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Los Bachilleres

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Varios días después de que mi padre se entera de la existencia de esta página y luego de enseñarle varios relatos, decide confesarme una de sus más ocultas aventuras durante su estadía como docente en una universidad del exterior. Con gran esfuerzo logre convencerlo de que me dejara publicar su historia y a continuación el nos relatara lo que le sucede en una noche de sexo descontrolado con una pareja de chicos que el considera como sus mejores alumnos…. Le cedo la palabra….

Mi trabajo en la universidad era más que un aliciente económico, una forma de vida de la que me sentía orgulloso. Había compensaciones, es interesante ser profesor, uno siente que, como en las parábolas, siembra en terrenos fértiles, otros no tanto y así.

En general yo trataba de ser formal tanto como me fuera posible. Acompañaba a los estudiantes del programa de formación básica desde sus inicios hasta que ellos lo terminaban haciendo una tesis, como la llamaban pomposamente, que en general redundaba en los temas de la especialidad de cada uno de los docentes que formábamos el grupo de profesores. En este lapso de tres años podíamos enterarnos de sus fracasos, amores, desilusiones, derrotas, triunfos; los veíamos crecer y ellos eran parte de lo que nosotros formábamos.

Muchos chicos de 18 a 21 años constituían los cursos, los más jóvenes, como cachorros eran retozones y pueriles. Los habían malos estudiantes, regulares, buenos o muy buenos, inteligentes, curiosos, inquisitivos. De estos últimos eran Katty y Eddie. De 19 y 20 años respectivamente, tenían una extraña relación; siempre se les consideró una pareja aunque nunca demostraron evidencias de ellos, a todas partes iban juntos, salían de la universidad y entraban juntos, conversaban mucho, se miraban mutuamente, estudiaban juntos, y ambos fueron mis alumnos; en verdad de los mejores.

Katty era una chica de un metro y sesenta centímetros, pelo liso, brillante y oscuro, delgada con un cuerpo joven y aromático; usaba pantalones ajustados siempre, y una pechera que le dejaba libre a las miradas un maravilloso ombligo. Esta misma pechera era muy escotada y, obviamente, la muchachita, consciente de sus encantos, no usaba un sujetador. Tenía Katty, una particularidad en el perfil, su labio superior era ligeramente sobresaliente lo que la hacía aparece siempre con un gesto un poco mohíno muy divertido; cuando niña, según narró, se chupó el dedo durante mucho tiempo produciéndole una ligera deformación palatina en que el maxilar le quedaba anormalmente más adelante que la mandíbula; con esta peculiaridad ella podía sacar la lengua entre los dientes manteniéndolos juntos; cuando lo hacía se veía muy divertida y además aparecía muy sensual con su pequeña lengüita fuera.

Eddie decía que se le arrancaba la lengua. Por su parte este último, era un sudamericano de estatura convencional, piel de color oscura, bronceado naturalmente, de complexión atlética, casi lampiño de cara, pelo liso, negro. Era mi ayudante alumno de la cátedra de español instrumental que yo impartía en esta universidad del sur de California, puesto que viví en Chile por muchos años como agregado cultural y aprendí a manejar bastante bien el idioma español. Eddie hablaba el inglés sin acento y bastante bien el castellano; llegó a los Estados Unidos a los 10 años de edad. Como buen sudamericano era muy afectuoso gestualmente y usualmente te abrazaba o te sacudía violentamente las manos cuando te saludaba. Práctica que para los homofóbicos californianos no era muy usual y a veces casi agresivo, pero como yo conocí muchos sudamericanos no me extrañaba y más bien aceptaba estos excesos de mi alumno.

Ambos, Katty y Eddie eran activos practicantes de Tai-Shi y yoga, demostrando profundo y amplios conocimientos sobre estos temas y, en algunas oportunidades, yo los había observado contorsionar el cuerpo de manera inaudita y pasmosa.

Estos muchachos hicieron, al término de su carrera, una tesis conmigo respecto de las palabras españolas que se habían incorporado al inglés. La defensa de su tesis fue brillante y ni siquiera Miller, el profesor más antipático, pudo derribar los planteamientos de los jóvenes estudiantes.

Para celebrar hicimos una fiesta en la casa de un estudiante de otro curso y al término de ella fui a dejar a varios chicos en mi carro. Un destartalado automóvil propio de un docente universitario. Que yo sepa nadie se ha hecho rico con los sueldos de ninguna universidad. Los chicos vestían informalmente y Katty llevaba un atrevido pantalón ajustado, sin ropa interior por supuesto, y un escotadísimo peto blanco en que se notaban los detalles de sus pechos. Cada vez que se agachaba era imposible no tener una perturbadora visión de esos redondos pechos con un sonrosado pezón. Yo eludía la mirada pero era inquietante sin duda.

Ambos, Katty y Eddie me dijeron que ellos tenían una fiesta especial para mí y que en realidad debíamos ir a casa de uno de ellos para beber algunas cervezas, comer unos picadillos de coctkail y algo de música. En realidad yo debía ir a mi casa a terminar unos asuntos de la administración académica del curso y les dije que me esperaran una hora que yo volvía en ese lapso. Las margaritas del cocktail, los martinis y una cerveza habían minado algo mis capacidades. Pero estaba lo bastante sobrio como para hacer lo que tenía que hacer, conducir con responsabilidad y sólo estaba un poco más alegre y locuaz.

Una vez terminado el acta de calificaciones, imprimirla, faxearla y todo lo demás, decidí que si los jóvenes habían preparado algo no sería muy elegante dejarlos esperando. Mi reciente nueva soltería me eximía de cualquier obligación. Vivía sólo, Rose mi ex esposa se fue con su madre, en Reno.

Toqué el timbre del departamento de Katty y me abrieron ambos la puerta; como saludo me encajaron una cerveza de un litro en las manos y me dijeron alegremente, "póngase al día, doc". Este ponerse al día significaba que ya que ellos tenían ya una cerveza de igual calibre en el cuerpo, más otra empezada, yo debía hacer prontos ajustes para beber mi cerveza y equipararlos. La estancia en que estaban era amplia, en un décimo quinto piso, con una maravillosa vista al mar, decorado con cuadros surrealistas pero de muy buen gusto, el mobiliario eran sofás color canela muy mullidos y confortables. Había cojines por todo el lugar, en todas partes y de todas las formas, tamaños y colores imaginables, pero bien dispuestos de modo que en nada desentonaban algunos de muy subido color.

Me dijeron alegremente que me tenían una sorpresa y mostraron misteriosamente tres cintas de cassette que instalaron en sendos decks de un equipo musical impresionante y... empezaron a sonar los Beatles, revisé las cajas vacías y leí que Cat Stevens, Neil Diamond, Janis Joplin y otros eran parte de la celebración, conformando parte de una cuidadosa selección que ellos afirmaron haber hecho en mi honor para recordar los tiempos en que yo tenía la edad que ellos tenían hoy. "Un fino detalle, muchachos", les dije.

Conversamos de variados tópicos, vicisitudes del examen, detalles, sustos que pasaron, etc.; nuestra conversación se fue animando y reíamos a carcajadas; conforme las cervezas disminuían su nivel, el de alegría nuestro subía así como la desinhibición en el hablar, el reír... y beber; los Beatles cantaban Yesterday y luego El Submarino amarillo. La cerveza hizo sus efectos y pedí permiso para ir al baño. Luego que terminé me lavé la cara y en el lavamanos noté una brizna que inmediatamente reconocí como marihuana. Abrí el anaquel donde se guardan los utensilios de baño y allí encontré cinco cigarrillos de la yerba de esos que llaman "agujas", delgados y afilados en las puntas y que usualmente se preparan con la más potente de las clases de esta droga. Los tomé y los llevé al cuarto en que estaban los muchachos. Bebí un poco de cerveza y los miré con ceño adusto. Parecieron notar mi cambio de actitud, puesto que se miraron entre ellos y volvieron a observarme con caras inquietas. Estiré mi mano y la abrí mostrando los cinco pitos. Katty puso cara de espanto y se llevó la mano a la boca tapándosela, reprimiendo un asustado oh!; Eddie se incorporó, puso cara grave y balbuceó algo inentendible, tanto por las cervezas ingeridas como por el azoramiento del momento. Me pareció tan cómica la expresión de ambos estudiantes que estallé en una sonora carcajada que se prolongó lo suficiente como para que ambos se calmaran, respiraran hondo y de pronto todos estábamos riendo a mandíbula batiente, ellos nerviosamente y yo, en realidad, muy divertido.

Se abrazaron ambos a mí y mientras ellos reían yo los abracé a mi vez y les dije que eran unos chiquillos locos. Les iba a lanzar un discurso cobre las drogas pero me pareció ridículo hacerlo, por último yo había fumado suficiente marihuana en mi vida como para que volara un caballo; si bien ya no lo hacía desde hace siete años, aún me sentía incómodo cuando algunos colegas pontificaban sobre las drogas habiendo ellos corrido todas las carreras que pueden correrse. "Con qué moral", pontificaba yo a mi vez.

Hice una locura, tomé un pito para mí, y les di una a cada uno. Encendí el mío y el de ellos, que ávidamente lo aspiraron. Tosí, tosieron, tosimos. Al cabo de unos minutos los cigarrillos habían sido consumidos enteramente. Los miré sonriendo y algo se encendió en mí. Los chicos tenían los ojos de una brillantez pasmosa, reían suavemente y nos sentamos. Los Beatles susurraban alguna canción que no reconocí y cada nota era un flash luminoso; la risa de Katty se materializaba en el aire como cristales y la grave voz de Eddie sonaba en el infinito, parpadeando como fuegos artificiales. Ambos jóvenes canturreaban las canciones de los muchachos de Liverpool y los sentía lejanos, pero potentes. De pronto Katty se incorporó y empezó a bailar, su atrevido escote y su tentador pantalón ajustado delataban unas inquietantes formas femeninas de gran atractivo. El cuerpo de Katty de contorneaba al ritmo de la música y reía. Declaró estar maravillosamente mareada y a mil metros del suelo. Eddie la contemplaba. Yo miré el entorno y todos los cuadros y chillones cojines me parecieron joyas exquisitas. La muchacha se sentó junto a Eddie y suspiró, éste la abrazó.

En algún momento me llevé las manos al cuello y los hombros y me los sobé puesto que me dolían bravamente por tensión, malas posiciones al sentarse, etc. y los efectos de la droga parecían acentuar estas sensaciones. Eddie, dijo que ahora me haría aquellos masajes que yo le había rechazado hace tiempo atrás. Recordé que en una oportunidad hice el mismo gesto sentado frente al computador y el muchacho me empezó a masajear los hombros. En la ocasión lo rechacé casi groseramente y le dije que no hiciera tal cosa.

Ahora, con varias cervezas en el cuerpo y un porro, además de ya terminado cualquier proceso académico, acepté. Katty, a su vez, dijo que también participaría de esa práctica aduciendo que si uno haría bien, pues dos haría dos veces mejor. Ambos se acercaron y acomodaron algunos cojines en el centro del cuarto, un poco torpemente, lo que me hizo reír. Me tendieron boca abajo, acomodaron mi cabeza en un cojín, pusieron mis brazos a los costados y ambos, al unísono y arrodillados a mis costados, empezaron a masajearme suavemente el cuello y los hombros, alternándose para presionar diestramente en las doloridas superficies. Mi cabeza quedó entre sus rodillas. Cat Stevens empezó a cantar pidiendo té para el labrador.

Cada movimiento de los chicos en mis hombros y cuello era un estallido de luz, color, formas de incomparable belleza y armonía. Los sentía canturrear y yo me relajaba cada vez más con las prácticas de estos chicos. Dejaron de susurrar las canciones y las manos de ambos se fueron aquietando, hasta que cesaron todo movimiento pero aún apoyados sobre mi cuerpo.

Me di vuelta boca arriba para protestar por la interrupción y desde mi perspectiva los vi que se besaban apasionadamente. El amplio peto de Katty dejaba ver limpiamente sus pechos aplastados por el torso de Eddie. Un ramalazo de pasión me sacudió entero. El relajamiento que había obtenido desapareció súbitamente y fue reemplazado por un poderoso deseo que me prefundió desde la cabeza a los pies.

El prolongado beso de los chicos era de gran poderío erótico para mí que los contemplé largamente y de pronto, ya perdida toda capacidad de control y con una calentura loca, pasé los brazos entre las piernas de los muchachos y les toqué el trasero; se los empecé a acariciar limpiamente, sin ninguna oposición por parte de ellos; es más, abrieron un poco más sus respectivas pierna y así tuve acceso a ambos culos, el de Katty y al de Eddie, al unísono. Los sentí gemir a ambos. Una violenta erección se enseñoreaba en mi entrepierna. El redondo trasero de Katty era una maravilla, sin bragas podía sentir toda su redondez. El culo de Eddie era tanto o más excitante que el de la muchacha y no sentí mayor diferencia en ellos. Los destellos de luz no me abandonaban y eran muy estimulantes.

Los muchachos, concertadamente se tomaron de la mano y fueron tocando mi pecho y bajaron hasta mis pantalones. Sacaron mi camisa de entre ellos y acariciaron mi vientre, hurguetearon mi ombligo y, en tanto uno retiraba mi cinturón, el otro, bajó la cremallera de mi pantalón vaquero. Mi pene había crecido hacia un lado y luchaba tenaz e incómodamente aprisionado entre mis slips. Ambos, tomados de la mano, se dieron a la tarea de acomodarlo y de acariciarme, tocaban mi polla y mis bolas. La suave mano de Katty se aferraba firmemente al cetro y Eddie acariciaba suave pero decididamente mis testículos. Este último, tomó los bordes de mi pantalón y empezó a tironearlo hacia abajo; Katty, en medio del ya larguísimo beso que se daban, tomó a su vez mi pantalón y juntos me lo retiraron hasta las rodillas, yo completé la tarea, despojándome de los tenis y de mi pantalón, así como de mi ropa interior. Quedé en semi bolas frente (o entre, en realidad) a los chicos. Pensé que no podía ser así y estaba "semi" por que me quedaba la camisa puesta.

Decidí "ponerlos al día" y desabroché los vaqueros de Eddie, bajé la cremallera, quedó sólo con su ropa interior, ajustada en la que sobresalía su báculo. Empecé a bajar los pantalones de Lycra de Katty y lo hice hasta las rodillas de la chica; pude ver su vello púbico, liso oscuro y humedecido entre sus piernas. Volví a tocar los traseros de mis estudiantes, bajé los slips de Eddie y quedaron ambos culos desnudos para mis ansiosas manos que los recorrieron en toda su extensión. Las redondeces percibidas por mis manos, patrocinada la sensación por la yerba, eran exquisitas, sensualísimas; cerré mis ojos y podía ver mis manos deslizándose por esos traseros lampiños; lo sentí indescriptible. Los chicos dejaron de besarse y sentí que Katty decía "¡oh, doc!, ¡oh, doc!" y Eddie movía su pelvis suave y rítmicamente acompañando cada movimiento con un suspiro jadeante, al mismo tiempo que tomaba francamente mi pene y Katty me agarraba los testículos. Me sobajeaban suavemente, Eddie me movía el pene rítmicamente. (Cat Stevens preguntaba repetidas veces "¿dónde juegan los niños?")

Eso fue algo que en mi produjo una vivaz tensión; sentir sus voces susurrantes despertó en mí un deseo mayor, si cabe, de lo posible. Acuciado por el deseo empecé a acariciar con el canto de mis manos el medio de sus culitos pudiendo palpar los respectivos agujeros que se me ofrecían tan dadivosamente. Continué con acariciarles sus anos con los respectivos dedos medios de mis manos, empujándoselos suavemente hacia dentro. Ambos chicos, se desesperaron con esta práctica y empezaron a responder a mis maniobras con un rítmico movimiento de caderas. La rajita de Katty se continuaba hasta su vulva y hundí mis dedos en su vagina, sintiendo una calidez extrema y una humedad pasmosa. De Katty se escapó un profundo suspiro cuando le penetré su concha con mi dedo y se abrió aún más de piernas, su pantalón en las rodillas le impidieron abrirse mas. Me bañé los dedos en esta humedad y nuevamente toqué el ano de Katty, hundiendo suavemente mi dedo en él. Entró suave; la chica respondió con un profundo gemido que interpreté de placer. Hice lo mismo con mi otro dedo medio de la mano que se ocupaba del ano de Eddie, lubricándolo en la concha de Katty y, acariciándole de nuevo el agujero a Eddie, se lo hundí también en esa cuevita. Tenía a ambos críos ensartados por sus culitos con mis dedos. Eddie, con la mano libre que le quedaba, se abrió un poco más y mi falange penetró aún más en sus entrañas. Lo mismo hizo Katty y a ambos, los empecé a sodomizar profundamente.

Pareció que esto le provocó una furiosa necesidad de hacer algo más que ser follados por sus respectivos culos y ambos, al unísono se abalanzaron sobre mi pene, la primera en llegar fue Katty que lo engulló enteramente, lo sentí en su garganta, recorrió tres o cuatro veces sus suaves labios, su húmeda lengua, aquello era más de lo que mi sensación podía aguantar y gemí con cada gloriosa entrada en la deliciosa boca de Katty. Eddie luchó con ella y a su vez se tragó mi pene, de un viaje... sin un titubeo. Lo sentí profundamente encajado en la garganta del muchacho; nuevamente tuve la impresionante sensación de una cópula que más que real era alegórica. Pensé que Fidias podría habernos esculpido, que el Dante pudo habernos cantado y Botticelli retratado. Cat Stevens preguntaba a lo lejos, y por última vez, dónde jugaban los niños.

Aún los sodomizaba con mis dedos; lo saqué del hermoso culo de Katty, la tomé de la cabeza y la besé apasionadamente, en tanto Eddie se daba a la asombrosa tarea de chuparme el pene con una deleitable fruición. Katty se sacó definitivamente su peto blanco y suelto, además de su pantalón y quedó desnuda, sólo con unos calcetines puestos. Yo volé mi camisa... y también me saqué los lentes (ridículo debí haberme visto). Eddie, se sacó sus pantalones y siguió en algo que a él le resultaba muy grato. De hecho empece a percibir que recorría con su lengua toda la extensión de mi verga, deteniéndose en la base del glande, en mi meato... eso era enloquecedor. Freddy Mercury decía que "Nothing really matter to me..." y Brian May rasgueaba la guitarra.

Mi corazón latía violentamente. Besé a Katty una vez más. Cerré los ojos para sentir mejor su boca, e inspirado por la actividad de Eddie, la recorrí con mi lengua en toda su extensión, la comisura de sus labios, sus dientes, sus encías; Katty cerró su boca y extrajo su lengüita como lo hacía a veces bromeando (sólo que ahora en serio) y pude sentir la punta de ese caliente pedazo de carne el que succioné salvajemente; la muchacha gimió en mi boca. Eddie dejó de lamerme, en su movimiento se salió mi dedo de su ano, y lo sentí acercarse y abrazarnos; ambos se agarraron tenazmente de mi vara en tanto yo metía mi mano en el coño de Katty y tocaba el culo de Eddie, el que se acercó apretándose a mí, pudiendo percibir la dura verga del joven a mi costado, lo sentí moverse rítmica y suavemente contra mi cadera.

Con mis ojos cerrados podía sentir como la muchacha me besaba las mejillas, volvía a mi boca, me besaba metiendo su lengua muy adentro de ella; sentí decenas de besos, prolongados, cortos, suaves, salvajes, gemidos, apretujados, era una orgía de mi boca y de Katty. Abrí los ojos en tanto recibía un beso fuerte y me percaté que Eddie en realidad tenía aplicada su boca en la mía y succionaba mi lengua suavemente. Me sorprendí grandemente, no me había percatado que los había estado besando a ambos alternadamente. "...Nothing really matter to me..." Mercury declaraba en el fondo. En ese momento tampoco me estaba importando a mí. Sólo me dejé llevar por esta tremenda e inmanejable sensación de voluptuosidad y placer. Atraje a la muchacha a nuestras bocas y ahora sí hicimos una orgía de lenguas y labios y saliva...

La chica empezó a bajar con su boca por mi cuello y pecho. Yo abracé a Eddie lo puse de espaldas y, besándolo siempre, tomé su polla. Se la acaricié a lo largo y a lo ancho. La percepción de tener una pija en mis manos fue sensacional. La bisexualidad se me presentó en pleno, sin complejos, tapujos ni inhibiciones. Estos chicos eran hermosos.

Katty llegó hasta mis caderas lamiéndome, podía sentir su lengua recorriéndome. Siguió por mis nalgas y se metió en mi culo, le facilité la tarea abriendo las piernas y la muchacha llegó hasta mi ano con facilidad y empezó a lamérmelo deliciosamente. Oh!, Eso era glorioso, jamás había tenido tal experiencia y me pareció asombrosamente exquisita. Mi calentura llegó a límites nunca antes alcanzados. Mi pene saltaba al mismo tiempo que el de Eddie que, evidentemente, estaba tan cachondo como yo.

Eddie, besándome interminablemente, se giró dándome la espalda, sus prácticas de yogui le permitían besarme y darme la espalda. Acercó su culo a mi verga. Katty, se acercó a mi pija y la chupó largamente, luego besó el ano de Eddie, también prolongadamente, tomó mi polla y la puso directamente en el orificio de su compañero. Yo empujé, y mi báculo se fue adentrando lentamente en el recto de mi joven estudiante. Comprendí que Katty nos había lubricado las correspondientes partes en juego facilitando la tarea para su amigo y para mí. Lo penetré profundamente, entero, hasta la base de mi pene, sentí que sólo mis bolas quedaron afuera; el joven se sumió en un largo y gimiente oooh! que duró tanto como me demoré en depositar entera mi verga. El interior de Eddie era cálido, palpitante, apretado; lo tomé de las caderas y lo hinqué, le empecé a bombear muy suave; podía sentir como su agujero se contraría rítmicamente en torno a mi verga. Katty se aplicó a la polla de Eddie y mientras yo me lo follaba, la muchacha le mamaba la pija. Nuevamente pensé que Fidias debería hacernos en mármol.

Conforme me iba follando al muchacho lo iba haciendo con más fuerza; Eddie, lanzaba unos prolongados aaah! cada vez que iba dentro de él y cuando se lo extraía, otro tanto. La sensación de orgasmo que empecé a tener era casi incontrolable. Decidí detenerme y dejé mi polla dentro del culo de este Efebo. Se lo fui retirando lentamente, me fui saliendo de él, y pude sentir todo su recto, todo su dilatado y acariciante esfínter anal a lo largo de toda mi pija.

Cuando estuve fuera quedé jadeando tratando de controlar todo esa potencia que estaba en mí. Los muchachos se besaron y me miraron, empecé a tocar a Katty, cada redondez de sus pechos y sus sonrosados pezones eran un estímulo acrecentado por las sensaciones exacerbadas de aquella yerba. Llegó mi turno de besarla y lo hice suavemente, se la quité de los brazos a Eddie y la tumbé de espaldas, abriéndole las piernas. Empujé al muchacho sobre ella y, cogiéndole el grueso pene, lo dirigí a la abierta y húmeda vulva de la chiquilla. La muchacha, al sentirse penetrada, gimió de placer y tuvo un vigoroso orgasmo no más Eddie la ensartó completamente. Contemplé como el chico la follaba, lenta y suavemente y como la muchacha se movía desesperadamente bajo su compañero como una serpientita cogida en el aire. Abría la boca, movía la cabeza de lado a lado, apretaba los ojos. Alzó las rodillas permitiendo una penetración más profunda y tuvo aún otros orgasmos. El voyerismo era una nueva cosa para mí. Los Bee Gees cantaban las canciones a John Travolta para que bailara.

La chica, de pronto invirtió la posición, dejó a su compañero abajo y ella, de rodillas, se penetró de nuevo con la pija de Eddie y se dio a la tarea de moverse sobre él. El culo de Katty quedó expuesto, podía ver su conchita ensartada por el báculo de Eddie y su ano, distendido, rosado... fue de locos para mí. Me acerqué por detrás de la chica y ahorcajándome entre la piernas de Eddie tomé ni verga y la puse entre los sonrosados cachetes del culo de mi estudiante, empecé a metérsela lentamente, Katty facilitó enormemente la tarea al abrirse las nalgas. Entré en un estrecho, húmedo, cálido, acogedor lugar, el túnel de Katty. Pude sentir la verga de Eddie en la vagina de Katty; la teníamos doblemente penetrada, la chica dijo "¡ah, es mi primera vez por ambos lados"; estar en dos culos distintos en menos de 15 minutos (¿o hace ya quince horas?) era más de lo que había soñado en mis más eróticos sueños húmedos.

La muchacha nos repletó de generosos orgasmos y decía "mis preciosos, mis preciosos". Su ano latía furiosamente apretándome la verga deliciosamente con cada oleada de orgasmo que la alcanzaba. Neil Diamond hablaba algo de "red wine" en una cálida noche de agosto de no se qué año.

Sacamos nuestras pollas al unísono del culo y coño de Katty, la que se tumbó acezando.

Me quedó Eddie frente a mí, yo entre sus piernas que las tenía abiertas, su pene delirantemente erecto, saltando en el aire, con los ojos fuertemente cerrados. Yo estaba arrodillado; cogí su pene y empecé a movérselo rítmicamente, el muchacho gemía. Pensé que debía recompensarlo por sus favores previos y... algo que jamás habría hecho, me puse su gran verga en mi boca, lo mamé tragándomelo entero, hasta la base. Empecé a metérmelo y sacármelo de la boca, suavemente, prolongando cada movimiento, haciéndolo todo lentamente; el chico estalló, un potente chorro de caliente y viscoso líquido alcanzó mi garganta; tres, cuatro y hasta cinco veces el pene de Eddie se movió espasmódicamente descargando el contenido de sus bolas en mi boca al tiempo que de su garganta salían roncos gritos. Lo tragué todo. Le seguí mamando la pija hasta que se ablandó y se la dejé limpia, sólo con mi saliva. Seguí chupándoselo, esto de chupar un pico era una sensación, nueva, deliciosa, delirante. El vigor joven del muchacho empezó a responder a mi persistente chupada y prontamente tenía en mi boca un glorioso y encendido barco que hacía entrar y salir de mi dándome una sensación de calentura inimaginable. El muchacho se incorporó acomodándose de tal manera que pronto estábamos haciendo un 69 inigualable. Katty, que al parecer le gustaba lamer anos arrugaditos, me empezó a lamer mi lugar más secreto y adentró su lengüita en mi orificio. La mamada que me daba Eddie, la mamada que yo le daba a él y el que me chuparan la raja era algo que jamás olvidaré.

Los acomodé a ambos boca abajo, les junté sus culos y los abrí de piernas cuanto pude, los chicos se empezaron a besar en la boca, yo empecé a lamerles sus culos, unos primero luego el otro, ambos habían sido penetrados por mí y sus esfínteres no recuperaban todavía su tono, mi lengua se adentraba muy bien en el agujero de Eddie y luego en el Katty, en el de Katty y luego en el Eddie. Inserté profundamente mis dedos en el coño de la muchacha y agarré la verga de mi compañero, a ambos los empecé a acariciar, a una dentro de su concha al otro a lo largo de su verga, en tanto les lamía su hoyos. Los suspiros de los chicos me animaban intensamente. La concha de Katty no s escapaba a mi ansiosa lengua y le lamía desde el coño hasta el hoyo, eso era delicioso.

Una vez que los lubriqué a ambos en sus culos con mi saliva, me acomodé sobre Katty y la penetré por su agujero, ninguna resistencia hubo para hundirme en ella. La chica se arrodilló dejándome todo su culo disponible, sus piernas muy abiertas. Eddie se acomodó detrás de mí y empezó a chuparme el hoyo, su lengua ingresaba en mi apretado agujero. La suavidad de su lengua y la evidente experiencia del joven hacían que el placer que me embargara no tuviera parangón. Evidentemente Eddie me estaba preparando y yo lo supe en cuanto lo sentí ponerse a mi espalda. Sentía que dejaba abundante saliva en mi agujero, a mi vez yo me follaba el de Katty. Sería mi primera vez. Eddie se incorporó y vino lo que yo esperaba, si bien sin ansia, con grandes expectativas; la gruesa y dura polla del muchacho se apoyó a la entrada de mi cueva y se adentró ligeramente en mí, me sorprendió lo fácil que entró su glande, me sentí abierto de par en par, sin dolor como temí, sólo deliciosamente abierto; el cetro de Eddie me penetró hasta lo más profundo de mis entrañas, la más deliciosa sensación que jamás había tenido.

El muchacho lo hizo suavemente, me tomó de las caderas, me agachó ligeramente y empezó a culearme lentamente, me sentía maravillosamente ensartado, era la sensación no describible de un poderoso báculo que entraba hasta lo más profundo de las entrañas, invadiéndome de una sensación exquisita y luego un retirarse para volver a la gloria de la nueva penetración. Poseído y poseedor de la chica a la que tenía ensartada a mi vez. Solo Eddie se movía dentro de mí y en cada empuje yo empujaba a mi vez a Katty. Ésta tuvo un potente orgasmo por su raja, sentí que mi poseedor se estremecía y que su verga crecía un poco y Eddie tuvo una segunda acabada dentro de mí. Me hizo tragar sus jugos por ambos lados. Las luces se hicieron intensas, Cat Stevens volvía cantar, ambos chicos acezaban, yo también. Eddie se salió de mí. A mi vez me salí de la chica, la puse de espaldas y la penetré en su coño, me moví furiosamente sobre ella, la chica, sin decir agua va empezó a acabar continuamente. La marihuana era un poderoso aliciente de las sensaciones orgásmicas. Me mordió, arañó, y gritó.

La dejé respirando rápidamente, tumbada, la piernas abiertas, la concha humeante de vapores. Me tendí de espaldas para recuperar mi aliento. Mi verga impúdicamente se lucía saltando como un pescado fuera del agua. Al parecer Eddie esperaba esta oportunidad porque se puso acuclillado y a horcajadas frente a mí y cogiendo mi verga con ambas manos se la puso en su agujero y se ensartó en ella hasta la raíz. Podía ver su distendido ano con mi polla dentro de él, el muchacho se movía sin piedad sobre ella y sentía que entraba y salía salvajemente. Katty, parece que ya recuperada, se metió la pija de su amigo en la boca. Eddie era culeado por mi verga y pajeado con la boca simultáneamente. Ese chico estaba en el paroxismo del placer. Tuvo un tercer orgasmo ese salvaje, la boca de Katty se desprendió del pene de Eddie y este salpicó al aire su esperma, mojándose él, descargando parte en la cara de Katty y en mi pecho. Yo le seguí bombeando después que el dejó de culearse en mi verga. Se lo sacó y quedó de rodillas.

Katty ocupó su lugar al lado de Eddie, poniéndose en la misma posición, me incorporé decididamente pues, evidentemente, me estaban ofreciendo su culos de nuevo. Desde atrás les "digité" el hoyo a cada uno. A quien primero penetré con mi polla fue a Katty, la hice retorcerse de placer, ella se empezó a masturbar, alcanzando no sé cuantas acabadas. Luego penetré a Eddie, me lo culeé lentamente, me encantaba pescarme a este chiquillo. Le agarré la verga y empecé a puñetearlo, el muchacho respondía con gemidos de placer.

Ya no aguanté más, salí del recto de Eddie, me puse frente a ellos y empecé a hacerme una feroz paja de cara a los muchachos que sin pérdida de tiempo se aplicaron a mamarme la polla; ambos tomaron mi verga con sus manos y empezaron a hacerme una increíble puñeta. Y acabé. Lancé mi esperma sobre las caras de los muchachos que me lamieron todo, pasaron sus lenguas a lo largo y ancho de mi pija, los restos de mi semen que quedaron en sus caras se los lamieron mutuamente y tomaron. Yo quedé paralogizado. Freddy Mercury volvía a cantar que en realidad nada realmente le importaba.

Estuvimos esa noche juntos, nos abrazamos, besamos, no supe cual de ellos besaba mejor pero ambos eran dos muchachos perfectos. Me enteré que ambos habían tenido fantasías conmigo, y que yo empezaría, hora, a tenerlas con ellos.

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