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El maestro y la aprendiz (5)

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Entonces Bea empezó a acariciarse despacito jadeando imaginando ese escenario en su cabeza, todo esos sonidos que venían de abajo la estaban excitando, fue rápidamente al baño a tomar una ducha fría, púes recién acaba de llegar y dejar una relación tormentosa allá en suiza. No deseaba pasar por lo mismo aquí en la panadería con Rosalía.

Abajo Rosalía estaba disfrutando de la deliciosa carne sabrosa, venosa de David, ya se escapaban las primeras gotas preseminales y era el paraíso para ella, lo degustaba cada vez que salía de él, después si se vino con todo, lo trago hasta la última gota, ¡¡Que rico!! Piensa Rosalía, es tal cual lo deseaba tanto tiempo y valió la pena, David se soltó de la mesa, saco su pene de su boca todo extasiado le dijo: - Sube arriba mi fresita así le desea llamar, sube que deseo complacerte con lo magnífico tentempié que te di una sonrisa se dibuja en el rostro de la mujer al fin ha llegado su momento que ansiaba con anhelo.

- Esta bien mi pastelito así ella lo deseaba llamar, soy toda tuya y con sus piernas bien abiertas y derramando sus jugos pasionales, David se sube a la mesa se aferra a su cintura y de a poco va introduciendo su gran miembro adentro de la cuevita caliente, húmeda y palpitante de Rosalía...

Él se introdujo en ella despacio. Quería sentir la calidez de su cueva centímetro a centímetro. También quería que ella lo disfrutara. Que su primera vez lo recordara como algo delicioso. Sabía que lo deseaba. Que esperaba este momento desde hacía tiempo. Lo disfrutaron los dos. Ella sentía en su interior el roce del glande de la polla de su pastelito. Le gustaba sentirlo. Notar como la llenaba. El entrar y salir de aquel miembro hinchado le proporcionaba un placer nuevo. Sensacional. Le hacía vibrar todo su cuerpo. Era una delicia sentirlo. Sus gemidos salían de su boca uno detrás de otro. Se acompasaron a las embestidas de David.

-Todo bien guapa? - le pregunto él.

- Mmmmm... Sigue, sigue. Dame más. - le dijo Rosalía entre gemidos.

Ella le apretó su espalda clavando sus dedos en ella y atrayéndolo más hacia su cuerpo. Quería sentirlo más adentro. Puso las manos sobre su culo y lo empujo más profundo dentro de sí. Noto como se clavaba en lo más hondo de su ser. Los gemidos de David también se intensificaron. Él también disfrutaba de aquel momento. De aquella mujer que se le entregaba con aquella pasión. De su fresita.

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