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Nadia, mi encule persa 6

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Gracias a nuestros esfuerzos, pues sabíamos lo que encontraríamos en el futuro inmediato, Kashira, Nadia y yo nos colocamos entre los mejores diez de nuestras respectivas clases y eso nos daba la seguridad de seguir estudiando y prácticamente nos pagarían para estudiar.  El día de nuestra graduación decidimos celebrarlo en aquel restaurante argentino donde habíamos celebrado nuestra sencilla boda, pues sabíamos que dejaríamos el área de San Francisco, pues los tres habíamos sido aceptados en una universidad en la ciudad de San Diego.  Junto a la familia de Nadia, había llegado Pierre, el supuesto prometido de mi ahora esposa, también junto con sus padres, quienes se habían atravesado el atlántico desde Francia. Obviamente Kashira también compartía la misma mesa, la cual solamente era separada algún par de metros de donde se encontraba la mesa que yo compartía con mi familia.

Junto a mi madre, se había unido mi hermana mayor y su esposo, pero la sorpresa fue ver a mi abuelo paterno, quien vivía en nuestro país de origen y había volado en aquella semana para celebrar con su nieto de su graduación.  Nosotros llegamos primero, así que nosotros hemos visto pasar cuando la familia de Nadia ha sido acomodada en sus respectivas mesas. Mi abuelo, que desde ese día olvido mi nombre y me comenzó a llamar licenciado, me dijo en voz baja cuando Nadia pasaba frente a nosotros: Licenciado, ¿usted ha visto a tan linda mujer?  ¡A esa mujer la han mandado a hacer! Mire, que por una muñeca así, le aseguro que usted tendría otra abuela.  – Mi abuelo parecía ser de esos hombres muy expresivos, en realidad no conocía mucho de él, pues no tengo muchas anécdotas que contar de mi abuelo, más que esta, además de saber que fue un militar de carrera ahora retirado.

Ambas mujeres llamaban la atención, pues ambas eran bellas, pero creo que la figura de Nadia era más sensual, sus líneas y curvas tenían una simetría al compás de la altura de su cuerpo.  Ya por aquellos años conocía que sus hermosos pechos eran de talla 34D, pues yo me daba gusto quintándoselos y muchas veces lavándolos.  Iba vestida con un atuendo regional de su país, y obviamente, como sus padres y su supuesta futura familia estaban presentes, su vestimenta era muy conservadora, e inclusive usaba una bufanda.  Pensábamos que todo iba a pasar desapercibido, pero no contábamos que mi madre reconociera a Kashira, pues en su último año en la escuela cristiana al final de la preparatoria, mi madre había sido su consejera de grado:

—¡Kashira! Eres tu…¡Oh… y tu amiga Nadia! ¡Mira que sorpresa! – y mi madre le daba un abrazo a Kashira.

—¡Gusto de volver a verla Sra. Zena! – mientras Kashira tomándola de la mano hizo la presentación de rigor.

Fue la primera vez y única vez que estreché la mano de mi suegro, quien llevaba el nombre de Saeed, que significa “feliz”, y realmente parecía serlo, pero ese día que nos vimos a los ojos, creo que tenía ese vago presentimiento que al escuchar mi nombre “Tony”, se trataba del mismo Tony, al que obligó a olvidar y sacarlo de la mente de su hija.  Todos nos saludamos, pero especialmente fue mi madre la que hacia énfasis en aquella coincidencia de ambas familias que, viviendo en la misma ciudad nos encontráramos en un restaurante a 500 kilómetros de distancia celebrando coincidentemente la graduación de sus hijos.

Aquella fue la última reunión en familia de Nadia, aquellos fueron las ultimas fotografías que aún tenemos guardadas en el baúl de los recuerdos.  Sabíamos que en un par de días aquella felicidad de Saeed se tornaría gris, opaca, injusta para su nombre persa. De todas maneras, intentamos sentirnos feliz, cada quien, con sus respectivas familias, celebrando uno de nuestros logros, realmente no pude comer mucho, aunque tenía hambre, pues muy dentro de mí, me dolía lo que vivía Nadia.

Como lo habíamos planeado, dos días después de aquella reunión llegaríamos a casa de mi madre para soltar la sorpresa, y realmente fue una gran sorpresa.  Pensamos encontrar a mi madre a solas, pero todavía se encontraba en casa mi hermana, su esposo y mi abuelo paterno que supuestamente estaban planeando otra fiesta de graduación con todos los demás de la familia.  Abrí la puerta de mi casa y aunque mi madre me recibía con un abrazo, pude ver el asombro en sus ojos cuando iluminaba con su luz la presencia de Kashira y Nadia.  Solamente recuerdo su susurro al oído: ¿Quién de las dos es tu novia?

A mis 21 años, nunca llevé, presenté, ni tan siquiera le hablé a mi madre de una novia, así que su conclusión era la más lógica, solamente que hoy me presentaba con las dos primas.  Aprovechando que todos estaban en casa y después de que todos nuevamente se habían saludado, tome la palabra: Madre, te presento a Nadia de Zena, ella es mi esposa.  He visto como mi madre se hunde en la sorpresa y es tanta la emoción, que no puede hablar; y cuando lo hace, su cuestionamiento es en español:

—Hijo, ¿está embarazada?  Su prima Kashira, que ha venido estudiando español junto a Nadia, un tanto molesta interviene y se comunica en español.

—No Sra. Zena, Nadia no está embarazada, es más Nadia sigue siendo virgen y lo podemos probar.  -Mi madre, impactada por la noticia responde, pero se enreda en los dos idiomas de Shakespeare y Cervantes.

—¡No mi hija! Aquí no hay nada que probar.  Solo que la sorpresa me ha aturdido y lo primero que me vino es que se habían casados apresurados por alguna obligada razón.

—Tenemos dos años y cinco días de casados. – Añadió Nadia.

—¡Que! ¿Qué?  ¿Ustedes se ha casado sin consultarlo con la familia?

—Ustedes son los primeros que lo saben. -Añadió Nadia después.

—¿Y tus padres no lo saben? -cuestionó mi madre.

Mi madre tenía ese aspecto de alguien quien no sabe si reír o llorar, mi hermana al igual que mi cuñado asimilaban la situación con una sonrisa de aprobación, mi abuelo con ese sentido de humor algunas veces crudo se limitó a decirme a solas: Vas a estar en el paraíso licenciado; ¿no sé cómo después de dos años de que esa mujer es tu esposa, sigue siendo virgen? – habíamos dado a conocer los por menores y situación de Nadia, y desde aquel momento todos en mi familia se movilizaron pues Nadia y yo habíamos declarado que en dos semanas no casaríamos por la iglesia, puesto que comenzaríamos en dos semanas nuestros estudios de postgrado y Nadia que era la única que iba por un doctorado en leyes.  Aquel mismo día habíamos esperado la tarde para encontrar al padre de Nadia y Kashira junto a mi hermana se reunirían con Pierre, el supuesto prometido para regresar a la familia el collar y su diamante.  Fue una situación difícil, pero así la comenzamos tocando la puerta que muchas veces Nadia abrió libremente:

Su madre abrió la puerta y se sorprendió al verme a mi junto a su hija.  Creo que intuye de que se trata mi visita y su mirada es de miedo. El saludo a su hija es breve y el saludo hacia mí es mucho más que breve. Veo a Saeed y en vez saludarme se dirige hablando en persa a su hija.  La conversación suena a discusión he intervengo diciéndole que necesitamos hablar con él.  La madre no está ahí, creo que se ha refugiado en su habitación para no volver a salir.

—Vengo a comunicarle que deseo casarme con su hija… -el interviene.

—Mi hija está comprometida y se casará en un par de meses.

—Saeed, no he venido a pedir permiso, he venido a comunicarle que nos casaremos… -nuevamente me interrumpe y le da una orden a Nadia que vaya a su habitación.

—Saeed, ¿no le parece absurdo y arcaico eso de comprometer a infantes a matrimonio?

Me mira con sus ojos iracundos y creo que desea sacarme a patadas y solamente lo detiene el sentido común que físicamente no podrá conmigo. Nadia se ha retirado, pero sé que no ha ido a su habitación, se dirige a su madre, de donde proviene un doloroso llanto.  Me pide que me retire y que no vuelva jamás a su casa.  Nadia ha escuchado la voz alta y frustrada de su padre y vuelve a aparecer por el pasillo nuevamente.  Saeed hablando en persa le repite que vaya de nuevo a su habitación y es cuando Nadia le dice: No padre, Tony es el hombre a quien amo y me casaré con él y no hay otra cosa que decir.  – Saeed intenta volcarse contra su hija y lo he detenido, Nadia sale y lo he soltado y violentamente ha cerrado la puerta y fue la última vez que Nadia vio a su padre.

A pesar de aquella situación dolorosa he incomoda de alguna manera Nadia intenta salir con su cabeza erguida.  Ya no podrá llegar a su casa ni para visitar a su madre y esta tiene prohibido ver a su hija.  Toda mi familia se ha esforzado para que Nadia conlleve su pena de la mejor manera.  Mi hermana ha ofrecido en regalarle el vestido de novia, y siempre me recuerda en forma de broma que le ha salido caro por la tela extra para cubrir su hermoso y gran trasero.  Mi abuelo ha extendido su estadía pues quiere ser parte de este día.  Mi madre se ha encargado de todos los preparativos junto a Kashira, que desde entonces dejo de ser la Sra. Consejera Zena y junto a Nadia, le llamaron “madre” hasta el día que mi vieja murió.

El día de nuestra boda, Ayesha, la madre de Nadia se ha acercado a la iglesia, pues es la misma escuela donde Nadia y yo nos conocimos y que ellos frecuentan continuamente.  Le ha dado una pequeña caja a su hija, donde posteriormente Nadia ha encontrado varias joyas pertenecientes a varias generaciones de su familia.  A ambas se le han escapado las lágrimas, Ayesha se va y Nadia hace el recorrido por el pasillo central de la iglesia.  Puedo ver que viene con un profundo dolor, sacudiendo con el dorso de su mano la lagrima que ha se ha deslizado hasta su mejía.  Aun así, Nadia es bella, aun así, camina firme y su prima Kashira me la entrega, así como un día me la entregó entre lágrimas de alegría cuando nos casábamos por lo civil hace un poco más de dos años.  Hoy también veo esas lágrimas en Kashira, la niña que junto a Nadia me echaron a suerte, porque ambas siendo niñas desearon ser parte de mi vida.

Aquel día es inolvidable, una recepción muy bonita en nuestra casa, en aquellos días la casa de mi madre, y hemos salido junto a mi encule persa a nuestra luna de miel, bueno una de tantas, pero en aquella ocasión tan especial me entregaría su sexo, ese intimo espacio que nunca había explorado y con un sentido que Nadia miraba más que yo espiritualmente, la vagina por donde saldrían nuestros dos hijos.

Mi hermana, le tenía otra sorpresa, otro vestido blanco bien ajustado a su cuerpo, quizá para que elevara la calentura y el morbo de su hermano, pero en realidad Nadia se puede vestir de espanta pájaros y aun así me resultaría provocativa.  Nos han despedido a horas de la noche rumbo a nuestra luna de miel, no sin antes escuchar el consejo de mi abuelo:  Licenciado, tómese una o tres copitas de vino antes del mandado, pues esta mujer lo va hacer venir en un minuto.

Era la misma excitación del primer encuentro sexual en la piscina, el mismo nerviosismo y quizá este día, la idea que Nadia sería mi mujer completamente.  No me he cansado de besarla, de acariciar cada milímetro de su piel, de decirle que la amo en el oído.  Tenemos ya tanta confianza que Nadia me coquetea, me provoca con esa mirada dulce y angelical. Ella toma la iniciativa y me ha bajado el cierre de mis pantalones apenas entrando al cuarto de hotel, me da la orden que me acueste y yo obedezco.  Permito que masajee con sus manos mi pene, se amarra el cabello y ahora si veo como mi glande desaparece entre sus labios, los suelta y me da una mirada picaresca y comienza más concentrada en darme placer y su ritmo oral se profundiza mientras con sus manos aprieta mis huevos.

Aquello se extendió por algunos minutos, mientras aprovecho en bajarle el cierre de su vestido y comenzar el recorrido que ya conozco, pero que nunca me ha dejado de excitar, hacemos una pequeña pausa mientras remuevo su sostén y comienzo a darme gusto en sus pechos con un deseo de bebe hambriento, Nadia suspira y lanza un tímido gemido, pues en dos años he descubierto que sus pezones son muy sensibles, una de sus partes más erógenas.  Su placer sexual es delicado y no agresivo y me tomo el tiempo recorriendo sutilmente sus dos hermosos pezones que se han puesto erectos.  Bajo hasta su entre pierna y me doy cuenta que Nadia esta húmeda y bien lubricada, al punto que he llevado la punta de mi lengua recorriéndola desde la zona del perineum hasta tocar su clítoris y ver como su miel vaginal se extiende como si fuese un hilo de seda.  Estamos listos para explorar ese orificio al que nunca he llegado y me muero por hacerlo, mas sin embargo Nadia me pide que quiere estar sobre mí y así lo hacemos.  Creo que quiere tener el control y ser ella cuando decida que mi verga entre hasta lo más profundo de su vientre.

Se ha venido sobre mí y cuidadosamente toma mi pene y lo acuesta por sobre mi zona pélvica, apuntándolo hacia mi ombligo y cuidadosamente su conchita descansa sobre mi verga.  Los dos estamos tan excitados y nuestros sexos muy lubricados que, cualquier movimiento hace ese excitante ruido de nuestra fricción.  Nadia, se entretiene, me mira a los ojos seductoramente y comienza a masajear con los labios de su conchita mi verga.  Siento su calor y humedad, siento que estamos tan mojados que la mezcla de nuestra pasión ha llegado a humedecer mis huevos.  Aquel movimiento es repetitivo y me manda unas sensaciones tan inmensas que siento me acerco a la gloria.  Nadia hace pausa pues creo que ella esta tan excitada y ve mi excitación que me invita a la posición del misionero, ahora yo tengo el control.

Yo hago lo mismo, no penetro su conchita virginal y juego con tocar su clítoris pasando mi verga por toda su raya, sin penetrarla.  Pero el grado de excitación es tan alto que llega un momento que me dice:  Amor, me estas matando, me estoy muriendo por sentirte dentro de mí.  Por lo que había leído debería ser cuidadoso por tratarse de una chica virgen, así que apunte y mi glande habrá chocado con esa sutil barrera cuando cuidadosamente, pausadamente mi verga se perdió en el sexo de Nadia, ella dio un gemido de dolor y me abrazo solamente diciéndome: ¡Te amo! – Aquel espacio estaba ardiente y sus paredes vaginales me enviaban mensajes, como el mismo eco de mi amada Nadia al decirme: ¡Te amo!

Supe que Nadia llegaba a su primer orgasmo vaginal, con mi pene ensartado en su vagina y la emoción e excitación fue tanta, que nos abrazamos con tanta intensidad y yo le dejaba ir todo mi esperma en su conchita conservada para esta especial ocasión, que después de dos semanas de no estar activos, le llené su orificio tan precioso de todo mi amor.  Me doy cuenta, cuando intento limpiarla, que veo como entre mi esperma hay evidencia de sangre y le pregunto: ¿Nadia, te ha venido tu menstruación? – ella, sonriendo me responde: ¡Tonto! Me has roto el himen.

Continúa

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