Elena estaba encantada de que les hubieran dejado pasear solos. Con roces ocasionales caminaron sonrientes por la orilla de la playa hablando distendidamente. Antes de comer, estando en el agua, había jugado con las olas y chapoteado con las manos disfrutando como niños. También la había balanceado sobre el agua, como había hecho su hijo, y los roces y toqueteos le habían gustado más de lo que esperaba. Hubo momentos en que noto las manos de Carlos en su culo y sus tetas produciéndole cierta excitación, aunque intentaba disimularlo viendo a Amanda tumbada en la arena. Cuando Amanda se fue a la casa y desapareció de su vista, dejó que Carlos la tocará con más libertad y comenzó a sentir el deseo en su cuerpo. Ahora estaban solos, y ya caminaban frente a la casa de ella. Le miró con sonrisa pícara.
– Te apetece ver dónde nos alojamos? Podríamos tomar algo dentro! Dijo Elena con relativa timidez.
– Por supuesto! Contestó Carlos. – Será un placer!
Entraron a la casa y Elena fue a por un par de cervezas al frigorífico. Volvió con ellas y un par de vasos que dejo sobre la mesa que había frente al sofá. En él estaba sentado Carlos con una amplia sonrisa, y ella se sentó a su lado sin llegar a rozarse. Los dos iban en bañador, el con un bermudas y la camiseta que se había puesto para comer, ella con su bikini rojo y también una camiseta. Carlos puso la mano sobre el desnudo muslo de Elena y lo acarició mientras daba un sorbo al vaso. Elena sentía curiosidad por esa pareja.
– Y tu mujer, que opinaría de esto? Te he visto muy lanzado en el agua, como si no te importará que nos viera!
– Bueno, es una larga historia, pero resumiendo, los dos admitimos relaciones extramatrimoniales!
– Y eso, que significa exactamente? Carlos sonrió mientras mantenía la mano sobre el muslo.
– Es simple, tan solo que cada uno nos enrollamos con quién nos apetece, pero con algún matiz!
Ahora sonrió Elena y dio un sorbo a la cerveza para después pasarse la lengua por los labios para quitar la espuma que había quedado sobre ellos. Fue instintivo, pero también algo intencionado por la situación.
– Parece que te lo tengo que preguntar todo! Dijo Elena acercando un poco la cara a la de él. – Explícame… esos matices!
Carlos interpretó el acercamiento como la apetencia de un beso, y así lo hizo. Posó los labios sobre los de ella con suavidad fundiéndose en un beso lento, parecían estar saboreando un vino recién abierto. – No sé si lo entenderás, pero podría decirte… dijo el haciendo una pausa mientras la miraba a los ojos con fijeza… que nos gusta vernos follar con otros u otras!
Carlos parecía estar a la expectativa de la reacción de Elena, pero ella mantuvo la mirada sin realizar ningún gesto. Poco a poco, sin dejar de mirarse a los ojos, ella fue ampliando su sonrisa, ahora tenía ciertas connotaciones de lascivia. Por su mente pasaron escenas con rapidez, imaginando a Amanda mirando como follaban ella y Carlos, intentando adivinar la expresión de su cara, o simplemente que haría mientras miraba. Un suave escalofrío recorrió su cuerpo al visualizarlo, era algo extraño para ella, pero a la vez había sido excitante, y algo de lujuria iba avanzando en su mente. Ahora fue ella la que acercó los labios para fundirse en otro beso, un beso más largo donde sus lenguas salieron para enroscarse como serpientes. Sintió la mano de Carlos apretarla el muslo con más fuerza, con más deseo, sobando la fina piel de la parte interior hasta casi rozar la tela del tanga. Notó como subía el calor por su cuerpo, y a ciegas, dejo el vaso sobre la mesa para poner la mano sobre la pierna de Carlos. Notaba como el deseo avanzaba por su cuerpo con rapidez y subió con la mano por el bermudas, como una serpiente repta por un tronco en busca de su presa. La dureza que había adquirido el miembro se hizo patente cuando lo rodeó con sus dedos bajo la tela. La excitación no cesaba, pero la curiosidad parecía más fuerte.
– Y que sientes cuando la ves follar con otro hombre? Volvió a preguntar después del intenso beso.
– Ver su cara de deseo y placer a cierta distancia es muy estimulante. El salir de la monotonía produce sensaciones que parecías haber olvidado, y ver y sentir algo nuevo.. atrapa!
Cada frase de Carlos Elena la interpretaba con imágenes en su mente, se acordaba de esa sensación, tan especial como deliciosa, que había tenido al follar con su hijo, y ahora lo imaginaba follando con otra mientras ella miraba. Su mente se iba llenando de sensaciones nuevas y comenzaba a tener cierto ansia por experimentarlas. De repente se le vino a la cabeza que su hijo se había quedado con Amanda y Estela y no pudo reprimir la pregunta.
– Que crees que estará pasando en tu casa? Mi hijo se ha quedado con tu hija y Amanda!
Carlos cogió el vaso para dar un buen trago y lo posó de nuevo sobre la mesa. Su mano volvió a sobar el interior de los muslos de Elena mientras la besaba de nuevo.
– En mi casa nos entendemos los tres muy bien. Tu no te has dado cuenta durante la comida, pero tu hijo y Amanda se han estado toqueteando!
Elena se retiró unos centímetros hacia atrás mostrando cierto asombro.
– Síii? Pues no me he enterado!
– Supongo que Estela se habrá marchado con alguna escusa, ya que ella también lo ha percibido, y también supongo que tu hijo y Amanda se lo estarán pasando bien!
La imaginación de Elena no paraba, y volvía a visualizar a su hijo follando con la menuda mujer. Su mente era capaz de recrear escenas en cuestión de segundos y casi los podía ver follando como si estuvieran allí mismo, y lo que ciertamente le preocupaba, es que esas escenas la ponían caliente, algo que nunca hubiera imaginado. Metió la mano bajo el bermudas y tocó con sus finos dedos la dura carne cubierta de una tersa piel. Llevaba años sin tener ningún tipo de relación y ahora en dos días se había acostado con su hijo y ahora estaba a punto de hacerlo con un desconocido. Continuaron los besos, cada vez más largos y lascivos. La mano de Carlos llegó hasta el centro de los muslos de Elena y tocó los labios genitales a través de la fina tela del tanga. Fue un roce suave y lento, que Elena agradeció abriendo levemente sus muslos. Carlos se dio cuenta de que Elena quería seguir, pero estaba algo reticente.
– Estás casada? Preguntó de repente.
– No, separada! Contestó ella con rapidez volviendo a cerrar mínimamente los muslos. Carlos notaba la tensión en el cuerpo de Elena.
– Tranquila, esas cosas pasan cada día. Y va siendo muy habitual.
– Bueno, es que… – Lo entiendo. La corto Carlos sin dejar que siguiera. – Supongo que llevas tiempo sin estar con un hombre! Elena no quiso decirle nada de su hijo, “ Que pensaría de ella! “ Su cabeza trabajaba a gran velocidad antes de contestar.
– Pues la verdad… es que si. Desde que me separé… mejor dicho, desde algún año antes de separarme. Rectificó la respuesta.
– Lo entiendo! Contestó Carlos. – Te podría contar muchas cosas para que vieras cómo tu mundo puede cambiar en un espacio breve de tiempo, pero… no sé si podrías entenderlo.
– Prueba a ver! Mi mente también está cambiando después de muchos años, y ahora… la tengo más abierta!
Elena se fue relajando según hablaban. Carlos dio otro sorbo a la cerveza y se recostó en el sofá.
– Un día que Amanda no estaba en casa, mi hija me propuso darnos un baño en la piscina. No era la primera vez que nos bañamos juntos y jugábamos a la pelota nos hacíamos aguadillas, en resumen, nos divertíamos. Comenzamos a jugar y chapotear, ella me agarraba por detrás e intentaba meterme la cabeza bajo el agua. El problema es su cuerpo ya estaba totalmente desarrollado, más o menos como la ves ahora. Podía sentir sus tetas sobre mi espalda y aunque me sentía algo incómodo, la dejaba seguir. En un momento dado se agarró de frente a mi, poniéndomelas casi en la cara, y eso ya fue más violento. Intente que dejáramos los juegos, pero se había abrazado a mí como una lapa y no me soltaba. Poco a poco fui cediendo, y acabo confesándome sus deseos sexuales. Era tal su persistencia y su entusiasmo que acabe dejándome llevar. Se lo dije a Amanda, y no sé cómo ni por qué, pero lo encajó bien, como algo que sabía que pasaría. A los pocos días, Estela entró en nuestra habitación cuando estábamos en plenos jadeos después de realizar el acto, y Amanda prácticamente la invitó a que siguiera conmigo.
Elena estaba asombrada de la historia, pero a la vez se había relajado y se sentía mejor pensando en ella y su propio hijo, no sabía si era coincidencia o que estas cosas pasaban más de lo que ella hubiese supuesto. Carlos continuó con la historia, desvelando que con el paso de los días eso se había hecho habitual, hasta tal punto que una de las veces acabaron los tres en la cama compartiendo sexo y lujuria. Acabo diciéndole que ahora eso ocurría con bastante frecuencia y que los tres lo pasaban de maravilla. Cuando acabó de contarlo Elena tenía una sonrisa extraña, y se abrazó a Carlos en un largo y lascivo beso. No sólo se había relajado, sino que se había excitado escuchándole. Algunos detalles le habían sorprendido, a la vez que le habían agradado de una manera especial. Carlos había metido la mano bajo su camiseta y le sobaba las tetas provocando que los pezones se endurecieran, mientras ella tenía la polla agarrada desando sacarla del bermudas para ver con sus ojos ese gran miembro. No esperó más y tiro del bañador, la polla apareció erguida con un gordo y brillante capullo en su punta. La miró por el rabillo del ojo mientras se besaban y sintió un leve estertor al ver el gran tamaño, y el deseo de sentir esa polla dentro de su cuerpo casi nubló su mente. Carlos tiro de la camiseta de ella hasta sacársela por la cabeza, seguidamente le quitó el sujetador del bikini para contemplar las bonitas tetas totalmente desnudas. Las deseó con la mirada y acercó la boca hasta ellas para comenzar a lamer los pezones que se pusieron duros de inmediato. Después los succionó, y lo hizo con suavidad, no sabía cómo le gustaría y espero su reacción. Elena recordaba como los había succionado su hijo y esto le pareció suave. Apretó la cabeza de Carlos contra sus pechos, como indicativo de que quería más, y así lo entendió él. Succionó con más fuerza a la vez que los mordisqueaba.
– Síii, síii! Susurró ella aprobando la intensidad. Carlos se deleitó con las dos bonitas tetas, su lengua, sus labios y sus dientes lamieron, chuparon y mordisquearon durante largo tiempo hasta poner a Elena tan caliente como si su cuerpo hubiera estado tendido al sol durante horas. Mientras Carlos embadurnaba las tetas de saliva, ella le masajeaba el miembro, subiendo y bajando la piel que lo envolvía, esa sensación de tener una polla en la mano, cada vez la ponía el cuerpo más ardiente. Sintió ganas de chuparla, de metérsela en la boca y sentir su dureza y su sabor. Retiró la cabeza de Carlos para bajar la suya, dio varias lamidas al inhiesto capullo, que como una punta de lanza marcaba el final de la dura vara. Lo empapó de saliva y no tardó en introducirlo en su boca. Comenzó a chupar con deseo, metiéndose todo lo que su boca podía, una chupada tras otra a gran velocidad hicieron que Carlos la sujetará la cabeza a la vez que abría las piernas.
– Ahhh! Ahhh! Despacio, despacio! Susurró él. – No querrás que me corra en un momento! Intentó sonreír mientras la excitación desmadejaba su boca ansiosa.
– No, no! Dijo sacando la polla de la boca. – Quiero sentir tu polla dentro de mí! Se atrevió a decir.
Volvió a metérsela, y ahora fueron chupadas largas y profundas, recordando cómo lo hacía al principio con su exmarido, y pareció darle resultado. Los jadeos lentos y suaves de Carlos comenzaron a ser más patentes.
Quería metérsela más, pero era demasiado grande y no estaba acostumbrada. Su cabeza no paraba de pensar en todas las situaciones que podrían producirse. Como se la follaría? En qué postura? De qué forma? Lo haría de pies? En el sofá? En la cama?
La mano de Carlos, retirándola de su polla, resquebrajó la nube de pensamientos en la que se había sumido. Con suavidad, hizo que se colocará de rodillas sobre el sofá con el culo en pompa y agarrada en el respaldo. Elena pensó que ya había elegido la postura, pero se sorprendió al ver cómo se arrodillaba tras ella sobre la alfombra y comenzaba a lamerle el coño.
Fue una sensación deliciosa que incluso mejoró cuando la lengua llegó hasta su culo. Fue algo distinto, pero absolutamente agradable, tanto que su cuerpo dio un pequeño estertor.
La lengua subía y bajaba, pasaba de su coño a su culo impregnándolos de saliva caliente, y el placer, aderezado con una buena dosis de lujuria, recorrió estrepitosamente su cuerpo. Varios temblores sacudieron cada centímetro de su carne de una forma incesante y continua, hasta que sintió como el hinchado capullo de Carlos presionaba sobre su coño. Noto como penetraba despacio, sin ninguna prisa, abriendo sus labios genitales hasta llenar su vagina haciendo que todo su cuerpo se tensara como las cuerdas de un violín. Después de varios años sin sexo, ahora se la iba a follar un desconocido, ese fue el pensamiento que recorrió su cerebro cuando sintió toda la enorme polla dentro. Abrió más sus piernas, y también su mente, quería disfrutar de ese momento después de tanto tiempo.
– Te he hecho daño? Susurró Carlos tras su espalda al notar como su cuerpo tembló.
– No! No! Sigue! Casi gritó ella.
Había notado como el duro capullo arrastraba la suave carne de su vagina al entrar y un leve dolor ascendió por su cuerpo, pero no lo quiso reconocer. Era tarde para echarse atrás, y tampoco era algo que quería.
– Tranquila, lo haré despacio! Se que llevas tiempo sin follar! Susurró el de nuevo.
La dura y tersa carne salió y volvió a entrar provocándole otro ligero estertor, pero tan solo le dio tiempo a gemir antes de la siguiente penetración. Su cuerpo se curvó más, y sus manos se aferraron al sofá mientras apretaba los labios.
– Relájate, se que te va a gustar! Volvió a oír tras ella la voz tenue de Carlos, a la vez que sintió cómo la yema de un dedo presionaba sobre el centro de su culo.
Dio un pequeño respingo, pero la otra mano de Carlos sujetaba su espalda impidiendo que se incorporara. La dura polla volvió a penetrar con más ímpetu y sintió como sus fuerzas flaqueaban provocando que se le flexionaran las rodillas levemente. Ahora la polla llenaba su coño a cada embestida pero de una forma más placentera.
El dedo de Carlos penetró más en su culo y pudo notar como la polla y el dedo se rozaban entre la fina pared de piel que los separaba. Pensó en Amanda, la menuda mujer de Carlos penetrada por esa enorme polla, y sintió un escalofrío en el que se mezclaban el morbo y la lujuria. Notó el calor en el interior de su vagina al comenzar a mojarse mientras jadeaba. Volvió a pensar en Amanda al sentir los pollazos más potentes abriendo su vagina como un melón maduro. “ ¿Le daría esos fuertes pollazos a su pequeña mujer? “ Pensó visualizando la escena de esa enorme polla atravesando la mitad de su pequeño cuerpo. El morbo era algo que la excitaba poderosamente, y pensó en ver cómo se la follaba en real. Sus pensamientos se fulminaron al sentir un placer delicioso y su vagina chorreando. La enorme polla entraba y salía con una gran suavidad impregnada de sus fluidos y sintió un chorretón de leche chocando en su interior. Su culo también se había abierto, y el dedo de Carlos lo horadaba a gran velocidad a la vez que reventaba su coño llenándolo de leche. Elena volvió a correrse, aunque no supo si era la continuación de la corrida anterior. En un estado de euforia absoluta, sus rodillas se doblaron y sus manos se aflojaron quedando sobre es sofá como un trapo arrugado. Pero el morbo seguía dominando su mente
– Te follas… ahhh… así… ahhh… a tu mujer? Surgió su voz ahogada entre jadeos.
Carlos permanecía de pies tras ella, con la polla colgando y chorreante como si fuera una manguera que salía de su cuerpo, y parecía saber en qué estaba pensando Elena. Se dio cuenta del morbo que recreaba su mente, y quiso aderezarlo con más ingredientes.
– Te gustaría verlo?