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Desde que tengo uso de razón Marina fue siempre como una madre para mí. Se casó con mi padre cuando yo tenía dos años (ahora tengo 26) y pocos recuerdos de la vida en la que no aparezca Marina o no haya tenido participación. El morbo de que en realidad no era mi madre me permitía darme licencias que
La mamada espectacular que me había dado mientras estaba borracho y la cogida con la que me había agasajado Nuria en la previa de mi cumpleaños eran más que suficientes para dar por terminadas las vacaciones y ponerlas en el podio de las grandes alegrías sorpresivas que te puede dar una pendeja
Desde que me divorcié, todas las temporadas me reservo una semana para ir a la casa de mi hermana, en Córdoba, una provincia que se destaca por sus hermosos paisajes, su aire puro y la belleza de sus mujeres. Yo soy cordobés de nacimiento, pero la ginecología me mudó a Buenos Aires y sólo regresé a
Carolina es una mujer sensual, tiene 32 años y hace tres que conoció a mi hijo en la oficina. Venía de un matrimonio largo y desgastado con un hombre de mi edad, 54 años, que se fue deteriorando en la medida en la que pasaban los años y los hijos no llegaban. Morena, con unas piernas esculturales y
A veces la profesión da una mano cuando menos te lo imaginás. Y ni hablar si la que te llama desesperada es la hermana de tu esposa, una hembra que siempre estuvo en mis fantasías sexuales porque cuando las conocí eran idénticas. Dos bellísimas mujeres de buen porte, tetas grandes y un culo con
Mi vida parecía haberse ordenado después del sexo con mi sobrino. La calentura me había bajado a niveles normales, nadie había notado mi aventura y había oportunidades de poder seguir saboreando las mieles de esa pija deliciosa y grande que hacía juego con ese cuerpo casi de modelo. A los 43 años
Las primeras veces eran por tonterías, pero Nuria venía todos los domingos a la mañana a mi habitación. Tu “puti hermana” la habían bautizado mis amigos cuando hace tres años mi vieja de casó con su papá y se vinieron todos a vivir a casa, en la que, por suerte, hay lugar de sobra
Andrea tenía 16 años cuando Stella y yo nos fuimos a vivir juntos en una casa de un barrio cerrado por las afueras de Buenos Aires. Estaba terminando el colegio y pensaba estudiar medicina, como yo. Stella no es médica, pero trabaja como recepcionista en una clínica. Ahí nos conocimos hace diez años
Ser ginecólogo y tener buena onda suele ser un coctel apetecible para las mujeres de la familia. Mantener una actividad física activa y hacer deportes con mis amigos vertiginosamente me distanció de mi esposa que apostó más a las series y a los pochoclos y se “retiró” de la vida sexual. Al menos
Seguramente, muchos de ustedes comprenderán mi situación ni bien los ponga en foco y para eso bastan unas pocas líneas: me llamo Agustín, tengo 37 años, soy arquitecto. Trabajaba en la empresa de mi ex suegro, pero hace unos meses que estoy desocupado
Fueron muy difíciles los momentos de mi separación. Me deprimí a tal punto que adelgacé casi diez kilos. Marisa me había dejado porque se había enamorado de un compañero de trabajo. No hubo discusiones ni discursos inútiles
Me costó mucho escribir estas líneas. Pero decidí hacerlo para advertir, a quienes como a mí, una situación de erotismo y seducción puede derivar en un hecho impensado, al borde de lo delictivo
Desde que mis hijas comenzaron el colegio siempre fui de esos padres que trato de acompañar en todo lo posible. La más grande, que ahora tiene 25, la del medio que tiene 23 y Yanina, que termina este año el colegio, con 18 años cumplidos porque es de septiembre
Hay decisiones que uno toma que no tienen retorno. Casarse, divorciarse o traicionar. Para mí no fue sencillo darme cuenta de que me estaba metiendo, contra todos los códigos, con la mina de mi papá. Peor aún, para la mayoría de la gente era más que la mujer de mi papá, era como una madre para mí
Nadie sabe lo que pasó entre Javier y yo en la casa de mis tíos. O nadie lo sabía porque ahora yo estoy dispuesta a contar todo. Me llamo Rocío, tengo 25 años
Sé que a muchos podrá causarle estupor lo que a mí me pasó, pero los hechos tornaron inevitable el desenlace. Me llamo Nicolás, tengo 44 años y hace ocho estoy casado en segundas nupcias con Cecilia, dos años mayor que yo. Ella a su vez también viene de otro matrimonio y tiene una hija de 20 años
Mi vida parecía haberse ordenado después del sexo con mi sobrino. La calentura me había bajado a niveles normales, nadie había notado mi aventura y había oportunidades de poder seguir saboreando las mieles de esa pija deliciosa y grande que hacía juego con ese cuerpo casi de modelo
Todo cambió en mi vida desde que a mi marido lo trasladaron a la sucursal del banco en Río Negro y yo no me pude mudar porque ninguno de los chicos se quiso cambiar de colegio. Voy algunos fines de semana largos, las vacaciones de verano e invierno y en las Fiestas, por supuesto
Les aseguro que para los ginecólogos no hay nada más normal que una mujer con las piernas abiertas mostrando su vagina, resignándose a que las miremos las toquemos las penetremos con cualquier tipo de instrumento
En ese mismo momento llamó al conserje para pedirle unos hielos y cuando el muchacho golpeó tímidamente la puerta, ello lo tomó de un brazo y sin dejarlo reaccionar, se puso en cuclillas, le bajó el cierre y se puso todo su pene en la boca
Abrí la puerta sin hacer ruido, la habitación estaban en penumbras y sólo se escuchaba el ruido de la ducha. Cuando me fui acerando a la puerta del baño, noté que Lucía estaba gimiendo. Suspirando como una hembra en celo. Yo no podía más