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Samanta medía casi un metro ochenta y tenía 22 años, su cabello rubio era largo, sus ojos azules, su nariz pequeña, sus labios gruesos, sus tetas grandes, su culo redondo y respingón, su cintura estrecha y sus caderas anchas. Sería la mujer perfecta si no fuera porque era una narcisista, una
Mi maestro fue un viejo de ochenta años que le gustaba mamar pollas tanto o más que comer coños, ya que otra cosa no podía hacer, pues la polla no se le levantaba. El viejo en cuestión, del cual no voy a decir su nombre, daba lecciones de cómo follar a una mujer a cambio de una mamada. Los mozos más
Era sábado. Estaba en la terraza de un bar con mi esposa, con mi cuñada Aurora y con su hija Teresita. Teresita estaba a mi lado tomando un Acuarius y resguardándose del sol del mes de mayo tras sus gafas de sol Prada Unisex. Vestía un chándal azul, calzaba unas zapatillas Adidas azules con franjas
Sonia estaba bajo la ducha. El agua caía sobre su largo cabello negro, bajaba por su espalda, por su culo duro y respingón, por sus grandes tetas, por su coño, en el que empezaban a ver las raíces de los pelos, por sus largas piernas y se iba por el desagüe mientras ella con su mano izquierda metía
Marina era una mujer española que trabajaba en Londres, tenía cuarenta y dos años, estaba casada, era morena, delgada, de ojos verdes, estatura mediana y tenía buenas tetas y mejor culo. Tenía tres hijos y era muy seria, tan seria era que a pesar de tener un buen polvo ningún hombre se le acercaba
Era su noche de bodas. Isabel, una muchacha de diecinueve años, morena, de ojos negros, blanca de piel, alta, ni gorda ni flaca y muy guapa, estaba desnuda en la cama con su marido. Ya habían tenido sexo oral, él, y ya habían follado. Entre besos Aníbal le preguntó:
El rector estaba de pie arrimado a una pared de su despacho, Raquel, una de sus estudiantes, en cuclillas delante de él recibía su corrida en la boca y se la tragaba.
Era un día soleado del mes de agosto. No se veía una nube en el cielo, lo que se veían eran cuervos volando y graznando, un par de halcones en las alturas y la estela blanca que había dejado a su paso un avión a reacción. Elvira estaba en el monte junto a su ahijado Nino y su nieto Pedro, un crío de
Fermín había ido a Londres a una boda que se celebraba entre una hija de su hermano Miguel y un inglés. Su esposa no pudo ir por problemas laborales. La verdad, según me contó, es que no pensaba liarse con nadie, pero le tocó sentarse junto a pared y al lado de su sobrina Eli, que era hermana de la
Pasaba de las cuatro de la tarde. Antonio estaba desnudo fumando un cigarrillo en la cama en la habitación de un motel de carretera. Era musculoso y tenía la polla a media asta, una polla gorda y larga, Nicky, su cuñada, era una hembra de toma pan y moja que pasaba mucha hambre de polla, se la
Olía a mejillones cocidos cuando Jacobo entró en la casa de campo su hermano Luis con una bolsa en una mano, bolsa que llevaba cuatro botellas de vino blanco. Sentados a la mesa estaban Isidro, un cincuentón viudo, delgado, bajo de estatura y agradable de ver y Luis, el hermano de Jacobo, que era
Estaba sentado en un sofá de la sala de la casa de mi mejor amigo. Belinda, su esposa, me sirvió unas copas de whisky acompañada de una sonrisa mientras sonaba en la cadena musical: Moonshadow, uno de los grandes éxitos de Cat Stevens, luego se sirvió otra para ella y dejó la botella de 100 Pipers
Andrea acababa de cumplir 24 años y tenía la misma estatura que su hermano, 1, 70. Sus ojos eran negros y su cabello castaño y muy corto. No era gorda ni delgada, sus tetas tenían grandes areolas oscuras y pezones medianos, sus caderas eran anchas, su cintura estrecha y su belleza era discutible
Eva, una muchacha, de estatura mediana, delgada, pelirroja, de ojos claros..., una joven muy bonita y sensual, sentada en el tresillo de la sala de estar, con las piernas cruzadas, vestida con un pijama de terciopelo negro de chaqueta y pantalón, le dijo a su padrastro, al que trataba de padre
Aurora vivía en un pueblo de Galicia, tenía 21 años, estaba casada, era alta, morena, de ojos negros, tenía las tetas grandes, anchas caderas y un buen culo. Iba al monte con su motocarro a coger leña. Braulio, su padre, viudo, alto, moreno, doble, muy fuerte y en la cincuentena, iba sentado a su
Esmeralda era una mujer de 38 años, morena, de ojos negros, estatura mediana, ni gorda ni delgada, tenía las tetas grandes, el culo grande y anchas las cadera. Se casara con un abogado setentón y muy rico. Lo que no esperaba era llevar una vida monótona, con poco sexo, una vida plagada de reuniones
Esta es la historia de una joven que se casó a los diecinueve años embarazada y que llevaba una vida de perros. Se llamaba Agustina, y era una chica morena de ojos grandes color avellana, sus labios eran carnosos, su nariz chiquita, su cara redonda, su cabello negro y espeso le llegaba a la cintura
Sandro se había roto los dos brazos y una pierna en un accidente de moto. Estaba en la cama con los brazos y la pierna escayolada. Su hija Iria le había puesto una bandeja con un filete y patatas en el regazo y le estaba cantando las cuarenta