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Herminia una muchacha gallega de ojos marrones, de estatura mediana y con su largo cabello de color negro azabache recogido en una coleta estaba en la cama de su habitación tomando la siesta. Dormía boca arriba tapada con una sábana blanca, con una mano bajo la almohada y la otra estirada a lo largo
Ofelia y Sergio eran dos hermanos que vivían con sus padres separados, ella con su padre Raimundo y él con su madre Lucrecia. Él no era guapo ni feo, ni alto, ni bajo, ni gordo ni flaco, era un tipo del montón. Ella era de estatura mediana, muy flaca y tan guapa que parecía un ángel, era una de esas
Es frustrante tener cuarenta y nueve años, ganas de polla y que tu marido pase de ti, eso me pasaba a mí y no me quedaba más remedio que matarme a pajas y eso sabiendo que cualquier otro me follaría con solo un chasquido de dedos porque estoy más rica que el pan, ya que soy alta, delgada, tengo buen
Isidora tenía veintiséis años y llevaba un año viuda cuando se fue de vacaciones a México a la hacienda de su cuñado, un narco gallego que trabajaba bajo la protección de las autoridades estatales
Don Luis, Lucho para los más íntimos, era un cura cincuentón, moreno, delgado, de estatura mediana y no era feo. Vivía en una casa parroquial de dos plantas en un pueblo gallego. El cura hacía de todo para sus feligreses, desde cerrajero a carpintero pasando por albañil, y por supuesto lo hacía
Eva y Miguel se habían ido a cenar a casa del jefe de Miguel. Sebastián se había comprado unos pistachos y una botella de rioja tinto para ver el Barcelona contra el Real Madrid. Estaba sentado en un tresillo enfrente de la televisión con una bufanda y una camiseta del Real Madrid
Sebastián tenía veinte años y era moreno, alto, de ojos azules, delgado y estaba cachas, pero era un vago, un sinvergüenza y un mujeriego incorregible. Su hermano Miguel era cuatro años mayor que él, más bajo, menos guapo y no estaba cachas. Siempre fuera su ejemplo a no seguir, o sea, era formal y
Abelardo había hecho casi de todo, trabajara de camarero, pintor, peón, enfermero..., lo dicho, trabajara casi de todo, y a los treinta y seis años trabajando de jardinero en un marquesado le ocurrió lo que os voy a contar y lo contaré cómo si yo fuera él
Hugo era un cuarentón divorciado, pelirrojo, de estatura mediana que había ido a la casa rural de su hermana Chelo para aislarse y escribir una novela que debía entregar en su editorial antes de tres meses. Solo salía de su habitación para dar un paseo matinal y para desayunar, almorzar y cenar
Inocencio estaba en la sala de estar comedor de su casa, que era bien sencilla, tenía un sofá bajo la ventana que daba a una galería, una mesa con diez sillas, un tresillo y enfrente de él otro sofá bajo la ventana que daba al patio, luego el mueble que tenía dos cristaleras en las que se veían
Mi nombre es Enriqueta, mido un metro setenta y dos centímetros, tengo 26 años y trabajo de abogada. Soy morena, mi cabello negro lo llevo corto, mis tetas son medianas, tirando a grandes, con areolas rosadas y pezones gorditos, mi cintura es estrecha, mi culo redondo y mis caderas anchas. Dicen de
Bibiana era la hija de un amigo mío, se moría por perder la virginidad. Al ser vecinos entraba y salía de mi casa cuando le daba la gana, y sabía cuándo y cuando no estaba mi esposa en ella
Mi tía Elvira estaba dormida sobre la cama con su bata negra abierta. El brazo izquierdo lo tenía formando una uve y el derecho al lado de su cuerpo desnudo. Tenía la cabeza girada hacia la izquierda. La pierna derecha sobre la otra dejaba ver parte del bosque negro de su pubis. Los rosados pezones
Enrique, un veinteañero, moreno, de estatura mediana y con cuerpo de gimnasio, estaba tomando el sol en la playa sobre una toalla. Llegó a su lado una mujer de mediana edad, se quitó el vestido, las sandalias, extendió la toalla, se sentó sobre ella y quitando de una bolsa de tela un tarro de crema
Roberto, al que llamaban Bertucho, era alto, con cuerpo musculado y tan guapo que parecía una chica, una chica con media melena rubia de ojos color avellana y largas piernas
Pasaba de la una de la madrugada y estaba leyendo El Código Da Vinci en la cama de mi habitación. Sonó la musiquilla del Whatsapp, lo cogí y oí su voz. No sé por qué será pero el timbre de su voz me excita una cosa mala. Me preguntó
Enrique se inició en el sexo con una tía suya estando borracha. Fuera el día de san Miguel, día de la fiesta de la aldea. Ese día se mataba el cordero y se abría el barril del vino nuevo. Había excesos de toda clase y ella se excedió (pongamos que Enrique era yo) conmigo y ya de mañana, pues ya de
Dora salía de la peluquería cuando se paró un auto a su lado. Un hombre maduro la cogió por detrás, le tapó la boca y la metió en el asiento trasero. El conductor arrancó y se alejaron de allí a toda pastilla. Rosa se revolvía y pataleaba, una voz desconocida le dijo
Nicolás estaba orinando en el inodoro, su hermana Dora, con el cabello recogido en una coleta, la bata de casa abierta y enseñando las tetas y su coño peludo, le dijo
Musoke medía un metro setenta y cinco, era negra, delgada, tenía el pelo negro corto y rizado. En los lóbulos de sus orejas llevaba unos grandes aros de oro y de su largo cuello colgaba una cadena con un crucifijo. Sus tetas eran medianas, tirando a grandes, su cintura era estrecha, sus caderas
Rita cuando la recogí en el aeropuerto de Santiago vestía con una cazadora marrón y una camiseta blanca con un escote que enseñaba casi la mitad de sus enormes tetas, una minifalda marrón y unas botas de mosquetero. Era alta y sus piernas eran largas y bien moldeadas. Traía una maleta en la mano
Benito y su hermana Rosa estaban pescando en una escollera. Usaban sedal, anzuelo, plomo y lombrices marinas para pescar lorchos entre las piedras. Aprovecharan un día medio soleado para ir de pesca. En aquel momento le estaba preguntando Rosa a su hermano
-Papá. ¿Sabes que me dijo mi amiga Merchi? -¿Qué te dijo, cielo? -Qué si a una chica le comen bien el chochito y se corre después casi no le duele al desvirgarla. -No sigas por ese camino
Yo tenía en la cabeza la visera con el escudo del Real Madrid echada haca atrás, un Chesterfield en los labios y estaba a pecho descubierto, Lolita tenía una cinta azul en el pelo que pasaba por su frente y se anudaba atrás. Estaba echada sobre la hierba con otro Chesterfield en la mano. Estábamos