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Desafío de galaxias (capitulo 26)

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Aprovechando la tranquilidad, Marisol, a su regreso de la reunión en Edyrme, había obligado a Marión, a disfrutar de unos días de vacaciones. Como a pesar de sus protestas, la orden era tajante e inflexible, Hirell se la llevó a Ursalia para que conociera su mundo. A pesar de tener familia en el planeta, la llevó a una zona de costa donde alquiló una casita discreta a orilla de una playa solitaria.

—¿Te has puesto la protección? —preguntó mientras la contemplaba desnuda sobre la arena—. No quiero que te achicharres y te pongas roja como una maradoniana.

—En todas partes no, —contestó coquetona.

—Voy a tener que inspeccionarte para ver donde te falta, —dijo sonriente, y acariciándola un pie preguntó—: ¿tal vez aquí?

—No, no.

—¿Y aquí? —volvió a preguntar subiendo la mano hasta la rodilla.

—No, no, —respondió juguetona.

—Pues… no sé si será aquí, —dijo metiendo la mano entre las piernas de Marión, y acariciando su vagina con la palma de la mano. Apretó los muslos para aprisionarle la mano mientras arqueaba la espalda.

—¿Qué opinas mi amor? —preguntó Hirell cuando se tranquilizaron después de hacer el amor, mientras pasaba su mano por el cuerpo desnudo de Marión.

—¿A que te refieres?

—A que desde que descubriste que habían manipulado nuestros equipos de espionaje, la jefa está muy preocupada… y si ella se preocupa, ¡joder!, yo me cago.

—¡No seas bobo! —exclamó Marión incorporándose y acariciándole la cara con ternura—. Es normal que este preocupada, todos lo estamos. Pero ella sabrá lo que hacer.

—No, si de eso estoy seguro, pero de verdad que la admiro, yo no podría tomar las decisiones que ella toma.

—Te entiendo, porque yo tampoco podría. De hecho, cuando ha ocurrido, no he podido.

—Por cierto, he oído que al principio os llevabais mal las dos, —dijo Hirell—. ¿Es cierto?

—Si, si, lo es.

—No me lo puedo creer.

—Tuvimos un fuerte encontronazo el día que nos conocimos, yo era una gilipollas, y… a lo mejor lo sigo siendo.

—¡No digas gilipolleces!

—¡No ves! Los gilipollas dicen gilipolleces.

—No digas tonterías, anda. ¿Y que paso?

—Al día siguiente, con la ayuda de la reverenda madre, fui a disculparme, ella también se disculpó, y desde entonces somos amigas.

—¿Así de fácil?

—Así de fácil: con Marisol las cosas son muy fáciles.

Tres semanas después, en el cuartel general en Mandoria, los integrantes del Estado Mayor entraron en la sala de reuniones y se encontraron con Marisol y Bertil, que en un rincón, y sentados en dos sillas hablaban cara a cara en voz baja. A esta reunión asistía por primera vez su nueva asistente personal y amiga desde la infancia: Sarita.

—Id tomando asiento, por favor, —dijo al verlos pasar, y bajando la voz le dijo a Bertil—. Medita sobre lo que te he dicho y dame una respuesta en está semana…, y esto es algo que queda entre nosotros, solo el presidente Fiakro está al corriente, nadie más.

—Entendido mi señora.

Los dos se levantaron y se dirigieron a la amplia mesa donde ya estaban acomodados todos los demás, bueno, casi.

—¿Dónde cojones está Pulqueria? —preguntó Marisol frunciendo el ceño.

—¡Aquí, aquí, aquí! —exclamó Pulqueria entrando atolondrada en la sala mientras se abrochaba la guerrera—. ¡Lo siento, lo siento!

—¡Joder tía! Tu primera reunión de Estado Mayor… ¿y llegas tarde? —la reprendió Marisol.

—¡Lo siento, lo siento! —exclamó Pulqueria resoplando, mientras Bertil bajaba la mirada riendo—. ¡No te rías! —le dijo entre dientes dándole un codazo en las costillas.

—¡A ver! Ya está bien, —dijo Marisol zanjando el tema—. Venga Marión, empieza con tu informe antes de que estrangule a un guerrero, por muy místico que sea, porque como lo haga le va a salir el misticismo por las orejas. Por cierto, estos dos pasan a formar parte del Estado Mayor a partir de hoy, aunque ya estoy pensando si ha sido buena idea.

Marión comenzó a exponer su informe que trataba de aspectos generales del estado de las fuerzas armadas y su relación con las instituciones políticas. También habló del estado de las distorsiones físicas provocadas por la apertura del portal enemigo.

—Las emisiones de energía mística han disminuido ostensiblemente y están a niveles de la guerra imperial de hace 400 años.

—¿Entonces, podríamos regresar a Faralia? —preguntó Ghalt, interesado por el posible regreso a su mundo.

—Si, sin lugar a dudas.

A continuación, tomaron sucesivamente la palabra, la almirante Loewen y el general Clinio, que presentaron informes detallados del estado de la Flota y del Ejército. Por último, el jefe de la División de Inteligencia, el general Taxins, tomó la palabra a petición de Marisol. Durante casi una hora, estuvo desmenuzando todos los datos de que disponía y la situación en los sistemas ocupados en el Sector 26. Finalmente, hizo un resumen general:

—En la actualidad, calculamos que, desde las batallas de Rudalas y Rulas 3, más de 5.500 naves han llegado a través del portal. De ellas, algo más de 3.000 son fragatas, 600 son transportes militares, y el resto, unas 1.800 son transportes civiles que permanecen permanentemente en el 26. En cuanto a estás ultimas, pensamos que han transportado hasta aquí, a más de 25 millones de colonos, pero sospechamos que la cifra real es del doble. Hemos detectado un trasiego constante de este tipo de naves, que van y vienen por el corredor a modo de puente aéreo. Los reconocimientos aéreos realizados por las Fuerzas Especiales con naves incautadas, ha constatado la presencia de asentamientos civiles bulban, en todos los sistemas principales del sector, de los que Faralia y Cayely, son los más importantes. Resumiendo en este apartado: civiles bulban, 50 millones, soldados bulban, 9 millones. Siempre cifras estimativas, —Taxins, hizo una pausa para beber agua y ordenar sus notas—. Me queda por exponer el asunto más… espinoso, por llamarlo de alguna manera. Los reconocimientos aéreos, han detectado también, la presencia de un gran número de ciudadanos de la República, y me refiero a millones, prisioneros en zonas de detención, o, campos de concentración. Este descubrimiento cuadra con la información facilitada por Bertil, sobre como actúan los bulban con relación a los civiles kedar de Magallanes. Son utilizados como esclavos: cultivan los campos, limpian las calles, trabajan en minería e industria, o en cualquier actividad peligrosa o nociva, y finalmente… son consumidos como complemento alimenticio.

Todos se removieron incómodos en sus asientos mirándose entre sí.

—¿Qué vamos a hacer, mi señora? —preguntó finalmente Pulqueria visiblemente afectada—. No podemos…

—¡No vamos a hacer nada! —cortó Marisol que permanecía imperturbable.

—¡Pero mi señora! —protestó.

—¿Quieres llevar al ejército allí…, y a la flota? —Marisol seguía seria, y los que la conocían se daban cuenta de que estaba jodida, incluso Pulqueria, al que se le saltaban las lágrimas de rabia—. ¿Y luego que? Cuando nos machaquen ¿qué haremos entonces? ¿salimos corriendo? Hay que mantener la cabeza fría aunque se nos revuelva el estómago.

Todos guardaron silencio, incluso Marión se limpiaba las lágrimas con un pañuelo. Marisol, cariñosa, sentada a su lado, la paso la mano por la espalda. Finalmente, añadió:

—He hablado con el presidente y los cancilleres, y aunque están igual de asqueados que nosotros, apoyan mi criterio, —Marisol hizo una pausa mientras apoyaba los codos en la mesa y entrelazaba los dedos—. Los bulban han estacionado un par de millones de soldados en la zona fronteriza, cerca de Kalinao, en los sistemas de la Confederación Taç Kefal, lo que indica que podrían estar preparando una nueva embestida contra el sistema, —hizo una indicación a Sarita, que con la ayuda de Hirell, colocaron un emisor holográfico detrás de Marisol y activaron una carta estelar de la zona—. Es tan obvio que me cuesta creerlo, pero no podemos ignorarlo. Hagan lo que hagan, ya han conseguido obligarnos a pivotar en torno a Kalinao, —mientras hablaba, con un puntero láser señalaba y desplegaba archivos—. Bien. Clinio, no quiero desplegar al grueso del ejército únicamente en Kalinao. Tenemos que estar preparados para responder rápidamente si el ataque se produce por otro punto. Y tal vez seria buena idea que te dedicaras a señalar un mapa con el dedo y te olvidaras de la espada.

—Tal vez seria así mi señora, si mi adorada maestra hubiera sido otra, —dijo Clinio con una sonrisa, mientras se levantaba y se aproximaba al mapa, y Marisol se removía incomoda—. En principio, y hay que estudiarlo bien, podríamos desplegar al 3.º, 5.º y 8.º ejércitos en Kalinao a las ordenes de Opx. El 4.º en Tashin 2, y el 6.º en el sistema Grehin. El 1.º, 2.º y 7.º, a las ordenes de Ghalt, en Rulas 3 como reserva. El problema principal es que no tenemos transportes para todos, solo para algo más de la mitad.

—Yo voy a estar fijo en Kalinao, y en principio, puedo prescindir de transportes, —intervino Opx levantándose y aproximándose al mapa.

—Ghalt si necesita los transportes, el resto que se los repartan los otros despliegues, —apuntó Marisol.

—La flota protegerá los despliegues de la infantería, —dijo Loewen aproximándose también al mapa—. Los grupos navales de batalla de Aurre, Muns y Camuxtil, aguardaran por detrás, para intervenir rápidamente cuando sea necesario. También estableceremos una flota de reserva en Rulas 3 para actuar junto con las fuerzas de Ghalt, si fuera necesario.

—Poneros a trabajar sobre todo lo que hemos hablado, —ordenó Marisol—. No tenemos tiempo que perder, principalmente porque no sabemos cuándo se va a producir el ataque, si se produce.

— Vamos a estudiarlo todo bien, pero en principio, Opx puede estar en Kalinao con todas sus fuerzas a, ¿finales de está semana, principio de la siguiente? —dijo Clinio mirando a Opx mientras este asentía.

—Otro tema, —dijo Marisol y dirigiéndose a Opx continuo—: Pulqueria estará contigo como segundo comandante, —Opx asintió y guiño un ojo a Pulqueria— y Bertil pasa al sector del Ares como comandante del ejército kedar. Allí estarás a las ordenes del general Esteban, —Bertil asintió mientras Pulqueria le cogía de la mano. Habían hecho buenas migas los dos—. ¿Si no hay nada más?

—Pasad todos por el despacho de Anahis e Hirell para recoger informes y firmar nombramientos, —dijo Marión mientras todos se levantaban.

—Y tu no hagas el gilipollas, —susurró Marisol a Clinio haciendo un aparte con el—. Te lo digo en serio.

—Si mi maestra.

—No seas tonto.

—No mi maestra, —dijo Clinio besándola la mano.

Diez días después, casi cuatro millones de soldados, divididos en ocho ejércitos, y más de trescientas naves, custodiaban la zona fronteriza en el mayor despliegue militar desde la Guerra Imperial. Solo quedaba esperar. En la capital federal, Marisol iba de reunión política en reunión política intentando liberar a sus jefes militares de engorrosos encuentros con la fauna política de la República. Tuvo que hablar en varias comisiones parlamentarias y dar explicaciones, con pelos y señales, sobre la nueva situación. En todo momento estuvo arropada por el presidente federal, o por gente de su más absoluta confianza.

El fin de semana, pudo por fin regresar a Mandoria a despejarse. Habló con sus padres por video enlace, que la dijeron que estaban encantados de verla a cada momento por la tele, aunque entendían que se moría de ganas de cargarse a “unos cuantos de esos cabrones”.

—Me han dicho que has salido airosa de Edyrme, —afirmó el canciller de Mandoria riendo, cuando al final de la tarde se reunieron, junto con Anahis, para una cena de familia—. Supongo que los políticos no somos, ¿cómo decís los españoles? ¿santos de tu devoción?

—Usted no cuenta señor canciller, ni el presidente, gracias a él y a varios de sus colaboradores he podido torear en esa plaza.

—¿Torear en esa plaza? —intervino Anahis—. ¿Qué es eso?

—Es un espectáculo tradicional español, —respondió su padre— donde se dan capotazos a un toro. Algunos lo consideran bárbaro y cruel, y posiblemente sea cierto, pero a mí me gusta.

—No sabía que es usted taurino.

—Cuando puedo lo veo por televisión. Sí, me gusta, la verdad es que me gusta.

—Pues si va por Nueva España, le diré al canciller que le lleve en Nueva Madrid a las Ventas. Le encantara. Yo no voy porque no me gusta.

—Conozco esa plaza de toros… por la televisión, por supuesto. Esa es una de las que se trasladaron durante la Gran Migración.

—Así es señor canciller, esa y la de Ronda que es más antigua.

—Aunque me interesa la historia de la Tierra, hay una cosa que no termino de entender. Todas las superpotencias de la época, se quedaron atrás: Reino Unido, la confederación germana, Francia, Rusia, China y EE. UU., desaparecieron como países, mientras que los países… digamos más débiles, emigraron: España, Italia, Irlanda y Turquía, junto con Japón y Canadá.

—Y la Federación Africana, la Mancomunidad Asiática y el Consorcio Iberoamericano, —añadió Marisol—. Al final todos emigraron, lo que pasa es que los que se mantienen actualmente, fueron los primeros en conseguir los derechos de colonización y por lo tanto los mejores planetas. Los demás llegaron tarde y solo consiguieron instaurar lo que con el tiempo degeneró, en sociedades residuales y fallidas que no se consolidaron. Incluso provocaron guerras, algunas muy feas, como por ejemplo los EE. UU. que primero se unió a Canadá, y cuando fueron expulsados lo intentaron con el Consorcio Iberoamericano. En su relación con ambas sociedades provocaron dos guerras con millones de muertos.

—¡Vale! Pero ellos al ser más poderosos podían haber conseguido mejores asentamientos para sus sociedades ¿no te parece? —preguntó Anahis interviniendo en la conversación.

—Capitalismo puro y duro, mi amor, y mucha corrupción. Esas naciones lo dejaron todo en manos de los consorcios capitalistas que vieron una vía de negocio brutal. Estuvieron invirtiendo millones y millones de fondos públicos en proyectos inútiles de regeneración atmosférica, mientras cobraban facturas astronómicas a los gobiernos, cuyos políticos cobraban “comisiones”, por mirar a otro lado, ya sabes.

—¿Y en España, o en los demás no paso eso? —volvió a preguntar Anahis.

—Cómo ya te he contado, hubo un movimiento “pacifico” que echó a palos a los políticos corruptos y a los partidos tradicionales, —respondió Marisol riendo— y acabó con el poder de los consorcios y de las religiones. Es algo parecido a lo que hizo la Princesa Súm, aquí en Mandoria, que sacó la escoba y barrio la basura.

—Y que estuvo a punto de costarla la vida, —apuntó el canciller—. Lo que demuestra que el capitalismo desaforado no tiene limites, están dispuestos a lo que sea, incluso asesinar a una líder como ella.

—Que casualidad de que estéis en el mismo sistema, ¿no?, —dijo Anahis— es curioso.

—Se cree que hubo un acuerdo secreto entre Italia, España, Irlanda y Turquía, se repartieron el sistema y crearon una unión fiscal y financiera, —respondió Marisol—. De igual manera, se cree que Canadá y Japón, que están juntos en otro sistema próximo, hicieron lo mismo.

La conversación, continuo durante la cena y luego durante la sobremesa. Finalmente, se acomodaron frente a la gran chimenea del antiguo palacio real, con sendas copas de licor mandoriano. La velada sirvió para que Marisol y el canciller estrecharan su relación mientras Anahis, muy feliz, asistía complacida. No sospechaba que al día siguiente, unas pocas horas después, se desataría el infierno, envolviéndolos en una vorágine de horror.

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