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(18-A) Los amores de Ana Etxeberría

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Como si de una broma del destino se tratara, una chica apareció por el pasillo dando voces. El inspector Balaguer tenía el comedor a unos pasos pero se frenó.

-¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda!

El inspector Balaguer salió a su encuentro en un intento desesperado de ayudarla.

-¿Qué? ¿Qué pasa?

-Una amiga mía. Tiene convulsiones. Creo que es un ataque epiléptico o algo así.

-Soy policía. Llévame hasta tu amiga.

-Mil gracias. Venga conmigo.

Durante tres pasillos el inspector Balaguer fue tras la chica. Un recorrido demasiado largo y que le extrañó.

-¿Dónde es?

-Por esa puerta –la señaló a la par que la abría-. Entre, por favor.

Fue cruzar la entrada y empezar las sorpresas. La chica, Claudia Vergara, echó la llave a la puerta y empezó a desnudarse.

-¿Qué haces?

-Toc-toc, ¿quién es? –saludó Ana desnuda y hermosa desde el interior de la habitación.

-Joder… -el inspector Balaguer comenzaba a entender-. Ani, deberías de estar en el comedor con las demás.

-Yo hago lo que me sale del potorro.

-Sí, ya veo. ¿Qué es todo esto?

Ana lo cogió de la mano, tiró suavemente y lo llevó hasta su cama.

-¿Crees que no iba a enterarme?

-¿De qué?

-Mira, te diré una cosa, si me toman por puta es un elogio pero por tonta me jode. No te fíes ni muerta de esa perra de Irene Fernández.

-Ah, te has enterado del video porno de esta noche, ¿no?

-¿Gabriela?

-Voy –apareció Gabriela Olmedo también desnuda y tentadora-. Hola, soy Gabriela. Seré muy dulce, ¿vale?

-¿Cómo?

Gabriela se arrodilló mientras desabrochaba los vaqueros al inspector.

-Oye, ¿qué haces?

-Si te resistes es peor, poli duro –se lo garantizó Ana.

Primero le bajó los vaqueros y luego los boxers surgiendo su hermosa polla rasurada.

-Mmmmm, esto será más placer que trabajo. Siéntate en el filo de la cama… eso es… y ahora a gozar… -y se la introdujo entera en la boca.

-Ohhhhh… -fue para él un gustazo.

-Gabri, dos minutos y te la sacas.

-Va… l… e…

-Mmmm, qué guapo te pones cuando te la chupan –le regaló Ana una carantoña en el mentón.

La cabeza de Gabriela empezó a subir y bajar con ritmo.

Mientras tanto, Ana preparó una cámara digital insertada en un trípode. La colocó estratégicamente preparando el zoom, la luz y el enfoque.

-Hazlos pasar, Claudia –pidió Ana.

-Voy.

El movimiento de cabeza de Gabriela aumentó de velocidad.

El inspector Balaguer gemía como un pornstar.

-Gabri, un minuto más y acabas que me lo corres.

-Me he enamorado de esta polla –rio Gabriela.

-Chupa y calla, puta –la obligó a seguir mamando el inspector Balaguer-. Me estáis pervirtiendo entre todas. Putas que sois unas putas.

Ana se descojonó de la risa con una frase clara:

-Este es el poli que yo quiero.

-Aquí están –entró Claudia con tres mujeres elegantemente trajeadas y maquilladas-. Vienen directamente de un pleno con el alcalde.

-Hola, zorras –las besó jocosamente Ana en la mejilla-. Ahí lo tenéis.

Ambas concejalas y la secretaria murmuraron de placer contemplando el sexo oral en la cama.

-Tomad asiento y disfrutad –señaló Ana tres sillas acolchadas.

-Ahhhhhh, joder… -dio el primer grito el inspector Balaguer.

-Gabriela, puta, para ya que lo eyaculas.

-Lo siento –la sacó de la boca en estado de roca dura-. Cuando te corras con Ana te la mamo del todo –le susurró al oído del policía-. Todo tuyo, Ani.

-¿Claudia?

Claudia se colocó tras la cámara y se preparó.

-¿Todas en sus puestos? –preguntó Ana. El silencio fue un si general-. Se rueda. Cinco… y acción.

Ana hace acto de presencia y se arrimó al inspector Balaguer. Le quitó del todo los vaqueros y los boxers, los lanzó lejos y Gabriela se apoderó de la ropa. ¿El motivo? El móvil del inspector Balaguer. Se lo pasó a las concejalas y ellas a su secretaria que procedió a unas gestiones rápidas.

-Dilo –jugaba Ana.

-¿El qué? –se relamía el policía de placer.

-Que soy tu puta.

-¿Vas a seguir hablando o jodemos?

-Mmmm, eres hombre de polla hecha y derecha –le besó al mismo tiempo que se subía a sus muslos-. Te lo dije, que te follaría.

-¿Qué hace esa cámara ahí?

-Es para un proyecto visual. No te preocupes. Está apagada.

-Eres una puta mentirosa.

-Y te gusta. ¿A que sí?

-Quieres joder a Irene, ¿no?

-No, quiero joderte a ti –la agarró con la mano-… bufff está bien dura… toda para mí… ahí voy…

-¿Y el condón?

-Tranquilo, me he tomado tres antibabys –rio ella hermosa.

-¿Por qué eres tan hermosa?

-Porque soy la mejor, ¿no lo sabías? Te lo voy a demostrar –y bajó la cadera. Todo fue entrando poquito a poco, centímetro a centímetro-… bufff…

-Mmmmmm…

-Un poco más… así… ya…

-Qué putón eres…

-No te haces una idea… -empezó a girar la cadera de adelante atrás-. ¿Te gusta?

-Me encanta.

-Voy a dar el primer salto, ¿vale?

-Vale.

-¡Au!

-Otro.

-¡Ay!

-Dale otro.

-¡Joder!

-Más, quiero más.

-Contigo me siento una mujer completa… ¡au!

-Otro más.

-¡Ayy!

-Más alto.

-¡Coño! ¡Qué rabo me estoy metiendo! Me da pena Irene. Lo que se está perdiendo.

-Dale, dale más.

Los saltos de Ana cogieron el compás.

-Pégame –exigió Ana.

El policía lo hizo en su culo.

-Más fuerte.

El sonido del bofetón en la nalga fue escalofriante.

-¿Solo sabes hacer eso? Pegas como una maricona.

-Puta de mierda –soltó el brazo y la abofeteó en la cara.

-¡Ay! Eso me gusta más.

El sexo se transformó en saltos violentos y golpes salvajes.

-¡Venga, maricón! ¡Córreme!

-¡Para, Ani! ¡Me haces daño!

-¡Vamos, coño! ¡Transfiéreme tu crema genética!

-¡Me la vas a partir en dos!

-¡Ahhhhhhh, joder!

-¡Puta!

-¡Qué polvazo!

-¡Que pares, joder!

-¡Ahí viene ya! ¡Madre mía, y cómo viene!

-¡Ayyyy!

-Agárrate a mi culo… eso es… mírame a los ojos… así… uuuuuuuh, coño…

-Puta… -sollozaba el inspector.

-Ahí voy, poli duro… ¡¡¡Ahí voy!!!... AHÍ VOYYYYYYYYY…

-YA YA YA YAAHHHHHHHH

-JODERRRRRR

-¡¡¡Hija de puta!!!

Como si fuese sexo entre animales, ambos se abrazaron entre gritos, jadeos y orgasmos.

-Uuuuuuuuy… -le venía a Ana un orgasmo y alcanzaba otro.

-Te amo, hija de puta –se dio cuenta el policía en ese preciso momento.

-Ay… uy… uy… uy… -daba Ana pequeños saltitos pos-orgasmo-. Saluda a la cámara. Gracias a mi coño serás famoso.

-Sólo te quiero a ti.

-Todos me decís lo mismo y luego folláis con la primera guarra que pasa.

-Yo no.

-¿Qué te hace diferente?

-Que soy un poli con dos armas. La de mi funda y la de mi polla.

-Eso me ha convencido un 30%.

-No seas mala conmigo.

-Yo soy mala siempre. Salgo de escena y hablamos, ¿vale?

-Vale, amor.

Embadurnada de sudor, Ana se bajó de la cama…

-Mmmmmm, te quiero…

… y salió del plano.

En ese momento Claudia cortó la grabación.

-¿Cómo ha salido? –se interesó Ana jadeosa.

-Bestial. Esto se va a vender como churros.

-Ponte las bragas y llévate la cámara. Ya sabes. Ponla a buen recaudo.

-Hecho.

-Un beso, zorra.

Ambas se dieron un piquito con los morritos arrugados.

-¿Cómo vais? –se aproximó Ana a las concejalas.

-Yo he mojado las bragas –aseguró Blanca Baena, una de las concejalas-. Tengo el culo pegado al asiento.

-Tu coño ha hecho de ventosa, ¿no? –rio Ana.

-Ya está hecho –acabó la secretaria con el móvil del inspector Balaguer.

-Dame eso –cogió Blanca el móvil y volvió a meterlo en el bolsillo de los vaqueros. A renglón seguido, se levantó y se acercó al inspector Balaguer-. Toma, esto es tuyo.

-¿Y mis boxers?

-Eso me lo quedo yo. ¿Sabes quién soy?

-Dímelo tú.

-Trabajo en la alcaldía como concejala del PP y como puta a jornada completa.

-Me gusta más lo segundo.

-¿Tienes aún polla para mí?

-Prueba –se la señaló aún recta y endurecida.

-Me recuerdas al actor Jason Statham. ¿Follas igual que peleas?

-Igual.

La concejala se fue desabrochando la blusa botón a botón mostrando que no llevaba sujetador. Sus dos pezones sobresalieron como dos pitones de toro. Hizo lo mismo con la cremallera de la minifalda. Pataleó con las piernas y la falda se deslizó hasta el suelo. Luego, con una inclinación de espalda, se quitó las bragas pringadas de fluidos femeninos. Una vez desnuda, posó como una ramera de burdel cortejando al policía con sus encantos carnales.

Aprovechando el momento, Ana inmortalizó el momento con la cámara de su móvil.

-Ven aquí, zorra –la agarró de las caderas, tiró hacia delante y la obligó a subirse a horcajadas sobre sus muslos.

-Mmmmmm, ¿eres un tipo duro?

-Un tipo duro con la polla dura.

-Ahora mismo vamos a verlo. –Y de un certero salto, ella misma se clavó hasta la bandera-. ¡Au, coño!

-Bruta…

-Mucho –procedió Blanca al vaivén pélvico.

Ana se iba colocando aquí y allá para pillar el mejor ángulo.

-Si me follas bien, podría lanzar tu carrera de policía…

-¿Ah, sí? ¿Y cómo?

-Tengo contactos hasta en el infierno.

-¿Eres una puta del diablo?

-Por fin lo entiendes, cabrón –arremetió la concejala con la cadera y a partir de aquí el sexo fue frenético-. ¡¡Joder!! ¡¡Qué pollón!!

-No sabía que había tanta puta en la universidad…

-Es un burdel académicooohhhhhoooo… Madre del amor hermosOOOOH

-Dame con el coño, venga…

-¿Lo tienes, Ani?

-Puedes correrte cuando quieras –avisó Ana.

Soltando un par de saltos violentos, la concejala gritó, bajó del todo el culo y alcanzó un señor orgasmo.

-Joderrrr… -eyaculó el policía como un león.

-PUTAAAAAHHH…

La concejala se convulsionó y el inspector Balaguer tuvo que agarrarla para que no cayera hacia atrás. Un minuto y Blanca volvió en sí.

-Puto cabrón… qué bien follas… -le besó la concejala con placer-. Ani, ¿de dónde has sacado a esta joya?

-Lo siento, pero es mío.

-¿Pone tu nombre en su polla o qué?

-Él me prefiere a mí.

-Que lo decida él.

-Vale.

Ambas se colocaron juntas y posando como furcias rumanas.

-A ver, elije ejemplar –se exhibió Ana-. O este lujo… o eso chuchurrido…

-No te pases, Ani, que te arranco el clítoris con una dentellada.

-¿Con quién te quedas?

-No sé… En puterío gana la concejala y en belleza Ana.

-¡Toma ya! ¡Jódete! –saboreó Ana su triunfo.

-Pásame el vídeo a mi WhatsApp y el móvil de César –recogió Blanca su ropa para irse.

-Ya lo hice. ¿A que soy buena?

-Puta… -pero la concejala lo dijo sonriendo con satisfacción.

-Ahora me toca a mí –intervino Gabriela anhelando acabar la mamada de antes. Se arrodilló y sin mediar palabra se la metió en la boca.

-Ahhhh, coño… Vais a acabar conmigo, putas… -volvió a sentir placer por tercera vez.

El policía se agarró a la cabeza de Gabriela, con ganas atrasadas.

-Míralo, Blanca, un gilipollas pegado a una polla –soltó Ana una carcajada.

-Pero qué polla.

-Y qué gilipollas.

Ambas rieron sudadas y sofocadas. El aire olía a sexo.

-Cuando veo pollas así me da más motivos de peso para apoyar el patriarcado –aseguró la concejala-. La verga es la clave del futuro y la respuesta a nuestras plegarias.

-Mira, mira, ya se corre.

-Ahhhhhhh, coño…

-Gabriela es como un tornado. Lo chupa todo –rió Ana.

-Uuuuuuyyy…

-Qué semental –se maravilló la concejala-. Tres eyaculadas seguidas y sigue duro.

-Te lo recuerdo. Es mío.

-Al menos compártelo.

-Pondré precio a su polla y así me gano un pastón.

-Qué zorra eres.

-¿Ya Gabriela?

-Polla corrida y limpiada –puso Gabriela el pulgar tieso.

Exhausto, el inspector Balaguer se recostó en la cama y quedó inerte.

-Pobrecito. Se ha quedado sin semen y sin fuerzas –rio Ana.

-Es como chupar un palo de algodón azucarado –se relamía los labios Gabriela-. Yo por mí se la comía otra vez.

-Inténtalo pero no se va a enterar –rio la concejala.

-Dos folladas y una mamada. ¡Increíble! –flipaba Ana.

-Déjalo que duerma lo que necesite y que no le falte de nada –ordenó la concejala-. Hemos encontrado a nuestro rey fálico.

... continuará.

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