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Desafío de galaxias (capitulo 42)

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En el Parlamento Federal, la creación de la Reserva Federal Bulban, salio adelante por los pelos. Durante los días previos a la votación, el presidente, Marisol, e incluso Anahis, se reunieron con varios cientos de representantes indecisos. En grupos pequeños o individualmente, todos recibieron la visita de los partidarios de la creación de la Reserva, y casi todas las reuniones llegaron a buen puerto, salvo alguna que termino, como dirían en Nueva España: como el rosario de la Aurora. Finalmente, los de Galaxy Green inclinaron la balanza del lado del presidente, pero no fue gratis, este tuvo que comprometerse a aportar varios sistemas más para la colonización kedar.

Terminadas las sesiones del Parlamento, Marisol y Anahis, embarcaron en el Fénix con la inseparable Sarita, y se dirigieron a Gerede Mutsu, donde estaba estacionado el ejército y la flota del Sector 25. Mientras, Marión, desde Mandoria, seguía a cargo de todo.

—¡Enhorabuena! —dijo Loewen abrazándolas. Estaba previsto que cenaran todos juntos con la tropa en uno de los comedores—. Opx y yo hemos seguido por el canal federal los debates. Las cámaras os seguían a todas partes.

—Os lo habéis currado, —añadió Opx besándolas también— no esperaba menos de mis chicas favoritas.

—Mucho más Anahis, —dijo Marisol—. Incluso el presidente reconoció que había heredado la maestría de su padre en negociaciones y debates, —y bromeando, añadió—: yo creo que ya la está buscando un sitio en el gobierno federal.

—¡Venga, venga! No exageres, —la reprendió cariñosa Anahis dándola un azote en el trasero—. Lo principal es que se ha aprobado la creación de la Reserva Bulban, aunque haya sido por la diferencia más estrecha de la historia del Parlamento de Edyrme.

—Ya lo hemos visto, —intervino Loewen riendo—. ¡Tres votos!

—Tres votos de casi siete mil emitidos.

—Y gracias a la negociación final del presidente con los de G. G. —afirmo Anahis—. Pero a él ahora le queda lo peor, tiene que cumplir lo prometido a los ecologistas, y no sé yo… parece que lo tiene jodido.

—Yo no diría tanto, me da la impresión de que tiene un as guardado. Los toreó con una maestría que me dejó flipada y se los llevó donde quería. Pero dejemos la política de una puta vez, —y abrazándolos otra vez les lleno de sonoros besos—. ¡Joder chicos!, que ganas tenía de achucharos otra vez.

—Es que ha pasado mucho tiempo nena, demasiado, —dijo Opx acariciándola—. Pero en fin, es lo que hay, y aquí la monja y yo, hemos estado muy liados.

—Y tú por todas partes, —apostilló Loewen mientras sonaba el comunicador de Anahis. Miró el visor y se apartó un poco para contestar.

—¡Dime! —escuchó atentamente lo que le decían y paulatinamente se fue iluminando su rostro mientras miraba a Marisol, que también la miraba, igual que los demás—. ¿Está confirmado?, no, no la llames que está aquí conmigo, ya se lo digo yo. Preparad los enlaces con el Ares, querrá hablar con ellos. De acuerdo. —cortó la comunicación y mirando a Marisol con una amplia sonrisa, dijo—: Bertil ha llegado a distancia del repetidor y ha comunicado con el Ares.

—¡Fantástico!, ¡genial! —exclamaron casi al unísono Opx y Loewen mientras a Marisol le empezaban a brillar los ojos. Inmediatamente todos la abrazaron.

—Nena, te estás convirtiendo en una llorona de cojones, —dijo cariñoso Opx después de besarla.

—¡Ya ves! Menuda general estoy hecha, te cagas.

—¡Pues a mí me gusta!

—¡Y a mí también!

—¡Y a mí no digamos! —apostilló Anahis morreándola.

—Bueno, venga, ya vale, —dijo Marisol limpiándose las lágrimas—. ¿Te han dicho algo más?

—Que han perdido dos fragatas y han tenido bajas. El República regresa con graves daños pero con reparaciones en marcha. Están preparando un enlace para que puedas hablar con ellos, de todas maneras, la comunicación con ellos ya es continua.

—Entonces nos tenemos que…

—¡De eso nada! —exclamó Loewen—. Has bajado a cenar con nosotros y eso es lo que vamos a hacer. En el Fénix hay gente suficiente para recibir la información y Marión…

—¡No, joder, chicos…!

—Mira Marisol, —dijo Opx poniéndose serio— la tropa sabe que venias a cenar al comedor y te esperan, si no quieres estar con nosotros, de acuerdo, pero no les puedes dar la espalda a ellos.

—¿Pero que gilipollez estás diciendo?, ¿cómo no voy a querer estar con vosotros?

—¡Pues es lo que parece! —exclamó Opx guiñando con disimulo el ojo a Loewen y Anahis, que desde el primer momento captaron la broma.

—¡No me lo puedo creer! Y de ti, menos, —entonces se percató de que se estaban partiendo de la risa y mirando a Opx con el ceño fruncido, exclamó—: Eres un… ¡cabrón!, y un… ¡maricón! —está palabra la dijo en español.

—Pues de lo último, no sabes hasta que punto… —contestó fingiendo pluma— y cada vez más, —Marisol se le quedo mirando, suavizó el gesto y sé hecho a reír mientras negaba con la cabeza.

—¡Anda!, vamos a cenar con los chicos, —dijo agarrándose de su brazo y echando a andar— y perdóname por lo de maricón.

—No tengo nada de que perdonarte, además lo soy.

—Bueno, pero a mí no me gusta esa palabra, siempre me ha parecido insultante y peyorativa. Además, yo también lo soy, en versión femenina claro. Una vez, hace muchos años, cuándo era una adolescente insoportable y me preocupaban esas cosas, mire su significado en el diccionario de la AEL…

—¿La AEL?, ¿Qué es eso?

—La Academia Española de la Lengua. De la palabra maricón dice: “hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo”. Se me quedo muy grabado por lo injusto de la definición: tú, no eres nada de eso. Bueno, afeminado, últimamente un poquito… pero solo un poquito. Además, fíjate que en el mismo diccionario, si buscas: tortillera, o bollera, te redirige a: lesbiana, que significa: “mujer homosexual”.

—¡Hostias tía! —exclamó Loewen riendo— cuándo eras jovencita te comías el coco de una manera bárbara, ¡eh!

—Era una niñata asquerosa y repelente —la expresión hizo reír a todos— supongo que como todas las demás crías de mi edad.

—Yo no, —dijo Loewen.

—Tú no cuentas. Te pasabas el día en el convento dando espadazos entre responso y responso.

—Pues yo tampoco, —dijo Anahis arqueando las cejas.

—Pero es que tú… tú… ¡bueno vale tú no!

—Ni yo, —intervino Sarita.

—¡Pues yo menos! —la exclamación de Opx hizo soltar la carcajada a todos al tiempo que entraban en el comedor donde cientos de soldados federales la esperaban. La aparición de Marisol, cogida del brazo de Opx, y seguida de Loewen, Anahis y Sarita, fue impactante y cientos de vítores y aplausos se elevaron automáticamente mientras las cámaras de televisión lo retransmitían a toda la galaxia interrumpiendo la programación habitual. Soltándose de Opx, se acercó a ellos y durante un tiempo fue saludando personalmente a todos los presentes, entre los que había jefes y oficiales, incluido Leinex al que dio dos cariñosos besos. Después se subió a una de las mesas y con las manos les pidió silencio.

—Queridos amigos, hace escasamente unos minutos, he recibido una gran noticia. Como todos sabéis ya, hemos logrado cerrar el corredor enemigo y lo hemos hecho desde el otro lado, desde Magallanes. Un grupo de compañeros, de valerosos camaradas, capitaneados por Bertil, y con la ayuda de la capitan Aurre, a los que conocéis de sobra, son los que lo han conseguido, —un estruendo de vítores y aplausos volvió a elevarse interrumpiéndola—. Me acaban de comunicar, que han hecho contacto y ya vienen de regreso, —más aplausos— han muerto muchos compañeros, han perdido naves y las que regresan lo hacen con graves daños fruto de la tremenda batalla que han librado, ¡pero no me cabe la menor duda, de que lo conseguirán y regresaran a casa, con sus familias y con nosotros!, —más aplausos—. ¡Esto no está acabado! El que lo piense se equivoca. Nos quedan muchas batallas que librar y muchos amigos que perder, incluso nuestras propias vidas, pero no tengáis la más mínima duda, de que yo, y mis colaboradores, estaremos siempre al frente de las tropas arriesgando las nuestras, hombro con hombro con todos vosotros, —un estruendo de vítores y aplausos se elevó interrumpiéndola, pero ya tenía poco más que añadir. Entre el atronador griterío añadió levantando los brazos— y al final podremos gritar todos juntos: ¡victoria!, ¡victoria!, ¡victoria!

Un suboficial especialmente fornido y con la ayuda de otros soldados, se la colocó sobre los hombros y la paseo por medio de la multitud que la tocaban como si fuera un ídolo de rock y la ofrecían vasos de licor. Finalmente, el suboficial la depositó en su mesa y cuándo todos se tranquilizaron comenzaron a cenar después de que Sarita la trajera algo del autoservicio. Pero no la dejaron tranquila, los soldados, fueron pasando con cuentagotas para sacarse fotos con ella con las cámaras de sus comunicadores. Con todos tuvo palabras cariñosas, caricias, sonrisas y besos, y la cosa duró hasta las primeras horas de la noche ya que muchos soldados, que habían cenado en otros comedores, se acercaron para poder verla. La descomunal dimensión de líder de Marisol, eclipsaba totalmente a todos los demás, incluido el presidente Fiakro.

 

 

En vista de que la cosa se alargaba, y Marisol ya no demostraba tener prisa, Anahis ordenó al Fénix aterrizar en el planeta para evitarla el viaje a la órbita. Cogidas del brazo entraron en su camarote y se ducharon juntas. Marisol preparó unas copas y se sentaron en el sofá frente al ventanal, por el que podían ver las miles de tiendas de campaña, de todos los tamaños, que configuraban el acuartelamiento donde estaban.

—Al principio no querías ir, y luego casi te tengo que sacar arrastras, —dijo Anahis riendo.

—Ya sabes que cuándo pasa algo me entran las prisas, —reconoció Marisol— pero en ningún sitio estoy tan a gusto como con ellos. En Almagro me pasaba lo mismo, cuándo entraba de turno en el cuartel del Tercio era absolutamente feliz, ya sabes, hablar, beber, discutir, pelearnos: costumbres cuarteleras.

—Pues yo creía que cuándo eres absolutamente feliz es cuándo estás conmigo.

—Y así es mi amor, —contestó rápidamente vislumbrando el peligro—. Lo otro es distinto: es otra cosa.

—No me digas que tengo que competir con una tropa cuartelera.

—¡No, no, no! Pero, ¿cómo se te ocurre algo semejante? Tú eres mi único amor y lo sabes muy bien.

—Ya, pero me compartes con un montón de soldados.

—Por favor, mi amor, no me montes una escena, —suplico Marisol—. Te lo repito: tú eres mi único amor.

—Si ya lo sé tonta.

—¡Joder tía! ¿de qué estamos discutiendo entonces? —Marisol no entendía nada.

—No estamos discutiendo, es que me gusta hacerte de rabiar.

—¡Eres mala! ¿lo sabias? —Marisol la abrazó mientras Anahis la acariciaba el trasero con la cola. Buscó sus labios y los encontró receptivos como siempre. Durante un par de horas se estuvieron amando hasta que finalmente, y ya en la cama, abrazadas se quedaron dormidas cuándo quedaba poco para que amaneciera en el planeta. 

 

A media mañana, Marisol conectó desde su despacho con el Ares por video enlace.

—Buenos días Paco, ¿qué tal estás? —saludo a su amigo Paco Esteban.

—Yo muy bien, con la moral a tope desde que vi tu arenga de anoche.

—Perdóname por no llamarte nada más enterarme, pero estuve un poco liada. ¿Lo has visto en los informativos?

—No, lo vi en directo…

—¿En directo?

—Si, claro.

—¡Joder tío! No tenía ni idea.

—La Cadena Federal interrumpió la programación y retransmitió en directo todo, la soflama, los besos, los abrazos, incluso la cena, y las copas del final. ¿No lo sabias?

—Te prometo que no. Vi las cámaras por allí, pero pensé que estaban grabando como hacen siempre para los informativos. ¿Y que te pareció el discursito?

—¿Discursito? Si me dieron ganas de coger la pistola y salir a pegar tiros.

—No seas tonto, a ti no te hace falta una arenga. Bueno, cuéntame.

—Les han pegado muy duro. Durante la batalla perdieron una fragata y tras el primer salto tuvieron que abandonar otra. El República regresa con muchos daños, pero por fortuna, los motores de salto están intactos, y ahora navega con dotación mínima, Bertil ordenó evacuarlo porque si los interceptan, no puede combatir con capacidad plena: Las defensas automáticas no funcionan y los escudos primarios están al 40 %, los sistemas ofensivos están mejor…

—Pero sin defensas están jodidos.

—Y tres de las cuatro dársenas de vuelo están inutilizadas.

—O sea, que tampoco tienen interceptores.

—Solo lanzaderas. Por fortuna, la madre de Maite va en esa nave. Las otras dos fragatas tienen daños, pero no son importantes. En cuanto a los bombarderos, al igual que el de apoyo logístico, están intactos.

—No hago más que comerme el coco sobre como traernos el República hasta aquí, pero eso lo clarifica todo.

— Así es: no merece la pena.

—¿Y las bajas?

—Muchas, entre muertos y desaparecidos, más de quinientas.

—¡Joder!, ¿cuándo puedo hablar con Bertil?

—Tenemos problemas con la señal y lo limitamos a lo estrictamente necesario, pero…

—¿Qué le ocurre a la señal?

—El repetidor está fallando y hasta dentro de nueve días no pueden comunicar por si solos. No queremos sobrecargas los sistemas.

—Entonces de acuerdo, ya hablaré con él, no te preocupes.

—En la última transmisión de datos, les he enviado la grabación de anoche, con discursito y con todo lo demás. Les va a quedar claro de que aquí no los olvidamos, y tú menos.

—Gracias Paquito. ¿Cómo va la cosa con los kedar?

—Tus amigos, los lideres tribales, cuándo se enteraron del ataque, salieron corriendo como conejos y ya están incordiando a Aunie.

—¡Qué hijos de puta, y no se querían ir!

—Siguen apareciendo kedar por todas partes, y no con cuenta gotas precisamente, en los últimos ocho días, han llegado algo más de un millón.

—A este paso vamos a triplicar la primera estimación.

—Y de largo, los escáneres están detectando mucha naves pequeñas en camino. Lo que no comprendo es por qué no hay actividad bulban, tenemos patrullas a la máxima distancia posible y sus escáneres solo detectan naves civiles.

—Es posible que estén reuniendo toda su flota para atacarnos. Necesitan nuestro portal, sí o sí. Además, es muy posible que tengan ya más naves aquí que en Magallanes.

—En muy posible, y si es así, espero que Bertil llegue antes que ellos, porque un ataque de esa envergadura arrollaría nuestras defensas: la flota que les queda aquí es enorme.

—Yo también lo espero, Paquito, yo también lo espero.

 

 

 

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