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Reencuentro

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Poco antes del 24 de diciembre del año pasado -2015- iba caminando por la zona en que vivo. Buscaba desesperadamente algunos ingredientes y quería evitarme la molestia de ir hasta el centro de la ciudad de Veracruz.

Iba caminando ensimismada en varias cosas y de repente, lo vi. Allí estaba, en su descomunal camioneta Ford doble cabina, negra y con sus vidrios polarizados.

Carlos asomó la cabeza y me dijo con desparpajo: "Ese culo lo reconozco a gran distancia", me hizo reír. Enseguida imaginé el momento, acostada con él y recibimiento tremendas dosis de carne dura, casi un fierro entrando en mi vagina.

Aunque lo conocí en circunstancias no tan agradables, pues prácticamente abusó de mí en una de sus casas y estando yo completamente alcoholizada, éste hombre ha sido uno de los amantes más apasionados que he tenido en la vida y vaya que han sido muchos. Pero este le gana a muchos con una verga exquisita. 25 centímetros por lo menos de una carne dura y sensual que me atraviesa y casi me parte en dos.

Me dijo que subiera y que nos fuéramos de allí. No había mucha gente en la calle pero poco importaba eso. Ya lo había visto y hacía dos años que no había venido a Veracruz. Él siempre viaja con su esposa y sus hijos al puerto, pues ahora vive en el estado de Wisconsin y la verdad es que ha sido mejor así. Quizá si viviera en Veracruz seríamos amantes y tendríamos una relación a escondidas y con el riesgo de ser descubiertos.

Partimos hacia mi casa, la casa de campo o casa del amor pues allí he cogido con muchos hombres.

Llegamos a casa pero no nos bajamos del auto. Él traía un pantalón corto hasta la rodilla y una playera de un equipo de futbol, roja y azul. Yo llevaba un vestido hasta la rodilla y unas sandalias blancas muy bellas. Le invité a bajar pero me dijo que, que esperáramos y que estuviéramos un rato allí. Bebió un poco de su cerveza y conversó conmigo, pero mientras hablaba pasaba sus manos sobre mis senos cubiertos por mi vestido y mis pezones se erectaron.

Comenzó a besarme y yo me entregué apasionada a esos besos. No era un hombre guapo pero eso no importaba. Olía a sudor y su aliento olía a licor, pero tenía una forma muy atrevida de calentarme. Bajó su mano hacia mi cintura y luego a acariciarme la pierna izquierda.

Toqué su pantalón y allí sentí su verga aún dormida, pero se sentía un bulto tremendo.

El comenzaba a respirar de manera más intensa y yo ya estaba completamente excitada y lo bello del momento es que él quería hacerlo en la camioneta, en donde regularmente cogíamos, aunque ésta era nueva.

Seguimos besándonos y toqueteándonos por un buen rato hasta que decidió quitarme el vestido y como siempre, quedó embelesado con lo que veía. No dijo nada, pero su excitación estaba al máximo. Me quitó el sostén y sólo me dejó con mi tanguita color naranja, casi idéntica al color del vestido y comenzó a acariciarme. Sus manos no eran suaves pero sí eran grandes y apretaba mis nalgas y mis muslos con fuerza. Era más delicado cuando acariciaba mis pechos y más aún cuando apretaba los pezones y luego los mordía lentamente haciéndome gritar de placer.

Me dijo que era muy bella lo que significaba un detalle pues regularmente se dedicaba a jadear, a pedirme el culo y a decirme "Muévete más, puta".

Así que en lugar de preocuparme por esas cosas, debía concentrarme en el momento en que este hombre decidiera penetrarme.

Me besó el cuello y eso me volvió local e hizo que le rogara que me diera su verga. Sin embargo, siguió deleitándose con mi cuerpo. 

Por fin, después de un largo rato, con la camioneta encendida y con el clima a todo lo que daba pues el calor afuera era intenso, se aprestó a dejarse acariciar y se desajustó el cinturón y permitió que le bajara la cremallera: Allí estaba, un pito enorme que aún no se erectaba pero que medía unos 20 centímetros así, dormido.

Lo sujeté con mi mano derecha y escupí un poco sobre él para mojarlo y enseguida lo metí a mi boca. Sentí como comenzó a crecer y a ponerse duro casi al instante. Wow, era un fierro delicioso que tenía en mi boca y el hombre se excitó mucho cuando le pasé la lengua para lamerlo. Le lamí el ano, le lamí los testículos y metí nuevamente esa macana en mi boca, hasta mi garganta. Yo prácticamente sentía ahogarme cuando arremetía con fuerza y me provocaba sonidos raros al sentir ese palo en mi boca.

Pero la sensación era deliciosa. Él acariciaba mi espalda y daba unas nalgadas bien fuertes que seguramente me las dejaba rosaditas. 

Por fin, se acomodó en el asiento bien sentado y con su macana bien parada y me sentó de espaldas a él. Cuando comenzó a entrar su enorme pito me dolío pero me consoló dándome unos besos en la espalda y tras mis orejas. Entró bien su verga y comencé a moverme hacia arriba y hacia abajo. Yo sentí que esa verga me partí en dos pero aguanté estoicamente. La sacó una o dos veces de mi vagina para untarse saliva para que resbalara mejor y lo logró. No hizo falta más. Comencé a gemir y gemir y a los cinco minutos tuve mi primera corrida. Comencé a temblar y a pedirle más verga. Él ni se inmutó y volvió a metérmela, seguí sintiendo un enorme placer y a los pocos minutos de nueva cuenta tuve otra corrida pero esta vez grité y casi me desmayo de placer.

Me hizo cambiar de posición y me colocó de a perrito y arremetió con fuerza sobre mí. Sujetaba mis nalgas y de repente volvía a darme alguna nalgada mientras su pito entraba y salía provocándome un delicioso placer. Yo volteaba y le suplicaba que me diera más, pues estaba pasando un momento delicioso.

Tuve mi siguiente orgasmo y sólo atiné a decirle "te amo papacito, cógeme más" y siguió repartiéndome esa macana que me hacía ver visiones y casi tocar las estrellas.

Sin eyacular, me dijo que nos saliéramos de allí, desnudos y sólo atiné a tomar mi bolso con las llaves de la casa y él las llaves de su camioneta y nos metimos desnudos a la sala de mi casa.

Le seguí chupando su verga que seguía dura y mojada con tanta arremetida y él me cargó y me metió la verga en el aire, provocando nuevamente que yo gritara de placer. Qué bueno que no tenía vecinos si no se habrían quejado de tantos y tantos gemidos, aunque no dudo que quien haya pasado por allí haya imagino que dentro de esa casa viviera una ninfómana.

Estuvo caminando alrededor de la sala con la verga incrustada en mi vagina hasta que ya no pudo más y me sentó en el sofá y me llenó la cara de leche. Todo el semen me bañó la cara y los senos.

Yo estaba extasiada ante tanta carne dura que había traspasado mi cuerpo. Fui a enjuagarme al baño de allí y volví para volvérsela a chupar y él ni se inmutó. Siguió acariciando mi cabello y metiendo la mano por donde le era posible.

Me cogió por segunda vez en la recámara principal y fueron otros treinta minutos de inmenso placer y de una buena cantidad de orgasmo. Yo ya no podía ni siquiera alzar las piernas pues estaba completamente agotada. Cuando eyaculó nuevamente me llenó el culo y la espalda de rica miel y volví a enjuagarme aunque esta vez las piernas me pesaban.

Volví nuevamente a la cama y mientras él tomaba cerveza y se relajaba un poco yo seguí gozando de ese encuentro, un encuentro raro que se daba únicamente en fin de año.

Ya entrada la tarde desperté y sentí su robusto cuerpo cerca. Él dormía pero su pene estaba allí, muy rico y no podía dejar pasar la oportunidad. Siguió dormido mientras yo le chupaba ese enorme fierro que se ponia erecto al mínimo toque. Estaba durísimo y yo me había masturbado con mano izquierda y me untaba saliva para que no hubiera problema para entrar. Me senté en su fierro y él se sobresaltó un poco, pero sonrío cuando me vio trepada en su verga una vez más.

De allí, sólo sujetó mis nalgas mientras yo, en medio de mi cansancio, me movía frenéticamente. Tras varios minutos no pude más y me alcé un poco para mojar su pito con una corrida que me hizo gritar de placer.

Me pidió que me acostara y entonces medio alzó mi pierna izquierda y comenzó a penetrarme nuevamente hasta que llegó el momento que yo no quería: Colocó saliva en mi culo y entonces ensartó ese verga en mi ano. Lo hizo lentamente y posteriormente me dio duro.

Yo moría de placer debido a que con su otra mano jugueteaba con su dedo en mi vulva y eso me volvió loca. No dejé de gritarle que le diera más. Me culeó unos 10 minutos y cada arremetida me destrozaba mi ano pero yo estaba loca de placer y gimiendo muchísimo hasta que eyaculó en mi culo. Yo sentí delicioso pues su verga era incomparable. Habían sido varias cogidas y su leche calientita había recorrido mi cuerpo.

Después de todo eso, nos bañamos y sacamos nuestra ropa de la camioneta y estuvimos un rato más en la sala. Realmente hemos hablado poco en todos estos años, pero no es necesario que hablemos tanto, nuestros cuerpos se adaptan perfectamente. Tenemos la misma calentura y respondemos frenéticamente al sexo, así que no sentimos culpa.

Me llevó a la esquina de mi casa y allí, casi de noche, me vi sola nuevamente, no lo volvería a ver y para colmo, ni siquiera había comprado los ingredientes que me hacían falta.

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