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Yoli, mi sobrina en el pub
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Tiempo de lectura: 9 minutos

—¡La madre que la par…! 

Conseguí ahogar mi exclamación a tiempo.

¡Que buen trabajo hizo mi queridísima hermana!

Todo eso necesita una mejor explicación. La interjección iba dirigida al culo de una joven morena que aparecía casi desnudo bajo un mínimo short vaquero al lado de la barra del pub en que me tomaba una copa. Lógicamente me tuve que tragar mis palabras con el siguiente trago de mi copa.

Desde mi posición, dos pasos más allá junto a los grifos de cerveza, podía ver perfectamente sus largos muslos ahusados y una espalda bien torneada no muy tapada por un pequeño top.

Charlaba animadamente con una rubia también muy bien formada y tan poco vestida como la morena, una falda muy, muy corta y un sujetador por llamarlo de alguna forma era todo lo que la cubría. Como estaba de espaldas y su larga melena negra me ocultaba el rostro no tenía muchos más datos.

Hasta que en el momento justo se giró como si me hubiera oído. Y allí estaba mi preciosa sobrina Yolanda tomando una copa con su amiga Carmen.

—¡Tío! No sabía que te gustaba salir por aquí.

Y me plantó dos besos en las mejillas muy, muy, cerca de mis labios.

Mi hermana Sonia que me sacaba diez años y desde adolescente siempre había sido la musa de mis pajas era la madre de esa hermosa criatura de diez y ocho años recién cumplidos. Una morenaza de impresionantes ojos azules con una figura de modelo que la niña había heredado.

Con Sonia nunca me había atrevido a nada evidentemente y aparte de verla algunas veces desnuda o en bragas apenas la había rozado. No se escondía precisamente y sus bikinis en la playa eran algo espectacular que me daba material para mis deslices onanistas durante todo el invierno.

En ese momento el amigo que me acompañaba estaba embobado mirando el par de bellezas de diez y ocho años que nos sonreían y anonadado apenas se había enterado de nada.

—Alex ella es mi sobrina Yolanda. ¿Tú eres?

—Carmen, una amiga.

—Él es Alex, como ya he dicho, un amigo también.

—Ya tenéis pagado lo que tomabais.

—Gracias, tito.

Procedí a las presentaciones y como el familiar generoso que era, me ofrecí a invitarles a lo que estaban tomando. A que nos acompañaran sin la menor esperanza de que eso pudiera ocurrir. De que aceptaran quedarse con dos carcamales como nosotros. Ante mi sorpresa y no antes de cruzar sus miradas en un mudo gesto de entendimiento aceptaron.

—Podemos seguir juntos. Si no tenéis mejor plan.

—Si nos invitas a las copas, tito.

—Pues claro, cielo.

Sorprendentemente su conversación era animada y adulta y nos lo estábamos pasando bien los cuatro. Incluso empezamos con las bromas, subidas de tono. Su amiga coqueteaba descaradamente con quien me acompañaba que embobado estaba muy perdido en su profundo escote.

Mientras mi sobrina cariñosa se me pegaba como una lapa haciéndome notar sus duras tetitas en mi bíceps trabajado a fuerza de largos en la piscina. Las rondas de bebidas se iban sucediendo pagadas por nosotros evidentemente y parecía que aguantaban tan bien el alcohol como nosotros.

La verdad es que yo no podía evitar echar descaradas miradas al escote de Yolanda o cogerla de la cintura. Aprovechando para acariciar la piel que el top desnudaba, mi antebrazo rozaba su espalda o sus costados rodeando su cuerpo hasta el vientre. Gestos cariñosos que a ella no parecían desagradarle.

—Tengo unas botellas en casa y música. Podemos terminar la noche allí.

Viendo que todos estábamos a gusto en mutua compañía propuse seguir con la conversación y las copas en mi casa, un sitio más tranquilo.

—Claro, no hay mucho ambiente por aquí.

Lo que ellas aceptaron de buen grado. Le propuse a mi bella familiar llamar a mi hermana y decirle que se quedaría a pasar la noche conmigo e incluso extendí la misma proposición a su amiga con sus padres.

—Claro que pueden quedarse contigo, tato, sé que las cuidarás bien. Yo misma le mando un wasap a la madre de Carmen. ¡No os emborrachéis!, mucho.

Sonia no puso ninguna objeción, aunque me pidió que nos retiráramos pronto y no las dejara beber mucho. Creo que pensaba en aprovechar la noche con mi cuñado. Ella misma se encargó de llamar a los padres de la amiga.

Ya que yo era el menos perjudicado de los cuatro conduje el coche de mi amigo hasta la verja de mi jardín. Yolanda a mi lado cogía mi mano y la ponía en su rodilla en cada semáforo. O la subía despacio por su muslo guiándola por su piel en suaves caricias. Desde luego yo no la retiraba. Me encantaba acariciar esa epidermis tan delicada.

—Alex, no me prestas atención. ¿Te gusta más Yolanda?

—Me gustáis las dos. Mucho.

—Mejor, porque ella siempre ha deseado a su tío.

Carmen en el asiento de atrás, cogía la cara de mi amigo y la apuntaba hacia sus piernas. Separaba sus bien torneados muslos para que mi amigo pudiera admirar su tanguita negro que la cortísima falda descubría.

O se inclinaba adrede para lucir el profundo escote. Alex deslizaba la mano por allí con suavidad. Acariciando la suave piel y metiéndola por debajo de la tela hasta pellizcar los pezones con suavidad.

Aparqué el vehículo a la entrada del jardín bien cuidado, con un frondoso seto, y nos bajamos todos. Ellas se descalzaron para cruzar la suave y fresca franja de césped. Y para que los altos tacones no les jodiera un tobillo al clavarse en la tierra.

—¡Todos fuera! Yoli ya conoces la casa. Podemos quedarnos en el jardín, hace muy buena noche.

Como los vecinos de ambos lados estaban de vacaciones fuera de la ciudad no nos oiría nadie. Les propuse sacar las bebidas al jardín. Con algo de música suave y las copas pasaríamos un rato agradable bajo las estrellas.

Era una noche calurosa que invitaba a librarse de mas ropa. Pero aunque llevábamos toda la noche provocándonos, más bien ellas a nosotros, ninguno tenía muy claro como dar el siguiente paso.

La segunda vez que entré a la cocina a reponer las bebidas y los aperitivos decidí dar un salto y dejar mi camiseta en el respaldo de una silla. Frio no iba a pasar. Al verme el torso descubierto me jalearon con risas y bromas y Marcos me imitó echando su camisa a un lado.

—Fuera camisas.

A Carmen sentada con las piernas cruzadas, la faldita casi recogida en la cintura le veíamos perfectamente el tanguita.

Yolanda mostraba sus pechos, sin sujetador, casi hasta los pezones cada vez que se inclinaba a recoger la copa o unas avellanas. Así que en la práctica ya todos mostrábamos más piel de lo habitual.

-¡Tito! Se ve que te cuidas. ¿Puedo?

—Claro, lo que quieras.

—Vas mucho al gym. ¡Eh!

—Voy más a la piscina, a nadar. Pero si, hago ejercicio.

—Llevarás bañadores pequeñitos para lucir ese cuerpazo.

Se me pegó más, pasando su mano con suavidad por mi pecho y mis abdominales. Incluso pasó un dedo suave por mis pezones. Una corriente eléctrica recorrió mi columna mientras ella me dejaba ver sus tetas bien cerca de mí. Le hablé al oído para que los otros no se enteraran.

—¿Puedo yo ver más?

—Tú y todos.

Yolanda con una bella sonrisa se limitó a sacarse el top por la cabeza. Era el top less mas bonito que veía desde que espiaba a su madre y la veía en tetas. Cónicas, duras, y al contrario que las de Sonia en su época bronceadas al completo. No sabía donde tomaba el sol o si lo hacía con rayos uva.

Carmen al ver que se quedaba atrás enseñando carne le pidió a mi colega que le soltara el broche que su top tenía en la espalda. Con un sensual movimiento de hombros lo dejó caer en su regazo enseñándonos unos pechos ligeramente mas grandes y caídos que los de Yolanda y francamente bonitos.

—¡Tetas al aire!

Abierta esa puerta a la desnudez todos parecíamos mas relajados. Como si la presión hubiera desaparecido mágicamente.

—¡Me toca! Suéltame el cierre de la falda, Alex. Está ahí detrás en la espalda.

Como Carmen ya nos estaba enseñando el tanga se libró de su faldita quedándose solo con esa reducida prenda de lencería. Lo hizo de pie, dejando caer el trapito que había cubierto su cadera al suelo, se giró para que además pudiéramos ver su duro culito. Alex parecía hipnotizado con tan bonita parte de su anatomía.

—Bueno. ¿Qué os parece?

—Sensacional, divina. Un culo precioso.

Mi sobrinita relajada apoyó su espalda en mi desnudo pecho y apartó su melena sobre un hombro. Soplé con suavidad sobre su cuello y orejita haciendo que el vello de su nuca se erizara.

—Eres preciosa. Me recuerdas a tu madre cuando tenía tu edad.

—¿Soy tan guapa como ella?

—Aún más.

Yolanda como en un descuido dejó reposar su mano sobre mi bragueta que ya para entonces marcaba un buen y duro tamaño. En ese momento el que soltó un gemido fui yo.

—Cielo, como sigas así no voy a poder…

Pero no perdía, perdíamos los dos, de vista el depilado pubis de su amiga que se trasparentaba en el fino tejido. El tanga de Carmen, de fino encaje, casi dejaba ver su pubis depilado.

—Carmen, llevas el xixi casi al aire.

—Pues no sé a qué esperas tú.

-A que me pongas otra copa.

Cuando una de mis manos rodeó su vientre dejándola sobre su ombligo. Empecé a subir con mis caricias despacio hacia sus tetas. Yolanda soltó un suave gemido. No sé si lo hizo por animarme o por que de verdad le gustaba.

Carmen, después de rellenar el vaso de su amiga, se sentó de frente sobre los muslos de mi amigo. Estaban mirándose a los ojos y clavando las tetas en su pecho. Le dio un buen morreo al que Alex correspondió con ansia.

—¡Joder! Ya tenía ganas. ¡Que labios tienes preciosa!

Nosotros éramos espectadores privilegiados y cachondos. Mi amigo agarró sus nalgas amplias y duras como si no quisiera volver a soltarlas en la vida.

Yolanda dejó de mirar el bonito culo de su amiga y giró la cabeza buscando mis labios, se los mordisqueaba con suavidad. Ella me correspondía buscando los míos. Por fin pude agarrar sus pechos y acariciar suave sus pezones. En ese momento mi sobrinita empezó a darme lengua y saliva en serio.

Sus besos dulces, lascivos estaban elevando mi excitación a cotas estratosféricas. Mi polla estaba tan dura que me dolía dentro de mis pantalones.

—Yolanda. ¿En serio quieres esto?

—Llevo años deseándolo tito.

Me dediqué a amasar y besar esas durísimas tetas. Pellizcando sus pezones para darle todo el placer posible. Lamía su cuello, la nuca, por debajo y detrás de su orejita, besaba sus hombros. Ya nos habíamos soltado.

Carmen estiró una mano para coger la de mi sobrina y apretarla. No sé si para darse ánimos, como un gesto de cariño o una muestra más de la lascivia que ambas estaban demostrando.

Luciendo su flexibilidad cuando Yolanda tiró de ella se echó hacia atrás hasta apoyar la cabeza en el regazo de mi sobrina. Ahora Yolanda se inclinó sobre su cara y besó sus labios con tanta lascivia como me estaba besando a mí.

Alex aprovechaba ese momento para lamer las tetas de la rubia y como tenía las manos agarrando sus nalgas deslizar un dedo bajo la goma del tanga buscando su ano. Sus gemidos los ahogaba mi sobrina con sus besos.

—¿Por qué no os quitáis los pantalones? Me parece que os aprietan mucho. Estáis muy vestidos.

Tal y como nos lo pedían no nos quedaba más remedio que obedecer. Claro que lo estábamos deseando.

No me moleste en levantarme. Me limité a apoyar la espalda en el césped y dejar que Yolanda y su amiga tiraran de las perneras. Mi slip era muy pequeño y apenas podía contener la dureza de mi rabo.

—¡Joder! ¡como marca tu tío! cielo.

—Ya te lo había dicho.

—¿Y se puede saber cuando te has fijado tú en lo que marco?

—Siempre que te veo. Claro que en la playa el año pasado pude verlo mejor.

Juguetonas, las dos hicieron lo mismo con mi amigo. Su bóxer era algo más grande que mi calzoncillo pero tan ajustado que su polla se marcaba perfectamente.

—Este también va bien servido.

—No tanto como vosotras, preciosas.

Aprovechando que estaba de pie Yolanda se quitó el short y lo arrojó a un lado. Su tanga era tan pequeño como el de su amiga, apenas podía cubrir los labios de la vulva. Me moría por poner la boca allí.

—Yoli, te voy a comprar veinte como ese. Para que no lleves ninguno diferente.

—¿Solo tangas? Seguro que podemos comprar algo más de lencería de tu gusto.

Esta vez Carmen se vino conmigo para tumbarse encima de mi cuerpo. Sus tetas en mi torso y su cadera justo sobre mi polla. Mientras nos besábamos dándonos lengua y saliva a nuestro lado mi sobrina y mi amigo estaban en maniobras parecidas.

He de admitir que eso me dio algo de celos. Deseaba a Yolanda, pero en esto estábamos los cuatro juntos y muy revueltos.

A esas alturas quería probar coñito. Levanté a Carmen poco a poco. Desplazándola sobre mi cuerpo. Así podía besar sus hombros bronceados. Levantar sus brazos para lamer sus suaves axilas. De ahí pasar a besar sus pechos y mordisquear sus pezones oscuros y duros.

—¡Qué bien come las tetas tu tío!

—No te preocupes que pienso comprobarlo.

Mientras se movía iba girando acercándose a la otra pareja. Ellos imitaban nuestros movimientos arrimándose. Todos queríamos disfrutar con todos. Pero mi amigo y yo queríamos darles una sorpresa.

Viendo que ya tenían su vena bisexual y cariñosa entre ellas. No se iban a asustar. Nosotros podíamos demostrarles que los chicos también sabíamos divertirnos solos. Aquello iba camino de una interesante orgia.

Pasé la lengua por su ombligo y besé todo su vientre mientras se abrían sus muslos para rodear mi cabeza con ellos. La postura no era muy cómoda pues estaba inclinada hacia la polla de Carlos.

—Vamos tío. Tiene un culito muy jugoso. ¡Cómeselo!

—Ya me parecía que tú se lo has probado bastante.

Besaba el pubis depilado de Carmen. Unas manitas suaves bajaban mi slip liberando mi nabo. Mi querida sobrina tenía sus otras ideas y yo no pensaba negarle mi polla, mis testículos y creo que trataba de alcanzar mi ano lamiendo el perineo.

—Tú sobrina también está riquísima.

Al mismo tiempo aparté el tanguita y clavé la húmeda en el coñito de Carmen. Aquella chica era una fuente, de su coñito manaban jugos como del grifo de una bañera.

Poco a poco estábamos montando una rueda. Marcos recibía las atenciones bucofaríngeas de la rubia en su polla y huevos que apuntaba a las estrellas. Mientras él le daba su lengua a mi pervertida sobrinita.

Nos habíamos tenido que poner de costado apoyando las cabezas en el muslo inferior de la persona a la que lamíamos. Así era más cómodo. Ninguno dejábamos de lamer el sexo que nos había tocado en suerte.

Mi colega y yo intentábamos aguantar todo lo posible sin corrernos, pero intentando conseguirles sus primeros orgasmos a las chicas. No tardaron mucho, estaban muy calientes.

Carmen casi me llena la boca con sus jugos en ese momento y yo tuve que contenerme mucho para no derramar mi lefa en la boca de mi sobrina.

—Tito, ¿no le vas a dar cariño a tu amigo?

—¿Quieres ver a dos chicos juntos?

Estiré la mano hasta alcanzar la polla de mi amigo y acariciarla con suavidad. Si estaba tan excitado como yo suelo corría el riesgo de convertirse en un volcán en segundos y mandar fuera toda su esencia.

Me arrodillé frente a su nabo con las chicas a mi lado. Las tres caras muy juntas esperando el semen. Carmen pasó la lengua por el glande y en ese miento estalló jadeando como una locomotora vieja. Nuestras bocas y lenguas se frotaban buscaba cada gota que salía de su polla.

Notaba las manos de las chicas agarrando mis nalgas y separándose, hasta alcanzar mi ano con sus deditos juguetones. Yo acariciaba los huevos de mi amigo para que soltara hasta la última gota.

Compartíamos el semen en un lascivo beso a tres lenguas que pasaban por el torso de los demás para limpiar hasta el último resto que se hubiera escapado al principio de la corrida.

—Yolanda, ¿no quieres mi polla?

—Pues claro, tío. Pero yo mando.

—Como llevas haciendo toda la noche.

Nos levantamos, ella se apoyó en las tetas de Carmen. Se agachó arqueando la espalda y ofreciéndome su precioso culito. Mientras ella le comía las poderosas tetas a su amiga yo fui penetrándola, sin prisa pero con firmeza.

—No voy a aguantar mucho, cielo.

—No importa, sigo muy cachonda.

Mientras me movía despacio dentro de mi sobrina. Alex se arrodilló detrás de mí y me abrió el culo con las manos para clavar la lengua en mi ano. Ya lo había hecho muchas veces antes.

Si antes temía correrme pronto, en ese momento el placer recorrió todo mi cuerpo como un calambrazo. Llené el coñito de Yolanda de semen, creo que ella también se corrió de nuevo conmigo. Pero había sido tanto el placer de todos que ya no tenía importancia.

Nos tumbamos en el césped con unas copas nuevas para descansar y recuperar fuerzas. Seguimos charlando un rato compartiendo nuestras experiencias más morbosas. Y también comentando nuestros deseos más oscuros.

Yoli confesó que siempre me había deseado. Yo le tuve que decir lo mucho que siempre me había gustado su madre.

—Tío, tu siempre has sido mi objeto de deseo.

—Me alagas cielo. Desde siempre yo miraba a mi hermana y le tenía ganas.

—No me extraña. A mi también me gusta, sigue estando muy buena.

Todos hablamos abiertamente de nuestra bisexualidad. Como nosotros ellas eran follamigas y cuando no follaban con otras personas se lo montaban juntas.

Viendo la actitud que tenía mi sobrina y que estaba descubriendo esa noche le ofrecí mi casa como picadero.

—Puedes venir aquí cuando quieras. Te tendré preparado un dormitorio y condones de sobra.

—Claro, así también podrás tú follar conmigo. Listo.

—Si tú quieres claro.

—No te niego que pienso repetir.

Y se lanzó a darme un nuevo beso muy lascivo y con mucha lengua y saliva. Sentada sobre mis muslos.

—¿Y si subimos al dormitorio? Estaremos más cómodos en una cama.

Por supuesto nos pasamos el resto del fin de semana desnudos y follando. Hemos repetido bastantes de los que han venido después. Con los mismos participantes y con algunas variaciones incluyendo a gente nueva. No contaré hoy lo que ha llegado a pasar con mi querida hermana.

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