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Con mi madre en la playa

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Mi madre tiene 39 años de piel blanca, cabello oscuro ondeado, culo levantado, redondo, pequeño y respingón, tetas grandes y erectas. Tengo 18 años, pero mi complejo edípico mayor empezó hace unos años atrás. Mi mamá en casa no lleva brasier, pero lleva polos ajustados de algodón que dejan entrever sus pezones y sus tetas erguidas.

Pero la mañana que empecé a ver a mi madre como la mujer hermosa que es llevaba un polo de algodón blanco lavando la ropa hasta que la manguera saltó y le mojó toda la camiseta. Fui corriendo y me quedé embobado viendo sus areolas y pezones marrones.

-No te quedes allí hijo. Tráeme un polo limpio y una toalla.

Fui corriendo a socorrer a mi mamá y la ayudé a secarse. Hasta que me dijo que lo haría sola. Marchándose al baño. Desde ese día mi madre fue la dueña de mis sueños húmedos y masturbaciones.

Cuando mi papá se fue al interior del país a trabajar ella se convirtió en mi mejor amiga y yo en su confidente.

Hace unos días ella me llevó de sorpresa a la playa –la ventaja de vivir en una ciudad costera- aprovechando que ambos nos encontrábamos sin labores. Al ser un día de semana la playa estaba casi vacía.

Yo no tenía idea, solo me dijo que fuera en short por el calor. Tomamos un bus. Se veía hermosa con su vestido largo de color azul con lunares. Al llegar, alquiló una sombrilla, plantó la toalla y deslizó el vestido asomándose un bikini colorido que dejaba ver sus hombros desnudos. Se amarró el cabello con un collet dejando ver su cuello largo.

Me untó bloqueador en la espalda. Sus manos suaves pasaron por mi cuerpo. Luego me pidió que le eche bloqueador. Sentir su piel tersa, sensible y suave. Sus piernas contorneadas no tenían pelos y al ver la parte inferior de su bikini, la cual era de color negro, disimuladamente en sus ingles pude ver que estaba rosadas (por haberse depilado en esos lugares) y en las bragas del bikini pude ver su monte de venus más abultado, por conservar una mata de vello púbico en esa zona.

Luego que absorbió el bloqueador se metió al agua. Ver sus caderas bamboleándose -mientras lo hacía se acomodaba las bragas del bikini que dejaba ver parte de sus nalgas- y de espaldas, aproveché para tomarle una foto. Me haría una buena paja con las experiencias que había tenido. Cuando salió se exprimió la parte de arriba del bikini. Estaba embobado al ver cómo estrujaba el top del bikini.

Me metí al mar, cogí a mi madre de las manos y jugamos en el agua, la levanté con sus pies sobre mis hombros. La playa era solo de nosotros. Luego, regresé a cuidar las cosas y leer un poco. Mi madre seguía en el agua. Hasta que una ola la jaló y la revolcó. Mi mamá estaba desprevenida. Inmediatamente corrí al mar y la saqué como pude. La coloqué en la orilla y empecé a darle RCP, en la respiración boca a boca sentí su lengua. Me miró con ojos llenos de amor, amor que no era de madre.

Pasado el susto, sequé a mi madre con la toalla. Se colocó un pareo para cambiarse la parte de abajo. No quería irse con la ropa interior mojada. Luego se colocó su vestido y metió sus manos en su busto para quitarse el top y se puso su brasier. Estaba totalmente embobado mirándola.

Subimos al bus, luego de un rato, ella se quedó dormida dejando caer su cabeza sobre mi hombro. Instintivamente acaricié su cabello.

Al llegar a casa corriendo fui a mi cuarto a hacerme una paja. Pero mi madre me llamó y me dijo que debíamos de bañarnos para no llenar de arena las habitaciones. Insistió en que debíamos bañarnos ambos para ahorrar agua y poder tallarnos mutuamente las espaldas.

Se desnudó, como imaginé se rasuró parte de sus vellos púbicos. Su cuerpo era hermoso. No pude evitar tener una erección, la cual se quedó mirando.

Nos metimos a la ducha. Sentir los pezones de mi madre sobre mi espalda, masajear su espalda y la base de sus tetas, cuyos pezones señalaban hacia arriba. Vertí shampoo sobre sus vellos púbicos y los empecé a enjuagar. Mi madre soltó flujos, su clítoris se pasmó como si fuera un chicharito y gemidos salían de su boca.

No pude resistir el empezar a lamer esos pezones inhiestos, que reclamaban el ser devorados. Sin yo darme cuenta, ya que estaba como un bebe, amorrado a una teta. Mi mano comenzó a acariciar su jugosísima entrepierna, llegué directo a su clítoris. Un fuerte gemido me indico que le había gustado, solo unos cuantos movimientos y mis dedos estaban empapados, los lleve a mi boca para catar su sabor, regrese a su nido y el solo contacto motivo un buen orgasmo de mi hermana que dijo -¡Sí! ¡Sí! Siiii. Los meses de abstinencia en sexo por el viaje de mi madre habían hecho efecto.

- Hijo, sé que amas desde hace tiempo y yo también te amo. Hoy me demostraste que me cuidas y proteges siempre.

- Eres preciosa, mami.

La besaba. Juntaba mis labios a los suyos y le comía la boca. Nuestras lenguas se entrelazaban, nuestras salivas se mezclaban. El agua caliente caía sobre nosotros.

Mi madre había encajado mi miembro entre sus labios y subía y bajaba a lo largo de mi falo, dejándomelo empapado de sus jugos, ¡era fantástico! Por todo lo que pasó en el día, no duré y me corrí en su boca.

- Lo siento, mamá. No pude resistir más. Todo este día fue excitante.

Con los pies en el suelo, y de rodillas ante ella, empezar a lamer aquel coñito chorreante.

Lamía desde el capuchón del clítoris hasta el ano, y ella se retorcía de placer. Por increíble que parezca, el olor de su coño, junto con el de su ano, me estaba poniendo como un toro, lamí ese ano, hasta que se empezó a dilatar y metí un dedo, ella me dijo que no. Mientras mi dedo jugaba en su ano, lo cual ya le empezó a gustar, seguí trabajándome su coño, y ella no pudo más, empezó a retorcerse y convulsionar, diciéndome de todo por su boquita.

Mamá... te deseo tanto. Te quiero follar... ya... ahora... aquí mismo.

- ¡Ummm!, mi niño se quiere follar a su mami. Yo también quiero que mi bebé me folle. Quiero que mi niño me meta su linda polla en el coñito que lo trajo a este mundo

La apoyaba contra la pared. Ella me rodeaba con sus muslos y mi polla entraba dentro de ella. Resbalaba hasta el fondo de su coño. Mordiéndole el cuello empezaba a follarla. Empecé a clavarla poco a poco. Lo hice despacio como le gusta. Para mí fue muy placentero, era estrecha, y disfrute de cada centímetro que metí. Cuando termine el acople, empezó un movimiento frenético de caderas, que me levanto del suelo, me tumbo en el piso, y como una diosa me monto hasta que me hizo vaciarme dentro de ella. Se acariciaba rápidamente la entrepierna directamente sobre el clítoris. Se mantenía con las piernas abiertas y su cara en un rictus de placer gemía y gritaba -¡sí! ¡Sí! Siiiii. Me quede quieto viendo el final de su corrida, sus piernas se cimbraban y su mano seguía acariciando, dejando salir el resto del aire de sus pulmones, -¡Que rico! Dijo.

Salimos del baño y fuimos a su dormitorio. Empezamos un maratón de besos, caricias, lametones y roces, que llevarían a cualquiera al paraíso. Mi madre me traía loco. La tumbé en el borde la cama, y empecé de nuevo a lamer como lo había hecho en la ducha, y el resultado fue todavía mejor. Mamá estaba muy caliente. Le indiqué que se pusiera de pie con las manos en la cama y seguí trabajando su chochito, lamiendo sus labios vaginales y clítoris. Le lamía desde el ano hasta sus labios. Sin que ella se diera apenas cuenta, cambié mis dedos por mi puntita, y hasta que no empecé a meter el tronco, ella no se enteró. Me pidió que fuese despacio, la amaba y no quería hacerle daño. Una vez acoplados y ella bien adaptada, empecé a bombear esa vagina de ensueño. ¡Por fin un sueño, hecho realidad! Apoyado sobre su espalda empecé acariciar su clítoris. Sus jadeos se hicieron más fuertes, y eso me encendió. Aguante de pie como pude, hasta que la hice acabar a ella, gritándome que me quería.

Con mis 18 años me repuse rápidamente. Mi madre es mi diosa y no quería que acabara ese placer de ensueño.

...¡Anda, por favor, termíname! ¡Cómeme! ¡Mátame!

Obediente a su demanda y sin pensar en nada mas, me coloque entre sus piernas y comencé a devorar ese maravilloso coñito, mordía, chupaba y lamia su botoncito, recogía lo mas de jugos que podía, el sabor era enervante, me hacía querer ir por más. A cada lamida iba más dentro, más profundo, ella abría más y más las piernas hasta que de repente un gran temblor comenzó a trepidar por sus muslos, glúteos y vientre, me costaba seguirla, se puso rígida, se elevó un poco sobre la cama y luego cayo, quedo lánguida, inerme, cubierta de sudor pero con una enorme sonrisa sobre sus labios. Cuando su orgasmo cesa, abre lentamente los ojos y se encuentra con los míos. Nos sonreímos.

-Ummm, tesoro. Qué bien te has follado a mami. Siento el coño lleno de tu leche caliente.

Empujo. Mi polla sigue dura como antes de correrse.

-Agggg, mi vida. Aún tienes la polla dura.

-Mami, es por ti. Siempre la tengo dura por ti.

La beso. Ahora con dulzura, sin prisas. Y, sin prisas, vuelvo a follarla. Gozando de las sensaciones. Siento sus manos acariciar mi nuca.

-Ummmm, que placer, mi amor. Me estás follando otra vez. Mi coño rebosa tu leche y me estás follando otra vez. Eres maravilloso.

Quiero llenarla de placer. Demostrarle que nadie en el mundo la follará jamás como yo. Entrelazamos nuestras manos. Chupo su lengua.

-Agggg, no puede ser. MI vida. Vas a hacer correr a mami otra vez...

Eso es lo que busco. Darle más placer. No dejo de follarla con suavidad hasta que mi madre vuelve a tensarse. Su espalda vuelve a arquearse, sus ojos a cerrarse y su cuerpo estalla.

Nada más hermoso que mirar su cara en pleno orgasmo.

Queda quieta, sin moverse, floja. Y comienzo a follarla más fuerte. Ahora busco mi placer.

-Mi vida, mi amor. Me vas a matar. No puedo más... Para...para...

No le hago caso. El placer es demasiado grande. No puedo quedarme así. Apoyo mis manos en la cama, me incorporo un poco y la follo salvajemente, con grandes empujones que hacen que toda la cama se mueva.

-Agggg, hijo... corazón, bebé... no puede ser... esto es... maravilloso...

Nos corremos a la vez. Mi polla descarga una segunda andanada se leche dentro de mi madre. Son varios chorros de semen que se mezclan con sus jugos y mi anterior corrida. Ahora sí estamos los dos agotados. Ahora sí que no puedo casi ni moverme.

Ese fue el comienzo de nuestra relación. Mi padre llegaba cada seis meses y se quedaba dos semanas. Mi madre lo drogaba y al costado de él nos poníamos a follar. Era muy excitante. El carácter de mi madre se había vuelto más jovial y quería experimentar nuevas sensaciones. No solo en el sexo, íbamos a museos y paseábamos por nuevos lugares como un par de enamorados.

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