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Puta virtual

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Nunca pensé que el sexo virtual me llegara a excitar tanto, pero una vez que decides probarlo, es casi imposible dejar de preguntarte hasta dónde puede llegar y exactamente hasta qué punto puedes llevar las cosas.

La primera vez que lo intenté fue a través de un chat anónimo que te conectaba directamente con alguno de los usuarios. Después de algunas conversaciones inútiles, me encontré con un hombre, que según dijo, tenía 36 años de edad. Realmente no me importó si mentía o no, pues todo lo que necesitaba era imaginar un personaje.

Recuerdo que comenzó por describir gráficamente la manera en la que me quería coger. Recuerdo que mi puchita se empezó a calentar mientras él me decía lo mucho que disfrutaríamos si estuviéramos juntos. Comencé a acariciar mis tetas, pellizcando mis pezones más y más fuerte mientras leía cada palabra que aparecía en la pantalla. Al principio me limitaba a escribir enunciados cortos y un tanto vagos, pero entre más cachonda me ponía, menos tímida me volvía.

Poco a poco mis dedos bajaron hacia mi vagina, me dedeaba con la mano derecha mientras sostenía mi celular con la izquierda. Cada vez me atrevía a escribir cosas más sucias, más pervertidas que jamás me hubiera imaginado que podría decir. Le escribía cosas como "métemela por el culito... quiero tu verga dentro.... me estoy dedeando pensando en ella..." Comencé a masturbarme más y más rápido. Acto seguido tuve uno de esos orgasmos que dejan las piernas temblando.

Esa fue la primera de muchas conversaciones que poco a poco subieron de nivel. Me di cuenta de que ciertas palabras causaban reacciones diferentes. Fue así como descubrí lo mucho que me mojaba jugar el papel de sumisa.

Llego el momento en el que comencé a buscar salas de chat eróticas en internet. Me encontré con varias páginas interesantes y tuve pláticas con muchos hombres que tenían diferentes estilos para describir su versión de una buena cogida. No fue sino hasta una madrugada en la que una ventana en particular llamó mi atención, porque el usuario que la había abierto no me había saludado como todos los demás. "Hola puta" me dijo simplemente.

Nuevamente, la curiosidad obtuvo lo mejor de mi y seguí la conversación. Me dio el nombre: Jesús, pero el mío no fue realmente necesario... Me hizo su puta, me dijo que era su perra, que le sacaría la leche con mis tetas, que me abriría las nalgas de perra caliente y me violaría por el culo.

Comencé a sentir esa sensación tan familiar entre mis piernas. Jesús continuaba tratándome de la misma manera, llamándome putona, golfa, muñeca caliente... describiendo todas las maneras en las que me haría su objeto sexual. Mi respiración se agitaba cada vez más y más, mientras trataba de seguirle el ritmo.

Me ofrecí como nunca lo había hecho antes. Como una rica prostituta que tenía ya algo de experiencia. Tome mi consolador del buró y comencé a metérmelo en mi pucha mientras le decía lo mucho que me gustaba ser su perra.

Desde entonces, mis gustos se han diversificado, así como mis experiencias. Todo depende de que me apetezca al momento. A veces es un chat sucio y morboso en el que dejó que me sometan por completo, a veces es una llamada telefónica en la que me masturbo, gimo y hablo sucio para la persona al final de la línea. En otras ocasiones, si de verdad estoy bastante cachonda, activo la cámara web y me tocó enfrente de extraños. Debo admitir que me encanta ver cómo se masturban para mí, como soban su verga, aumentando la velocidad a cada segundo, como juegan con sus bolas, con sus pezones...

Lo que más me gusta del sexo por webcam es observar las reacciones de los hombres ante ciertas cosas que hago. A muchos le excita que lama mis pezones, a otros que escupa en mis tetas. Varios me piden que abra mi vagina, que meta dos dedos y uno en el año, que me dé nalgadas, que me penetre con algo...

Nada de esto es substituto de tener sexo con otra persona, pero siempre hace que masturbarse sea más y más divertido.

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