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Patricia cuenta su historia

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Antes de contarles como me transformé en la maestra sexual de mi familia, les diré que no es necesario ser una diosa infernal para lograr coger.

En mi caso particular, soy una chica más, una chica del montón.

Mi nombre es Patricia, tengo 19 años y a pesar de mi corta edad ya logré que mi pequeña familia se descontracturase, en lo que a coger se refiere.

Esto no es obra de que ellos sean unos pervertidos o yo una puta sino de deseo, deseo que muchas veces se sepulta bajo el manto de que es prohibido, que está mal, que es tabú.

Es cierto que yo comencé mis lides sexuales a los 18 años, tal vez vieja para algunos, tal vez joven para otros, no lo sé, solo sé que a esa edad tuve realmente deseos de estar con un hombre.

Si bien ya en mi pre adolescencia me desarrollé mucho físicamente, esto no llevó que mi deseo sexual se desarrollase de la misma manera.

Sí, me masturbaba pero no mucho más que mis compañeras cuyos cuerpos no se inflaron tanto como el mío, aunque a decir verdad solo creció de la cintura hasta el cuello, pues si bien a los 18 años ya tenía que utilizar corpiños talle 100 mis medidas eran 100 – 59 – 82, es decir tenía mucho busto pero nada de culo.

Soy petisa 1,54 de estatura, morochita, de pelo negro y ojos marrones. Solo sobresalgo por mis tetas.

Como ven no soy gran cosa, pero…

A los 18 años me enamoré de un chico 2 años mayor que yo, amigo de mi hermano.

Él, si bien babeaba viéndome las tetas, tenía una novia de su edad y no me daba más bolilla que la que se le da a la hermana de un amigo.

Yo sabiendo que él estaba embobado con mis tetas, las hacia sobresalir más, trataba que estuviesen siempre frente a sus ojos, pero él no avanzaba más.

Un día vino a buscar a mi hermano y como él no estaba, estaba solo yo en casa, pues mis padres estaban trabajando y mi hermano se había ido a estudiar a casa de otro amigo, se iba a ir, pero lo convencí de que tomáramos uno mates, por lo que preparé todo y nos fuimos al patio trasero de mi casa.

Yo, a propósito, me senté frente a él, pues de esa forma podría mostrarle mucho mejor mis pechos.

Después de los primeros mates noté que sus ojos no solo se dirigían a mis tetas, sino que lo hacían también a mi entrepierna. Ahí me di cuenta que lo que él intentaba hacer era verme los calzones pues mi vestido, si bien no era muy corto se había subido lo suficiente como para que, tal vez, se me pudiese ver algo, aunque en realidad nada se me veía.

Sabiendo lo que intentaba, sutilmente, comencé a abrir mis piernas como para que pudiese ver algo.

Entre la apertura de mis piernas y el movimiento de mi culo, tratando de acomodar algo que estaba perfectamente acomodado, se me comenzó a ver algo de mi bombacha, supuse, pues sus ojos ya era más el tiempo que pasaban en mis piernas, entrepiernas estaría mejor decir, que en mis pechos.

Él se la pasaba hablando de su novia, y yo para que ella dejase de estar en su cabeza, trataba de llevar la conversación hacia otros sitios, no obstante siempre ella aparecía, por lo que decidí ver si introduciendo el tema sexual la cosa cambiaba; de allí que le comenté que yo aún era virgen y él me contó que ya no lo era gracias a… su adorada novia.

Mi idea era que me cogiese, por lo que debía desviar su atención de su novia y dirigirla a mí, y la mejor forma de lograrlo era mostrarle lo que podría obtener conmigo, lo que yo poseía y podía ser suyo, pero para ello debía lograr que dejase de pensar en ella y lo hiciese en mí, por lo que sabiendo que los hombres solo tiene sangre para una cabeza, por lo cual si esta se encuentra en la cabeza del choto, no les llega a la superior le dije que iría a calentar un poco más el agua del mate, por lo que fui a la cocina y mientras la calentaba un poco, hice lo que realmente me motivó a dejarlo solo en el fondo, es decir sacarme la bombachita.

Así, sin bombachita, aunque a simple vista esto no se notase, con el agua caliente y yo mucho más caliente, volví al fondo y mientras él cambiaba la yerba, con la excusa que estaba muy baja, me senté en una silla. Eduardo, que es el nombre del amigo de mi hermano, con el pretexto que él estaba bien, se quedó sentado en el piso, la realidad era que de esa forma quedaba a la altura justa para ver perfectamente mi bombachita. Eso creía él pero… yo ya me la había quitado, ji ji ji, por lo que cuando al tercer mate mis piernas se abrieron, dejándole ver mi concha, casi se tragó la bombilla.

Eso sirvió no solo para que su vista no se despegase de mi vagina, sino también para que cada vez nombrase menos a Nadia, su novia.

Eso, unido a la carpa que se le comenzó a formar, me indicó que ya cada vez más sangre estaba en la cabeza del centro del cuerpo y menos en la superior, haciéndome sonreír, interiormente, pues estaba logrando mi objetivo “tratar que Eduardo me tuviese a mí como novia en lugar de a Nadia”.

En un momento dado la conversación fue:

—Dicen que la primera vez duele

—No. Bah creo que no, por lo menos a mí no me dolió.

—No boludo, a ustedes no, a nosotras.

—Ah, sí, algo les debe doler, pero si el hombre las trata delicadamente, ese pequeño dolor pasa rápido.

—Sí, ¿Cómo sabes?

—Porque Nadia, - ¡Que boluda! ¡Había hecho que la volviese a traer a la conversación!,- así me lo dijo.

—Ojala consiga un hombre que me trate delicadamente.

—¡Seguro lo vas a encontrar! ¿Por qué no?

—Porque no todos son como vos.

—Yo no soy gran cosa.

—Para mí, sí.

—¿En serio?

—Sí, ¿Por qué te crees sino que me encanta estar contigo?

—¿Te gusto?

—¿A vos que te parece? ¿Qué lo único que quiero es esa cosota que tenés entre las pierna?

—¿Cómo sabes que es una cosota?

—Porque se te despertó y hace un rato que te la miro ¿No te diste cuenta?

—No, estaba mirándote la concha

—¿Cómo antes me miraste las tetas?

—No, con más detenimiento porque la cajeta te la veo toda ya que no tenés bombacha.

—Sí, me la saque cuando fui a calentar el agua.

—Me di cuenta.

—Ya lo sé. Vi cómo me mirabas la bombacha y me calenté más de lo que estaba.

—¿Estabas caliente?

—Sí, ¿Por qué te crees que te mostré la bombacha?

—¿Para que yo me caliente?

—Sí, quiero darte todo de mí.

—¿Querés coger?

—Si así se llama, el que me desvirgues, el que me hagas tu hembra, el desear tener tu pija dentro mío, Sí.

Al escuchar esto se paró, y su bulto quedó a la altura de mis ojos, tuve deseos de verlo, pero él me tomó de los hombros y me hizo parar y me dio un beso. Eso ya lo había hecho por lo que no me quedé quieta y se lo respondí haciendo que nuestra lenguas se enroscasen, que la mía recorriese toda su boca y luego de un instante interminable que separasen mis labios de los suyos y le mordiese suavemente su labio inferior, para luego de mirarlo a los ojos volver a unir mi boca con la suya en otro cruce de lenguas.

Me pareció que habíamos pasado horas besándonos de esta forma cuando sentí sus manos acariciarme el orto. Sentir su piel sobre mi piel hizo que me mojase y me apretase más a él.

Debió sentir que estaba caliente, pues sus manos pararon de mi culo a acariciarme la cintura, por debajo de la remera, para ir subiendo por mi columna hasta llegar a donde está unido mi corpiño y luego de desabrocharlo pasar sus manos para adelante y tocar mis tetas.

Dejó de sobármelas con la mano izquierda y la utilizó para subirme la remera, quedándome esta enroscada en mi cuello, dejándole una vista de mis grandes tetas, tetas que comenzó a besar, a chupar, a gozar.

Aunque si él estaba gozando yo lo estaba más y lo estaría más cuando tuviese dentro de mí, su verga, verga que sentía a través de su ropa.

Unió mis tetas con sus manos y llevó su boca a que comiese mis pezones, pezones que sentía que estaban duros como roca, duros como me imaginaba que estaría su verga, por lo que sin medir las consecuencias aunque sabía lo que vendría, la comencé a acariciar por sobre su pantalón, para unos instantes después, desabrochándole el mismo y bajándoselo, junto con el calzoncillo, hacerlo directamente, sintiendo su tibieza en mi mano.

Me imaginé que ahí me la ensartaría, ¡Pero no!, hizo fuerza con sus manos sobre mis hombros hasta que quede hincada frente a él.

Tenía su verga frente a mí.

Fue la primera poronga que vi y Eduardo, el dueño de aquel mástil que apuntaba hacia el cielo y que me pareció colosal, tanto en largo como en grueso, aunque después de haber conocido otros sé que era normal, un tamaño estándar que se dice, comenzó a golpearme con él la cara. Supe, por las películas que tenía escondidas mi hermano, que quería que se la chupe, ¡Pero yo no sabía hacerlo! Creo que se dio cuenta de mi turbación porque me dijo: “Solo abrí la boca y escondé los dientes. Que solo tus labios rocen mi pija”.

Eso hice cuando vi como la tomaba con su mano derecha y la apuntaba a mi boca.

Como una niña golosa, chupa un helado, así comencé a chupar su pija cuando esta comenzó a entrar y salir de mi boca.

Fueron unos minutos maravillosos los que gocé con su poronga en mi boca y pensé que tocaba el cielo con las manos ¡Pero cuan equivocada estaba! Porque en ese momento me hizo parar y fue él quien se arrodillo ante mí y su lengua buscó, casi con desesperación, la concha que minutos antes vio al abrir yo mis piernas. Me di cuenta que su lengua buscaba ¡Mi concha! Y la lleve ante si subiendo ni pollera hasta mi cintura.

Su lengua recorrió todos y cada uno de los pliegues de mi argolla y cuando ella jugo con mi clítoris, primero, y se introdujo después dentro de mi vagina supe que lo anterior no era nada comparado con esto, pues tuve un orgasmo como nunca había tenido con mis caricias.

Creo que pensó que ya estaba bien caliente, excitada, mojada, lubricada, porque se sentó en la silla, que minutos antes había ocupado yo, y me hizo sentar sobre él.

Yo no sabía cómo hacerlo, por lo que quedé sentada sobre sus rodillas, pero él me hizo levantar y agarrando su verga, con la mano derecha, la apuntó hacia mi cajeta y me pidió que me sentase sobre ella. Eso hice y no bien la cabeza de su cosota rozó mis virginales labios, me sentí en la gloria.

Él quería que me sentase inmediatamente sobre su verga, pero yo deseaba sentir como ella recorría cada milímetro de mi raja, por lo cual en lugar de sentarme, aferré la mano con la que sostenía su verga apuntando a mi concha y, manteniendo quieto mi cuerpo la comencé a mover de forma tal que la cabeza de ese ciclope, recorriese toda mi raja.

Me imaginaba como su único ojo estaría disfrutando del espectáculo de mis labios y mi clítoris, al cual restregaba, cada vez que a él llegaba, en su totalidad y en eso sentí estallar en mí una bomba nuclear que hizo que exhalase un grito estridente, indicando que estaba logrando un orgasmo como jamás en mi vida había logrado.

Se ve que mientras estábamos jugando en el fondo, llegó, Mario, mi hermano, su amigo, y al escuchar mi grito, pensó que algo malo me pasaba, por lo que salió corriendo de la casa y al ver como estábamos creo que se imaginó que era porque me había desvirgado, y eso no era cierto, pues su verga apenas rozó mis virginales labios y mi caliente botón.

Como una tromba llegó a nuestro lado y asiéndome de la remera, que estaba alrededor de mi cuello, me sacó de la posición en la que estaba, arrojándome al piso, para posteriormente comenzar a golpear a Eduardo diciéndole: “Mal amigo, te aprovechas de mi hermana. La desvirgaste haciéndola gritar como a un cancho”.

Yo traté de decirle que no, que aún era virgen, pero al ver como le pegaba a Eduardo, me sentí fuerte, poderosa, pues mi hermano estaba peleando por mí. Sentí entonces deseos de él. ¡Quería que fuese Mario, mi hermano, el que me desvirgase! Tal vez por ello callé y vi como Eduardo recibía una andanada de golpes de mi hermano y como se levantó de la silla y corrió con sus pantalones en los tobillos, hacia la salida de mi casa.

Mario, no lo corrió, sino que se agachó junto a mí y abrasándome me preguntó por cómo estaba. Yo no podía contestarle, pues las palabras no salían de mi boca. Él pensando que yo estaba en shock me levantó y me llevó a mi habitación recostándome en mi cama.

Mientras hacía esto despotricaba a Eduardo, diciendo que lo mataría por llevarse mi inocencia y no bien delicadamente me depositó en mi cama, iba a salir a perseguirlo pero yo entonces…

Continuará.

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