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Primer día después de las Saturnales de un año próximo al MMDCCLXVIII a.U.c. (ab Urbe conditas) – 24 de diciembre de un año próximo al 2.015 a.D. – Primera Navidad de casados en la quinta
Lentamente, pero con energía, voy agitando la cazuela de barro. La salsa ha de quedar emulsionada pero sin burbujas, demostrando que no se ha utilizado el artificio ‘del colador’ y con la consistencia de una mayonesa suave
CAPITULUM hujus Almae Apostolicae et Metropolitanae Ecclesiae Compostellanae sigilli Altaris Beati Jacobi Apostoli custos. Así reza el comienzo de la bula que tengo en mis manos, y que ante La Cristiandad, me otorga el perdón de todos los pecados cometidos por mí hasta la fecha
Ante todo, quiero mostrar mi agradecimiento a todos los que me han leído, me han comentado, y a los que me han dado una valoración de mis entregas. Ya que si bien a los comentarios he respondido, me es imposible saber quién ha valorado los relatos. Vaya pues, desde aquí mi agradecimiento para todos
Lo prometido es deuda, y hay que pagarla. Le he prometido a Marta un risotto de setas para que las pruebe y me encuentro, con su permiso, en la cocina con las manos en los fogones
Marta me adora. Pero no en el sentido sexual, quede claro y vaya por delante. Estoy saboreando con fruición un plato de arroz con menudillos de ave, que ha preparado especialmente para mí. Enfrente, sentada y en silencio, Amália da cuenta de su cena mirándome con una sonrisa
Sentado en el profundo alfeizar de la ventana, mientras fumo un cigarrillo, contemplo ante mis ojos una cama construida con algún tipo de oscura madera tropical. Es un mueble antiguo, más alto que las camas actuales, con el cabecero y el pie, torneados en forma de finas columnas salomónicas
El hombre está concentrado en su trabajo. Lleva una camisa fina. Ha remangado las mangas enrollándolas por encima del codo. A pesar del calor, debajo lleva una camiseta de asas. Solo los tontos de ciudad desnudarían el torso para ponerse a trabajar bajo este sol
Estoy sentado en el chesterfield del salón, esperando que baje Amália para irnos juntos a pasar el día a Coímbra, a menos de 100 km. al norte de la finca
Despierto. Me doy cuenta que estoy abrazado a la espalda de Amália, tal y como solemos dormir juntos. Huelo su perfume en su pelo y noto mis manos agarradas a sus pechos
Cuando terminan de reírse a mi costa, Amália me comenta: —Alfredo, querido, Ana María y yo vamos a ir esta mañana al hospital, en Nazaré, a visitar a mi primo, que como te comenté, está convaleciente de la apendicetomía
Estoy en mi garaje, arrodillado en el suelo con una pistola estroboscópica en mi mano izquierda, mientras con la derecha afino el avance del encendido de mi capricho más preciado
Estoy en Lisboa nuevamente. Aprovechando que la próxima es la ‘semana loca’ de diciembre, ya que los días 6 y 8 son festivos en España, y el 6 cae en martes, me he venido ayer viernes y voy a disfrutar de casi 10 días de vacaciones
Era un jueves al mediodía; me encontraba en la zona de Lisboa, en Portugal, por motivos de trabajo, y debería estar alrededor de 3 semanas con aquel proyecto. Estaba supervisando el montaje de una serie de máquinas en una fábrica de la zona