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Cuando se bajó me miró el bulto esperando a que yo liberara a la bestia y sin decir palabra lo comenzó a chupar hasta el tronco produciendo hilos de saliva que brotaban de su boca y ahogaban sus intentos de clavárselo en la garganta.
Durante el regreso no conseguíamos asientos hasta que vimos uno y corrimos hacia él, ella prefirió que yo me sentara y luego se sentó en mi pierna. Diríamos que no era muy liviana pero me gustaba tomarla de su cintura y ella me abrazaba del cuello.
Después de aquel hermoso acto como dos amantes furtivos me la empezó a besar y chupar con una delicadeza y una suavidad increíble, eso me excitaba hasta la locura mientras yo acariciaba su cuerpo que sin pensarlo había sido mío y estaba muy feliz por eso.
Un par de minutos después ambos reaccionamos, yo corrí a ducharme y ella a arreglar todo, nos quedaba poco tiempo para vestirnos porque tanto su esposo como mi novia llegarían el cualquier momento. Yo me duché y me quedé en mi cuarto para esperar a Silvia.
Para darle confianza e integrarla a Caty la comencé a acariciar y mientras se iba arrimando le ordené que se montara sobre mi cara para poder besarle su panochita virgen. En tanto veía como se estremecía su calentura iba en aumento hasta que su hermana le ofreció su lugar.
Después me contó que su esposo se lo había hecho varias veces pero nunca había tenido la sensación vivida ese día, más relajados fui a buscar mi celu y le pedí sacar una foto de su culo y más aún me excitaba vérselo dilatado y donde aún brotaban pequeñas bocanadas de semen.
Después de aproximadamente dos horas de evacuar heridos con los helicópteros que iban y venían, se fabricó una improvisada cabina en la plataforma delantera de lo que había sido el puente de comando para que el oficial de guardia continuara enviando sus órdenes de navegación desde allí.
Me retiré de su cuerpo y le pedí que se pusiera boca abajo sin preguntar porque se giró y como adivinando mi acción se puso una almohada debajo para levantar su cola bien carnosa y profunda, sabía que por ser la primera vez no se la pediría pero debo confesarles que ganas no me faltaban.
Él era Don Arturo dueño del único almacén de ramos generales, y cita obligada de los tamberos que no podían dejar de parar a tomarse una copita antes de volver a sus casas. Y los atendía con absoluta paciencia cualidad que lo caracterizaba como así también su aspecto robusto y bien parecido.
Nuestra sexualidad también iba un poco lenta y hasta ese momento solo nos habíamos besado y tocado nuestras partes íntimas mucha pasión pero no teníamos un lugar privado para nosotros solos. Se hacía difícil llevarla a un hotel, tampoco ella lo quería.
Un día me llevó a un hermoso hotel y estuvimos como tres horas las que utilizamos completamente, me penetró por la boca mientras chupaba mi vagina y luego por mi culo al que serruchó casi hasta destrozarlo luego me pidió que me girara y tomándome de mis nalgas me acabó adentro con toda su furia.
Después de almorzar nos acostamos a dormir la siesta pero yo solo quería que él me tocara y me chupara todo lo que quisiera y si había alguna esperanza de que se le parara que me la pusiera en la vagina así completaba mi gran experiencia.
Lo sentía muy duro y grueso abriendo mis tripas y yo ponía mi mano en su ingle para decirle que parara hasta que mi culo se acostumbrara a ese grosor, por momentos lo sacaba y le ponía mas vaselina y así hasta que estuvo todo adentro.
Ella acariciaba mi rostro mientras me preguntaba mimosamente: —No está toda ¿cuánto falta mi amor? —La mitad mi vida, aún falta la mitad. —Ponele más crema mi amor ¿sí? Así que retirándola un poco pude ver su culo dilatado en un perfecto circulo que me esperaba ansioso.
Debo aclarar que siempre me caractericé por ser una persona muy activa sexualmente y esta ausencia y los continuos rechazos de mi esposa me frustraban demasiado.