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Desafío de galaxias (capitulo 60)

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—¡Qué ganas tenía de olerte otra vez! —exclamó Marisol olfateando como un perro perdiguero el cuerpo desnudo y sudoroso de Anahis, que complacida, sonreía mientras la acariciaba la espalda. Anahis se había trasladado a Edyrme a causa del ataque— casi dos meses sin meterte mano.

—Por tu culpa, que te vas de batallas sin avisar.

—Fue un imprevisto mi amor.

—Pues a Marión la tienes contenta, y encima, tú te vienes y dejas allí a Hirell.

—¡Joder! No te preocupes, la puedo mandar a «inspeccionar» las operaciones en Kalinao.

—No querrá ir: tenemos mucho trabajo.

—Pues le diré a Hirell que acelere las operaciones, que Marión le espera con las piernas abiertas. Seguro que corre.

—Seguro que si, —dijo Anahis riendo.

—No, ahora en serio: pasado mañana, a primera hora, salgo para Cayely.

—¿A hablar con Cimuxtel? —Marisol asintió con la cabeza— en este asunto vas a tener que hilar muy fino, nena; mi padre está muy preocupado, y es muy pesimista sobre la resolución de este asunto: cree que una guerra civil es inevitable, y una intervención federal, también.

—Bueno, ya veremos, sabes que haré todo lo que este en mi mano para evitarlo. No puedo permitir que el ejército se divida.

—Lo sé, lo sé, y también sé que lo harás bien. Pero te aviso, el canciller ha puesto a su ejército en manos de su partido y ha nombrado oficiales y generales entre sus adeptos más… recalcitrantes, por llamarles de alguna manera.

—La historia de la Tierra está llena de «iluminados» que sabían que era lo mejor para su pueblo y provocaron guerras donde murieron millones de seres humanos.

—Mi padre dice lo mismo, y habla de un personaje… que no recuerdo como se llama.

—¿Adolf Hitler?

—Sí, ese. ¿Quién era?

—Un bicho malo, un hijo de puta con pintas, te lo aseguro. No voy a permitir que en Maradonia pase algo parecido.

—Sabes que confío en ti, que todos confiamos en ti, y me da la impresión, que en este asunto, el presidente te va a dar vía libre… y no me gusta, y te digo más, a mi padre tampoco.

—Bueno, bueno, no saquéis las cosas de quicio. Yo no creo…

—¿Cómo que no?, se ha echado a un lado para que si la cosa va mal, la hostia te la pegues tú.

—No exageres.

—No exagero, y lo sabes.

—De todas maneras yo voy a permanecer al margen, este asunto lo tienen que solucionar ellos, y Cimuxtel es la clave.

—Te conozco, y no estarás lejos.

—Necesitara todo mi apoyo… pero no voy a intervenir.

—Veremos.

Al día siguiente, Marisol se reunió con J. J. que comunico que según sus investigaciones, la flota corsaria estaría formada por no menos de cuarenta naves. Con los datos obtenidos por Marisol en Kalinao, estaban rastreando las comunicaciones enemigas para localizar las bases, pero todavía no había resultados.

A continuación, se reunió con Loewen que se había trasladado a Edyrme para hablar con ella. Después de abrazarse y charlar de sus cosas, durante cerca de una hora estuvieron revisando todos los asuntos pendientes.

—Tengo entendido que te encantan los lideres tribales kedar, —bromeó cuándo lo habían repasado todo.

—¡Por Dios! No me los recuerdes, menuda banda de… de… de cabrones. No sé como Aunie puede mantener la calma con esos idiotas.

—Hay que tener paciencia con ellos, tienen los días contados.

—Sí, pero esos gilipollas, van a estar dando por culo hasta el final.

—Acabas de pronunciar tres o cuatro tacos en el último minuto, —dijo Marisol con humor— cuándo se lo cuente a Opx no se lo va a creer.

—Es que me sacan de quicio, de verdad.

—¿Y mi bulban favorita?

—¿Iris? Genial, cuanto más hablo con ella, más me gusta.

—A mí me pasa lo mismo. Supongo que preferirán estar con los suyos, trasládalas a alguno de los asentamientos de refu…

—No, no; no quiere, ya se lo he ofrecido, —la interrumpió— ni ella, ni tres de las hembras: no quieren saber nada de machos bulban; en cuanto a los niños, los psicólogos están hablando con ellos y parece que no se quieren separar de las cuatro hembras dominantes, entre las que, por supuesto está Iris.

—¡Joder! No podemos tenerlas encerradas en el Palacio Real, —dijo Marisol y guardo silencio mientras entornaba los ojos, señal de que estaba pensando. Loewen, que la conocía a la perfección no la interrumpió— a no ser que… traslada a las otras hembras.

—¿Qué se te ha ocurrido?

—Es algo que ya tenía pensado y que ya he tratado con el presidente, pero tal vez…

—¿Lo de la tele?

—Sí, pero dándole otro enfoque. ¿Y si creamos un canal de noticias bulban?

—¿Un canal entero?

—Sí, sí. Noticias, reportajes, entrevistas…

—Eso es un mogollón de cojones…

—Lo sé, lo sé; habla con Marión y que habilite fondos del presupuesto militar.

—Pero ellas no sabrán hacerlo, están aprendiendo a leer y escribir ahora.

—Sí, pero las ayudaremos: ellas serán la cara visible y tendrán un equipo de reporteros para que las echen una mano. Pero es importante que Iris tenga el control y crea en ello. Habla con ella, y dila, que cuándo yo pueda, también lo haré.

—De acuerdo.

—¡Ah! Y si es posible, seria bueno que algún kedar este en el equipo.

—¿Un kedar?, ¡joder!

El FDI había detectado la presencia de naves corsarias en el sistema Kirugasa, en el Sector 11, y todas las patrulleras cercanas se dirigían al sistema. Con tres fragatas, Bertil se dirigía también a Kirugasa por el corredor de Evangelium.

—¿Sabemos ya cuantas naves son? —preguntó Bertil.

—Las comunicaciones siguen bloqueadas, pero parece que son unas dieciséis.

—¿En Kirugasa que hay?

—Es un sistema de once planetas perteneciente a la República de Ursalia, y en el quinto, que no tiene atmosfera, hay un complejo subterráneo industrial y minero. En total veinticinco mil personas entre trabajadores y sus familias.

—¿Tiempo de llegada?

—Dos horas, mi señor.

—Cuándo lleguemos todo habrá acabado.

En el sistema Kirugasa, las naves corsarias continuaban atacando el complejo industrial cuándo llegaron las fuerzas del FDI. La flotilla federal, formada por once patrulleras, intentó interponerse para alejar a los atacantes del planeta, pero en ese momento, se abrió un vórtice por donde surgieron otras siete naves corsarias. Cogidas entre dos fuegos, las patrulleras fueron cayendo hasta que todas fueron destruidas. Durante más de una hora, las naves corsarias siguieron bombardeando el complejo industrial destruyendo los cinco primeros niveles. Por fortuna, los trabajadores y sus familias, se había refugiado en los niveles más profundos, desde el comienzo del ataque.

Cuándo Bertil llegó todo había acabado, como muy bien había vaticinado, y de las naves corsarias no había ni rastro.

—¿Cómo están las cosas? —preguntó Marisol a Bertil cuándo pudo comunicar con él.

—Hemos perdido todas las patrulleras, con sus tripulaciones. En cuanto al complejo industrial, está destruido y hay muchos muertos entre el turno de trabajo que se encontraba en ese momento en los niveles superiores. El resto se refugió en los niveles más profundos y, aunque no corren peligro, tardaremos mucho tiempo en rescatarlos, todos los accesos están bloqueados por los derrumbes.

—La república está mandando naves y equipos de rescate.

—Sí, alguno ya ha llegado. Marisol, ha sido una encerrona, han atacado en dos fases y nuestras naves no han tenido la más mínima oportunidad. Tenían un conocimiento absoluto de nuestro despliegue, y estoy por asegurar que incluso sabían las naves que teníamos en la zona.

—Envía todos los datos a Inteligencia…

—Ya están enviados. Espero que nos conduzcan a algún sitio.

—Aunque suene mal decirlo, hay que tener paciencia y mantener la calma. No quiero acciones alocadas.

—No te preocupes, mantendré la calma hasta que tengamos algo concreto.

—Eso es lo que quiero de ti.

—Cuándo les cacemos, ¿cómo vamos a ir?

—¿A que te refieres? —le preguntó mirándole con extrañeza.

—A que hay una conexión evidente entre el canciller de Maradonia y la flota corsaria, y ya se habla que los políticos se van a meter por medio…

—Los políticos se podrán meterse donde les salga de los cojones, pero yo te doy mi palabra: cuándo los descubramos, vamos a ir a saco.

Un mes después, Bulban TV comenzó a emitir cuatro informativos diarios por uno de los canales libres de la Televisión Federal. La emisión se realizaba en dirección al Sector 26, y se visualizaba también a los campos de detención de prisioneros y en los campos de refugiados. Los informativos se repetían constantemente durante las 24 horas, aunque poco a poco se fueron introduciendo reportajes, sobre la vida cotidiana en los campos, y el funcionamiento de la República. También comenzó la emisión de un curso para enseñar a leer y escribir. Iris, una vez vencido su nerviosismo inicial, resultó ser una locutora excepcional, ella y otra de las hembras, que decidió llamarse Noor, llevaban el peso de la emisión. En ocasiones, se trasladaban a los campos de detención y emitían en directo desde allí. El objetivo era mostrar que era mentira todo lo que el líder y los pretores les contaban. Según avanzaban las emisiones, la cifra de civiles bulban que se entregaban iba en aumento, aunque no de manera espectacular, debido a que los civiles no tenían un acceso libre a las naves que les podían sacar de sus lugares de residencia. Aun así, el presidente Fiakro estaba encantado, se daba cuenta de la importancia que podría tener en el futuro.

Por el contrario, la situación en Maradonia iba de mal en peor, y el comienzo de las emisiones bulban exacerbaron el mensaje xenófobo del canciller y sus acólitos. El asunto era tan grave que incluso Bulban TV informó sobre la situación, Iris quería dejar constancia, de que las posturas dictatoriales no tenían cabida en la República. Según ella, los lideres bulban y los seguidores del canciller de Maradonia, pensaban de manera similar.

Mientras todo esto ocurría, el contacto de Marisol con el general Cimuxtel era permanente, tanto personalmente como por video enlace. El general estaba muy cabreado y a Marisol le costaba trabajo mantenerlo a raya.

—¡Le voy a arrancar la puta cabeza con mis manos!

—¡No, no, no! tienes que ser juicioso, —Marisol no se arredraba frente a la imponente figura de su amigo rojo.

—¿¡Juicioso!?

—Si, juicioso, —le dijo metiéndose entre sus brazos y dándole golpecitos en el pecho— tu intervención puede provocar un enfrentamiento…

—¿Militar? —la interrumpió— ¡Joder tía!, eso es ya inevitable.

—¡Sí!, pero es mejor que el primer paso lo den ellos.

—¡Mierda! Mira Marisol, dejémonos de historias: coge un par de divisiones y sácalos a hostias, ¡coño!

—Este asunto lo tenéis que resolver vosotros, sin intervención exterior. Tu eres un líder, una persona muy respetada entre la sociedad maradoniana, y eres la persona indicada para…

—Yo no pienso sustituir a ese hijo de la gran puta: soy un militar, no un puto político.

—¡Venga tío! Tú conoces mucha gente decente y honrada; antes de la aparición de ese cabrón, no había problemas en Maradonia.

—Claro que no había problema, aún no entiendo como es posible que la gente le votara.

—Eso ahora es lo de menos, lo que importa es que su popularidad se ha derrumbado, y está a punto de traspasar la línea roja para perpetuarse en el cargo, si es que no la ha traspasado ya.

—¡Joder! De acuerdo. ¿Y con los desertores que vamos a hacer?

—Solo han desertado los que eran de su partido, principalmente soldados y suboficiales. ¿Cuántos han sido, tres o cuatro mil?

—Unos cuatro mil.

—No te preocupes, cuándo resolvamos el problema principal, solucionaremos ese, pero ya sabes que pienso de los desertores.

—Es una lastima que la pena de muerte este prohibida, aunque la podíamos instaurar temporalmente para esos hijos de puta.

—Eso no lo digas ni de broma. Cuándo llegue el momento, se ocupara de ellos la gobernadora Loewen.

—¡Joder nena! —refunfuño—. De acuerdo.

—Y ante todo, recuerda —le dijo Marisol sujetándole la cara con las dos manos—: usa la cabeza: piensa y sé juicioso.

Cimuxtel había sido apartado de las operaciones de vanguardia discretamente, con la complicidad de Oriyan. Poco a poco, varias unidades de maradonianos con mandos militares de la confianza del general, se habían ido concentrando en Dreylhan teóricamente para darles descanso. En ocasiones, Marisol pasaba por allí para visitarles y que sintieran su presencia. Le encantaba confraternizar con estos formidables soldados de dos metros, color rojo y cuatro brazos. Sabía que en poco tiempo, estos muchachos tendrían que intervenir y pelear contra otros maradonianos, entre los que habría familiares o amigos.

Desde que salio de Kalinao tras el ataque corsario a Edyrme, no había podido pasar por Mandoria y ya estaba harta. A su amor solo la había podido ver una vez que visito la capital federal. No lo pensó dos veces, aviso al Fénix y partieron de inmediato. Llegaron con la noche cerrada y sin demora, se encaminó al dormitorio que compartía con Anahis. Entró con sigilo y se desvistió mientras veía su figura respirar pausada bajo el edredón. Se metió en la cama, la abrazo con cuidado para no asustarla y se quedó sorprendida: ¡tenía puesto un pijama! Anahis se dio la vuelta y la beso en los labios.

—¿Qué mierda es está? —preguntó Marisol cuándo pudo— ¿Desde cuándo usas pijama?

—Desde que me dejas sola y no duermes conmigo: cuándo tu no estás tengo frío.

—Pues parece el pijama de mi abuela, que digo, ni mi abuela usaba estos pijamas.

—Pero es calentito. ¿Por qué no me has avisado de tu llegada?

—Quería darte una sorpresa, y me la he llevado yo.

—¡Ya está la exagerada! —exclamó mientras se quitaba la parte superior y Marisol la despojaba de la inferior. Anahis se dejó hacer complacida y a los pocos segundos estaba gimiendo, y cuándo Marisol se sació, intercambiaron posiciones. Siguieron amándose hasta que las primeras luces de la mañana entraron por el ventanal de la estancia.

—La próxima vez te vienes conmigo e Hirell que se quede aquí, —afirmó Marisol rotunda.

—Ahora no te quejes, recuerda que te llevaste a Hirell, según tú, para que descansara de Marión.

—La próxima vez que diga una gilipollez como esa, me das una colleja.

—¡No!, prefiero darte un pescozón.

—¡Eh! Sigues avanzando con el español.

—Por tu culpa: como no follo contigo, tengo más tiempo libre.

—Pues si quieres me vuelvo a ir para que termines sus estudios, —sin pensarlo, Anahis la propino un pescozón que resonó en toda la estancia.

—¡Pero!, ¿qué haces? —preguntó Marisol frotándose el cogote—. ¡Qué daño!

—Lo que tú me has dicho… y no seas quejita, que no te he dado tan fuerte.

—¡Joder que no! Si se ha oído en todo el palacio, seguro que tengo el cogote rojo.

—¡Qué exagerada! —exclamó Anahis abrazándola— ¡Anda! ven que te hago: sana, sana, colita de rana.

—Bueno vale, —y sus labios volvieron a encontrarse.

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