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Mi Breve Guía sobre Cómo Crear Personajes

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Una vez más, me siento ante este teclado para debatir acerca de más cosas que espero que os sean útiles a la hora de escribir. Al menos a mi me ha ayudado el ponerlas sobre papel. Como en mi otra guía, esta es una versión muy personal sobre cómo crear personajes, habrá gente que no esté de acuerdo o que lo haga de otra forma, y ninguna de ellas es mejor ni peor. Al fin y al cabo, como todo lo que tiene que ver con escribir, es cosa de estilo. Igual que en el caso anterior, voy a organizarlo en varios capítulos diferentes que engloban comentarios sobre distintas categorías de conceptos, para facilitar la búsqueda de información y dar una visión más coherentes sobre las cosas, aunque en este caso todo es un bloque más homogéneo y menos una colección de consejos concretos.

Personalidad:

A la hora de crear un personaje sólido, lo primero que debemos tener en cuenta es que toda personalidad que creamos tiene una pequeña parte de nosotros mismos en su interior. Puede ser un deseo nuestro, un reflejo de parte de nuestra personalidad, o cualquier otro elemento, pero inconscientemente lo vamos a hacer. Y eso está bien. Si no lo hacemos los personajes no dejarán de ser clichés predecibles y forzados. Esto es algo en lo que no hay que prestar demasiada atención, es más una advertencia para que sepáis que no pasa nada malo en caso de que notemos que hay elementos de nosotros en ellos, está bien.

En cualquier caso, para comenzar a diseñar un personaje, lo mejor es comenzar por preguntarse unas pocas preguntas acerca de él (o ella, claro). ¿De qué trabaja? ¿Qué es lo que más le gusta? ¿Tiene alguna particularidad? ¿Qué personalidad tiene? ¿Algún punto fuerte o débil? ¿Algún rasgo físico destacable? ¿Nivel educativo? Obviamente, puedes añadir preguntas, pero estas son las que yo considero más importantes. En cualquier caso, respondiendo a esto tendrás mucho del trabajo hecho para poder empezar. Por ejemplo:

Adrián es un publicista aficionado a las películas clásicas. Tiene la manía de comenzar todas sus frases con “sí pero...” para disimular, bajo una aparente seguridad, la inseguridad que es su verdadera naturaleza. Su punto fuerte es un buen sentido del humor, su punto débil es que le gusta demasiado el alcohol. Atractivo, aunque con una nariz un poco aguileña de más. Tiene nivel educativo universitario con una Licenciatura en Publicidad, pero cree que lo desaprovecha en su actual empresa.

Quizás no usemos todo esto en el relato, pero nos da un punto de partida para imaginar cómo reaccionará Adrián en cada situación, y con eso narrar. Además, muchas de esas cosas se pueden infiltrar en el relato de forma inconsciente o sutil. Por ejemplo, la manía de empezar las frases aparecerá en sus diálogos, dándole consistencia y separándole del resto de personaje. O quizás hace referencias a personajes de películas a la hora de describir a otros. O quizás haya alguna escena en que tenga que intentar rechazar su deseo de beber alcohol.

Todo ello da consistencia a los personajes. Segundo punto, muy relacionado con ello, es que nadie es perfecto. Crea una personalidad con luces pero también con sombras, con dudas y seguridades, para poder tener personajes humanos y no sólo arquetipos. Todos hemos leído decenas de historias de cómo el chico seguro, carismático y avasallador se lanza a por la mujer casada y fiel y la hace caer en sus redes a la primera escena justo en la habitación de al lado de donde el marido ve un partido. Pueden tener su gracia y su morbo, pero son personajes completamente increíbles, o al menos extremadamente forzados e improbables.

Para crear personajes creíbles de forma rápida, a menudo también podemos recurrir a un segundo sistema, complementario con el anterior. Para ello, lo que pensamos es en unos cuanto arquetipos, o personajes que nos gustan de novelas y cine, y los combinamos de modo que quede algo coherente, al que le añadimos “nuestro toque”. Es más rápido, y puede dar unas descripciones como:

Adrián es un personaje algo atormentado tipo Humphrey Bogart, con su aparente seguridad y su rollo cine negro. Tiene el sentido de humor gracioso e inocente de una película de los Monty Python. Es publicista, como los de la serie de los años 60 (me temo que no la he visto, lo siento).

El personaje resultante, en gran medida, es similar al del otro sistema. La ventaja es que además de ser más sencillo, a menudo nos permite reaccionar a cosas inesperadas que surjan en la narración con más rapidez. En una situación de tensión, ¿cómo reaccionaría Bogart? Con el otro sistema, habría que parar a pensar cómo reaccionaría el personaje directamente. El defecto de esto, por supuesto, es que quedará un personaje que es “menos nuestro”, y más estereotípico. Esto no es malo, pero habrá gente a la que le guste y gente a la que no.

Un tercer sistema consiste en buscar una simple imagen mental rápida, como un esbozo, por medio de una colección de sensaciones e adjetivos que vamos a emplear, y que luego al ir escribiendo se irán transformando en un personaje.

Adrián es irónico, inseguro, cálido, aparentemente confiado, alcohólico, culto, hastiado, atractivo, vulnerable.

Este sistema es más impreciso, y a menudo no bastará por si mismo, pero sirve perfectamente a la hora de crear los personajes secundarios, o si sois de los que preferís sentaros ante un teclado y comenzar a escribir directamente, y ver a dónde os lleva el texto.

Por supuesto, los tres sistemas son combinables. Podríamos buscar primero unas sensaciones que nos orienten, luego un personaje que nos guste y nos de una base más sólida, y con todo ello ir creando las respuestas a las preguntas que nos parecen interesantes. O dos de ellos, o unos más que otros, o la combinación que más nos guste. Yo os pongo los tres métodos que conozco, y que a partir de ahí cada uno experimente.

Credibilidad y Evolución de Personajes:

No me voy a meter con que la historia debe ser creíble y lógica (que debe serlo), aquí hablo de personajes. Y para que una narración sea creíble los personajes tienen que serlo también. A la hora de que un personaje llegue a ser creíble, sus reacciones y acciones a las situaciones tienen que ser coherentes con la personalidad que hemos descrito. Si hemos dicho que Adrián finge su seguridad, debemos narrar que actúa muy echado para adelante, pero que en sus pensamientos y reflexiones tiene que dudar de si mismo. Por ejemplo:

Adrián se dirigió directo hacia María, sin dudar, con paso firme y seguro. La sonrisa en su boca era sólida, sin embargo, no podía dejar de preguntarse si acaso la bella mujer no estaría más pendiente de Luis, que estaba en la barra pidiendo algo, que de su propia aproximación.

Con este tipo de descripciones ya se notan las dudas de Adrián, de modo que podemos no decirlo expresamente, y queda un personaje con fondo. La profundidad le da credibilidad si es consistente, porque nadie es una persona plana y perfectamente predecible, sino que todos tenemos matices de todo tipo. Por ello es importante que los personajes tengan virtudes, pero también defectos, y que ambos tengan algún papel en la historia.

Además, una forma muy buena de escribir un relato consiste en sentarse con una historia general en mente: va de como Adrián seduce a la casada María. Así que comenzamos por el punto de partida, cuando se ven por primera vez, y con las ideas en mente de cómo son los personajes, comenzamos a narrar la historia pensando en cómo irían reaccionando cada uno de ellos a las situaciones que les lanzamos. Eso es lo que a menudo dicen los escritores que pasa con sus personajes, que cobran vida propia, pues no son ellos los que deciden qué ocurre. Y requiere personalidades sólidas y creíbles.

Pero una vez que tenemos unas personalidades sólidas de salida, y las soltamos en el medio de la historia, necesitamos dejar que evolucionen. Todo tipo de historia implica a los personajes, les hace plantearse nuevas situaciones e ideas, y ello cambia sus personalidades. María era una mujer fiel, ¿cómo se siente y cambia a medida que Adrián comienza a cortejarla? ¿Sigue amando a Luis? Los personajes se enfrentan a sus dudas y a las situaciones, y cambian con ellas. Si permitimos que evolucionen, la historia gana interés por si misma, no sólo por el sexo que vaya a incluir, sino porque es una historia con pleno derecho.

Eso si, la evolución y cambio de los personajes debe ser progresivo. Las personalidades no cambian de un momento para otro, sino que van lentamente. La primera vez que María ve a Adrián no va a decidir que es el hombre de su vida y que va a abandonar al marido con el que lleva cuatro años casada y amaba hasta entonces. Eso no ocurre casinunca. Los cambios son progresivos, y las historias de amor y seducción no suelen ocurrir instantáneamente, sino que llevan su tiempo, especialmente si hay razones en contra de dicha relación (como un matrimonio feliz).

Esto va especialmente vinculado con las cosas que alguien se niega a hacer. Hay una enorme cantidad de relatos donde la mujer fiel y puritana acaba haciendo mamadas y sexo anal en la primera escena aunque se lo había negado siempre a su marido; es algo que puede ocurrir, supongo, pero no es lo habitual. Y hace que caigamos en el tópico fácil y que se rompa la personalidad del personaje y su coherencia. A menos que, por lo que le hayamos descrito antes, ya hayamos indicado que aunque no tiene el valor de comentárselo a su marido, sí usa internet para ver cosas al respecto, por poner un ejemplo.

Lo importante con las personalidades y su evolución es que las cosas no ocurran “porque sí”. La personalidad respalda algunas acciones y niega otras; los cambios y su evolución, si están bien planteados y narrados, nos permiten ver nuevas situaciones pero que sigan siendo coherentes y dando profundidad a los personajes. Pero no surgen de la nada. Introduce elementos en el pasado de los personajes, o en su presente, que te vayan a servir para justificar las evoluciones que desees. Algunos son tan trillados como la mujer que se siente abandonada por el marido que trabaja demasiado, otros pueden ser tan imaginativos como se te ocurran, pero cuanto más naturales sean, mayor será su aportación a la historia.

Narrando al Personaje:

Así pues, tenemos personajes sólidos y creíbles, que van a ir evolucionando con el tiempo y cargar sobre sus hombros la historia. ¿Cómo los narramos?

Lo primero de todo, la mayor parte de los personajes no se van a dedicar a tener monólogos con los lectores acerca de su personalidad. Adrián nunca le dirá al lector que es un hombre sensible, pero cansado de tragar mierda en una empresa que no le aprecia, por lo que ha ido perdiendo fé en si mismo y se ha ido convirtiendo en una cáscara cada vez más vacía que sólo sabe rellenarse con alcohol para olvidar.

O, al menos, no lo hará así. Si narramos en primera persona, sí podemos dejar que los personajes mediten sobre si mismos, o podemos hacer que la voz en off lo haga si escogimos la tercera persona. Así que sí podemos meter sus pensamientos, y debemos, para que queden bien contados. Sin embargo, la mayor parte de los personajes seguirán sin hacer grandes debates sobre su personalidad, sino que la mostrarán en sus acciones, reacciones, y pensamientos sobre lo que ocurre. Por ejemplo, al salir de un particular día de trabajo, Adrián puede protestar para si mismo acerca de por qué está perdiendo el tiempo en aquella firma de publicistas que no lo aprecia, mientras va a un bar a tomar algo para olvidar. Con ello, más o menos explicamos lo mismo, pero no mediante un monólogo poco realista, sino por medio de las acciones.

Así que, como medio normal, las personalidades de los personajes deben ser narradas a través de sus actos. Lo que hacen, y cómo lo hacen, dice tanto o más de los personajes que sus propias descripciones. Por ello, a la hora de narrar al personaje, hemos de centrarnos en cómo ocurren las cosas y por qué ocurren.

Además, no sólo los actos de un personaje son condicionados por su personalidad. Por el contrario, especialmente si narramos en primera persona o en una tercera que está centrada en un personaje, podemos introducir la personalidad a través de su propia percepción del mundo. Adrián es un hombre inseguro, quizás en su primer encuentro con Luis (un hombre de éxito) se sienta intimidado por la personalidad sólida del otro y reaccione actuando como un gallito para contrarrestar (no olvidemos que Adrián finge seguridad). Esto demuestra la personalidad de ambos personajes, por medio de destacar quizás la sonrisa segura de Luis, o sus gestos firmes, así como el hecho de que Luis no se siente impresionado por las reacciones de Adrián y sigamos recalcando como los gestos del hombre de éxito permanecen impasibles y coherentes, quizás enervando más a Adrián.

Esto se debe a que la propia personalidad de las personas condiciona su percepción del mundo. Es muy claro por ejemplo en las descripciones de otras personas. Si el personaje comienza a describir a la otra persona por la cara pero le dedica una línea, y luego le dedica tres a la descripción de los pechos claramente la imagen que obtenemos de dicho personaje (estuviese pensada o no) es que le interesan más los pechos que la cara. O si describe mucho los tactos de las cosas será una persona sensitiva, mientras que otro que describa más sonidos será más auditiva. Esto sirve para dar ideas acerca del personaje o narrar su personalidad. Por ejemplo, si nuestro personaje fuese músico, le daría mucha importancia a la descripción de los sonidos, y al hacerlo, nosotros vemos un personaje sólido en las palabras con las que está descrito.

Las palabras que usemos para narrarlo también son importantes. Un publicista como Adrián debería tener un vocabulario más o menos amplio, sobretodo en esos temas. En cambio si metemos a un taxista en la historia, este probablemente deba expresarse con palabras más llanas y comunes, quizás incluso con algunas faltas de ortografía puestas a drede para destacar que no se expresa bien si fuera alguien profundamente inculto. Y a la inversa, un miembro de la alta sociedad o un profesor de literatura deberían hablar y describir las cosas con un vocabulario más elevado y culto, más variado, y que transmita esa idea de que son gente que ha leído mucho, quizás con referencias literarias. Por supuesto, esto se puede romper (por ejemplo, en el medio de la excitación, podría decir tacos el profesor) o quizás sirva para expresar una idea específica de la personalidad (un profesor más cercano a sus alumnos de secundaria quizás emplease términos como “tío” o “colega”). Todo esto sirve para dar una idea más profunda y completa del personaje.

Ya he defendido el uso de todas las figuras literarias en un relato como estos: no tienen por qué ser de una calidad inferior a los demás por tratarse de historias eróticas. Pero es que, además, pueden recalcar la imagen que tenemos del personaje. El músico que compare el cuerpo de una mujer atractiva con el de una guitarra, por ejemplo, ya nos está diciendo en sus palabras que es una chica con mucho pecho, poca cintura, y mucho culo (por ejemplo). Lo importante, sin embargo, es que lo hace usando los conceptos que probablemente tuviese en mente. O un taxista que piensa en la “peazo carrocería” que tiene la mujer que lleva detrás.

Además, a menudo se cae en la tentación de dedicar una enorme parte de la introducción del relato a la descripción de todo, y luego se deja sin descripciones el resto. La gente raramente funciona así, normalmente vemos algunas cosas la primera vez, y luego a medida que pasa más tiempo nos fijamos en más detalles. Eso además aumenta el interés del relato. Por ejemplo, quizás en el segundo encuentro, Adrián se de cuenta de un pequeño lunar que tiene María en el cuello, tal vez porque la primera vez ella llevaba una camisa con el cuello alto, o porque estaba cautivado por sus ojos. Al ir añadiendo progresivamente detalles llegas a crear personajes con una imagen muy definida, pero sin caer en la descripción larga y tediosa del principio, y sin que parezca que surgen de la nada, sino que los vas introduciendo con naturalidad. Además, estos elementos que introducimos pueden servirnos para cambiar las personalidades de los personajes. Por ejemplo, un hermano que no se ha fijado nunca en su hermana, y sin embargo la segunda vez en el relato que ella aparece lleva una blusa abierta y él de pronto se da cuenta de lo interesantes de sus pechos podría servir para justificar cómo a partir de entonces la considera una mujer y no una niña, y además una mujer atractiva.

Hemos de tener en cuenta que los gestos y demás también dicen mucho de los personajes y sus personalidades, y por tanto la descripción de los mismos es muy importante. Es clásico en los relatos de dominación, por ejemplo, como el sumiso mira al suelo y no sostiene la mirada del dominante, o como las mujeres fieles a menudo son descritas como llevando ropa poco llamativa. Pero hay infinidad de gestos más que nos dicen mucho acerca de la persona que los realiza, desde el timbre y volumen de la voz, la osadía y seguridad de los mismos, etc. Prácticamente todo elemento de la personalidad de un personaje se traduce en algunos gestos, y usando estos estamos narrando al personaje mismo. 

Conclusiones:

Crear un buen personaje es algo que lleva práctica, como todo en la escritura, pero sobretodo lleva imaginación. Quizás la clave a la hora de hacerlo es usar la empatía. Si nos ponemos en su lugar, ¿realmente él actuaría así? ¿Vería el mundo así? ¿O quizás estamos forzando? Forzar las cosas no es necesariamente malo, pero si hemos de hacerlo teniendo en cuenta que hay un máximo que podemos forzar antes de que el relato resulte inverosímil. Un poco puede dar ese toque de morbo, o de imprevisto, o de sorprendente, que tan bien viene en una historia; mucho acaba dando una historia que no se sostiene. Por supuesto, el equilibrio depende de cada uno y de sus gustos.

Muchas gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí, al menos espero que esta breve guía sobre cómo construir personajes os haya dado algunas ideas, o al menos os haya hecho pensar y llegar a conclusiones mejores que las que yo he llegado. Aprovecho para pedir disculpas por el hecho de que casi todos los ejemplos tengan a la mujer como objeto y al hombre como sujeto, pero siendo yo hombre me resulta más cómodo y fácil.

En cualquier caso, ¡divertiros escribiendo!

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