Nuevos relatos publicados: 12

Desafío de galaxias (capitulo 30)

  • 10
  • 17.409
  • 9,80 (5 Val.)
  • 0

—¡Tía, no me jodas! Puedes hacerlo perfectamente.

—¡Yo no te puedo sustituir! —vociferó Marión—. ¿Por qué no lo quieres entender?

—Porque eso no lo entiende nadie ¡joder! Solo puedes ser tú.

—¡De eso nada! Búscate a otro.

—¡No hay otro! —chilló Marisol fuera de sí. Hacia casi quince minutos que las dos se chillaban sin parar, desde que Marisol comunicó a Marión que se quedaba al mando en su ausencia—. A ver si te entra en esa cabeza dura de monja salida.

—¡Y a ver si os tranquilizáis las dos! —vociferó Anahis dando un golpe sobre la mesa— que ya estoy harta de oíros. ¡Sentaros las dos ahora mismo!

Las dos se sentaron enfurruñadas y guardaron silencio como dos crías malcriadas.

—¡Y no estoy salida!

—¡Si lo estás!

—¡A callar las dos, joder! Vamos a razonar con calma, y como alguna de vosotras dos, levante la voz más de lo debido, os juro por Dios que me vais a ver cabreada… y mucho, —las palabras de Anahis sonaron como lo que eran, una amenaza—. A ver, Marisol, ¿por qué tiene que sustituirte Marión?

—Porque tengo que ir al Ares, a Magallanes, y lo que tengo que hablar con Paco Esteban y Bertil, no lo puedo hacer por video enlace.

—A ver Marión, ¿quién puede sustituir a Marisol?

—Pues… ¡que venga Opx desde Ikoma Tome!

—¡Joder tía! Eso no es posible, y lo sabes, —dijo Anahis.

—¡Pues Loewen!

—Tampoco.

—El general Torres…

—Que no.

—Pues…

—Pulqueria y Oriyan no se pueden mover de Nar, —cortó Anahis— como los tres que has nombrado, que no pueden moverse del sector 25.

—Marisol yo no soy como tú…

—Ni tienes porque serlo, solo tienes que ser como tú eres, y hacer lo que tú creas que tienes que hacer, —dijo Marisol cogiéndola por los hombros—. Sabes perfectamente que confío plenamente en ti.

—Lo sé, pero tú eres un líder que yo no soy.

—Solo van a ser diez días, —dijo Anahis abrazándola.

—Además, tienes a Hirell para echarte una mano, —apostilló Marisol con una amplia sonrisa— así no solo te echa polvos.

—¡Marisol! No sigas por ahí, joder…, ¡y no estoy salida!

—¡Uy que no! Como el pico de una mesa.

—¡Os queréis callar las dos de una puta vez! —cortó Anahis, y dirigiéndose a Marisol, añadió—. Y tu no te metas más con ella.

—Pero si no me estoy metiendo con ella.

Tres días después, el Fénix se acoplaba al conjunto del Ares, y Marisol, en compañía de su inseparable Anahis, se reunían con el general Esteban y con Bertil. Los dos le presentaron un informe exhaustivo sobre la situación en Magallanes.

—Resumiendo, —dijo finalmente Marisol— entiendo que no podemos extender la acción de las defensas fijas del portal, y que a causa de la gran cantidad de refugiados que tenemos, estamos al límite de nuestra expansión, ¿es así?

—Así es mi señora, —respondió Bertil— en estos momentos tenemos algo más de seis mil millones de refugiados, y desde mi punto de vista es prioritario garantizar su seguridad.

—Por supuesto, para mí también, —afirmó Marisol— pero son un obstáculo para mis planes.

—Pues no podemos deshacernos de ellos, —replicó Bertil suspicaz.

—Si, si podemos, —volvió a afirmar Marisol.

—A ver Marisol, —dijo Paco Esteban— déjate de misterios y dinos de una vez que has venido a decirnos.

—Primero necesito saber si hay posibilidad de que la población kedar que queda pueda venir aquí, —los dos hombres se miraron entre sí y luego miraron a Marisol que les sostuvo la mirada—. Y sé que serian seis o siete mil millones más.

—Marisol, eso triplicaría nuestros problemas, —afirmó Paco Esteban—. No puede ser.

—No lo entiendo mi señora, me dices que mi pueblo te estorba, ¿y quieres traer más? —preguntó Bertil claramente molesto.

—¡Tu pueblo no me estorba jovencito! —le reprendió Marisol con dureza—. No te atrevas a insinuarlo.

—Pues dinos que planeas.

—Por razones de seguridad, no os puedo contar todos mis planes, pero creo que no os descubro nada, si os digo que es materialmente imposible que podamos derrotar a los bulban en las dos galaxias, —dijo Marisol levantándose y acercándose al mapa holográfico activado por Sarita, que junto a Anahis asistía silenciosa a la reunión—. Tenemos que conseguir que el enemigo mantenga aquí la mayor cantidad de fuerzas posibles y para prevenir represalias contra el pueblo kedar… quiero sacarlos a todos por el portal.

—Eso nos va a obligar a un mogollón logístico de tres pares de cojones, — afirmó Esteban.

—¿Pretendes llevar a mi pueblo a campos de refugiados en tu galaxia?

—No, lo que pretendo es abandonar está galaxia definitivamente, —respondió Marisol—. La República ha acotado un grupo estelar de seis sistemas y nueve planetas habitables en el Sector 73, para colonización exclusiva kedar.

—Los lideres étnicos van a poner el grito en el cielo, —afirmó Esteban— y es casi seguro que se opondrán, porque tendrán que adaptarse a las leyes federales y eso les hará perder el poder, casi absoluto, que tienen ahora, —respondió Esteban—. Marisol, aquí, las cosas son como son, su organización política es medieval y los religiosos tienen mucho poder.

—¿Qué opinas Bertil?

—Que nada me gustaría más que mandar a los lideres y a los putos sacerdotes a mierda. Hay mucha gente que está hasta las pelotas de ellos.

—¿Y si pasamos de ellos?

—Difícil… pero posible, —respondió Esteban—. Si alguien puede hacerlo es Bertil. Se ha convertido en un líder carismático entre su pueblo y ya se ha enfrentado a esos cabrones.

—Quiero que os deis cuenta de la gravedad de la situación, —dijo Marisol— vamos a desencadenar una ofensiva total y absoluta con armas nucleares, y no solo contra centros militares, también contra núcleos de población civil, —los dos hombres se miraron—. Vamos a dejarles claro, que las atrocidades que están cometiendo en el Sector 26, no les van a salir gratis.

—Eso puede causar una respuesta masiva por parte del enemigo, —razonó Esteban— y los sistemas exteriores de nuestra zona de influencia corren serio peligro. Además, les obligara a mantener naves y tropas aquí.

—Por eso es necesario evacuar y replegar nuestras líneas a posiciones más cercanas al portal, —dijo Marisol ayudándose con el mapa— y tener la cobertura de los sistemas fijos de Petara.

—¿Y el ejército kedar? —preguntó Bertil—. Ha costado mucho esfuerzo ponerlo en pie.

— Lo sé. El grueso pasara al otro lado y todo el que lo desee seguirá combatiendo integrado en nuestro ejército, pero una pequeña parte se quedara aquí para ayudar con los rezagados, —y dirigiéndose a Esteban, dijo—: según mis datos, tienes 10.000 Deltas de la clase B con 60.000 cabezas.

—Afirmativo.

—Vas a recibir otros 6.000 Deltas para que llegues a las 100.000 cabezas. Son todas las reservas que tenemos, posteriormente iras recibiendo más según salgan de las fábricas en Rulas 3. Quiero que los emplees todos y sin restricciones; objetivos principales: centros militares y grandes núcleos de población. Dentro de tres días regresamos a casa y podríamos embarcar a los primeros colonos.

—Mientras Bertil torea a los lideres étnicos y religiosos, habría que nombrar a alguien que organice, tanto el éxodo como la colonización.

—Solo puede ser Aunie, —dijo Bertil, al que se le veía más animado.

—En ella estaba pensando, —admitió Esteban, y mirando a Marisol añadió—: es de la etnia krok, y ya sabes que es el oficial de enlace kedar en mi estado mayor…

—Y tú… “amiga”, —le interrumpió Marisol con una sonrisa—. Me acuerdo que combatió a mis ordenes en Narsur y que no puede ni ver a los jefes étnicos y religiosos.

—¡Joder! Creí que no te acordarías.

—Coño Paco, me acuerdo de todo lo que me interesa.

—No creo que eso sea un problema, —dijo Bertil.

—No, no lo es. Bueno chicos, tenemos muchas cosas que hacer, —y mirando a Esteban, añadió—: mándame a tu chica que quiero hablar con ella.

—Vale, pero no me la manosees, que te conozco.

—Ya no hago esas cosas Paco, ahora estoy vigilada, —respondió con cierta coquetería, mientras de reojo miraba a Anahis que ya había instalado el ceño fruncido—. Ahora en serio Paco, en el plazo máximo de seis días, quiero que comiences con los ataques. Para el primer ataque elije un grupo de objetivos muy en el interior del territorio enemigo, nosotros hemos empleado naves bulban cautivas con buenos resultados, de hecho, parte de los nuevos cohetes llegaran instalados en transportes de tropas bulban que hemos transformado en bombarderos.

Los días siguientes fueron intensos para todos, en especial para Bertil. Los lideres étnicos y religiosos se negaron en redondo a trasladar a su pueblo y acatar las leyes federales. Durante los días que estuvo en Magallanes, Ella y Bertil se reunieron en dos ocasiones con ellos intentando negociar, pero fue infructuoso, su cerrazón era total.

—Tenemos que pasar de ellos mi señora, —dijo Aunie que estaba tan frustrada como ellos—. Yo no lo puedo hacer porque no soy nadie, pero usted, y Bertil, sí. El pueblo la quiere, la admira y la respeta, —Bertil asentía con la cabeza— eso quedó patente en su última visita.

—Pero no tenemos tiempo para ir asentamiento por asentamiento…

—No es necesario mi señora, —la interrumpió Aunie— podemos anunciar que se va a dirigir a todos los asentamientos por video enlace a una hora determinada para un anuncio importante, y luego, Bertil y usted, desenmascaran a estos hijos de la gran puta.

—Los lideres van a poner el grito en el cielo, —dijo Anahis apoyando a Aunie— pero que cojones, ¡que les den!

—¿Estás de acuerdo? —preguntó Marisol a Bertil.

—Si, totalmente, pero como a mi hablar ante tanta gente no se me da bien, yo te presento y tú te pegas el mitin.

—¡Joder!, con el valeroso guerrero, —exclamó Marisol causando las risas de los demás mientras Bertil se encogía de hombros.

La alocución de Marisol fue un éxito y las peticiones para emigrar al otro lado se multiplicaron. Las zonas de embarque montadas por Aunie para organizar el éxodo, registraron unas colas descomunales, y cuando los jefes tribales y religiosos se vieron puenteados, intentaron intervenir en el proceso, pero Aunie no se lo permitió. En el nuevo futuro del pueblo kedar, las antiguas costumbres no tenían cabida.

En el plazo fijado por Marisol, Bertil, al mando de una flota de naves bulban cautivas, integradas por dos transportes y diez fragatas, se aproximaron a su primer objetivo, a 79 años luz del Ares. Uno de los transportes estaba reconvertido en lanzador de misiles Delta, el otro, albergaba en su interior una flotilla de patrulleras e interceptores por si tenían algún contratiempo. Sin levantar sospechas, entraron en el sistema que tenía dos planetas habitados y se situaron en la órbita de uno de ellos.

—Los sensores no detectan naves militares en el sistema.

—En este planeta hay dieciocho grandes núcleos urbanos y más de seiscientos, mucho más pequeños.

—Población estimada: sesenta millones.

—Mi señor, detectamos estructuras artificiales dentro de los mares, bajo el agua.

—Tienen que ser criaderos, —afirmo Bertil— las branquias no las pierden hasta que llegan a los dos años. Abrir portones de disparo.

—Portones de disparo abiertos.

—Fijen blanco en las ciudades, en los cien pueblos más grandes y en las estructuras marinas, —ordeno Bertil—. Después impactos en cuadrícula cada 10.000 Km2. No quiero que este planeta vuelva a ser habitado.

—86 Deltas preparados, blancos fijados y programados en 516 cabezas.

—Se requiere código de liberación del mecanismo de disparo.

Bertil se inclinó sobre la consola, tecleo el código y sin pensarlo, levantó el protector del disparador y lo accionó. Los 86 Deltas entraron en la atmosfera y liberaron las cabezas nucleares que se dirigieron a sus objetivos. Enormes hongos nucleares comenzaron a elevarse en la atmosfera retorciendo las nubes del planeta.

—Activar un satélite de observación y ponemos rumbo al otro planeta a máxima potencia.

—Rumbo fijado y en curso a máxima potencia.

—Tiempo de llegada 18 minutos.

—Satélite en posición. Recibiendo telemetría.

La flota llegó al siguiente planeta y realizaron la misma operación. No regresaron al Ares inmediatamente, Bertil siguió atacando y arrasando planetas habitados hasta que casi agotó la reserva de misiles Delta. Después, puso rumbo al Ares habiendo dejado tras de si una estela de destrucción de tal magnitud, que parecía que el mismísimo ángel de la muerte había pasado por allí. Lo que los bulban tardaron en comprender, es que otros cinco “ángeles de la muerte” habían penetrado con profundidad en el territorio bulban y se habían camuflado en antiguas instalaciones secretas kedar. Durante varios meses, esas naves estuvieron atacando planetas habitados, grandes centros militares, creando un grado enorme de destrucción totalmente desconocido para los bulban.

(9,80)