piña, melón, papaya y sandía.

Seguimos el reiser del guía, esta vez me puse tras el volante y acelere detrás del coche guía, el camino fue divertido entre saltos por ir a campo traviesa, el polvo y las partes del río que tomamos y con la velocidad nos mojaba por todos lados. La vegetación no es muy exuberante más bien es rala casi inexistente, luego de una media hora llegamos, estacionados bajo la sombra de un enorme laurel, dejamos las mochilas y cestas con fruta ahí, solo llevamos botellas con agua y comenzamos a caminar a través del campo, brincamos algunas cercas de piedra y un par de alambradas de púas encargadas de detener al ganado en cierta zona.

Luego de caminar unos minutos llegamos a la última cerca de alambre de púas y comenzamos a cruzar, esta vez me tocó ayudar a bajar el alambre para que todos pudieran cruzar más fácil, a Rubí le ayude de la cintura, pero a la hora que levantó su pierna el pantalón se atoro en una de las púas del alambre así que en un intento de zafarla levante de más su pie y fue a caer de bruces del otro lado de la cerca, la mire asustado caer mientras que todos los demás soltaron las carcajadas Rubí se levantó asustada y riendo por la caída, fue la primera en caer pues del lado donde estaban las cañas era muy resbaloso, las hojas sueltas que había por todo el lugar hacia casi imposible mantenerse de pie, todos nos caímos más de una vez, cuando cada uno tenía su caña regresamos al árbol para comerlas bajo la sombra.

La cena de esa noche fue mexicana, tacos de carne asada con chiles güeros, salsa picante, jitomate, panela, salsa, tortillas recién hechas a mano no supe a qué hora Paulina se molestó conmigo pero quedó claro cuando le pedí una servilleta y me soltó un rollo que no era mi sirvienta.

Luego en el juego de cartas se puso de peor humor cuando le gané una partida donde la apuesta era bailar para el ganador y ella se fue a encerrar en su habitación.

No podía dormir así que baje de mi habitación para buscar un poco de agua y refrescarme la vi sentada en un sofá en la sala, tampoco podía dormir la pelea nos dejó mal a ambos leía o eso intentaba.

Sin pensarlo me recosté en tu regazo mientras sus manos sostenían el libro, tan solo unos minutos más tarde una de tus manos dejo el libro y comenzó a acariciar mi cabeza, mi mano instintivamente tomó tu pierna y comencé a tocarla, las caricias fueron cada vez más intensas, más arriba en su pierna pase más allá de la rodilla y me dirigí hasta medio muslo, sin convicción intentó frenarme y me contuve por un momento, se levantó y miro hacia las habitaciones…

Todo estaba en penumbras salvo la lámpara de lectura, todo estaba en silencio salvo nuestras respiraciones agitadas, suspirando tomaste tu decisión, caminaste hasta tu habitación y volviste sin hacer ruido traías algo en las manos, el viejo vestido de algodón no fue impedimento para que te montaras en mi cadera, la crema se sintió fría en mi pecho cuando cayó pero la tibieza de tus manos al regarla por mi piel fue reconfortante, mis manos ya no se contuvieron se apoderaron de tu cuerpo disfrute su piel sobre la ropa, tanto tiempo esperando esto subí tu vestido hasta sacarlo por arriba una mano a la vez hasta dejar solo tu cuerpo ante mis ojos, tus ojos llenos de miedo se habían ido, ahora solo veía la lujuria y el deseo en ellos. Sus senos quedaban a la última de mi rostro así que mi boca los reclamo y acariciando los con mi lengua los disfrute, las caricias continuaron ninguno quería perder tiempo para reconocernos mutuamente y nos dejamos llevar, toque con el dorso de mi mano tu mejilla y baje por tu cuello hasta tus hombros y tus senos, tu mano viajando por mis brazos, luego mi pecho y al final mi abdomen tocando cada milímetro de piel.

Te bajaste de mí, hincada a mi lado fuiste más al sur, endurecí en tus palmas al mismo tiempo que tocaba por primera vez tu lugar más secreto, una marea se desbordó sobre mis dedos y mi instinto fue llevarlos a mi olfato, conocí tu aroma de mujer: fuerte, excitante, embriagador mis dedos entraron en mi boca; sabes a vida, un toque dulzón amargo mezclado con el deseo…

Me levante y tire de tus piernas te recostaste y sonreíste, mi cabeza se posó en medio de tus piernas y bebí de ti, bebí como desde hace mucho deseaba hacerlo, acaricie con mi lengua cada centímetro de tu templo, disfrute la humedad naciendo a cada momento, jugué y conocí tus reacciones hasta encontrar la que te vuelve loca, una vez tras otra hice el viaje hasta sentir tus manos firmes sobre mi pelo, llegó el momento y explotaste en mi boca, recibí tu orgasmo con una sonrisa, ahora era el momento… puse mi erección en tu rodilla, sonreíste y la guiaste con tus manos hasta clavarla dentro de ti, es tan cálido y húmedo que salió un gemido de mi boca mientras la tuya se abría y mordidas tu labio, nuestras miradas se encontraron cuando éramos uno solo y estaba al fondo de ti, cerré mis ojos para eternizar el momento cuando los abrí los tuyos aún estaban cerrados.

Lo hice lento, rápido, suave, duro, lento y volvía a comenzar, cada que salía de ti y volvía a entrar era mágico, íntimo…

Sentí la caricia de mi nombre pronunciado en su boca al momento del placer máximo.

Cuando la batalla terminó deje caer mi peso sobre el suyo sentí su corazón latir en mi pecho y su respiración entrecortada, bese su espalda mientras acariciaba parte de sus nalgas y piernas poco a poco nuestro ritmo cardíaco volvía a la normalidad entre caricias cómplices y besos repartidos por la nuca, hombros y cuello. Bese un poco su lóbulo mi barba no sé cómo se enredó es su arete pero creo que deje un par de vellos al jalar mi rostro para desprenderme Paulina no pudo aguantar la risa cuando se dio cuenta de lo que pasó así que ahí estaba debajo mío a carcajada abierta mientras yo me acariciaba el mentón tratando de contener el dolor.

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