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Desafío de galaxias (capitulo 16)

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Con la batalla de Faralia en pleno apogeo, la atención de Marisol y del presidente Fiakro se centraron en Telesi 2. Telesi era un pequeño sistema de dos planetas sin soporte de vida en el confín de la galaxia: en el borde exterior. En el segundo planeta, se encontraban las instalaciones de un gigantesco astillero subterráneo de la época de la guerra imperial. Salvo los involucrados directamente, nadie, a excepción de Marisol, Anahis y el presidente, conocían el emplazamiento y lo que en él se hacía.

Como ya sabemos, el programa Ares se puso en marcha para abrir un portal propio en la galaxia de partida de los bulban, pero no consistía solo en eso, es un programa mucho más ambicioso. La intención de Marisol era instalar una base permanente al otro lado con capacidad suficiente para realizar operaciones contra objetivos bulban. Se había adaptado un transporte similar al Fénix para que actuara como centro de operaciones. Sus escudos eran más poderosos y sus sistemas de armas equivalentes a un crucero de la última gran guerra imperial.

Todo estaba preparado y para la ocasión, el presidente Fiakro y los principales cancilleres se trasladaron al cuartel general en Mandoria.

—El Ares está en línea, señor presidente, —informó Anahis cuando Marisol, el presidente y los dignatarios entraron en el centro de mando.

—Nos informan de que la apertura del portal es inminente, —continuo Marión.

—General, una pregunta, —dijo el canciller de Mandoria después de acercarse a su hija y darla un beso—. ¿Qué impide a los bulban destruir el portal en el momento de la apertura?… ¿O luego?

—Nada… si saben hacerlo, —contestó Marisol con sinceridad—. Por el momento no hemos visto armamento del tipo de nuestros cohetes Delta, o algún tipo de dispositivo nuclear, aunque sea de baja potencia… solo nos queda, como decimos en la Tierra: cruzar los dedos, —he hizo el gesto cruzándolos.

—En definitiva, podemos estar mandando a mucha gente a la muerte… —comenzó a decir el canciller.

—Todos somos voluntarios, señor canciller, —le interrumpió el general Esteban, comandante de la base Ares, desde la pantalla principal—. Incluso yo mismo. Buenos días a todos.

—Buenos días general Esteban, —respondió el presidente—. ¿Está todo preparado?

—Todo está preparado señor presidente. ¿Tenemos autorización para iniciar la operación cuando se produzca la apertura?

El presidente miró a Marisol que asintió con la cabeza—. La tiene, general, la tiene.

Unos minutos después, se confirmó la apertura del portal y su estabilidad. El general Esteban puso en marcha la primera fase que consistía en enviar por el corredor, un antiguo carguero comercial modificado, el Odiseo, en cuyo interior había 200 satélites armados de los encontrados en Petara, junto con 2.000 minas inteligentes de la misma procedencia. El carguero estaba programado para que soltara los satélites antes de que salieran del corredor mientras disminuía velocidad para que lo hicieran primero. Posteriormente, el carguero saldría al exterior y liberaría las minas que se situarían creando un perímetro defensivo a 30 Km del portal.

—Tenemos telemetría.

—El corredor se muestra estable.

—Es similar al otro, 578 metros de diámetro.

—El Odiseo está en velocidad constante. 71 billones de kilómetros por segundo.

—La velocidad es inferior a la esperada, —anuncio el ingeniero Camixthel—. Esperábamos más.

—¿Hay algún problema, ingeniero? —preguntó Marisol alarmada.

—No, no, mi señora, —respondió el ingeniero maradonianos tecleando en su consola con sus cuatro brazos—. Solo que tardara más en llegar.

—¿Cuánto más?

—Ahora mismo se lo digo, —seguía tecleando—. Cinco horas en total, mi señora.

—¡Mierda! Casi el doble de lo previsto, —exclamó Marisol apoyándose sobre la consola de Anahis con gesto preocupado.

—Solo tardaremos un poco más, general, —comentó en canciller de Mandoria.

—Con el debido respeto, señor canciller. Si con tres horas había mucho riesgo, con el doble, hay el doble de riesgo. Y le recuerdo que vamos a mandar a 2.000 tíos por ahí.

—Ingeniero, ¿es factible que tenga que ver con la velocidad de partida del Odiseo? —preguntó Marión mirando a la pantalla.

—Es muy posible, pero tenemos que estudiar los datos… pero lo cierto es que las naves bulban tienen mucha más velocidad punta que las nuestras. Por lo demás, todo esta dentro de los parámetros previstos.

—Mi señora, —intervino el general Esteban—. Mis oficiales y yo comprendemos su preocupación, pero seguimos dispuestos a ir.

— Ya contaba con ello, Paco, —le respondió con una sonrisa. Tenía amistad con Paco Esteban: de hecho eran amigos desde la infancia, desde los años del colegio y posteriormente coincidieron en la milicia de Nueva España. Después miro al presidente.

—La decisión es tuya, general. En lo que decidas, cuentas con mi total apoyo,—contestó el presidente y varios de los cancilleres asintieron.

—Mi señora, —intervino de nuevo el general Esteban—. Dadas las circunstancias, solicito permiso para partir en una hora.

—¿Quieres partir antes de establecer la avanzada?

—Sabes que ya era peligroso con una espera de tres horas, —respondió Esteban— mucho más con cinco horas. Si este plan falla, no habrá nada que les detenga por el otro portal.

—Si, pero…

—Nuestras vidas no son importantes Marisol, —la interrumpió con una sonrisa cariñosa— un puñado más en los millones que pueden morir.

—¡Joder! Paco.

—¿Te acuerdas del cole? Tu siempre dispuesta a partirte la cara con algún idiota del patio, o a defenderme del asqueroso ese que siempre se metía conmigo.

—Le rompí dos dientes en una ocasión, —dijo Marisol riendo.

—Y te castigaron una semana sin salir de tu habitación, —Esteban también reía—. Yo me autocastigué, y me tire toda la semana en tu habitación, contigo. ¿Qué años teníamos? ¿nueve o diez?

—Teníamos… once, —respondió Marisol pensativa.

—Tú sigues siendo la misma, y no cambies nena, no cambies, —y volviendo a su aptitud militar, añadió—. Mi señora, tú decides.

Marisol miró a Loewen que asintió con la cabeza, igual que hizo Clinio cuando le miró. Marión no levantaba la cabeza del terminal y Anahis disimulaba haciendo que hablaba por su comunicador. Finalmente, miro al presidente que afirmo rotundamente con la cabeza.

—General Esteban, de acuerdo, puede partir.

Con cinco horas de espera por delante, el presidente y los dignatarios se retiraron de la sala de control para atender sus asuntos. Marisol, permaneció en su puesto manteniendo la calma como podía. Paseaba por la parte trasera del control, consultaba los terminales, incluso daba palmaditas en la espalda al “novio” de Marión. Los datos de la telemetría, tanto del Odiseo como del Ares, llegaban en una cascada constante.

—Mi señora, el Ares viaja más rápido que el Odiseo, —informó desde Telesi 2 el ingeniero Camixthel.

—¿Cuánto más?

—Según nuestros cálculos, llegara cuarenta minutos por detrás del Odiseo. Podemos confirmar la hipótesis de la general Marión, tiene que ver con la velocidad de partida

—¿Habéis informado al Ares?

—Si mi señora, tenemos comunicación constante con ellos, —respondió Camixthel.

Marisol se acercó por la espalda a Marión y la paso la mano por el hombro, apretándoselo—. Eres hasta útil… aunque en ocasiones te escondas y me rehúyas, —susurro al oído inclinándose ligeramente.

—Lo siento, Marisol, —respondió con los ojos brillantes— no puedo tomar decisiones que pueden suponer la muerte de miles de personas. Mándame al frente y combatiré como todos…

—Y con quien me voy a meter entonces, —y Marisol con una sonrisa afectuosa la acaricio el pelo. Miro a Anahis que estaba al lado y estaba un poco “mosca”, y añadió—. No te preocupes mi amor, a Marión la gustan las pollas gordas… muy gordas.

—¡Marisol, por favor! No es el momento, —exclamó susurrando roja como un tomate—. ¿Por qué no te vas a comer algo? Quedan tres horas para llegar.

—Esa es una buena idea, —dijo Anahis llamando a un sustituto y levantándose de la consola—. Anda vamos… general, no creo que Marión sobreviva a tres horas metiéndote con ella, —la cogió de la mano y tirando de ella con suavidad la sacó de centro de mando.

Llevándola de la mano, llegaron a la puerta de la habitación que compartían.

—Voy a por algo de comer, —dijo Anahis acariciándola la mejilla con una sonrisa—. No tardo. Cuando vuelva, te quiero ver metida en la cama. ¿Estamos?

—Nena, no es momento…

—¿Qué si estamos?

—Si, sí. ¡Joder! Que mandona.

Cinco minutos después, Anahis regreso con una bolsa de plástico de la mano y Marisol ya estaba en la cama y desnuda. Se sentó en el borde, saco un sándwich de la bolsa y se lo dio junto a la botellita de agua.

—Lo siento mi amor, —dijo Anahis riendo— pero solo había sándwiches de “materia extraña” en el catering. Los políticos han arrasado con todo.

—Si logramos tener algún día libre, vamos a ir a mi pueblo, —dijo Marisol mordisqueando su sándwich—. ¡Vas a flipar! Mi madre te va a cebar con cosas ricas, y no con cosas de estás, bajas en calorías que coméis por aquí.

—¿Quieres que engorde?

—¡Coño! Que llevo toda la vida comiendo chorizo, y morcilla, y panceta, y muchas más cosas… y no estoy gorda.

—No sé nena, yo no estoy acostumbrada a comidas tan fuertes.

—¡Tonterías! Le diré a mi madre que te haga unas fabes, o un cocido. Te vas a tirar unos pedos que se te va a quemar hasta la cola.

—¡Yo no me tiro pedos! —exclamó Anahis con el ceño fruncido.

—¡Uy que no! La otra noche. Estabas en el baño y lo oí desde la cama… y tenias la puerta cerrada.

—¡Pero estaba sola!

—Pues menos mal. Si llego a estar a tu lado me sacas de la cama.

—¡No sigas! —replicó muy seria.

—¡Pedorra!

—¡Uy! ¡Pues ahora veras! Te la has ganado, —exclamó Anahis. Dejó su sándwich sobre la mesilla y quitando el suyo a Marisol se abalanzó sobre ella. La agarró por los costados y se puso a hacerla cosquillas. Marisol chillo y forcejeo en un primer momento, pero finalmente se abandonó en una risa histérica e incontrolada. Sus labios se encontraron cuando Marisol se tranquilizó y sus lenguas pelearon con pasión mientras con la punta de la cola, Anahis acariciaba la vagina de su amada presa.

—Quitate la ropa, —susurro Marisol.

—No quiero.

—¡Pues entonces… !

—Pues entonces, ¡qué! —exclamó Anahis introduciendo la punta de la cola en la vagina de Marisol dejándola sin habla. La siguió morreando mientras notaba como el cuerpo de su amada se estremecía entre sus brazos. Notaba como su agitación aumentaba hasta que finalmente, su cuerpo se crispó entre sus brazos y la forzó un orgasmo que la hizo gritar.

—¡Eres mala! —exclamó Marisol mientras la mantenía abrazada—. Quiero comerte el chochito, ¿por qué no me dejas?

—¿Y si me tiro un pedo? —respondió Anahis riendo—. Además, es mejor que duermas un poco. Me da que las próximas horas van a ser intensas.

—No voy a poder dormir.

—Que si, que yo me quedo contigo.

—¡Joder!, pero vestida.

—¡Nos ha jodido!, si me quito la ropa es cuando no duermes. Que te conozco.

Antes de regresar al centro de mando, pasaron por el catering donde pillaron unos bollos.

—No entiendo como no engordas, —dijo Anahis con el ceño fruncido—. Te inflas a bollos, y yo lo hago con solo con mirarlos.

—¡Qué exagerada! —respondió mientras con sus bebidas salían hacia el centro de mando. Marisol, con su café negro, y Anahis, con sus tes mandorianos, uno para ella, y otro para Marión.

—¿Cómo estamos? —preguntó Marisol cuando entró en la sala.

—A 30 minutos para que llegue el Odiseo, —respondió Marión sonriendo a Anahis cuando la puso el té encima de su consola antes de sentarse en la consola junto a ella.

—El Ares está 45 minutos por detrás, —informó Anahis tras consultar su consola—, y ganando terreno. Como ya preveíamos, tenemos un retardo en las comunicaciones de 12 segundos.

—Enhorabuena Anahis, —dijo el ingeniero Camixthel desde el control de Telesi 2—. Como pasó en la zona de Karahoz, estamos recibiendo cantidades masivas de energía mística a través del portal, mucho más desde que el corredor se ha establecido. Su interpretación del Manuscrito ha resultado ser exacto. No había tenido oportunidad de decírselo.

—Gracias ingeniero, —respondió Anahis un poco azorada mientras su padre se hinchaba de orgullo y recibía la silenciosa felicitación del presidente con una palmada en la pierna.

Esa media hora fue interminable. Marisol, paseaba por detrás de sus dos amigas, incapaz de estar sentada en su sillón.

—30 segundos para desplegar los satélites Petara, —dijo Marión mientras los últimos dignatarios entraban en la sala y ocupaban sus asientos—. El Odiseo abre portones y reduce velocidad.

—Los Petara en vuelo autónomo, —Anahis seguía consultando su consola—. Salimos del portal en: cinco, cuatro, tres, dos, uno, estamos fuera.

—Recibimos telemetría… y tenemos imagen, —en la pantalla principal apareció una imagen que recogía un planetoide próximo en el ángulo superior derecho.

—Los sensores detectan múltiples contactos, —dijo Marion operando su terminal—. Son naves bulban… iguales a las que operan aquí. Distancia al portal 300.000 Km.

—Son 426, —apunto Anahis—. Los Petara se despliegan y adoptan la configuración de defensa.

—El Odiseo está fuera del portal y lanza las minas, —informó Marión.

—Las fragatas bulban mantienen la posición.

—Parecen temerosas, —razono Marisol—. Deben temer otro ataque con los Delta. No se fían: en ese ataque perdieron muchas naves.

— Los Petara, las minas y los satélites de vigilancia, han ocupado sus posiciones, —dijo Marión—. Establecido perímetro defensivo a 50.000 Km.

—Cuatro naves enemigas avanzan hacia el portal. Se aproximan al perímetro defensivo.

Las cuatro fragatas bulban se aproximaron y abrieron fuego contra los satélites. Los escudos defensivos absorbieron los primeros impactos y comenzaron a esquivar los siguientes disparos. Otro grupo de satélites, abrieron fuego contra las naves bulban atacantes que no soportaban la potencia de los impactos y estallaban con fogonazos descomunales.

—Las cuatro naves han sido destruidas. La flota bulban mantiene posición.

—El Ares a dos minutos.

—Ingeniero Camixthel, ¿seguro que no podemos meter mano a esa tecnología? —preguntó Marisol.

—En estos meses no hemos podido ni siquiera entrar dentro de sus sistemas. Su blindaje exterior es un monocasco de una pieza, sin paneles o compuertas de accedo. La artillería, los sensores y los emisores de escudo están integrados en ese monocasco de tal manera que no se pueden desmontar, y la energía la captan a través de la coraza. No tenemos ni idea de cómo funciona.

—¡Hay que joderse! —exclamó Marisol—. Con esa tecnología los pulverizaríamos.

—El Ares está fuera del portal. Despliega sistemas.

—Lanza escuadrones y activa armas.

—El enemigo mantiene posición.

Durante más de una hora, los bulban permanecieron a la espera. Finalmente, un grupo de cincuenta naves comenzó un ataque contra el flanco derecho protegido por las minas. Intentaron pasar con ímpetu, pero sus blindajes no aguantaron las explosiones y fueron drásticamente diezmadas. Otro grupo sustituyo al primero y ataco la zona de minas, aunque está vez los Petara maniobraron para cubrir a las minas disparando con sus cañones de protones.

Durante seis horas, los ataques se sucedieron hasta que finalmente, medio centenar de naves enemigas se retiraron definitivamente de la zona.

—Entra una comunicación del general Esteban, —dijo Anahis.

—Mi señora, hemos consolidado las posiciones y el enemigo se retira. Las patrulleras están operando a 400.000 Km.

—Enhorabuena, general. Buen trabajo.

Durante varios días, las naves enemigas no aparecieron por la zona. El general Esteban tuvo que emplear parte de sus naves en despejar de escombros el flanco derecho de su defensa. El Odiseo regresó a Telesi 2 donde fue reabastecido con minas, transbordadores y lanzaderas, para regresar junto al Ares.

La base permanente en la galaxia enemiga, se había establecido.

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