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Viajando en el tiempo (2)

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¡Venga, despertad y poneos de pie! Apoyaos unas con otras si estáis mareadas. ¡Rápido, rápido!

Les dijo el de la fusta. Entonces pudo darse cuenta de que todas eran mujeres. Contó dieciséis.

Al ponerse de pie, se vio que llevaba la braga del biquini en el tobillo izquierdo y tenía a su lado el zapato derecho. Rápidamente se colocó las bragas y el zapato, justo a tiempo para obedecer la orden de salir por otra puerta a toda velocidad.

Entraron en una enorme estancia, una gran nave de tipo industrial, pasando junto a lo que parecía un estrado y las guiaron hasta unas cajas que estaban perfectamente dispuestas en una matriz de cuatro por cuatro.

Las hicieron colocarse a cada una delante de una de las cajas, vigiladas por veinte hombres con una vestimenta igual al primero, diferenciados solamente por una letra bordada en su pecho, y también con fustas en la mano, al frente de los cuales estaba el que las había sacado. Y el hombre les habló:

-Quiero que me escuchéis atentamente y sin interrumpir, si no queréis ser castigadas. Desde este momento, os habéis convertido en putas esclavas sexuales. Estáis aquí para prestar servicios sexuales a quienes la organización os indique.

Si obedecéis en todo, vuestra vida transcurrirá sin problemas, pero os advierto que aquí la disciplina es muy rígida y que cualquier falta, por pequeña que sea, será castigada duramente.

Ninguna ha sido traída al azar. Todas habéis sido seguidas y analizadas por potentes ordenadores, que se conectan a las cámaras de seguridad, capturan y analizan las imágenes, se os identifica y se crea un historial con vuestros datos.

Cuando se necesita sustituir a las putas, se consulta la base de datos, se obtienen las que coinciden con el criterio de búsqueda y se traen aquí. En este caso, vosotras.

Vuestro amo quiere que os diga una serie de normas que rigen aquí y cuyo incumplimiento, mientras estéis en este lugar, os supondrá fuertes castigos o incluso la muerte, como ya he dicho.

Primero: Vuestro cometido es obedecer en todo lo que os ordenen, sin protestar, agradeciéndolo y poniéndoos a ello con diligencia y rapidez.

Segundo: Solamente hablaréis cuando se os pregunte.

Tercero: Algunas de vosotras habéis sido traídas para ser utilizadas en las pruebas de las máquinas que el amo inventa para ser utilizadas posteriormente en clínicas para gente muy rica, cuyos ingresos y los que proporcionéis vosotras como putas de alto standing, contribuyen a financiarlas.

Cuarto: Tanto las unas como las otras, habéis sido traídas aquí para ser utilizadas como putas de alto standing, y más vale que pongáis mucho interés, si no queréis sufrir grandes castigos. Se os enviará a follar con clientes seleccionados y deberéis hacerlo como si estuvieseis follando con el amor de vuestra vida.

Quinto: Esto os resultará más difícil de entender. Habéis sido traídas de distintos lugares del espacio-tiempo. En este momento podéis estar en vuestro presente, pasado o futuro y seréis enviadas a distintos lugares en épocas distintas. Jamás deberéis hablar de esto con nadie, ni mostrar extrañeza por lo que veáis u oigáis.

No os iban a creer y además, si provocáis el más mínimo incidente, seréis eliminadas al momento.

Sobre esto, ninguna de ellas entendió qué era lo que les estaban diciendo.

Sexto:…

Y siguieron una serie de normas enfocadas a dirigirlas hacia la sumisión y emputecimiento, y lo que tenían que hacer, así como otras normas que regían en lo que llamó “la organización”

Las dieciséis miraban alucinadas, como si estuviesen en un sueño y no se creyesen lo que estaban oyendo.

Cuando terminó su larga secuencia de instrucciones, dio su primera orden:

-Desnudaros completamente y dejad vuestras prendas y abalorios en las cajas que tenéis delante.

A pesar de lo que les habían dicho, Eva no pudo dejar de pensar en que eso era lo que hacían los alemanes a los judíos cuando los iban a gasear. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras murmuraba:

-¡No quiero morir! ¡No quiero morir!...

Dos voces se oyeron protestando

-¡Ni hablar! Yo no me desnudo…

-¡Esto es ilegal! Os denunciaré a la policía…

-Veo que podremos poner un ejemplo de lo que ocurrirá a la que rompa las normas. ¡Ayudad a estas putas a desnudarse!

Inmediatamente los hombres vigilantes se distribuyeron entre las filas, al mismo tiempo que las nuevas sujetaban sus prendas, cruzando los brazos sobre su cuerpo, para evitar que las desnudasen. Sin embargo, no las tocaron. Se situaron detrás, al lado o delante de ellas y, a la orden del que parecía que los dirigía:

-¡Desnudas ya!

Empezaron a descargar golpes en todas las partes del cuerpo con las fustas. La mayoría intentaron cubrirse como pudieron, excepto las dos que habían protestado anteriormente, que salieron corriendo en direcciones distintas. Cuatro de los vigilantes que no estaban ocupados, salieron tras ellas y rápidamente las redujeron, llevándolas junto al jefe, al frente de todas las demás.

Al grito de “atención” cesó el castigo y todas quedaron mirando a las capturadas.

Colocaron a ambas unas muñequeras que permitieron maniatarlas con las manos a la espalda y otras en los tobillos que impidieron su movilidad. Fueron obligadas a ponerse de rodillas y, a una señal del hombre, sus captores procedieron a darles una lluvia de golpes, sobre la ropa, por piernas, espalda, culo, brazos, y cuando se dejaron caer, pechos y zona del coño.

La cantidad de golpes debía de estar establecida, porque todos pararon de repente y procedieron a soltar muñecas y tobillos.

-Ahora, si no queréis más golpes, volved a vuestros puestos. ¡Y os quiero a todas totalmente desnudas YA!

Todas empezaron a desnudarse con más o menos remilgos. Algunas hubo que golpearlas un poco para que terminasen con su ropa interior, pero pronto estuvieron todas con las prendas en sus correspondientes cajas.

Las que intentaban taparse con sus manos y brazos, eran corregidas con golpes de fusta para que los mantuviesen a los costados.

El hombre comenzó una inspección de las mujeres, una por una, seguido de uno de los vigilantes con una tablilla, papel, lápiz, una especie de medallas colgando de su brazo y un rotulador.

A cada una, le preguntaban su nombre, que escribían en el papel, le ponían una medalla al cuello, ajustándola con unas tenazas para que no se la pudiesen quitar y que era un número identificativo, el cual también anotaban en la tablilla, junto a su nombre, y en la caja.

Terminada la identificación, les hicieron tomar a cada una su caja y llevarla a una cinta transportadora de la que un sistema robotizado las almacenaba en estanterías que formaban altas columnas de cajas iguales.

De ahí, fueron pasando por una sala ginecológica, donde les rellenaban el historial, comprobaban su salud y se hacían las previsiones para bloquearles la producción de óvulos e impedirles futuros embarazos.

Cuando alguna se puso a llorar porque realmente deseaba tener hijos, les explicaron que el bloqueo era reversible y que les sería eliminado en su momento. Después les anunciaron que tenían un castigo por hablar.

Todas ellas salieron de la revisión con unas bolas chinas en su coño y con un cinturón metálico especial que impedía su retirada.

De las 16 mujeres, separaron a cuatro, Eva, María, Jana y Olga. Se fijó en que todas tenían algún defecto y la lleno de miedo el pensar lo que querrían hacer con ellas. Quizá actos perversos que acabasen con sus vidas.

María llevaba una gran quemadura en su cara, a Jana le habían roto los dientes y a Olga no se le notaba nada. Una a una las fueron pasando por una habitación donde las tenían cosa de una media hora, difícil de precisar por carecer de relojes, y llevándoselas después.

Esta escena se repitió todos los días durante algo más de un mes.

Eva pasó la última. La acompañó uno de los hombres que las vigilaban. La hizo entrar en una sala llena de muchas máquinas de todas las formas y tamaños pensables.

La colocaron en una plataforma ante una de ellas y le hicieron introducir su pierna dañada. Volvió a recordar las historias de alemanes y judíos. Se veía objeto de experimentos con un nuevo doctor Méngüele y se puso a llorar de nuevo.

-¿Qué me van a hacer? ¡Por favor, no me hagan daño! ¿Para qué es esto? – Dijo en un susurro, sin dejar de llorar, mientras la sujetaban con correas a la plataforma.

-¡Cállate, puta! No has oído las normas que os acaban de decir. Has incumplido la prohibición de no hablar y serás castigada por ello. Pero voy a satisfacer tu curiosidad:

El amo es un importante científico al que le gusta desarrollar nuevas máquinas para curar o arreglar las cosas que se le ocurren.

Esta máquina elimina tejidos y huesos dañados en el interior del cuerpo humano y los reconstruye automáticamente después. Cuando tengas la pierna perfecta, curaremos tu miopía y estilizaremos tu cuerpo.

-Y por qué no han elegido a otra mujer que no tenga defectos y así no tener que corregirlos. –Volvió a preguntar.

-Acabas de volver a saltarte la norma. Por esta vez, no daré parte porque no creo que soportases dos castigos seguidos tan pronto, pero no te lo consentiré una vez más.

Es para comprobar el funcionamiento de las máquinas que inventa.

Después de tener un buen rato la pierna metida en la máquina y sentir fuertes pinchazos y dolores, la sacaron y llevaron a otra habitación. Pudo comprobar, horrorizada, que en ella se encontraban todas sus compañeras de infortunio en distintas situaciones, cada una más horrorosa que la anterior.

Unas estaban siendo sodomizadas, otras simplemente folladas, otras con dos y tres pollas en sus agujeros, otras haciendo mamadas o siendo azotadas…

En la misma puerta de entrada, su acompañante la obligó a detenerse, un segundo antes de quedar paralizada por la escena, colocándole un collar de cuero y sendas muñequeras y brazaletes. Todos tenían argollas de fijación para engancharles cosas o entre sí.

Estaba tan horrorizada que ni se dio cuenta de lo que le hacía.

-Yo voy a ser tu principal entrenador y evaluador para las tareas que se te van a encomendar. Deberás dirigirte a mí con respeto y obedecer en todo lo que te ordene, sin rechistar.

Eva volvió la cabeza para mirarlo de nuevo. Era un hombre bien parecido, probablemente de su misma edad o algo mayor. No supo el porqué, pero su angustia se calmó ligeramente y hasta le sonrió.

Tras esto, y agarrada por el pelo ante su reticencia a andar, la llevó hasta una pared donde se encontraban unas plataformas sobre las que había dos tubos paralelos, en forma de “U” invertida, que se ajustaban en separación y altura con unos botones y llevaban enganches en distintos puntos. Una especie de mesa pero si tablero, con un caballete a un lado y otro al otro lado

Allí la hizo doblarse sobre uno de ellos y poner el cuello sobre el otro, al que quedó sujeta por el collar. Los tobillos quedaron sujetos a la parte inferior del tubo trasero y lo mismo con las muñecas y el tubo delantero.

En esa posición, dada la anchura de la U, Eva se sintió totalmente expuesta, pues sentía abiertos los cachetes de su culo y su coño expuesto a cualquiera que mirase, lo que la hizo sentir totalmente avergonzada.

Se encontraba doblada en L, apoyada en cuello y caderas, quedando todo su cuerpo a disposición del que quisiera.

-Este va a ser tu primer castigo por incumplir las normas. Por ser la primera vez y tu día de llegada, no será excesivamente duro, pero te aseguro que la próxima falta no te olvidarás. Vas a recibir dieciséis latigazos: cinco en el culo, cinco en la espalda y tres por cada lado, en pecho y tetas. Deberás contar en voz alta los golpes y agradecer a tu señor, que soy yo, por corregirte. Si te saltas uno, la cuenta volverá a empezar.

-No, por favor. No volveré a hablar. No me pegue…

-Nueva falta. Ahora serán el doble en cada lugar y lo iremos duplicando cada vez que hables.

No se atrevió a decir nada más. Su posición y fijaciones no le permitían ver lo que hacía su vigilante, por lo que la espera a recibir el primer golpe la estaba poniendo en mucha tensión.

Por fin, sin más aviso, oyó el silbido del látigo y sintió un golpe en su piel. De momento, no sintió más que la sensación del golpe. En su mente se formó el pensamiento “Bueno, no es para tanto”, pero no había terminado de pensarlo cuando un terrible escozor se estableció en su nalga derecha.

-Aaaaaaayyyyyyyy.

-Este primer castigo, te permitiré quejarte, pero deberás acostumbrarte a omitir cualquier tipo de sonido que no sea la cuenta del golpe y la frase “gracias por corregirme, señor”. ¿Lo has entendido?

-Ssssiii

-Pues cuenta y agradece.

-U u u u uno. Gra… Gracias por corregirme, señor.

El siguiente golpe cayó sobre su nalga izquierda. De nuevo una leve sensación seguida de un terrible escozor.

-Aaaaaaaaayyyyyy. D d dosss. Gracias por corregirme, señor.

-Te conviene recibir el castigo sin gritar, para que te vayas acostumbrando. La próxima vez, cada grito incrementará el castigo.

Los golpes fueron cayendo uno tras otro en su culo, cruzándolo en todas las direcciones. Solamente emitía gemidos de dolor, el conteo y el agradecimiento. Cuando la cuenta llegó a cinco, los latigazos cambiaron a su espalda.

Ahí sí que volvió a gritar. El dolor le pareció terrible pero consiguió aguantar los cinco latigazos. Los tres latigazos en pecho y tetas, al ser menos y con intervalo entre un lado y otro, le dolieron más, pero aguantó mejor.

Cuando terminaron, le dijo:

-El primer castigo ya está aplicado. Ahora el segundo.

Cuando le dio el primero, nuevamente en el culo, el dolor fue insoportable. Estuvo unos segundos danto saltos y tirando de sus anclajes para soltarse, pero estaban bien amarrados. Cuando terminó el castigo, su cara era un mar de lágrimas, mocos y babas. Escasamente podía hablar ni le quedaban lágrimas para llorar.

-Te has portado bastante bien, para ser tu primer castigo y, además doble. Ahora vamos a comenzar con tu entrenamiento. Deberás aprender todas las técnicas necesarias para dar placer a un hombre, por exigente que este sea.

Eva tenía un montón de preguntas y quejas, pero no se atrevió a abrir la boca para no aumentar su castigo.

Solamente unos minutos tardó su castigador en empezar con las enseñanzas.

-Veamos qué tal follas.

Y le clavó la polla, metida en un preservativo, directamente en el coño.

-Hummmmm fffffffff

Su coño, no solamente estaba seco, sino que estaba muy lejos de lubricar. Su gemido de dolor fue la muestra del daño que le hacía lo que le habían metido. Era algo grande. Le había dolido más la brusca dilatación para recibirlo que el roce.

Después del parto, era la primera vez que sentía algo grande en su coño, mucho más grande que lo que su marido llamaba polla. No podía verlo, pero supo lo que podía ser cuando su dolorido culo sintió el golpe de los muslos de él.

-Aprieta los músculos, puta. ¿No sabes hacerlo? Tiene que quedar más estrecho que el coño de una virgen. Vaya mierda puta que me ha tocado esta vez. –Dijo su entrenador al tiempo que le daba dos fuertes palmadas en el culo.

Estuvo a punto de decirle que ella no era una puta. Que la habían secuestrado y varias cosas más, pero el dolor producido por las palmadas le recordó lo sufrido por haber hablado y se contuvo, emitiendo solamente un gemido de dolor y un par de soplidos.

Acertó a contraer los músculos de la pelvis, lo que, después de varias folladas, le valió otro par de palmadas:

-Quiero que aprietes cuando la meta y cuando la saque, ¡Y mueve el culo, puta! Que parece que me esté follando una muñeca. –Volvió a decirle su instructor.

Ligeramente guiado por él, movía el culo en círculos, al tiempo que contraía lo siguiendo sus movimientos. Le valió varios golpes más, porque al principio, o se olvidaba de presionar o de mover el culo.

-MMMMMM. Así me gusta. Vas aprendiendo. A este ritmo no tardaré en correrme. Al final aún te podré convertir en una muy buena puta.

No supo por qué, pero esas palabras de felicitación y ánimo, le llegaron muy profundo. A ella, una mujer que a la vista de su familia, nunca hacía nada bien, esto fue como un bálsamo para su cuerpo, hasta el punto de empezar a excitarse e ir mojando su coño y empezando a escurrir por sus muslos y los huevos de su entrenador.

Él, al sentir cómo se excitaba, empezó a follarla con rapidez y profundidad. Por su larga experiencia, enseguida supo cuándo estaba ella a punto de correrse, por lo que metió su mano bajo ella para acariciarle el clítoris a la vez que la follaba.

Cuando su mano llego a la vulva, se encontró con un clítoris hinchado, por el que pasó suavemente el dedo, consiguiendo un fuerte gemido de placer y un movimiento para que ese dedo presionase más fuerte y así poder disfrutar de su orgasmo.

Él retiró su mano para darle otra vez dos golpes.

-Tú no estás aquí para disfrutar. Tu misión es dar placer a quien te posea en ese momento. Si quieres correrte, deberás pedir permiso, para eso sí que se te permite hablar. Si te corres sin pedirlo o habiéndotelo negado, serás castigada duramente.

-¿Puedo correrme, señor?

-Todavía no.

El hombre siguió entrando y saliendo de su coño, mientras iba pidiendo que contrajese los músculos alternativamente al clavarla o al sacarla.

Tenía que distraer su mente en esas acciones, porque sentir el roce de esa polla desde su vulva al cérvix, llenándola completamente y los suaves roces sobre su clítoris, le iban a llevar a un orgasmo incontrolado.

Por fin, el hombre anunció su corrida.

-Joder, puta, que bien me ordeñas. Has aprendido rápidamente. Estoy a punto de correrme y cuando lo haga, podrás hacerlo tú.

Y seguidamente la clavó hasta el fondo al tiempo que agitaba más fuerte su clítoris y anunciaba:

-OOOOOHHHH Me corroooo. Oh puta, eres de lo mejor que me he follado en primerizas. Serás una buena puta para el amo.

Al oírlo, estallo en un intenso orgasmo, como jamás había sentido ni creía que se pudiese sentir. Perdió el conocimiento durante unos instantes y cuando lo recuperó en parte, sintió un enorme vacío en su interior. Solamente dijo, todavía algo ida:

-Puedo hablar, señor?

-Habla.

-¿Ha quedado satisfecho, señor?

-Si puta, he quedado muy satisfecho.

Era una de las técnicas que utilizaban. Hacerlas sentir que lo hacían bien. Luego las comparaban con lo bien que lo hacían las otras y obligarlas a esmerarse. Pero Eva todavía seguía excitada. Tras su recuperación, sentía que necesitaba repetir. Con su marido ni con sus dedos había conseguido algo igual, por eso, sin reconocerlo, se atrevió a decir.

-¿Desea repetir, señor?

-¿Quieres que lo haga?

-Sí, señor.

-Te complaceré. Pero ahora practicarás con otra polla distinta.

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