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Y después fue mi suegra

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Cuando tenía 20 años y a raíz de tener fuertes dolores cuando se me paraba la pija, concurrí a un urólogo. Atendía en su consultorio particular, en un edificio del centro. Llegué y una mujer de unos 30 años, que oficiaba de secretaria me recepciono, y me invitó a sentarme ya que el Dr. estaba con un paciente. En el lugar solo éramos ella y yo. Miraba mi celular mientras esperaba, y noté que ella me miraba con insistencia.

En esa época yo todavía competía en natación de aguas abiertas. Mido 1.90 m, y obviamente por el entrenamiento tengo muy buen cuerpo. Pasaron 5 minutos y el Dr. me hizo pasar. Le comenté mi problema, me dijo que no me preocupe, que no era nada grave. Me pidió que me baje los pantalones y el bóxer y me acueste en la camilla para examinarme.

“Bien, a simple vista no hay nada grave. Voy a hacerte un estudio muy simple, y luego te voy a medicar. Obviamente el tamaño influye. ¿Vos entrenas, haces algún deporte?” Me preguntó. Cuando le conté, el me comentó que suele pasar en las personas que compiten y en ese momento entró la secretaria. En donde yo estaba no llegaba a verme. Se quedó en el consultorio mientras el Dr. me hizo el estudio.

“Tranquilo, es como pensaba. Muchos muchachos, con penes como el tuyo, de 20 cm. O más, y con entrenamientos de alto rendimiento suelen tener este problema. Vestite.”

Me vestí y cuando me fui a sentar a su escritorio nuevamente, y la secretaria me miró sonriendo. El médico me indicó que tome unos comprimidos, que trate de no tener erecciones y que vuelva en una semana. Cuando volví a la semana, la secretaria me miraba en forma mucho más directa, y sobre todo a mi entrepierna. El médico me hizo algunas preguntas, me indicó que siga tomando los comprimidos y que deje pasar unos días y que vuelva a tener relaciones. Lo debía volver a ver una semana después.

Cuando me iba, la secretaria me alcanzó un papel doblado y me dijo con una sonrisa:

“Carlos, aquí tiene anotado su próximo turno. Cualquier cosa, no dude en llamar.”

Mire el papel, y estaba anotado su nombre, Clara, y un número de celular. Lo volví a doblar y la mire. Ella se mordió el labio sin que los pacientes que esperaban la vean, me guiño un ojo.

Cinco días después, la llamé y quedamos en encontrarnos al atardecer en un bar. Cuando llegó al bar, estaba con un vestido muy entallado, por lo que su figura se marcaba perfectamente. Si bien era baja, no más de 1.60, su cuerpo era hermoso.

Nos sentamos, charlamos tonterías, aboné, y sin que hiciera falta decir nada, salimos del bar, subimos a mi auto y fuimos a un hotel. Fue entrar a la habitación que ella me quitó la camisa, y comenzó a acariciar y besar mi pecho. Mientras lo hacía se fue sacando el vestido y la ropa interior. Cuando estuvo desnuda, me quitó el pantalón y el bóxer.

Fuimos a la cama, me acosté y ella se puso de rodillas para chuparme la pija.

“Siempre soñé esto, acostarme con un gigante como vos, con una pija así.” Dijo y comenzó a chuparme. Lo hacía realmente bien, aunque no lograba metérsela toda en la boca.

“Por Dios, que hermosura de pija. Me vuelve loca solo tenerla en la boca.” Dijo y siguió chupando por un rato.

“Cogeme.” Dijo mirándome y mordiendo sus labios.

La puse en cuatro patas, y comencé a penetrarla lentamente. Clara se quejaba de dolor aunque no intentaba sacarse mi pija de la concha. Cuando la metí casi en su totalidad, ella apoyo su cara en la cama y me pidió:

“Cogeme bien duro.”

La tome de la cintura y comencé a moverme con fuerza. Ella gemía como loca, sus manos al costado de su cabeza estrujaban las sábanas. Yo la tenía fuerte por la cintura, y le daba con todo. Sus gemidos de placer y quejidos de dolos se mezclaban. Escucharla y ver su orto hermoso al alcance de mí me pusieron loco. Escupí su ano, y soltándola, metí un dedo hasta el fondo sin previo aviso. Ella dio un salto, y se quedó quieta. Ahora gemía como loca.

“Así, cogeme así, quiero que goces con todo mi cuerpo.” Dijo.

Mi pija ahora entraba totalmente en su concha, ella se dio cuenta y me pidió cabalgarme. Cuando se la metió en su concha, me apretó los pectorales.

“Que puta me siento, que manera de gozar.” Dijo y tuvo un orgasmo tremendo que la hizo temblar por varios segundos. Me puse de pie, ella de rodillas y comencé a coger su boca, tomándola fuertemente de los cabellos. Ella se apretaba las tetas y se dejaba coger la boca. Cuando estaba acabando, apoye mi pija en sus labios y mi leche saltó con todo llenando su boca y salpicando su cara.

Ella juntó con un dedo lo que había quedado en su cara y lo chupó.

“Parece que la abstinencia fue dura.” Dijo sonriendo.

Nos tiramos un rato, me contó que tenía una hija de 15 años, la edad que ella tenía cuando la tuvo, que su marido casi no la atendía y que ella todavía era joven y sobre todo muy caliente.

“Quiero cogerte el culo.” Le dije.

“Querido, va a ser imposible, el tamaño de tu pija, no va a entrar, aunque no es virgen mi culito.”

Sin contestarle la puse a chupar mi pija. Cuando estuvo bien dura, la puse nuevamente en cuatro y la metí en su concha al tiempo que dos de mis dedos empezaban a jugar con su orto.

Apoye mi pija en su orto, y tomándola de la cadera fui empujando. Ella separaba bien sus cachetes pero costaba bastante que entre. No lo pensé dos veces y empuje más fuerte, enterrando por fin la cabeza de mi pija en su culo.

“Por favor, despacio.” Dijo.

Fue cediendo y por fin entro toda. Le di un chirlo en el culo y le dije que se mueva. La desgraciada se movía hermoso, muy caliente por tenerla toda en el culo.

“Castígame, y decime obscenidades.”

Le di un par de golpes en el culo, y le dije que era una puta muy cogible. Ella golpeaba sus cachetes contra mi pelvis en cada embestida. La tomé bien fuerte y yo ahora le daba con todo. Clara no paraba de gemir a los gritos. Acabe en su culo y ella de inmediato, se puso a limpiar mi pija con su boca.

Por suerte no volví a sentir dolores, el médico me dio el alta, y con Clara nos vimos por casi un año, todas las semanas. Poco a poco nos dejamos de ver. Yo me recibí, fui a vivir a otra ciudad unos años y luego volví. En el trabajo, ocho años después, conocí a Tina. Una hermosura de 23 años, de 1.70 m, delgada, con un físico tremendo. Empezamos a salir como amigos, hasta que fuimos a la cama. Fui su primer hombre, y ella aprendió a gozar el sexo con todo.

Un domingo me invitó por primera vez a almorzar a su casa. Yo llevaba un postre y flores para la madre. Cuando entre, le di un beso y tomados de la mano fuimos al living de la casa donde estaban sus padres. Cuando vi a la madre tuve que hacer un esfuerzo para no mostrar mi sorpresa. Supongo que a ella le debe haber pasado lo mismo. Nos saludamos con cordialidad, el padre hablaba poco y nada.

“Tina, por favor acompáñame a buscar la comida así no me bajo del auto.” Dijo el padre y salieron los dos.

Con Clara nos miramos y sonreímos.

“Cuando Tina me contó que estaba saliendo con un toro, debí haberme imaginado que eras vos. La vida nos vuelve a encontrar.” Dijo Clara.

“Si, evidentemente quiere que nos mantengamos en contacto.” Dije mientras sacaba mi pija. Ella la miró y de inmediato se puso a chuparla.

“Como la he extrañado. Nadie me volvió a coger como vos.” Dijo y se la metió con todo en la boca, mientras llevaba una mano a su concha.

“Yo también extrañaba cogerte bien cogida. Sobre todo ese culo hermoso que tenés.” Dije y la hice poner de pie, doblar sobre la mesa del comedor, le levanté la falda, corrí su bombacha y apoye mi pija en su orto.

“Sabes que me vas a lastimar.”

Sin decir nada, fui enterrándola de a poco. Ella cerraba sus puños y mordía sus labios para no gritar.

“Sigue siendo un hermoso orto.”

“Si, aunque solo un consolador me da un placer cercano a tu pija.”

Yo embestía con todo y ella gemía con la boca cerrada. Un rato después, acabe en su orto llenándola de leche. Ella se puso de inmediato de rodillas, chupó mi pija y con la mano recogió del piso un poco de leche que había caído y la chupó. Se acomodó la ropa, y fue al baño. Yo me acomodé la ropa y me senté justo en el momento que Tina y su padre regresaron.

“Espero que mi mamá no te haya aburrido. Veo que no te atendió como se debe, no te sirvió nada.” Dijo Tina.

“Estuvimos charlando.” Dije

Meses más tarde, Tina se vino a vivir a mi casa, y una vez por semana me encontraba con Clara.

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