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Ya había escudriñado varias veces los alrededores; aun así, volvió su cabeza una vez más para estar seguro de que nadie lo estaba observando. Segundos más tarde, el profesor Molinari golpeó la puerta del viejo caserón ubicado al final de esa callecita cuyo nombre nunca puedo recordar
La vida en pareja es llevadera cuando hay buena sintonía. Cuando se comparten gustos, pasiones, sentimientos, emociones, objetivos, proyectos. Una óptima convivencia requiere respeto mutuo, comprensión, afinidad, empatía, buena comunicación, tolerancia a las imperfecciones del otro, humildad ante la
Yo experimentaba un lujurioso terror cada vez que me hacía a la idea de un nuevo encuentro familiar, y más al considerar la exaltación de los atributos femeninos de mamá producto de su avanzado embarazo
De pie, con la pollera subida hasta la cintura y la tanga corrida hacia un costado, con una pierna apoyada en el suelo y la otra levantada y con el pie apoyado sobre un cajón de cerveza, lo tenía arrinconado contra la heladera y lo estaba matando a conchazos
Vale estaba desnudita sobre la cama. Mis ojos la contemplaron enteramente y confirmaron que estaban ante la hembra más hermosa y sensual que yo había visto en mi vida
El relato era breve y gozaba de un erotismo austero, visceral, sin grandilocuencias ni fugas de insoportable cursilería, cosa que odiaba. Una mujer casada, su infidelidad, la artera planificación y ejecución del asesinato de su marido. Todo con un estilo concreto y soez, como a él más le gustaba.
Si bien quedaba lugar para una ínfima pizca de incertidumbre en favor de que mis tías estuvieran equivocadas, había algo acerca de mi madre de lo que no tenía ninguna duda, y era que detrás de su apariencia de inocente ama de casa, se escondía terrible puta adoradora de pijas con dotes bestiales.
La medianoche me encontró vigilando, como de costumbre. Todo parecía tranquilo, pero cuando vi salir a Alicia de su habitación, supe que estaba ante esa siniestra tranquilidad que precede a la tormenta.
Mientras la putona bombeaba su culazo hacia atrás para que éste se tragara entera la pija de su hijo, Alicia subía las escaleras. Mi princesa estaba a punto de descubrirlo todo.
El desconcierto me llevó a tomar medidas drásticas. Así que, sin anoticiar a la familia, decidí instalar una cámara de vigilancia en el living. Jamás sospeché que ese sería el comienzo de una serie de infortunados sucesos que me dejarían al borde de la locura.
Familiares, amigos y vecinos comenzaron a poblar lentamente la sala del velatorio. El suntuoso ataúd se fue rodeando de coronas pomposas, llantos desgarradores y ojos incrédulos: un hombre joven, lleno de vida, que acababa de recibir una herencia millonaria… ¿por qué querría matarse?
Mi vieja, al verlo allí, observándonos impotente, pareció calentarse aún más y aceleró el ritmo de su lujuriosa cabalgata, mientras lo miraba con cara de puta y un sonriente gesto de burla. Sus ojos eran de fuego en ese momento, como poseídos por el diablo.
Esa noche mi viejo acudió a su partido de tenis semanal. Yo pensé en él mientras me cogía a mi madre: ¿Qué pensaría de su esposa ejemplar si la viera totalmente enculada por su hijo mientras él andaba corriendo como un boludo detrás de una pelotita fosforescente?
El viernes de tarde partimos hacia la costa. Después de casi tres horas de viaje llegamos a la casa, la cual era tan exuberante como nos había contado mi padre, o incluso más. Pero yo sólo estaba interesado en la exuberancia de mi madre.
El comienzo de la nueva semana encontró a mi madre volviendo a su habitual vestimenta: sobria, recatada, aburrida. Pero la decencia le iba a durar muy poco.
Cuando entré en la cocina, no tenía idea de que lo que estaba a punto de ver cambiaría mi vida para siempre. No sospechaba yo que allí mismo, en el seno de mi hogar, me iba a encontrar de cara a la perdición, ni que ésta iba a tener la forma del culo de mi madre.
Mi madre se llama Rita y siempre fue una muy recatada señora. Yo nunca la había visto haciendo ostentación de su cuerpo antes de la última fiesta familiar, a la cual mi padre, afortunadamente para él, no pudo asistir.