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Quero (IV): Adicta

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La abuela Quero se sorprendió cuando, al girar su cabeza hacia la izquierda, vio a un joven, no debía tener más de veinte años, que la observaba con interés. Ella venía de hacer la compra, cargada con bolsas, con un pañuelo estampado cubriendo su corto cabello rubio, vestida con un vestido gris claro de manga corta que le llegaba hasta las rodillas, calzando unas chanclas playeras de color negro, descubiertos casi sus pies.

La abuela Quero, mientras caminaba pesadamente, se fijó en que el joven abandonaba su asiento en el banco de la plaza y comenzaba a acercarse, llegando hasta su lado. Entonces el joven preguntó: "¿La ayudo?"

"Oye, me puedes tutear", respondió ella, "no soy tan mayor, y, sí, ayúdame, por favor", terminó de decir después de soltar dos de las bolsas en el suelo, que el otro agarró de inmediato.

"Pero, ¿tú eres la abuela Quero, a que sí?", preguntó el joven a la par que caminaban; "Sí, bueno, o no, no soy ese personaje creado por ese extraño autor, en realidad ése me describe como una especie de mosquita muerta del futuro adicta al sexo virtual, como verás, ni soy una anciana, como ése acostumbra a llamarme, ni vivo en el futuro ni, para colmo, tengo Internet en casa". El joven sonrió desconcertado.

"Aquí es", dijo Quero señalando su portal, "vivo en el bajo, acompáñame", y ordenó.

Quero abrió una puerta, otra, la de su casa y el joven la siguió hasta el interior.

"Deja las bolsas aquí mismo en el vestíbulo", volvió a ordenar ella; él obedeció.

"Mira, ¿cómo te llamas?"; "Me dicen Chule"; "Mira, Chule, ¿qué te ha atraído de mí?"; "Me atraes entera, eres una mujer, aunque he notado que cuando te has referido al autor que escribe tus aventuras no has hecho ninguna referencia al sexo virtual, del cual dice ése que disfrutas"; "Exacto, Chule, ¿y sabes por qué?, porque me gusta el sexo de verdad, me gusta la calentura". Y diciendo esto, la abuela Quero, allí, de pie frente al joven, se desabrochó la cremallera del vestido por la espalda. El joven inclinó su cabeza y posó sus labios sobre el cuello de ella.

La abuela Quero sufrió un calor repentino subiéndosele a la cabeza. "Ah", gimió, "me he propasado eligiendo esta ficción". Acto seguido se quitó las gafas de realidad virtual.

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